◇06◇
"Sólo hacemos el sueño realidad"
Los jinetes han tenido cientos y cientos de vuelos en grupo, pero ese quizás fue el más frío y silencioso que el grupo recordará.
Cuando aterrizaron, Hillary se bajó de su dragón y se frotó los brazos con una mueca.
—Espero que ese lente sea de oro, de lo contrario, moriré de frío por nada.
Astrid sonrió sin gracia al pasar a su lado.
—Ni que tuviéramos tanta suerte.
Hillary pareció escucharla, porque entrecerró los ojos en su dirección, sin embargo, su atención se desvió hacia Hipo y de inmediato recuperó su sonrisa animada.
—Hipo —ella se acercó a él de forma animada—. Me duele un poco la cintura por el largo viaje, ¿quizás tú puedas...?
El castaño no contestó, se bajó de su dragón con el ceño algo fruncido, claramente pensando en algo más, hasta que notó la mirada expectante de Hillary y parpadeó.
—Ah, lo siento, Hillary, ahora no es un buen momento —se excusó, alejándose de ella—. Puedes hablar con Patán si tienes problemas con tu dragón, su especialidad son los pesadilla monstruosa después de todo.
—Claro, claro —ella todavía palmeó su propia cintura, con una mirada afligida—. Pero Patán no es particularmente delicado y un masaje en el punto correcto sería algo que tú...
—Hillary —Hipo pausó y movió su barbilla hacia ella—. Sé que no es tu culpa, pero hoy no ha sido un buen día para Astrid y no quiero empeorar las cosas, así que...
Hizo un gesto de "Lo siento" y se apartó de Hillary, caminando hacia donde Heather y los demás empezaban a reunirse. Chimuelo le siguió, dedicándole lo que parecía ser una risa burlona a Hillary cuando pasó a su lado.
Hillary no pudo seguir sonriendo después de eso.
—Muy bien, Heather, aquí estamos —Hipo se paró a su lado, repasando con su mirada el blanco paisaje—. ¿Dónde está la cueva?
Heather señaló un punto no tan lejano, dando el primer paso.
—Hacia allá. No está tan lejos, podemos ir caminando desde aquí.
Siguiéndola, Patán frotó sus brazos y se quejó: —De todos los lugares del mundo, tenías que venir a perder tu silla en el sitio más helado de todos. ¿No estaban disponibles las...islas tropicales o un bonito lago bajo el sol?
—Disculpa, Patán, la próxima vez consultaré contigo antes de decidir donde perder mis cosas.
—Oye, deja de pasar tanto tiempo con Astrid, se te está pegando su sarcasmo.
Heather se rió.
—No tenía planeado venir aquí en primer lugar, pero quedé atrapada en medio de una tormenta de nieve y tuve que buscar refugio. Esa cueva fue lo mejor que pude encontrar.
—Ajá, ¿cuál de las tres? —Preguntó Brutilda de pronto.
—¿Tres?
—Sí, justo allí.
Brutilda señaló con un movimiento de barbilla y el pequeño grupo detuvo sus pasos a medio metro de lo que se veía como cueva con tres bocas grandes bocas en su entrada.
Había picos de hielo que coronaban la entrada y su superficie estaba cubierta de nieve, pero el interior de la cueva parecía estar libre de ella hasta donde se veía, sin embargo, las tres entradas lucían exactamente iguales.
Heather entrecerró los ojos.
—No recordaba que hubiera tres —se excusó.
—¿Es en serio?
—¡Había una tormenta de nieve! Cizalladura fue quién la encontró por mi esa vez.
—Claro, échale la culpa al dragón —Brutacio colocó una mano protectora en el látigo afilado y miró a Heather con desaprobación—. ¿No te avergüenzas?
Heather lo miró raro. Hipo también le dio una mirada parecida antes de dirigirse al resto.
—Está bien, no nos preocupemos —dijo él, sonando tranquilizador—. Sólo son tres cuevas, podríamos buscar en cada una y aún así volver para la cena, pero no podemos correr el riesgo de quedar atrapados en una tormenta o de tropezar con el espectro de nieve.
—Y morir de frío, no olvides morir de frío.
—Correcto, Brutacio, así que haremos esto rápido. Nos dividiremos en tres grupos y cada uno buscará en una cueva —Hipo vio a Brutacio levantar la mano—. Y no, no puede ser la misma cueva, deben ser cuevas diferentes —Brutacio bajó la mano—. Muy bien, entonces nos veremos aquí en unos minutos.
Patán sonrió.
—Me parece bien —miró a Hillary con segundas intenciones—. ¿Vienes conmigo, Hillary?
