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◇48◇

"¿No sabes que nosotros...?"

Las intenciones de los niños son las más inocentes, había dicho alguien alguna vez. Y Tinkus no era una excepción a ello.

Dentro de su pequeña mente había llegado a la conclusión de que matar era una respuesta natural a la situación y su declaración no había sonado diferente a la de un niño pidiendo que salieran a jugar. Viggo no sabía que era lo que más le resultaba perturbador, si el hecho de que se creyera capaz de hacerlo o la inocencia infantil con la que lo decía.

—¿Tú matarme a mí? —Cuestionó con un tono incrédulo—. ¿Un niño debilucho cómo tú?

El menor asintió, luciendo apenado al respecto.

—Lamento si sueno pretencioso pero con el entrenamiento de Lady Astrid, estoy seguro de poder hacerlo.

—No importa cuánto entrenamiento hayas recibido, sino tienes las agallas no sirve para nada —declaró el mayor, aún sin creer que ese niño quería atentar contra su vida—. Tú no quieres matarme.

—Es cierto, pero tengo que hacerlo —el pequeño Tinkus sacó un cuchillo del interior de su chaleco y le quitó la funda—. Porque si no lo hago, usted señor, podría echarlo todo a perder.

Viggo levantó una ceja, pero después de pensarlo un momento el cielo se despejó en su mente.

—Oh, ahora entiendo —le dio una sonrisa—. Cuando dijiste que no querías que revelara tu secreto te estabas refiriendo a eso.

—Así es —asintió—. Lady Astrid dijo que cuando dejemos la isla podremos empezar una nueva vida lejos de los cazadores, pero si los demás se enteran de este secreto nuestra familia se romperá y ya no podremos estar todos juntos como siempre. No puedo dejar que eso pase.

Viggo sintió lastima por ese chico, estaba dispuesto a llegar a tanto sólo por una promesa de una vida mejor.

—No hiciste nada malo, Tinkus —le dijo él—. Fui yo quien te prometió perdonar la vida de Sasha si me contabas cada detalle del plan de tus amigos, y ni siquiera lo hiciste bien.

—Lo siento, no tenía idea de que el señor Zett nos estaba dando información distorsionada —Tinkus suspiró—. Él estaba consciente de que uno de nosotros estaba filtrando información pero desconozco cómo lo supo. Juro que actúe con mucho cuidado.

—¿Y ahora planeas matarme? ¿Por qué soy un estorbo para tus ideales?

—Lo es, espero que pueda entenderlo, sería bastante malo si usted le cuenta a alguien sobre lo que hice, así que..

—Oh, ahora que lo mencionas... —hizo una pausa—, ya lo hice. Mi error.

El rostro de Tinkus se desencajo.

—¿Qué? ¿A quien?

—A Hipo, como me sacó del incendio le permití conocer el nombre del traidor entre los chicos de Astrid —le relató como si fuera algo sin importancia—, a pesar de que estaba verdaderamente sorprendido, no dijo ni una palabra al respecto, ni siquiera cuando te vio, muy discreto de su parte, todo lo contrario a tu amigo Tori Karman.

—¿También le dijiste a mi amigo? —Preguntó con cautela.

—Yo no, tú lo hiciste.

Viggo señaló distraídamente detrás de Tinkus y el menor se sobresaltó al ser consciente de la presencia de alguien inesperado en sus planes. Cuando volteó, descubrió a Tori Karman parado a una distancia considerable, y en él, una expresión que nunca antes había visto.

Sorpresa, más que nada. Era la primera vez que veía en Tori una expresión tan viva, y cuando Tinkus quiso darse cuenta, Viggo ya no estaba y sólo eran ellos dos.

—Tinkus, ¿todo eso es verdad? —Preguntó con confusión, sin dejar de mirarle—, ¿tú nos...traicionaste?

×××

Cerca de un lago, fue a donde Patapez, Astrid y Hillary fueron a parar.

