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"Los Zeta"
—¿Los Zeta?
—Es lo que dice —Hipo le mostró el contenido de la nota a todos—, pero nunca había escuchado hablar de ellos.
—Están muy lejos de aquí, en realidad sería extraño si los conociéramos —Patapez miró a la persona a su lado—. Heather, tú has estado en muchos lugares y recorrido rincones del archipiélago que nosotros no, ¿no te has cruzado con ellos?
—No lo creo. Pero puede que haya escuchado a Johann mencionarlos —respondió Heather, cruzándose de brazos al recordar las muchas veces que se reunió con el mercader para conseguir información—. Él debería saber al respecto, pero a menos que nos contacte antes, no creo que podremos hablar con él hasta dentro de una semana, cuando visite Berk.
—Una semana es demasiado tiempo.
—Y todo lo que sabemos es que se encuentran en las colinas nevadas —comentó Patapez—, uno de los lugares más fríos que conozco.
—¿Tenemos que ir a encontrarnos con más nieve? —Preguntó Brutilda, en un tono desalentador.
Sin embargo, Hipo bajó la nota y negó: —No, no vamos a ir.
Hillary fue la primera en mirarlo con objeción.
—¿Y por qué no? Puede que sea el último lente, y si es así, es más conveniente que nos lo den a nosotros.
—No sabemos nada de ellos, no podemos arriesgarnos a entrar en territorio enemigo.
—Bueno, yo no diría que somos tan ignorantes al respecto.
Este comentario llamó la atención de todos.
—¿Qué quieres decir?
—¿Conoces a los Zeta, Hillary?
—No exactamente... —dio un suspiró—. Ah, estaba esperando tener más información reunida para poder contarles sobre esto, pero ni modo...
Hillary sacó de su cinturón una hoja de papel y empezó a desdoblarla.
—No es una carta de amor, ¿cierto? —Brutacio incluso se inclinó de forma confidente—. Porque aquí entre nos, estás haciendo tu movimiento demasiado tarde. Soy el único libre ahora, pero eso no significa que voy a aceptarte...
—Así es, primero tiene que tener mi sello de aprobación —Brutilda se cruzó de brazos.
—Y debes ofrecer al menos media docena de gallinas cómo regalo de cortejo.
—...No, Brutacio, no es una carta de amor —con una cara inexpresiva, Hillary volvió la mirada—. De hecho, no es ningún tipo de carta, es un mapa —lo extendió para sí misma y echó un vistazo antes de preguntar—: Ustedes atacaron una de las subastas de Viggo hace como tres semanas, ¿correcto?
—Por supuesto —confirmó Patán orgulloso—. ¿Quién más que nosotros tendría el valor para meterse con los negocios de Viggo?
Hillary dio una sonrisa.
—Pues ahí es donde te equivocas, Patán —ella le dio la vuelta a la hoja para mostrárselas—. Resulta que ese mismo día, un grupo de personas en dragones asaltó una flota de barcos de cazadores que se hallaba en dirección totalmente opuesta a donde se encontraba la subasta de Viggo —señaló dos marcas rojas en el mapa—. Así que a menos que puedan estar en dos lugares a las vez...
—Hay otros jinetes de dragones.
—Jinetes de dragones que utilizan el mismo sello de serpiente que está en esa carta —señaló la que sostenía Hipo.
—Alto, ¿no somos los únicos jinetes de dragones? ¿Estamos siendo copiados? —Brutacio se mostró decepcionado—. Rayos, creí que era especial.
—No copiar precisamente —Hipo miró a Hillary—. Dijiste que asaltaron los barcos, significa que el ataque no fue para liberar a los dragones.
—La prioridad de los Zeta eran los objetos de valor, eso lo escuché en el mercado de uno de los cazadores que estuvo en el ataque. No sé exactamente que vio, pero por como hablaba, diría que abrir las jaulas de los dragones era su menor prioridad, lo principal para ellos era robar —Hillary caminó hasta el dragón que había montado anteriormente y descolgó una espada de la montura—. ¿Ven esto?
