22| Esperanza
Ciudad de Berk, durante el capítulo 26 de LEGADO.
Dagur veía con cariño a la pequeña rubia a la que tanto quería, ella sonreía feliz mientras arrullaba a la pequeña Artemisa para hacerla dormir después de haberle dado su leche. La rubia suspiró, girando a verlo.
—¿Podrías traerme un poco de agua, cariño? —preguntó en bajo, visiblemente apenada
—Claro, linda. —asintió con la cabeza y caminó despacio hacia la cocina, encontrando a su abuela en el pasillo —Nana, deberías ir a dormir. —le sonrió con cariño
—Ya voy, ya voy. —soltó una risita suave —Quería ayudarles con la nena.
—Alice la está arrullando, yo iba por un poco de agua. ¿Necesitas que te traiga algo? —ofreció con calma
—No, mi niño. Muchas gracias. —negó con la cabeza —Anda por el agua, yo ayudo a Alice. —el pelirrojo asintió con la cabeza y avanzó nuevamente hacia la cocina por un poco de agua
Cuando Dagur volvía a subir las escaleras, se encontró ahora a Hamish en el pasillo, quién le sonrió.
—¿Todo bien? —preguntó el mayor en bajo
—Todo bien. —asintió el castaño —Iba a buscar una manta extra. Elsa ha tenido frío estos días. —explicó con calma y señaló el armario que estaba en el pasillo
—Claro, si. —el pelirrojo asintió con la cabeza y lo vio sacar dos cobijas delgadas
—¿Todo está bien? —preguntó Hopo a su hermano al verlo tan pensativo, simplemente viéndolo desde su lugar
—Si, si… claro. —respondió enseguida, sonriendo a medias —Debo ir con Alice. Que descansen. —se despidió apresuradamente y avanzó a su habitación, donde vio a su amada rubia tratando de bajar el cierre de su vestido, haciendo una mueca al no alcanzarlo
—Uh, Dagur. ¿Me ayudas? —preguntó con una sonrisa apenada al verlo entrar en la habitación y entrecerrar la puerta despacio, habían acordado no cerrar la puerta en caso de que Anthony se despertara a media noche y quisiera buscar a su hermana, lo que menos querían era empeorar el trauma que el pequeño ya tenía
—Claro. —le sonrió con cariño, le entregó el vaso con agua y bajó el cierre con cuidado, acercándose a dejar un beso delicado sobre su hombro —Ya está, linda.
—Gracias. —le sonrió con cariño y dejó un beso en su mejilla antes de iniciar a cambiar su ropa, él le dio espacio, avanzando a la cama para acomodar las mantas
Ambos giraron la mirada hacia la pequeña cuna (que habían tomado de la habitación de Heather y que usaban cuando ella, Eret y Stella se quedaban a dormir en la casa) junto a la cama al escuchar un quejido de Mimi. La observaron un momento para asegurarse que todo estaba bien.
Alice se acercó a ella, viéndola con ternura al notar que solo se acomodaba mejor en aquella cuna.
—Es tan linda. —murmuró, sintiéndose incapaz de quitar su mirada de la niña
—Ven a dormir, cielo. Ya nos hace falta. —sugirió el pelirrojo en tono bajo, sonriendo con tristeza al ver la adoración con la que su novia veía a Artemisa
Sintió nuevamente esa punzada en el pecho, esa punzada de culpa que se había instalado en su pecho desde el momento en que aquella doctora les había dicho que ellos jamás podrían tener hijos. Él nunca podría darle hijos a su amada rubia, nunca podría formar con ella esa familia que ella tanto anhelaba.
Lo habían hablado esa tarde y varias tardes más. Él le había dicho que era libre de irse y buscar un alfa que pudiera cumplir su deseo, pero ella se había negado. Se había enojado con él por tal sugerencia y le aseguró que ella quería estar a su lado, sin importar que…
Dagur nunca había querido ser un alfa, nunca había pensado en las cosas buenas o malas que podrían pasarle si fuera de una casta distinta. Pero ahora… daría lo que fuera por poder serlo. Daría lo que fuera por sentir el aroma de su amada rubia, por poder unirse a ella con una marca, por poder darle la familia que ella tanto anhelaba.
Alice bostezó mientras se adentraba en las cobijas, sonriendo alegre mientras él la abrazaba con cariño.