La chica Hofferson iba a la cabeza con una impenetrable tranquilidad, como si tuviera todo bajo control. Más atrás le seguía Patapez, quien estaba hecho todo un manojo de nervios con sus ojos yendo de aquí para allá por el bosque. Y al final de ellos iba Hillary, quejándose y protestando abiertamente por ser "escoltada" en contra de su voluntad.

Los jóvenes Zeta se mantuvieron pegados a ellos, con sus armas atentas a cualquier mal movimiento, hasta que pudieron reunirse con el resto de su gente a la orilla del lago.

—¡Trajeron ayuda! —Exclamó alguien del pueblo Zeta, al presenciar la llegada del grupo.

Astrid le dio una sonrisa llena de ironía.

—Ustedes tienen una manera muy poco convencional de pedirla —soltó.

Los demás la miraron confundidos y buscaron respuestas en sus compañeros recién llegados.

—Encontramos al Zeta Traidor —reveló uno de ellos, con irritación al pronunciar el título del pelirrojo.

Las reacciones negativas no se hicieron esperar.

—¡¿Qué?!

—¡Esa rata realmente sigue aquí!

—¡¿Lo mataron, cierto?!

—Se escapó —fue la respuesta que recibieron. Arbitrariamente señaló al trío de cabezas rubias—. Ellos ayudaron en su escape.

Hillary no dudó en objetar.

—¡Corrección! Ellos lo ayudaron, yo no tengo nada que ver.

—¿Por qué quieren capturar a Zett? —Cuestionó Patapez, haciendo caso omiso del comentario de Hillary—. ¡Es totalmente injusto! ¿Lo siguen considerando un traidor a pesar de que él hizo todo lo que pudo para que...? ¡Au!

Astrid le había dado un fuerte pisotón.

—¿De qué se le acusa a Zett? —Preguntó ella, con mucha más calma que su amigo—. Dijeron que él había asesinado a su líder pero ya deberían saber que Zett no es ese tipo de persona.

—Hanz creyó lo mismo y mira como terminó, ¡apuñalado por quien alguna vez fue su mano derecha!

Sus compañeros estuvieron de acuerdo, coreando en ánimo hacia quien hablaba, pero Astrid seguía sin estar convencida. Estaba a punto de exigir pruebas que reforzarán sus acusaciones, sin embargo, una figura se abrió paso entre las personas, desviando la atención de toda la sed de sangre que inundaba el ambiente.

—¡¿Encontraron algún sanador?! —Preguntó en un tono de urgencia.

—¿Qué ocurrió?

—¡Encontramos signos vitales! ¡Aún podemos salvarlo!

Exclamaciones se escucharon en conjunto ante esta revelación. Unos cuantos echaron a correr hacia una carpa a varios metros, mientras que los demás bombardearon de preguntas al muchacho, llenos de alivio y sorpresa.

—....es difícil de decir en realidad —dijo el chico con respecto al estado de salud del líder—. Acaba de toser sangre y parece estar respirando de nuevo, pero sin nuestro sanador todo lo que podemos hacer es tratar de evitar que siga perdiendo sangre.

—¿Podemos llevarlo de vuelta?

—Su pecho esta perforado, no creo que en su condición podamos moverlo...

De repente, Patapez dejó de prestarles atención y se volteó hacia la única que parecía indiferente ante la situación.

—Hillary —llamó él—, ¿no dijiste una vez que tus abuelos te enseñaron todo lo que tenias que saber sobre medicina?

Ella lo volteó a ver con el ceño fruncido, y no solo ella, todas las personas que escucharon aquello también lo hicieron.

—Eso fue hace años —objetó ella—, no pretenderás que yo...

—¡Hillary! —Astrid dio un paso hacia ella—. En este momento podrías ser la única persona con el poder de salvarle la vida Hanz, ¿entiendes eso?

—¡Ese hombre se está muriendo! —señaló Hillary, horrorizada por la tarea que pretendían darle—. ¡¿Qué crees que puedo hacer por él?!

—No es cómo si tuviéramos de donde elegir —Astrid dio dos paso hacia ella—. ¿Lo intentaras o no?

