4|Mis hermanos
Isabella arrullaba a su pequeño Dagur con una sonrisa. No podía dejar de ver con ternura a ese pequeño pelirrojo que llenaba sus días de luz y alegría.
En cuanto él pequeño se quedó dormido lo dejó con mucho cuidado en su cuna, para evitar despertarlo.
Lo observó unos minutos más antes de alejarse para ir a la cocina a preparar la comida, Oswald no tardaba en llegar y quería tener lista la comida para él.
La hora indicada llegó, pero no había rastros de su esposo. Él nunca llegaba tarde, ¿Dónde estaba?
Corrió a la habitación al escuchar a Dagur llorando con fuerza y lo cargó con cuidado para tratar de calmarlo. Caminó por el apartamento preocupada por no tener noticias de su esposo.
Media hora después, minutos que le parecieron eternos, tocaron la puerta con fuerza sobresaltándola.
-¡Isabella, abre la puerta!-reconoció esa voz, era Salvaje.
Se apresuró hacia la puerta para abrirla manteniendo a su hijo contra su pecho, tal vez él tenía respuesta de dónde estaba su marido. Jadeó asustada al darse cuenta que Salvaje y dos de sus amigos llevaban a un muy herido Oswald.
-Por todos los dioses, ¿que pasó?-preguntó angustiada
-Me quisieron asaltar. -murmuró haciendo una mueca mientras lo acomodaban en el sofá
-¿Tienes el botiquín? -preguntó uno de los amigos -Deberíamos desinfectar sus heridas.
-Claro, ahora lo traigo. -a pasó apresurado se dirigió a su habitación por lo necesario
-No se lo digan. -pidió Oswald una vez más a sus amigos, no quería alterarla con la situación. Ellos solamente asintieron, suponiendo que por el momento era mejor no decir la verdad.
Isabella volvió enseguida con el botiquín y siguió arrullando a Dagur, que no dejaba de llorar.
La pelirroja se apartó de los chicos para tratar de calmar al pequeño y calmarse ella. Sin poder evitarlo comenzó a llorar en silencio mientras curaban a Oswald.
-Isa, estoy bien. -habló el pelinegro con suavidad, ella negó con la cabeza negándose a verlo -Ven aquí, anda. Déjame cargar a Dagur, eso lo calmará.
Ella volvió a negar, no quería acercarse a él, no quería verlo.. Intuía que era lo que le había pasado y no tenía las agallas para verlo a la cara después de como lo habían dejado, seguramente por culpa suya.
Oswald se puso de pie y se acercó a ella, abrazándola por la espalda, rodeó su cintura y dejó un beso sobre su marca, queriendo calmarla.
-Estoy bien. -insistió con suavidad
-No estás bien, no me mientas.-dijo ella con preocupación mientras giraba para que el pelinegro pudiera cargar a su pequeño
-Cariño, ya pasó. -dejó un beso sobre su frente y cargó a su pequeño, que enseguida dejó de llorar
-Nos retiramos, cualquier cosa que necesiten estaremos al pendiente. -habló Salvaje con una sonrisa mientras los otros amigos salían de la casa
-Muchas gracias, chicos. -agradeció Oswald, acercándose a cerrar la puerta una vez todos se fueron -Ven aquí, preciosa. -le sonrió a su esposa, quien se acercó enseguida a abrazarlo con cuidado para calmar el miedo que sentía.
Aquella tarde, no fue el primer incidente por el que tuvo que pasar. Dichos incidentes que él trataba de cubrir siempre que podía, tratando de proteger a su esposa de la verdad, sin imaginar que ella se daría cuenta de una manera que no hubiera deseado nunca.
Días después:
Todo parecía ir bien para Estoico, su amada esposa y su precioso hijo habían vuelto a casa después de ese delicado parto y algunos estudios que tuvieron que hacerle al pequeño Hamish. Había pedido unos días de descanso en el trabajo para cuidarlos de manera adecuada junto a su suegra, quien en esos momentos estaba con ellos en casa.
Ese había sido el primer día de trabajo después de dos semanas en casa con su familia, el pelirrojo pasó a comprar algunas cosas para la cena y fue hacia su casa después de su trabajo, sorprendiéndose de ver el auto de Bocón estacionado enfrente.
Al entrar se desconcertó y sus sentidos se pusieron alerta al ver ahí a Isabella, llorando, siendo abrazada por su esposa mientras Dagur era calmado por su suegra.
-¿Qué pasó? -interrogó enseguida acercándose a su esposa de prisa, dejando las compras en la mesa cercana, quedando arrodillado frente a las dos mujeres
-Quieren matarlo. -habló la pelirroja entre sollozos -Hace unos días lo golpearon y ahora se acercaron a mi para amenazarme.
-¿Quién te amenazó? -preguntó con suavidad, notando de reojo a su pequeño Hamish moverse en el portabebé cerca de ellos
-Mamá.. -se separó de Valka para ver al pelirrojo mientras limpiaba sus lágrimas -Dijo que le daba gusto ser abuela, que así sería más fácil recuperar su custodia sobre mi, cuando Oswald muriera. Dijo que ya sabía quien me aceptaría con Dagur y que ya tenía planes para él.. -vio a su pequeño en brazos de la mujer frente a ella -No quiero que tengan derecho de llevárselo.
