6| Corazones rotos
Historia de la familia Hansen-Hofferson. Segunda parte.
Atali entró a la habitación donde estaba su querida Mala con su pequeño, sonrió con cariño al ver la ternura con la que la rubia cargaba a su bebé.
—Pasa.. no te hará daño. —le dijo a la pelirroja, notando que se había quedado en la puerta
—Te ves tan adorable siendo mamá. —murmuró con ternura, acercándose al fin a ambos
—Muchas gracias. —le sonrió con cariño —Ahora, déjame presentarte a Throk Hansen. —sonrió mientras retiraba un poco la manta para que el pequeño se viera mejor
—Hola, mi pequeño Throki —le habló con dulzura —Eres hermoso..
—Anda, cárgalo. —le sugirió con calma
—Bien.. déjame. —dejó su mochila en el sillón que había cerca de la cama y volvió a acercarse a la rubia para tomar al pequeño con cuidado
—Cuidado con su cabeza. —murmuró, ayudándole a acomodar al pequeño en sus brazos
—Lo tengo, lo tengo. —sonrió nerviosa, arrullando a Throk con suavidad al escucharlo quejarse un poco y no apartó su mirada de él, queriendo asegurarse que estuviera bien —Y.. ¿Tú cómo estás? —preguntó calmada, levantando la mirada a la rubia
—Cansada, pero feliz. —sonrió —Gracias por estar aquí.
—Tenía que estar contigo. —le dijo con cariño —No pude estar en la sala de partos, pero este momento no me lo podía perder. —regresó la mirada al bebé y siguió arrullando al pequeño
—Y te lo agradezco mucho.
Atali le sonrió y se acercó con cuidado para dejar un beso sobre su frente, teniendo cuidado con el bebé.
—No pienso dejarlos solos. —le aseguró con una sonrisa.
—————
Mala arrullaba a su niño después de darle de comer mientras Atali preparaba algo de comer para ellas. Habían pasado tres semanas desde que dio a luz y ahora se encontraban en el apartamento de una de las amigas de la pelirroja, que les había prestado el lugar al conocer la situación por la que ambas estaban pasando.
—Cariño, ¿quieres limonada? —preguntó asomándose de la cocina
—Si, porfavor. —le sonrió
—De acuerdo, ya casi está todo listo. —le mandó un beso y volvió a la cocina para terminar
La rubia soltó una risita y regresó la mirada a su pequeño, que ya se había quedado dormido. Lo acomodó en su cuna con cuidado, cubriéndolo con una manta y asegurándose que estuviera bien para poder acercarse al comedor y ayudar a su amada Atali con lo que hiciera falta.
—¿Pudiste hablar con tu abuela? —preguntó la pelirroja con calma una vez se encontraban cenando, la rubia asintió con la cabeza
—Me aseguró que mi madre no está interesada en conocer a Throk, pero ella tiene muchas ganas de conocerlo. —sonrió feliz—Dijo que vendrá a Noruega para visitarnos y traer algunas cosas para su bisnieto.
—Oh, cariño.. eso es maravilloso. —le sonrió con cariño al ver su emoción —Estoy segura que..
El sonido de alguien tocando la puerta le interrumpió, ambas giraron a la puerta y se levantaron enseguida al escuchar una aparente discusión afuera.
—Ve con el niño. —murmuró la pelirroja hacia su novia al reconocer la voz de su madre y escuchar al pequeño llorar por el ruido
—¿Qué hace aquí? —preguntó la rubia, enojada
—No lo sé.. quédate con Throk, por favor. —Mala terminó por asentir con la cabeza y avanzó a la habitación, encerrándose ahí y tratando de calmar a su bebé mientras Atali trataba de calmar a su madre fuera del apartamento
—Tranquilo, amorcito. Todo estará bien.. mami esta contigo. —dejó un beso sobre su frente y lo siguió arrullando —Y tu mamá Atali vendrá en un momento, todo va a estar bien.
El pequeño se calmó minutos después, volviendo a quedarse dormido en brazos de su madre mientras las cosas afuera no parecían mejorar. Y cuando Atali apareció por la puerta de la habitación, la rubia pudo darse cuenta que algo estaba mal.