—Te amo. —murmuró mientras se acomodaba mejor entre sus brazos —Mucho, mucho.
—Yo te amo a ti, Lizi. —aseguró, dejando un beso en su frente —Mucho, mucho.
Ella suspiró, encantada de escucharlo. Amando su cercanía, sus mimos, sus besos. Lo amaba con locura. Lo amaba más que a nada en el mundo, incluso más que aquellos sueños de formar una familia. Y es que, realmente no le importaba ahora si no podía tener una familia con él. Lo único que quería era tenerlo a él en su vida.
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Ciudad de Berk, dentro del capítulo 19 de TE AMO
Dagur abrazó con cariño a Alice al verla tan nerviosa, dejó un beso en su mejilla y ella suspiró profundamente, tratando de calmar su nerviosismo.
—Lo siento. —se disculpó en voz baja —Es que estar en un hospital me pone muy nerviosa. —admitió, recargando su cabeza en el pecho del pelirrojo
—Todo estará bien, Lizi. —aseguró el chico con calma —Solo es una revisión de tus hormonas.
—Pero… es que… —guardó silencio un momento, pensando en cómo decir lo que estaba pensando, él la esperó pacientemente —Tengo que decirte algo. —murmuró, separándose un poco de él para poder verlo
—¿Qué pasó? —preguntó en tono bajo, viéndola con curiosidad y un poco de angustia
—El doctor que Elsa me recomendó… —se sonrojó apenada, desviando la mirada un momento antes de volver a verlo —Es experto en fertilidad y… quería venir aquí, contigo, porque… el tema de los hijos ha sido complicado y…
—Oye, oye. Respira. —le calmó al verla tener dificultad para expresar lo que quería decir, Alice suspiró de manera entrecortada y tomó aire profundamente un par de veces antes de continuar
—Quiero intentar tener hijos contigo. —murmuró al fin, sorprendiendo al pelirrojo —Sé que la doctora nos dijo que es imposible. —le interrumpo o antes de que pudiera decir cualquier cosa —Pero las doncellas han investigado al respecto por mucho tiempo y… tal vez podamos tener hijos. —le sonrió a medias, señalando hacia el pasillo donde estaban los consultorios médicos —Este doctor podría ayudarnos con algún tratamiento, podría hacer que tengamos mayor posibilidad de ser padres.
—Alice…
—No quise decírtelo antes, porque sé que dirías que es una perdida de tiempo y dinero.. pero… quiero intentarlo, Dagur. —él sonrió con tristeza al notar las lágrimas acumularse en los ojos de su preciosa novia —Por favor… Déjame intentarlo. —le pidió en un murmullo
—No quiero que te sometas a tratamientos que puedan dañar tu salud. —limpió con suavidad una de las lágrimas que corrían por su mejilla
—No pasará. No me pondré mal. Lo prometo. —insistió en tono bajo
—Si algo te hace daño, nos detendremos. ¿Está bien? —ella sonrió un poco y asintió con la cabeza —Y tienes que prometerme que me dirás si te sientes mal. Por favor. —le pidió con suavidad, suspirando al verla asentir nuevamente con la cabeza, emocionada por la posibilidad de poder ser madre
—Te lo juro. No te esconderé nada. —Dagur soltó una risita, sin poder evitarlo, al verla tan feliz y la abrazó con cariño
—Intentemos un tratamiento para ver qué pasa. —aceptó, ella le agradeció una y otra vez entre risitas suaves, apretando un poco el abrazo
El chico sonrió feliz al notar su alegría y dejó besos sobre su rostro, haciéndola reír suavemente un poco más.
La cita de aquella tarde tardó más de lo que esperaban, por lo cual llamaron a Valka para que estuviera enterada de su demora y no se angustia si tardaban mucho en llegar a casa.
Al salir del hospital se dirigieron a la casa de sus padres, llevando un bonito regalo para Hipo y la noticia de que había esperanza para esa familia que querían formar juntos. Sin embargo, no dieron la noticia de su felicidad debido al mal momento que estaba pasando Heather. Decidieron guardar la información por un tiempo más.
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Ciudad de Overland, un mes antes del nacimiento de Briar.
Se estaba sintiendo verdaderamente mal esa mañana. Tenía demasiadas náuseas y el vientre le dolía más de lo que normalmente le dolía, después de uno de sus tratamientos.