-¿Dónde está Oswald? -se extrañó de no sentir su esencia en la casa, así que dedujo que no había estado ahí
-Acabo de hablar con él, dijo que llegaba en unos minutos. -respondió Bocón saliendo de la cocina con una taza de té que extendió a la pelirroja
-Lo golpearon, Estoico. -habló Isabella en bajo manteniendo su mirada en el té -De no haber sido por Salvaje y sus amigos... probablemente no hubiera vuelto a casa esa noche.. No quiero que le hagan daño a él o a mis hijos.
-¿Hijos? -cuestionó en bajo y frunció su ceño
-Tiene seis semanas de embarazo. -habló Valka con suavidad mientras se inclinaba al porta bebé y tomaba a su hijo con cuidado
-Oh.. vaya.. Felicidades, Bella. -sonrió a medias
-Necesito que me hagan un favor. -dijo la pelirroja de repente
-¿Que necesitas? -cuestionó Estoico con suavidad
-Necesito que sean los tutores de mis hijos si algo llega a pasarme a mi o a Oswald.
-No creo que..
-Fueron los testigos de mi boda. No será difícil que les den la custodia.-insistió -Por favor, te lo pido como tú amiga y como una madre desesperada. Por favor.
Estoico sintió su corazón apachurrarse al verla tan mal. Nunca le gustó verla llorar, la quería como si fuera su hermana y no podía negarse a ayudarla. Vio a Valka para saber su opinión al respecto y ella observó a su pequeño unos segundos antes de responder.
-Nos haremos cargo. -murmuró con una sonrisa.
Isabella los abrazó con cariño y les agradeció una y otra vez. Cuando Oswald llegó esa tarde hablaron sobre lo que debían hacer y en pocos días los Abadejo se convirtieron en tutores de Dagur en caso de que algo malo les pasara a ellos.
Cuando Heather nació, Isabella estuvo prácticamente todos los días en casa de los Abadejo, ella y Valka se ayudaban mutuamente a cuidar de los pequeños.
Dagur ya tenía un año, Hamish tenía siete meses y Heather era la recién nacida más consentida y amada que hubiera conocido.
Los años habían pasado, ahora la pequeña tenía cinco años, Dagur tenía seis y sus padres acababan de fallecer unos días antes debido a un accidente automovilístico.
Heather lloraba desconsolada en brazos de Valka, que trataba de darle algún tipo de consuelo. Hamish se mantuvo sereno junto a su padre, sin entender porque los adultos lloraban o porque estaban vestidos de negro o porque había dos cajas de madera a punto de ser cubiertas por tierra y muchas flores bonitas.
En cuanto escuchó a Dagur llorar del otro lado de su padre, se desconcertó aún más. Él nunca lloraba, era un niño grande y siempre estaba cuidándolo ¿Por qué lloraba?
Se acercó a él para abrazarlo y darle una palmadita en la espalda como él solía hacer cuando se sentía mal.
-Tranquilo, Dagur. Estoy aquí contigo. -comentó como había aprendido del pelirrojo, que lo abrazó con fuerza ante su acción y siguió llorando en brazos del castaño.
Al pequeño Hipo no le molestó quedarse así con él, sabía que lo necesitaba, no sabía exactamente por qué lloraba, pero estaría con él hasta que se sintiera mejor.
Al día siguiente, Salvaje y Bocón le ayudaron a Estoico a llevarse las cosas de los pequeños a su casa, antes que su abuela tuviera oportunidad siquiera de pensar en llevárselos.
Hamish estaba emocionado por recibirlos, su madre le había explicado la situación y él le había prometido que los haría sentir bien en casa.
Sabía que seguían tristes, él lo estaría si sus padres ya no estuvieran. Pero, si tuviera que elegir con quién estar si eso pasara, sería con ellos.
Los quería como si fueran sus hermanos, eran su familia, así que los haría sentir en casa y les daría todo el amor que pudiera. En cuanto los vio llegar, el castaño los abrazó con euforia, sorprendiendo a ambos.
-Bienvenidos a casa -comentó con una sonrisa -Me alegro de tenerlos como mis hermanos
Heather sonrió a medias y le regresó el brazo enseguida, mientras que Dagur se tardó en aceptar dicho abrazo, sintiéndose un tanto incómodo con esa situación.
Tardaron algunos meses en acoplarse como una familia, con Hipo siendo un hermano comprensivo y protector con ellos mientras luchaba por controlar su naciente carácter de alfa; Valka queriendo a ambos hermanos como su propia sangre y logrando ganar su afecto poco a poco, cuidándolos y ayudándolos cada que fuera necesario; y con un Estoico que luchaba día con día por mantener a su familia económicamente estable, unida y a salvo.
Valka estaba más que feliz, después de todo, habían logrado tener una familia numerosa tal y como lo soñaba. Una familia amorosa y unida a pesar de los problemas, amenazas externas y discusiones entre sus hijos, sus preciosos hijos. No lo cambiaría por nada en el mundo y su esposo lo sabía bien, por lo que se esforzaba siempre en hacer que sus hijos y su amada tuvieran una vida segura y feliz, alejados lo más posible del pasado.
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