El buen humor de Hillary se había esfumado desde el rechazo de Hipo, así que cuando Patán la llamó, su respuesta no fue amigable.
Forzó una sonrisa y le dijo dulcemente: —Patán, no te ofendas, pero en serio no eres mi tipo.
Dicho eso, con gracia se fue caminando hacia una cueva al azar. El dragón que la acompañaba fue siguiéndola, y Patán miró su espalda boquiabierto.
—¿Cómo que no soy su tipo? —Cuestionó sin poder creer tal tontería—. ¡Yo soy el tipo de todas las chicas! ¿Por qué piensa eso?
Brutilda había estado mirando esa trágica escena, y sin poder contener su diversión, se acercó a él y le dio palmaditas en el hombro.
—Mi amigo, déjame darte una detallada lista que podría responder a tu pregunta —ofreció, guiándolo hacia una cueva diferente a la que había elegido Hillary.
—¡Oigan, espérenme! —Brutacio corrió tras ellos.
Colmillo y el dúo de Eructo y Guacara miraron a sus jinetes entrar a la segunda cueva, así que con resignación fueron tras ellos, quedando solamente Hipo, Patapez, Heather, Astrid y sus respectivos dragones.
Heather miró con incomodidad a la pareja que no había intercambiado palabra desde que dejaron la Orilla, y sintiendo que quizás necesitaban un tiempo a solas, se acercó a Patapez para ofrecerle irse juntos.
Sin embargo, Patapez había estado observando desde hace la cueva por la que se había ido Hillary, visiblemente ansioso y nervioso, así que no notó que Heather había estirado su mano hacia él y se apartó de forma inconsciente.
—No creo que Hillary debería vagar sola por las cuevas —murmuró, antes de voltear a ver a Hipo y Heather con impresionante determinación—. Yo la acompañaré. Descuiden, me aseguraré de que esté bien.
Sumido en sus propios pensamientos heroicos, Patapez se fue corriendo hacia la primera cueva, llamando el nombre de Hillary mientras Albóndiga lo seguía.
Aun con su mano a medio estirar, Heather miró con incredulidad como Patapez se alejaba y volteó a ver a Hipo, quién se encogió de hombros solamente.
En este punto, las alternativas de Heather eran explorar las cuevas con Hillary y Patapez, o junto a una pareja que tenía una crisis matrimonial.
Ella suspiró.
—Iré con ellos —anunció de mala gana.
Con Cizalladura y Heather alejándose, Hipo y Astrid se quedaron inevitablemente solos.
No habían hablado en todo el viaje, así que sin duda era un poco incomodo, pero Hipo hizo su mejor esfuerzo por fingir que nada pasaba y se giró hacia ella con su mejor sonrisa.
—¿Te parece si...?
—Como sea —Avanzó hacia la única cueva que quedaba.
Hipo dejó escapar un suspiro, observando con brazos en jarra como se alejaba con Tormenta a su lado.
Fría, inexpresiva y con la barbilla en alto. Ha pasado un tiempo desde la última vez que la vio de esa forma.
—Andando amigo —le hizo un gesto a su dragón.
Chimuelo lo miró un poco preocupado, y fue el último en entrar a la cueva.
Dentro de esta, el frío se sentía en menor medida y la luz era bastante vaga, pero había un sepulcral silencio que hacía que cualquier movimiento resultara extremadamente ruidoso. De hecho, mientras avanzaban, el único ruido que se escuchaba era el de las pisadas de cada uno, volviendo aun más evidente el hecho de que nadie hablaba.
Alguien dijo una vez que el silencio era algo agradable; evidenciaba la tranquilidad y ayudaba a serenar la mente, pero este tipo de silencio era incomodo y amargo. Hacía que uno se diera cuenta de lo mucho que le gustaba escuchar la voz del otro.
Pensando en ello, Hipo palmeó distraídamente el lugar en su pecho donde yacía un bolsillo oculto y miró vacilante hacia Astrid.
Desvió la mirada luego de un momento y Astrid lo miró de reojo. Él movió su barbilla y la rubia rápidamente corrió su mirada. Este patrón se repitió hasta que los dragones que los observaban no lo soportaron más.
El furia nocturna se acercó y le dio un empujón a su amigo.
"Háblale"
Hipo lo regañó en silencio. Se aclaró la garganta.
—Yo, eh...
Los dragones pararon sus orejas.
—...Hace frío ¿no?
Los dragones resoplaron, desilusionados.
—Si, algo —contestó Astrid, frunciendo el ceño.
De acuerdo, eso no estaba yendo bien.
×××
—...y tu aliento de yak no ayuda para nada, deberías usar pescado o que Colmillo te queme la ropa para que huelas mejor —concluyó Brutilda, después de enumerar muchas y muchas razones.