××××

—¿Entonces lo hiciste por Sasha? —consultó Tori Karman, con cautela.

Tinkus asintió, sus ojos estaban llorosos.

—Si algo le pasa a ella simplemente no podría soportarlo.

—Pero pudiste decirnos —insistió— Somos un equipo, no íbamos a dejar morir a nadie.

—¿Quién lo garantizaba, Tori?

El más alto emitió un suspiro.

—Quizás tengas razón, y pensaste que era lo correcto en su momento, pero ahora puedes confiar en tu equipo —le dijo en un tono comprensivo—. Ellos no van a rechazarte cuando lo sepan y Sasha lo entenderá, así que tampoco debes matar a Viggo.

El niño parpadeo dos veces.

—¿No debo?

—No, no vale la pena ensuciarse las manos por eso. Y si yo lo entiendo, los chicos entenderán también porqué decidiste traicionarnos, se los explicaremos juntos.

—¿Lo crees así?

—Si, somos amigos después de todo.

Tinkus lo observó fijamente. Tori Karman siempre había sido el más callado del grupo y que dijera más de tres palabras en tan corto tiempo ya era bastante, así que no pudo evitar estar conmovido.

—Entiendo...

Tori se mostró visiblemente aliviado y le dedicó una pequeña sonrisa.

—Iré a buscar a los chicos, tú quédate aquí —le dio un suave golpecito en la frente con su dedo—. Viggo se fue pero aún podría estar cerca, así que debemos avisarle a los demás de inmediato.

El más pequeño volvió a asentir y Tori pasó a su lado, soltando un suspiro. En realidad pensó que tardaría más tiempo en dialogar con Tinkus luego de enterarse de todo, pero era como un niño, hacia lo que se le decía y trataba de no dar problemas. No era una mala persona en realidad.

—Hey, Tori.

El mayor giró la cabeza en su dirección y sintió un peso engancharse a su espalda, chocando contra su cuerpo. Tori perdió el equilibrio y se fue hacia delante, golpeando su mejilla contra el suelo.

—¡Tinkus, que...! —Exclamó, sorprendido.

El menor hizo un puchero y se sentó sobre su espalda, impidiéndole levantarse.

—¡Eres muy cruel, Tori! —Tinkus sonaba extremadamente triste—. Diciendo cosas tan amable...¡Realmente sentí que era posible!

—¡¿Ah?!

××××

—¿Cómo vas? —Preguntó Astrid.

Hillary resopló mientras limpiaba la sangre de sus manos con un pañuelo. El cuerpo moribundo de Hanz descansaba sobre una plancha rocosa dentro de una carpa improvisada que la gente Zeta había levantado en medio de ese claro. Hillary era la única trabajando allí y había sujetado su cabello en una coleta alta mientras trabajaba seriamente en mantenerlo con vida.

—He logrado disminuir la hemorragia —dijo mirando con mala cara al chico delante de ella—, pero necesito más mantas, y dile a esos revoltosos que me consigan hasta la última hierva medicinal que haya en esta maldita isla. Necesito saber nuestras opciones.

—Entendido —Astrid se acercó a echar un vistazo al montón de telas manchadas de rojo—. ¿Cuál dirías que es su estado?

—Bueno, fue atravesado por una lanza que posiblemente estaba oxidada o tenía veneno, así que en cualquier momento podría empezar a convulsionar de fiebre y no sé si podré manejar eso —Hillary desechó el pañuelo que había usado para limpiarse—, pero está vivo, genial ¿no?

Astrid frunció el ceño y dudó al respecto.

—¿Una lanza, dices?

—Si Astrid, una lanza. No todos usan una gigante y elegante hacha cómo tú, ¿sabes?

—Pero Zett no —afirmó ella, frunciendo el ceño—, ese inútil cabeza de zanahoria sólo utiliza arco y flecha, ni siquiera una ballesta.

—También lo sé, idiota —Hillary la miró con un evidente cansancio—, pero nadie allá fuera va a creer eso, todos odian a Zett y tienen un testigo que aparentemente vio como Zett lo apuñalaba. Incluso escuché que una niña resultó herida

—¿Lo escuchaste de alguien?