Las dos rondas de inyecciones anteriores (la primera de ellas fue seis meses antes y otra tres meses después de la primera) había podido soportar el dolor, pero ese mes le estaba costando esconderlo. Más porque ahora ese malestar era acompañado de unas horribles náuseas.
—Mi niña, ¿Te sientes mal? —su padre entró en la habitación y se acercó enseguida al escucharla quejarse
—Me duele. —murmuró, manteniendo una de sus manos en su vientre bajo
—¿Quieres que te lleve al médico? ¿Le llamo a Dagur? —preguntó angustiado, sentándose junto a ella y viéndola con atención
—No, no le digas. —negó enseguida con la cabeza —No lo quiero preocupar. Estaré bien.
—Mi niña…
—Por favor, papá. Por favor. —tomó su mano —No se lo digas. Ya se me pasará. —el mayor suspiró profundamente, no estando convencido
—Si en un rato no se te pasa, llamaré a emergencias o algo. —murmuró, sintiéndose preocupado por la salud de su pequeña —No es bueno que tengas dolores.
—Lo sé, lo sé. —asintió con la cabeza despacio —Llamaré al médico, ¿Está bien? Él sabrá si es algo por lo que deba preocuparse. —sugirió con voz tranquila, queriendo calmarlo
El mayor asintió con la cabeza, suspirando aliviado cuando le pasó el teléfono a la rubia para que pudiera llamarle a su doctor.
La madre de Alice había muerto por una larga enfermedad cuando ella era solo una bebé y él había tenido que cuidarla prácticamente solo.
Había acudido a muchos cursos de crianza para tratar de hacer las cosas lo mejor posible. Había acudido a clases especiales para betas, donde les enseñaban a como cuidar de hijos con castas distintas, en cuanto una de sus vecinas le avisó de su aroma. Él no entendía al principio a qué se refería, hasta que la mujer le explicó con calma que seguramente su niña se había manifestado como Omega.
Recordaba el pánico que sintió en la primera clase a la que fue, esa en la que se les habló a los padres sobre el celo, los riesgos de este y sobre los posibles riesgos “mortales” de usar supresores.
Tuvo pesadillas por días, imaginando tantos escenarios catastróficos que llegó a pensar en encerrar a la pequeña en su casa y no dejarla salir nunca de ahí. Quería mantenerla a salvo, quería asegurarse de que nadie le hiciera el más mínimo daño.
Alice era su vida entera. La razón por la cual él seguía sonriendo después de la trágica muerte de la mujer a la que había amado toda su vida. Y la iba a cuidar, siempre.
Sabía que su hija estaba pasando por un momento complicado. Sabía que su pequeña anhelaba una familia propia y que haría lo que fuera necesario para conseguirlo.
Dagur había accedido a tomar múltiples vitaminas y un tratamiento especial de hormonas para que fuera más sencillo concebir. Mientras que Alice se inyectaba hormonas especiales para facilitar la fertilización.
La había visto emocionada cuando le habló de aquel médico, cuando le confirmaron que si era posible quedar embarazada de un beta y aún más cuando finalmente hicieron el primer tratamiento. Pero también la había visto destrozada y llorando amargamente tres meses antes, cuando se había hecho una prueba con la esperanza de que diera positivo (puesto que había estado teniendo “síntomas de embarazada”) y ésta saliera negativa, nuevamente.
Se daba cuenta de lo mucho que aquella situación les estaba costando a ambos chicos. Y no solo en cuestión monetaria, ya que era un tratamiento caro (a pesar de que Elsa y Hamish les ayudaban con la mayoría del costo), si no también en el ámbito emocional.
El pelirrojo quería darle una familia y así conseguir su felicidad, pero no quería que ella pusiera su salud en riesgo (ni física, ni mental) por ello.
La rubia, por su parte, quería tener a su familia, sin importar que eso pudiera dañarla. Aunque lo único que le hacía dudar en ocasiones sobre si debía seguir o no era el ver a su novio tan cansado en ocasiones por el medicamento.
Si de él dependiera, su pequeña jamás pasaría por tristezas, nunca. Pero era consciente que era imposible tener solo días buenos en la vida. Por lo que se limitó a apoyarla en esos días que la alegría no estaba cerca.
Y, ese día en particular, notó que la alegría definitivamente no estaba cerca.