—————
—Cariño.. ¿Tienes todo? —preguntó Atali a su novia mientras cerraba su maleta
—Todo listo amor. —asintió con la cabeza, terminando de meter todo lo necesario en la pañalera. La pelirroja suspiró y le sonrió a medias, Mala se acercó a ella sonriendo comprensiva y la abrazó con cariño —Lamento mucho que estemos pasando por esto.
—No es tu culpa, descuida. —le devolvió el abrazo —Es lo mejor, para los tres. —se separaron con suavidad y le dio un beso antes de girar la mirada a Throk, que era arrullado por la abuela de Mala —Lo hacemos por él. —murmuró con una sonrisa —Así que valdrá la pena
—¿Estás segura que quieres hacer esto? —volvió a preguntar con suavidad —Estás dejando a tu madre, tus amigas.. y toda tu vida va a cambiar radicalmente..
—Mi amor, no podría estar más segura. —aseguró con una sonrisa —Te seguiría hasta el fin del mundo.
—————
17 años después
Cinco años antes de los sucesos de "Dragones"
Atali reía con sus hijos mientras veían una película juntos, Mala estaba en la cocina terminando de preparar la comida. La rubia no pudo evitar sonreír al escucharlos divertirse.
Después de haberse mudado a Berk junto a su abuela su vida pareció mejorar. Atali había conseguido trabajo como secretaria en una empresa importante y ella se dedicó únicamente al hogar los primeros dos años. La pelirroja se esforzó por ahorrar dinero suficiente para que su amada Mala pudiera seguir estudiando y le ayudó con el pequeño para que pudiera terminar su carrera.
Cuando Astrid llegó a la familia, ambas trabajaban y ya habían dado el paso a ser esposas. Mala había comenzado a trabajar medio tiempo en un despacho de abogados y seguía estudiando, mientras que Atali había conseguido ser ascendida en su empresa.
La abuela Hansen se encargó de cuidar de los pequeños siempre que podía, disfrutando de sus nietos. Lo cual les aligeraba la carga.
Mala se sentía muy feliz ahora, siendo una abogada reconocida, teniendo a sus dos hijos, su abuela y su esposa con ella.
El teléfono de la casa comenzó a sonar, sacándola de sus pensamientos.
—Yo voy. —avisó la pelirroja, poniéndose de pie y acercándose al teléfono con una sonrisa
Se hizo un largo silencio, cosa que no solía ocurrir en casa si estaban los cuatro ahí. Aquello fue una mala señal para la rubia, que salió de la cocina para ver qué pasaba. Se sorprendió de ver a Atali llorar en silencio aún con el teléfono en su oído.
—¿Cariño? —se acercó a ella enseguida, llamando la atención de sus hijos, que dejaron de reír y se acercaron a su madre al verla llorando —¿Qué pasó? —preguntó angustiada
—Mi.. Mi madre.. — murmuró apenas, colgando el teléfono
—¿Pasó algo con la abuela? —preguntó Astrid enseguida, abrazando a su madre
—Está enferma.. —dijo suavemente, limpiando sus lágrimas y abrazando a su pequeña —Quiere verte, mi niña. Cree que será la última vez que pueda hacerlo. —murmuró hacia su hija, que hizo una mueca y apretó un poco el abrazo
No tenía una buena relación con la madre de su madre, con ninguna de sus abuelas en realidad. Pero su abuela materna era con quien peor se llevaba, principalmente por el hecho de que trataba muy mal a su hermano por no ser de su sangre. La detestaba por eso, pues él no tenía la culpa de no ser hijo de Atali. Y que también tratara a Mala con desprecio terminaba por hacerla enojar aún más.
—Deberían ir. —sugirió Mala con voz tranquila, tomando la mano de su hijo con suavidad —Seguro que eso la hace sentir mejor.
—No, no quiero. —se quejó la menor —Ella no nos quiere, ¿Por qué tendría que quererla yo?
—Astrid..
—No. No quiero ir. —interrumpió a Mala, hablando con firmeza sobre su decisión
—Ella te quiere, mi amor. —murmuró Atali
—Pero no quiere ni a mi madre ni a mí hermano. —negó con la cabeza
—Anda, ve a verla. —le animó su hermano
—Throk..
—Es tu abuela. Te quiere ver, tal vez despedirse. Ve a verla. —le sonrió con cariño, pero la menor se negó, no estaba dispuesta a escuchar más insultos hacia su familia
Esa noche, que debía ser tranquila y feliz, Atali se encontraba haciendo su maleta para viajar temprano por la mañana hasta Noruega.