—¿Estamos jugando a las adivinanzas? —Cuestionó Brutacio—. Porque es demasiado obvio que se trata de una espada, así que no estás jugando bien.
—No es cualquier espada —aseguró Hillary, presentando el arma con ambas manos—. La compre de un mercader hace unos días, y casualmente, esta espada tiene la misma marca que tienen todas las que portan los cazadores.
—Lo que significa que estas personas no sólo están robando a Viggo, sino que también están vendiendo lo que le roban —Hipo tomó la espada, examinando el mango más de cerca—. Si son cazadores recién reclutados, no deben estar familiarizados con nuestros rostros ni nuestros dragones, así que lo más probable es que al momento de informar lo que pasó, le hayan dicho a Viggo que fuimos nosotros los que atacamos sus barcos.
—¿Cómo sabes que los cazadores de esa flota eran nuevos? Pudieron ser a los que siempre le pateamos el trasero —dijo Patán.
—Porque si yo fuera a hacer un robo de este tipo, elegiría a los menos experimentados como blanco —respondió con obviedad—. Pero Viggo debe saber bien que atacar de esta forma no es nuestro estilo, nosotros priorizamos siempre a los dragones, y si los Zeta han llegado al punto de contrabandear armas, significa que este negocio no es algo nuevo para ellos. Es extraño que Viggo no haya hecho nada al respecto.
—Probablemente no llevan mucho tiempo atacando sus barcos—sugirió Heather, pensando seriamente en ello—. Digo, no son conocidos, así que deben limitarse a robos pequeños. Esta debe ser su primera vez apuntando a un objetivo tan grande.
—Y como su blanco de negocios no son los dragones, eso explicaría porque nunca hemos escuchado de ellos —comprendió Patapez.
—Eso lo concedo, puedo ver que se han esforzado en mantener un perfil bajo. Viggo debe estar molesto tratando de obtener al menos un nombre —Hipo hizo una pausa y regresó a mirar a Hillary de pronto—. Ahora que lo pienso, ¿cómo supiste del asalto a la flota? No deberías haber estado allí para entonces.
—Ese día sólo estaba de paso en los mercados cuando un hombre llegó y empezó a quejarse con otros cazadores sobre cómo un jinete pelirrojo le robó los pantalones. No creí que fuera importante hasta que me crucé con esta espada y el mercader me habló sobre cómo uno de sus muchos proveedores lo visita en su dragón siempre con un motín de cosas nuevas.
—¿Y no consideraste importante mencionarlo? —Cuestionó Heather, sorprendida por las cosas que habían estado ignorando.
—Como dije, estaba esperando hasta tener suficiente información. Hace cinco minutos ni siquiera sabía que se llamaban Zeta, todo lo que tenía era una vaga descripción del mercader sobre el símbolo en el carcaj de su guapo proveedor. Si no lo hubiera reconocido en el sello de la carta que encontraron Brutacio y Brutilda, nunca los habría relacionado.
—¿Los mercaderes no son algo reservados sobre sus proveedores? —Curioseó Patapez.
Hillary sonrió.
—No si una linda chica es quién pregunta.
—¡Necesitamos una de esas! —Exclamó Brutacio alegremente.
—Estás buscando que Astrid y yo te empujemos por ese barranco de nuevo —le hizo saber su hermana.
—¿Qué? Es por el equipo.
—De todas formas —Hillary se giró hacia Hipo antes de que la conversación se desviara demasiado—, estas personas pueden no estar en una guerra contra Viggo, pero los dragones son algo que tienen en común y ya han demostrado que saben de ustedes, incluso hicieron una invitación a su residencia secreta. Sería descortés rechazarlos, debemos ir a verlos de inmediato.
—No estoy seguro.
—Hipo, odio admitirlo, pero quizás ella tenga razón —dijo Heather, cruzándose de brazos—. Los Zeta podrán ser ladrones, del tipo honesto con algo de suerte, pero montan dragones y parecen ser buenos en estrategia, infiltración y ataques grupales. Tenerlos como aliados podría hacer la diferencia.
—Sin mencionar que Viggo aún no da con ellos y piensa que estamos trabajando por separado —agregó Patapez animadamente.