—Del último que me consiguió una cubeta de agua.

—Bien —Astrid se giró hacia el exterior—. Ni se te ocurra dejar morir a su líder.

—¿Bromeas? Gracias a ti mi vida depende de que este tonto siga desperdiciando oxígeno.

La chica Hofferson no se molestó en contestar, dio por terminada esa charla y procedió a comunicarles a los chicos presentes las peticiones de Hillary para continuar tratando a Hanz. Ellos se apresuraron a conseguir lo necesitado y Astrid fue a reunirse con Patapez.

El muchacho estaba haciéndoles compañía a las señoritas Zeta, y lo que sea que hubieran estado hablando entre risitas, fue dejado de lado cuando la rubia se le acercó. Las chicas se despidieron y los dejaron solos.

Al menos ya no los consideraban enemigos.

—Algo realmente no está bien aquí —dijo Astrid, una vez tuvieron privacidad—. Casualmente, Hanz es apuñalado y sólo hay un testigo, ¿pero este incidente no podría estar encubriendo algo más?

—También lo pensé —coincidió Patapez—. Las señoritas de la tribu me llevaron con el chico que vio todo y estuve hablando con él, pero...no parecía estar mintiendo.

—¿Te contó su versión de los hechos?

—Dijo que estaban buscando a Hanz cuando se separó del resto del grupo—relató Patapez—. No pudo ver la disputa completa pero vio el momento exacto en el que Zett lo apuñalaba y avisó a los demás...Astrid, él realmente lo vio.

Ante eso, ella no supo que responder.

—¿Qué hay de la chica que salió herida? —Preguntó en su lugar—. Hillary mencionó que había alguien más involucrado

—Ah, sobre eso...

—¿La viste?

—Eh...—titubeó—, ¿te suena una tal Sasha...?

—¡¿Sasha?!

×××

Tinkus emitió un suspiro, sin intenciones de bajarse de la espalda de su amigo.

—No deberías hacer eso, es muy cruel darle esperanza así a las personas, Tori —le aconsejó, casi como un regaño—. Malo, malo, piensa en lo que hiciste.

—Tinkus, no mentí —le aseguró el mayor—. Levantante, déjame...

—¿Entonces cómo le llamas a eso? —Tinkus inclinó la cabeza hacia un lado—. Tú seguías hablando sobre comprenderme y sobre ser amigos, pero nunca dejaste de usar la palabra "traición".

En ese momento, Tori se congeló. No esperaba que el menor hubiera podido ver a través de él con tanta facilidad y notara sus verdaderos pensamientos a pesar del discurso que se esforzó en darle.

—No quise que sonara así...—trató de decir.

—No lo entendiste en absoluto —interrumpió Tinkus— A pesar de que me tomé el tiempo para darte una explicación bastante larga y detallada de cómo ocurrió todo, tú sigues pensando que estoy mal y que no debí hacerlo, ¿cierto?

Tinkus había dado en el clavo.

—¿Y qué? no soy nadie para juzgarte.

El menor negó.

—Esa mirada en ti....no quiero verla en Sasha, ni en ningún de los otro —le dijo en un tono reflexivo—. Mi vida ni siquiera es tan valiosa, lo menos que puedo hacer es no decepcionarlos, ¿entiendes?

Sin estar dispuesto a escuchar más tonterías, Tori agarró una rama del suelo y con un buen impulso se quitó a Tinkus de encima, tirándolo al suelo. El cuchillo que Astrid le había dado para defenderse, rodó por el suelo.

Tori se subió sobre él y lo sujetó contra el suelo, utilizando la rama para presionar su clavícula y hombros. Viéndose inmovilizado y sin poder levantarse, Tinkus empezó a llorar.

—¡Déjame! ¡Déjame! —Se quejó, retorciéndose y agitando sus pies—. ¡Déjame ir, Tori! ¡Ayuda...!

—¡Tinkus, para!

El grito hizo que finalmente se callara y miró hacia arriba con los ojos bien abiertos.