Alice se quedó en cama ante la recomendación del médico, por lo que le llevó el desayuno hasta la cama y le dio una compresa caliente para aliviar un poco la inflamación que sentía en el vientre (algo que había aprendido gracias a Valka, a quien le pedía consejo cuando se sentía muy perdido).
Por la tarde, a pesar de las protestas de su hija, le dijo a su yerno lo que estaba pasando y él fue a verla, llevando consigo unos panecillos dulces que a la rubia tanto le gustaban.
—Hola, Lizi. —murmuró como saludo, viendo a su novia acurrucada en la cama —¿Puedo pasar? —ella asintió con la cabeza despacio —¿Cómo te sientes? —avanzó hasta la cama para sentarse a su lado
—Me duele. —admitió en tono bajo
—¿Puedo hacer algo para ayudarte? —sonrió con cariño al verla asentir nuevamente con la cabeza mientras hacía un puchero
—Dame un abrazo, ¿Si? —le pidió con un tono infantil, haciéndolo reír suavemente mientras se acomodaba mejor para poder abrazarla y acurrucarla, dejándola acomodarse en alguna posición en la que el dolor fuera mínimo —No me regañes. —murmuró, sintiendo el beso que él dejó en su frente
—No iba a hacerlo. —admitió con calma
—El doctor dijo que el dolor podría ser normal. Pero… mencionó que si era persistente o si presentaba enrojecimiento, picazón o ardor en la zona de las inyecciones… —suspiró profundamente —Tal vez… podría ser una reacción alérgica y… cree que es mejor detener los tratamientos si eso pasa. —murmuró desanimada
—Y… ¿Tienes alguno de esos síntomas? —preguntó con calma, acariciando su cintura suavemente
—Mi vientre está un poco rojo y tengo poquita comezón. —admitió apenada —Pero creo que es por la compresa caliente. —agregó enseguida
—Uh bueno… Heather solía tener esa reacción con las compresas. Podría ser eso. —recordó a su hermana, sonriendo a medias al escuchar a su novia suspirar aliviada —Alice…
—Quiero seguir intentando. —le interrumpió, sabiendo que él querría pedirle parar los tratamientos
—Sé que si, linda. Pero si te está haciendo daño…
—No, no… —negó enseguida, separándose un poco para verlo mejor —Es la compresa. Te juro que es eso.
—Alice…
—Quiero seguir intentando. Por favor. —él suspiró profundamente, abrazándola con cuidado y dejando un beso en su cabeza mientras la sentía aferrarse a su playera y comenzaba a sollozar en bajo —Por favor. No me hagas detenerme ahora… por favor.
—Solo quiero que estés bien. Quiero que estés sana. —pasó el nudo que de pronto se formaba en su garganta, sintiéndose culpable por hacer llorar así a su pequeña y amada novia —Si tú estás sana, nuestros futuros hijos nacerán igualmente sanos y muy fuertes. —dejó otro beso en su cabeza —Primero debes estar bien tú, preciosa.
—Yo estoy bien. Te lo prometo. —murmuró entre llanto, tratando de limpiar sus lágrimas y dejar de llorar
—Eso es lo más importante. —murmuró él de vuelta, ayudándole a limpiar sus lágrimas y dejando un beso en su frente con suavidad —Te amo, Lizi.
—Te amo, Guri. —le sonrió a medias y lo abrazó con cariño, queriendo creer que todo estaría mejor a partir de ese día.
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Ciudad de Berk, dos días antes de la fiesta de cumpleaños número 6 de Olivia.
Valka se sorprendió de ver a su nuera menor entrar en la panadería en donde aún trabajaba. Le sonrió con cariño, desconcertándose al notar la preocupación en el rostro de la rubia.
—Alice. ¿Ha pasado algo? ¿Te sientes bien? —se acercó a ella enseguida
—Necesito… necesito ayuda. —murmuró, evidentemente asustada
—¿Qué pasó, hija? —la llevó detrás del mostrador, ayudándole a sentarse en la silla alta que tenía para descansar
—Es… es que… —suspiro, haciendo su mejor esfuerzo por mantenerse tranquila para poder explicar lo que estaba pasando —Estoy embarazada. —murmuró, viendo a su suegra, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas en cuanto vio la sorpresa y la emoción en su expresión. Valka, por otro lado, frunció el ceño confundida al notar la tristeza de la menor.
—Oh, mi niña. Pero… lo han buscado por tanto tiempo. —la abrazó con cariño, un cariño maternal que ella tanto necesitaba en ese momento y que Valka siempre que podía le daba —¿No estás feliz?