—¡Ya, ya! —Patán finalmente se había hartado y se frotó los brazos con molestia—. No me importa lo que tú o cualquiera diga. Hillary no me merece, ella simplemente no comprende esta extraordinaria y hermosa existencia.
—Ninguna chica la comprende —aseguró Brutacio, subido en la cabeza de su dragón mientras su hermana y Patán caminaban delante de él—. Creo que ni siquiera tu dragón la comprende, sólo míralo.
Patán bufó y se cruzó de brazos, levantando la barbilla.
—Hillary sólo necesita tiempo. Ya me amara.
—¡Ay, por...! —Brutilda ni siquiera se molestó en terminar esa frase.
Con molestia, se giró hacia él y lo tomó por el cuello de la camisa, haciendo lo último que cualquiera creería que haría. ¡Se inclinó y besó a Patán!
Después de eso, todavía se atrevió a decir: —¿Ves? Hillary no es el único pez en el agua, no morirás sino la conquistas, ¡supéralo ya!
Patán la miró con ojos bien abiertos, demasiado sorprendido por lo que acababa de pasar, tanto así que cuando logró formular palabra, todo lo que dijo fue...
—Brutilda, ¿siempre tuviste ese brillo en los ojos?
—Agh —ella lo soltó y este se cayó al suelo.
Sentado en una de las cabezas del cremallerus, Brutacio hizo un ruido de compresión y apoyó su mejilla en su mano.
—¿Sabes, Colmillo? Debimos haberlo visto venir, debimos haberlo visto venir...
—¿Hola?
—¡Ah! —Brutacio miró al dragón sorprendido—. Colmillo, tú...
Patán parpadeó. —No fue Colmillo...
—Sonó a Heather –Brutilda miró con ojos entrecerrados el fondo de la cueva.
Brutacio emitió un "Oh" y ahuecó sus manos alrededor de su boca: —¡Oye Heatheeeeer!
—¡Shh! —Eso finalmente despertó a Patán e hizo que se pusiera en pie—. ¿Estás loco? ¿Y si Viggo y los cazadores están por aquí? Ya estaríamos muertos por tu culpa.
—Nah, cuando ellos están cerca siempre hay fuego, flechas y una risa diabólica.
—¿Chicos? —Heather apareció al final de la cueva, con Hillary y Patapez a sus espaldas—. ¿Qué hacen en nuestra lado?
—No, no, la verdadera pregunta es...—Brutilda los señaló—, ¿qué hacen ustedes en nuestra cueva?
—No, está es la nuestra —Hillary hizo un gesto señalando a sus espaldas—. Hace solo unos metros están nuestros dragones esperándonos en la entrada.
—Niña, nosotros venimos del lado opuesto —objetó Brutilda, cruzándose de brazos.
—Ya, chicas —intervino Patapez—. Es obvio que las dos cuevas están conectadas entre sí, desde el principio no íbamos a llegar a ningún lado.
Heather se acercó más al grupo.
—Nosotros no encontramos nada, ¿y ustedes? —Todos sacudieron sus cabezas—. Bien, eso quiere decir que Hipo y Astrid tendrán mejor suerte —suspiró—. Me pregunto cómo les está yendo...
—¿Siendo sincero? Espero que hayan hecho las pases —Patapez también suspiró—. Nunca los había visto así, tan...distantes.
—Si, Hipo ni siquiera se enojó cuando le arrojé semillas a la cabeza durante el viaje —comentó Brutacio.
Hillary lo miró sorprendida.
—¡Es porque me cayeron a mi!
—¿Oh?
—Habia viento y yo montaba a su lado, ¿lo olvidas?
—Ups, perdón.
—No es momento para una escena —interrumpió Heather—. Patapez tiene razón, Hipo y Astrid han estado algo distantes estos días y esa no es la forma en la que, se supone, los amigos actúan.
—Sin mencionar que no es bueno para el equipo que nuestro líder tenga conflictos emocionales —murmuró Patapez, preocupado.
—Si es conflictivo, ¿no deberíamos abstenernos de intervenir? —Sugirió Hillary amablemente.
—Silencio —siseó Heather.
—Oh, oh, díganle hola a la inevitable destrucción del equipo entonces —canturreó Patán—, porque dudo que esos dos arreglen lo que sea que está mal entre ellos, ni siquiera creo que hablen a menos que sus vidas dependan de ello.
Algo en esa línea hizo que Brutacio y Brutilda se miraran y sonrieran. Lentamente comenzaron a retroceder.
—Todavía pienso que se preocupan demasiado —Hillary apoyó su espalda en el muro de la cueva—. Los vikingos pelean todo el tiempo y las relaciones se arruinan, eso sucede con frecuencia.