—Tinkus, tu vida es preciada y no necesitas que nadie te dé su aprobación para poder vivirla —le dijo, utilizando nada más que uno solo de sus brazos para mantener la rama en su lugar—, y está bien, sino quieres que los demás sepan esto, entonces guardaré el secreto. No le diremos a nadie, lo prometo.

—¿No lo harás?

—No lo haré.

A pesar de la sinceridad de su tono, Tinkus apretó fuertemente la rama que lo mantenía contra el suelo.

—¿Y realmente piensas que voy a creer eso?

—¿Por qué no hacerlo?

—¿Y por qué hacerlo?

Ese niño era realmente un cabeza dura.

—Tú...—Tori lo miró con ojos entrecerrados, ya en el límite de su paciencia—. ¿No sabes que nosotros...?

Se detuvo. De repente, sus ojos se abrieron un poco más de lo normal y su cuerpo se puso rígido.

Tinkus lo miró con ojos llorosos, esperando a que continuara y le diera la perfecta excusa para terminar con esa horrible discusión de una vez por todas y poder regresar con los demás, pero aunque los labios de Tori temblaron y permanecieron entreabiertos, ningún sonido se escapó de estos.

La razón, la descubrió Tinkus cuando desvió sus ojos hacia abajo y su propio rostro perdió color. Tres centímetros de lo que parecía ser la punta de una filosa espada sobresalían del pecho de Tori, mientras que el otro extremo era sostenido por un hombre mayor que veía la escena con enojo y un gran disgusto.

—¡Maldito, rufián! ¿Crees que puedes atacar a un niño sólo por qué estamos en una isla desolada? —Gritó el sujeto, como si estuviera presenciando a la escoria más grande entre los vikingos—. ¡Pelea con alguien de tu tamaño!

Claramente había un gran malentendido en lo que el hombre creía que estaba pasando, pero no era como si tuviera intenciones de tratar de averiguar si estaba equivocado o no. Una vez realizado su acto heroico, simplemente tiró de su espada y la sacó con demasiada facilidad del cuerpo que acababa de apuñalar.

Tori se sacudió bruscamente, su rostro contrayéndose por el dolor. Segundos después, una gran mancha oscura empezó a crecer en su camisa, tiñendo la tela de colores rojizos.

Y aún cuando Tori tenía muchas palabras que decirle a Tinkus, la vida en sus ojos se apagó y no hubo nada que hacer. Su cuerpo se inclinó hacia un lado, y ante los ojos de Tinkus, Tori cayó al suelo.

Nunca más se levantó.

—Dramil, en nombre de los cielos, ¿qué tanto haces? —Otro hombre de armadura se asomó por el lugar—. El muelle está en dirección opuesta, hay que darnos prisa.

—Ahora voy, me estaba haciendo cargo de una situación aquí.

—Puedo verlo, ¿acabas de matar a ese chico?

—Claro que no, ¿no lo ves? Obviamente apuñale el lado opuesto a su corazón —afirmó con seguridad—. Ja, a ver si esto le enseña a no atacar a alguien que no puede defenderse.

—Todo un héroe, como se esperaba de ti.

—Lo sé, sino hubiera llegado este pequeño hubiera muerto —el hombre se giró hacia el menor, quien todavía seguía en el suelo, y pateó deliberadamente el cuerpo de Tori— Descuida niño, esta rata no volverá a molestarte, tienes suerte de que yo estuviera pasando por aquí y te escuchara pedir ayuda, de lo contrario te hubiera estrangulado con esa rama.

—¿Una rama? Que bajo, se nota que sólo era otro loco con sed de sangre.

—Lo sé, menos mal actúe antes de que tomara el cuchillo...

Las dos personas continuaron hablando, criticando la situación y alabando la buena acción realizada, pero Tinkus ya no podía oírlos. Él pequeño yacía sobre la hierba, aún en estado de shock, sin entender lo que acababa de ocurrir pero todavía sujetando la rama que hace sólo unos momentos Tori había usado.

¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué...? ¿Por qué...?

"¿No sabes que nosotros...?"

¿Nosotros? ¿Nosotros qué?

¿Qué era lo que Tori había querido decirle? ¿Cuál era el final de la frase?

No lo sabía, pero no importaba cuanto se lo preguntara o cuanto mirara el cuerpo a su lado, nadie iba a responderle.

¿Por qué?

Él sólo había querido proteger a su pequeña familia, no quería que las cosas cambiaran, no quería que hubiera separaciones.

¿Por qué las cosas resultaron así?









































N/A:

F en el chat.

Las últimas palabras de este OC no eran importantes, pero si el personaje que yo amaba no pudo decirlas, entonces tú tampoco Tori. Adiós, adiós, fuiste mi favorito porque casi no hablabas, adiós, adiós (ノ ಥ ウಥ )ノ

Debo confesar que tengo la política de no matar personajes si la serie original no lo ha hecho primero, así que, desde que mostraron a Krogan matando abiertamente a quien lo mirara feo, me dije a mi misma: Mi misma, MATALOSATODOS

Okey, no. ¡Pero una o dos cabeza está permitido!

Así que si les pareció que este niño tuvo un final muy injusto, esperen a ver lo que le toca al siguiente del siguiente personaje (?). Nos vemos un rato, hasta entonces...¡BONUS!














......

















Extra

Aquel apodado Enmascarado estaba un poco –demasiado- perdido.

Empezó con el terremoto, él había sido el único en notar que Viggo se había escapado así que no dudo en ir tras él, pero obviamente no pudo seguirle el rastro. Después de llegar tan lejos sólo pudo seguir caminando, y mientras pensaba en cómo podría volver sobre sus pasos, repentinamente escuchó una voz en la lejanía que le resultó demasiado familiar.

No lo pensó antes de lentamente deslizarse entre la vegetación y seguir el sonido. Fue llegando a la playa -y desde el camuflaje que le brindaban los arbustos- que pudo confirmar quien era el dueño de esa voz.

Krogan, por supuesto.

—...Ninguna de las peleas valió la pena —decía él— Estoy seguro que ustedes tuvieron algo más interesante que presenciar.

—Por supuesto, señor, ya está hecho.

—¿Se ocuparon de todos?

—Si, sólo queda el nuestro.

—Entonces no hay razón para seguir aquí. Preparen todo, no soporto seguir en esto.

Las voces se dispersaron y por lo que el Enmascarado pudo ver, las personas que acompañaban a Krogan empezaron a abordar los pequeños botes en la orilla. Había un barco velero que se encontraba anclado, esperándolos a una considerable distancia de la isla.

Demasiado lejos. Extraño.

—Señor, mire lo que tenemos aquí.

Eso atrajo la atención de Krogan y le dio la espalda al bote que estaba a punto de abordar. Enmascarado también dirigió su atención hacia esa dirección.

A través de las hojas, observó a un hombre sujetando los brazos de dos niños, uno de ellos con un hombro herido. Eran Azu y Shinn.

—Ah, son ustedes —Krogan los reconoció de inmediato—. Equipo voladores, ¿correcto?

—S-Si, señor.

—Supongo que nunca tuvimos una presentación apropiada pero su líder con la fea mascara debió hablarles de mi —dijo en un tono calmado—. Mi nombre es Krogan y han estado trabajando bajo mis ordenes.

—Bajo el mando de Lady Astrid —corrigió Azu en voz baja.

Krogan fingió no haber escuchado nada y continuó.

—Como ya habrán adivinado, soy el nuevo líder al mando de los cazadores —les dijo—, y aunque no fueron tan eficientes, estoy dispuesto a darles la oportunidad de que demuestren sus capacidades entre mis filas, ¿qué dicen?

—Señor, con todo respeto...—Shinn tomó la palabra, con una mano en su hombro sangrante—, alguien como usted, que aun sabiendo la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto decide hacer lo incorrecto, jamás podrá ser un buen líder....no el nuestro. Es mejor si los cazadores se desintegran.