—Estoy aterrada. —admitió en un murmullo, devolviéndole el abrazo —Quiero decir… claro que quiero esto, pero… ¿Y si algo sale mal?
—Mi pequeña. Todo estará bien. —le aseguró con calma
—Pero… es que yo…
—Es normal estar asustada. —le interrumpió, acariciando suavemente su cabello —Han hecho mucho para poder conseguir esto y al fin lo tendrán. Es normal que tengas dudas, miedos y preocupación. Pero no dejes que eso te quite la alegría de este hermoso momento.
—Siento que es un sueño. —admitió Alice —Que voy a despertar en algún momento y todo esto será falso. —la castaña soltó una risa suave
—Si… se siente raro saber que después de mucho intento al fin tendrás a tu familia deseada. —asintió con la cabeza —Cuando estaba esperando a Hipo, constantemente me pellizcaba los brazos para asegurarme de estar despierta. —sonrió ante el recuerdo —Estoico se molestaba conmigo cuando llegaba del trabajo y me veía con algunas marcas rojizas en los brazos. —volvió a reír en bajo
—¿Esa sensación se va en algún momento? —preguntó la rubia, sonriendo a medias al escuchar la risa de su suegra
—Si. —asintió enseguida —En cuanto tengas a tu pequeño o pequeña entre tus brazos. —suspiró —En el momento en que ves a esa pequeña vida por primera vez… nada más alrededor importa. Te das cuenta que todo por lo que pasaste valió la pena. Las inyecciones, la medicina, los cambios, los ascos, el dolor de parto… nada de eso importa. —negó con la cabeza —Lo único que realmente es importante es tu hijo. Que al fin lo tienes contigo y estará contigo siempre. —volvió a reír suavemente antes de seguir —Bueno, se van en algún momento de casa, pero… al menos unos buenos años estarán contigo en casa. Además, de que siempre existirá una preciosa conexión con ellos. —Alice suspiró profundamente
—No se lo he dicho a Dagur. —murmuró —No me gustaría emocionarlo. No quiero darle falsas esperanzas.
—Mi pequeña… este bebé va a nacer. Y va a llenarlos de tanto amor que no sabrán qué hacer con tanto. —sonrió al escucharla reír suavemente —Van a amar esa nueva vida con todo su corazón y él o ella va a amarlos igualmente. —dejó un beso sobre su cabeza —Y siempre van a contar con nosotros. Siempre vas a contar conmigo. —murmuró la última frase, dejando un beso en su cabeza
—Los dioses debieron bendecirlos con más hijos. —comentó de repente, pensando en que su suegra siempre había querido una familia grande
—Ya lo han hecho. —comentó con una sonrisa amplia —Primero, nos dieron a Hamish. Después nos dieron a Dagur y a Heather. Después mandaron a la familia a Eret, a Elsa y a tu. —acarició suavemente su cabello —Mis amadas nietas y nieto también están incluidos en esa lista de” personas a las que adoro”. Y tus hijos futuros serán amados igualmente.
Alice suspiró, sonriendo a medias por las palabras dulces de su suegra. Riendo suavemente en cuanto esta le preguntó si tenía hambre, si quería un panecito dulce o solo un poco de agua. Le preguntó por su salud y la rubia respondió con calma, comenzando a calmarse.
Había sido una buena idea acudir a su suegra.
Hablaron por unas horas mientras Alice le ayudaba con su trabajo, incluyendo a la dueña de la panadería en su plática en cuanto esta se hizo presente. Ambas mujeres le dieron consejos, le animaron y le ofrecieron comida. Le aconsejaron hablar con Dagur e ir al médico y ella prometió que iría después de la fiesta de Olivia, pues no quería preocupar a nadie ni arruinar el momento de su sobrina.
Esa noche, mientras veía a Dagur dormir plácidamente a su lado, pensó en lo mucho que lo amaba y en todo lo que habían superado hasta llegar a ese momento. Pensó en las veces que estuvo a punto de perder la esperanza y él había estado ahí para ella. Siempre.
Dejó un beso sobre su mejilla y se acurrucó más entre sus brazos para poder descansar, imaginando cómo sería su precioso bebé y amándolo desde ese mismo instante.
Al fin, podría tener esa familia que tanto había anhelado. La espera había valido la pena.
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