—Oye, estoy tratando de ser paciente contigo, pero sino tienes nada útil que decir, no hables —advirtió Heather.
—Sólo digo que no es la gran cosa.
—¿Qué sabrías tú? Eres la culpable de esto de todas formas.
—¿Disculpa? Yo no...
—¡Chicas, chicas! —Patapez se interpuso torpemente entre ambas—. No hagamos de esto una discusión, se supone que somos amigos...
—Dos chicas hermosas peleando —Patán se cruzó de brazos con satisfacción—. Si Astrid estuviera aquí sería un espectáculo digno de Odín, ella y...—hizo una pausa, de pronto notando algo, y miró a su alrededor—. Esperen, ¿y Brutilda? ¿Brutacio?
Por primera vez, los demás cayeron en cuenta de ese detalle.
—Eh, ¿a dónde fueron?
—No lo sé, estaban aquí hace solo un segundo.
En eso, un extraño ruido proveniente del exterior se escuchó. Heather, Patapez y Patán se miraron entre ellos con un mal presentimiento y se apresuraron salir de la cueva.
En el exterior, Brutacio y Brutilda estaban...¿empujando una roca?
—¡Más a la izquierda! ¡Más a la izquierda!
—¿Tu izquierda o mi izquierda?
—¡Tenemos la misma izquierda, genio!
—Eh...—Heather avanzó hacia ellos, llamando su atención—. ¿Qué se supone que están haciendo con esa enorme roca?
La roca tenía una forma más o menos circular y su tamaño era menor en comparación a la entrada de la cueva, sin embargo, definitivamente nadie podría pasar por el estrecho espacio que quede. Brutacio se inclinó desde donde la empujaba y le dio a Heather una mirada obvia.
—¡Da! Tratamos de sellar la cueva en donde están Hipo y Astrid.
—¿Y están haciendo eso porque...?
—Patán dijo que ellos no hablarían a menos que sus vidas dependieran de ello —Brutilda sonrió y se encogió de hombros—. Sólo hacemos el sueño realidad.
—Chicos no pueden hacer eso, podría ser peligroso —advirtió Patapez.
—Tiene razón.
—No, no, déjalos —Patán se cruzó de brazos sonriente—. Ellos solucionarían sus problemas y yo ganaría mi apuesta. Todos ganamos.
—¿Pero y si algo le pasa a Hipo? —Cuestionó Hillary.
—Tú no te metas —Heather miró a los gemelos—. Y de todas formas no funcionaría, chicos.
—¿Por qué?
—En primer lugar, esa es la cueva incorrecta —señaló, haciendo que los gemelos voltearan a ver—. Y segundo, Chimuelo y Tormenta están allí dentro con ellos, fácilmente podrían empujar esa roca
—Yo no me preocuparía por ellos —Brutilda se apoyó en la roca con una sonrisa—. Tormenta y Chimuelo quieren que Hipo y Astrid arreglen sus problemas casi tanto como nosotros.
—¿Cómo sabes eso?
—Cualquiera que pase dos minutos junto a ellos querría eso. La tensión se puede cortar con un cuchillo, nadie quiere estar en medio de eso
—...De acuerdo, tienes un punto.
—Esperen, esperen —Hillary se adelantó, soltando una risita nerviosa—. Están bromeando, ¿cierto? No van a hacerlo...¿cierto?
—Eh...
—¡No pueden encerrarlos a ellos dos...juntos!
—Admito que no es taaan mala idea —confesó Patapez—. Pensándolo bien, incluso suena un poco...
—¡Entonces hay que hacerlo! —Brutilda y Brutacio corrieron hacia la roca.
Ambos chocaron sus hombros contra esta y rebotaron, cayendo al suelo de forma dolorosa. La roca a penas y rodó un poco.
Todos hicieron una mueca.
—Oigan genios, ¿no pensaron en usar la ayuda de su dragón? —Patán señaló al cremallerus.
Ellos se detuvieron y miraron a su dragón, como si acabaran de recordar que tenían uno. Se incorporaron al instante.
—Por supuesto, ya lo sabíamos.
Ellos le dieron la orden sin pensarlo demasiado y el cremallerus alegremente corrió y saltó sobre la cueva. Estando arriba de esta, soltó gas sobre la entrada correcta y creó una pequeña explosión que desencadenó un derrumbe de rocas y nieve.
Cuando todo terminó, la cueva que inicialmente tenía tres entradas, ahora sólo tenía dos. La tercera estaba completa e irremediablemente bloqueada.
Demasiado.
—Ah, ¿no creen que se nos pasó la mano?
—.... —silencio—. Si, esto va a arder.
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