—Un as bajo la manga, ¿eh?
—Lo conveniente sería ir ahora mismo —le dijo Hillary al grupo—. Ellos podrían dejar su guarida en cualquier momento para atacar otros barcos, no podemos esperar tanto tiempo.
—¿Ahora? Sólo sabemos que viven al sur, en ese rincón helado —objetó Patán.
—Es uno de los lugares más fríos del archipiélago, no deben vivir muchas personas allí. Bastará con volar alrededor por un rato para encontrar su guarida, ¿a qué le temes?
—No estamos equipados para un viaje tan largo, y no quiero oír las quejas de estos cabeza de carnero porque están muriendo de frío. Al menos yo tengo a Colmillo.
—Si hay una posibilidad de que a alguien se le caiga un dedo, yo opino que deberíamos ir —comentó Brutilda.
—Es verdad, si los Zeta son iguales a nosotros quiero conocer a mi otro yo —dijo Brutacio
—Ya tenemos bastante con un solo tú, muchas gracias —le dijo Patán.
—De acuerdo, de acuerdo —intervino Hipo finalmente, atrayendo la atención de vuelta—. Es una oportunidad que no podemos desperdiciar así que...
—¡Sí!
—Pero escuchen, Patán tiene razón, no estamos equipados y la Orilla del Dragón no puede quedar sin refuerzos, así que volveremos y mañana en la mañana saldremos —informó Hipo—. Le avisare a mi padre para que él y Bocón se hagan cargo de la Orilla el tiempo que estaremos fuera, ¿de acuerdo?
Todos estuvieron de acuerdo, y de esa manera la conversación concluyó y todos se apresuraron a subirse en sus dragones, ansiosos por volver y descansar lo suficiente antes del largo viaje. La mitad de ellos ya estaban en el lomo de sus dragones cuando Astrid finalmente apareció con Tormenta caminando a su lado.
—¿Qué está pasando? —Preguntó, notando el entusiasmo en el rostro de sus amigos.
Al escucharla, Hipo rápidamente volteó a mirarla, deteniendo su subida a la silla de Chimuelo. Sin embargo, Heather estaba más cerca y fue ella quien contestó.
—Aparentemente nuestro viaje acaba de extenderse. Tenemos que salir mañana a primera hora a los nevados del sur.
Astrid la miró confundida.
—¡Si! —Respondió rápidamente Hipo, acercándose a ambas—. Nos reuniremos con un grupo de jinetes del sur, son ladrones de primera categoría y nos invitaron a un lugar frío y desolado para hablar, pero está bien, ¿qué podría salir mal?
—....
—¿Mencioné que tienen el lente que buscamos?
Al ver la expresión que Astrid estaba haciendo, Heather se rió y le dio una palmadita en el hombro.
—Descuida, en el camino te explico —le dijo, antes de caminar hacia su dragón.
El resto del grupo parecía listo para volar de regreso a la Orilla, pero antes de eso, Hipo dio un paso más cerca de la rubia.
—Ah, ¿Astrid?
Ella parecía lista para darse la vuelta, pero se detuvo y lo miró.
—Eh, ah, nosotros... —Astrid lo miró sin entender—. ¿Tú y yo? Estamos bien, todo sigue igual, ¿no?
Así que era eso...
—Por supuesto —Astrid forzó una sonrisa— Todo está bien.
N/A:
¡Hola, linduras! (ノ ͡๑ ⏥ ͡๑)ノ
¿Les está gustando la historia? ¿Si? ¿No? ¿La odian y sólo están aquí por la pizza?
Okey, lo que yo llamo el "arco introductorio" finalmente acabó, así preparen sus corazones porque ahora si viene lo chido ┏( ͡♥ ‿‿ ͡♥)┛
Hipo mandó a la frienzone a Astrid sin querer queriendo, pero ya saben como es el karma, y próximamente tendremos un Hipo arrepentido, un evento que promete drama, Viggo asomando sus narices, un monologo frente al lago y lo todas queríamos que pasara en Carrera al borde: Hipo celoso 😈
¡Adios!
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