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◇04◇

"Astrid está celosa"

Aunque el paseo de Hipo y Hillary inició más o menos bien, lo que le siguió no lo fue. Hipo todavía tenía el mal sabor de boca que le dejó su discusión con Astrid, así que estuvo distraído gran parte de la caminata. Porque aunque no fue realmente una discusión, algo no se sintió bien cuando se separaron y no podía dejar de pensar en ello.


Eso, sumando el hecho de que Hillary era la única hablando...

—Escucha, Hillary —dijo de repente—, la historia de cómo tu padre abandonó su pequeño pueblo y cruzó los océanos para pedir la mano de tu madre...es muy romántica, y sé que lo prometí pero esta mañana ha sido un poco agitada y me gustaría volar un poco con Chimuelo.

—Ah, está bien, sólo déjame buscar mi dragón y…

—En realidad me gustaría que fuéramos sólo Chimuelo y yo —añadió suavemente.

—Oh…—asintió—. No hay problema, no hay problema, ¿nos vemos después?

Hipo asintió y Hillary sonrió satisfecha antes de seguir su propio camino. El castaño la vio alejarse, todavía algo incomodo, y mientras lo hacía vio a Chimuelo salir de entre los arbustos. Primero sacó la cabeza, y una vez confirmó que la chica se había ido, saltó fuera se su escondite y se acercó a su jinete.

—Oye, ¿estuviste allí todo este tiempo? —Frotó su cabeza—. ¿Es idea mía o desapareces cada vez que Hillary está cerca?

El dragón resopló, negando ligeramente. Hipo no sabía si reír o suspirar.

—Ya, ya. A ti tampoco te agrada Hillary, ¿no es así?

El ronroneo que emitió parecía ser una afirmación, pero alguien más respondió a la pregunta.

—No es el único —Heather llevaba su hacha de doble filo sobre su hombro y parecía camino al pequeño campo de entrenamiento de la Orilla—. A los chicos les agrada, pero Brutilda y yo coincidimos en que es una princesa,. Aún no estoy segura si una agradable.

Hipo sonrió ligeramente.

—Creo que Astrid también la llama así.

Su mirada fue extraña y Heather lo notó, sin embargo, no lo señaló directamente.

Pasó a su lado y en un tono casual preguntó: —¿Haz hablado con ella?

—¿Con Astrid? Sí, esta mañana.

—Entonces...—Hipo la miró—. ¿Discutieron o algo así?

—Uh, discutir es una palabra un poco fuerte...

—Discutieron —comprendió.

—Sí, supongo que puedes llamarlo así —agitó su mano hacia ella—. No está feliz de que Hillary esté aquí y creo que eso la tiene de mal humor, pero no entiendo porqué. Hillary es muy agradable y amable con los dragones; incluso sacó a Brutacio de la boca de un dragón hace dos noches.

—Bueno, ella parece ser una chica encantadora, sospechosamente encantadora, pero creo que el problema aquí es con quién lo es.

—¿Y con eso quieres decir qué…?

—Eso es algo que tu mismo deberías descubrir —señaló—, pero si te interesa la opinión femenina, creo que Astrid podría estar un poquito celosa de tu nueva amiga.

Era toda una revelación, pero quién hubiera pensado que ante esa afirmación la primera reacción de Hipo sería echarse a reír.

Con diversión cuestionó: —¿Celosa? ¿Astrid?

—No de los grandiosos talentos de Hillary, por supuesto. Pero si fuera ella, yo no estaría precisamente alegre si una chica tan bonita estuviera sobre Pata...—carraspeó—, sobre mi chico, todo el día.

—Si, entiendo tu punto. Tu extraño y errado punto —se alejó, con la diversión escrita por todo su rostro.

—¡Lo digo en serio!

—Ya, ya —pasó una pierna por encima del lomo de su dragón y se acomodó en la montura—. Iré a volar un rato con Chimuelo, nos vemos luego.

Jinete y dragón partieron y Heather negó ligeramente mientras veía a ese par alejarse. Era de esperarse que Hipo no lo creyera, pero Heather no iba a intervenir si Hipo lucía tan convencido, así que decidió dejarlo ser y retomó su camino hacia el campo de entrenamiento.

No se sorprendió al encontrar a Astrid allí, después de todo, era el lugar que más frecuentaba de la Orilla. Lo que sí le hizo alzar las cejas fue ver como la rubia partía por la mitad una figura de madera con un blanco en su centro.

—Creo que tenías que darle a la diana, no destrozar la diana —comentó Heather, acercándose con un andar relajado..

Astrid la miró de reojo, pero su atención estaba en tratar de arrancar su hacha del lugar en donde la había encajado profundamente.

—Hola, Heather —cada palabra fue dicha entre dientes debido a sus esfuerzos—, ¿estás aquí por un combate? No me vendría mal uno.

—Claro, siempre y cuando seas más amable conmigo de lo que fuiste con ese blanco —bajó su hacha y la apoyó en el suelo, mirando a su amiga con curiosidad—. ¿Ocurre algo? Escuché que estás un poco...

—¿Irritada? ¿Agresiva? ¿De mal humor? —Resopló—. Sí, gracias, Patán ya se encargó de señalar todos mis puntos buenos esta mañana.

—Oh, ¿Patán está aquí?

—Puedes encontrarlo dentro de ese barril —señaló con su barbilla hacia un lado.

—....—Heather desvió la mirada de ese sospechoso barril—. Vaya, creí que sólo las travesuras desmedidas de los gemelos podían hacerte perder la paciencia.

Astrid consiguió retirar su hacha. —Pues lo creas o no, esta vez no fueron ellos.

—Lo sé, antes de venir aquí pasé por su cabaña y pude reconocer los ronquidos de Brutilda —comentó Heather de forma distraída—. Pero sino fueron ellos...entonces supongo que Hipo y su paseo con Hillary no tuvieron nada que ver con tu estado de animo actual.

—….

—Sé que he estado fuera los últimos días pero incluso para mi es obvio, ¿cuándo lo aceptaras tú?

Astrid caminó hacia el siguiente blanco, sin inmutarse en absoluto.

—No tengo nada que aceptar —se limitó a responder, posicionándose para su lanzamiento.

—Entonces ¿no estás ni remotamente molesta porque Hillary se lleve tan bien con Hipo?

—No, no lo estoy.

—De acuerdo, no voy a indagar en el tema si no quieres hablar de eso, pero no creo que tenga nada de malo que...

—Oh, claro que es malo —Astrid arrojó su hacha, y sin siquiera mirar si había dado en el blanco o no, se giró hacia la pelinegra—. Porque Hipo y yo sólo somos amigos, y si estuviera celosa, entonces eso significaría que me gusta Hipo y…

—¿No es así?

Astrid no respondió.

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