—¿Segura que no quieres que vayamos contigo? —preguntó Mala con voz suave
—Astrid no quiere ir. No voy a arrastrarla a un lugar donde claramente no quiere estar, ni a ustedes tampoco. —negó con la cabeza —Esta bien, amor. Solo serán un par de días. —le sonrió con cariño y se acercó a abrazarla
—Cuidate mucho. Y por favor, llámame si necesitas ayuda con algo.
—Por supuesto, bomboncito. —suspiró, apretando un poco el abrazo y pidiendo a los dioses que su madre estuviera bien, aunque no era el caso
Atali volvió a casa una semana después, con la noticia de que su madre había fallecido y que debido a eso ahora debía hacerse cargo ella de las doncellas aladas en Noruega.
—Cariño. —Mala la recibió con un fuerte abrazo mientras sus hijos permanecían cerca de ella ¿cómo iba a decirles que no se quedaría con ellos? —Descuida, cielo. Aquí estamos para ti.
Le devolvió el abrazo, sintiendo después a sus hijos unirse a ellas.
—Los amo. Los amo mucho. —murmuró, moviéndose para poder abrazar a sus hijos —Siempre los voy a amar con todo mi corazón..
—Nosotros te amamos mami. —dijo Astrid con una sonrisa
—————
—Estás muy callada hoy también. —comentó Mala hacia su esposa unas noches después, notando la actitud seria y un tanto distante que esta tenía con ella y con sus hijos —Throk cree que estás enojada con él. ¿Lo estás? —preguntó con suavidad
—No. —dijo simplemente, mientras seguía cambiándose
—Atali..
—Tengo que decirte algo. —murmuró girando a verla —Debo volver a Noruega.
—¿Qué? —preguntó desconcertada
—Le prometí a mi madre que me haría cargo de las doncellas ahora que no está.
—¿Las doncellas? —frunció su ceño —Creí que odiabas la idea de volver a ser parte de eso.
—No es de mi agrado, pero.. se lo prometí.. —repitió con calma
—A mí también me hiciste promesas, al igual que a tus hijos. —le recordó
—Tengo que hacer esto, Malaquita. —dijo con firmeza
—¿Y que pasará con ellos? —señaló la puerta cerrada de la habitación, refiriéndose a sus hijos
—Astrid tiene sangre Hofferson, en un futuro tal vez..
—No vas a llevarte a mi hija. —negó enseguida con la cabeza —No vas a someterla a esos entrenamientos y restricciones. No dejaré que tomes así las riendas de su vida.
—Lo dices como si fuera algo realmente malo. —se quejó, haciendo una mueca y desviando la mirada
—Lo digo como tú lo has hecho. —se acercó a ella —Tú misma lo describiste como una tortura muchas veces.
—Es el legado de mi familia. —murmuró, volviendo a ver a la rubia
—Podrá ser algo que se hace por miles de generaciones, Atali. Eso no significa que esté bien. —negó con la cabeza —A tí, a tu madre, a todas las anteriores.. les quitaron sus sueños..
—Mala..
—No dejaré que le hagas eso a nuestra hija. Mi hija. —dijo con decisión, la pelirroja solamente la observó unos segundos en silencio —Hace trece años me hiciste prometer que no te dejaría convertirte en tu madre. Y, a diferencia de ti, a mi no me gusta romper mis promesas. —negó con la cabeza
Aquella noche, Atali tomó una decisión en silencio. Ella volvería a Noruega hasta que pudiera encontrar a alguien que tomara su lugar. Alguien que no fuera su hija. Y decidió que Astrid no tenía que saber la verdadera razón por la que se iba, pues su esposa tenía razón... no iba a frenar el futuro de su hija por el capricho de su difunta madre.
Mala lo sabía, sabía que ella se iría sin importar lo que hiciera o le dijera, así que no le quedó más que ser firme en cuanto al futuro de su hija. No le quedó más que ser fuerte por sus hijos cuando su esposa les dijo que se iba.
Atali había roto su promesa, la más importante de todas..
"Siempre estaré con ustedes, porque son lo que más amo en esta vida."
Se había ido.. y ahora.. A Mala no le quedó más que afrontar su nueva realidad, donde estaba sola con dos hijos y había tres corazones rotos en la casa.
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