Azu asintió en la última frase, totalmente de acuerdo con las palabras de su hermano. Krogan, por otra parte, parecía ya haber esperado algo parecido pero aun así lucía disgustado.

—¿Es esa su respuesta definitiva? —los niños asintieron—. Bien, si así lo quieren...

Krogan hizo un gesto hacia los hombres que todavía no subían a los botes y estos asintieron antes de caminar hacia ellos. Azu y Shinn estuvieron listos para lo peor tan pronto fueron descubiertos espiando algo que claramente no debían, así que cuando vieron a los hombres aproximándose, Azu no dudó en darle una patada en los bajos al cazador que sujetaba sus brazos, y una vez libres, echaron a correr.

Naturalmente, fueron perseguidos. Krogan no se preocupó demasiado por ello, sabía que los atraparían.

—Que molestos, podríamos evitarnos esto si sus padres les hubieran enseñado a no espiar a sus mayores —hizo una pausa mientras daba media vuelta—. Oh, mi error, olvidé que no tienen padres.

—Decir eso es cruel hasta para un mercenario.

Krogan levantó una ceja y echó un vistazo a su costado izquierdo, deteniéndose nuevamente. Esta vez, las personas delante de él no eran niños jugando a ser adultos y tampoco eran solo dos. Un gran número de personas se asomaban en la playa y portaban las características ropas de los cazadores, pero ninguno de ellos formaba parte del número que llegó con Krogan, de hecho ellos habían llegado mucho antes a la isla y bajo el mando de una sola persona.

—Tú debes ser Ryker —reconoció.

—¿Quién eres y que crees que estás haciendo? —cuestionó a la defensiva, parado al frente de su propio grupo.

—Dejemos las presentaciones para después, lo único que debes saber es que ambos estamos del mismo lado —declaró Krogan— Con tu hermano fuera, tengo grandes planes para esta organización, ¿te interesa escucharlos?

Ryker frunció el ceño, con el rechazo y un insulto en la punta de su lengua, pero tras echar un vistazo por encima del hombro de Krogan, descubrió una columna de humo asomándose en el cielo. La contempló un momento y pensó en las palabras de quien bien podría ser amigo o enemigo.

Al final, levantó la bolsa que Astrid le había dado por recompensa, con las monedas tintineando en su interior, y la echó por encima de su hombro con una pequeña sonrisa.

—Se escucha interesante, ¿de cuánto exactamente estamos hablando?

—Podemos discutirlo una vez a bordo, de cualquier forma te aseguro que no querrás estar aquí dentro de unas horas —extendió su mano hacia el barco que los esperaba en la lejanía.

Ryker no se veía confiado, pero podía adivinar que ese barco era el único transporte que tenían para salir de la isla. El muelle claramente no era una opción, mucho menos los jinetes, así que simplemente le hizo una señal a los hombres a sus espaldas y todos ellos empezaron a avanzar felizmente hacia la orilla de la playa. Ryker iría al final, sólo por si acaso.

Desde donde estaba, observó como un cazador se acercaba a Krogan de forma confidente.

—Señor —llamó—, ¿qué haremos con los niños cuando los atrapemos?

—Sus ropas olían a humo, no puedo permitir que pongan en sobre aviso a sus amigos, aún sino tienen una idea completa de lo que está pasando —dijo Krogan— Así que llévenlos al barco y enciérrenlos allí.

—¿Encerrarlos? ¿No tenemos permitido matarlos?

—Ellos podrían saber una o dos cosas interesantes que nosotros no, y en cualquier caso, serán excelentes rehenes —Krogan frunció el ceño—. Oh, tacha eso último, no necesitaremos rehenes sino hay nadie con quien negociar.

Sus palabras eran demasiado pretenciosas y estaban cargadas de absoluta confianza. Para él, era un hecho que nadie podría salir de esa isla con vida, no sabiendo lo que sabía.

Pero claro, también parecía estar seguro de que ningún externo estaba espiando mientras compartía con Ryker lo que sabía sobre esa isla.

En ambos se equivocaba.

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