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21| Caramelo

Noruega, antes del capítulo 15 de LEGADO

Hans suspiró aliviado cuando recibió aquella llamada de la policía, se acercó a su abuela, que estaba tan callada como siempre.

—Al parecer la encontraron. —le avisó, viéndola sonreír aliviada

—Anda, pequeño. Ve por ella y tráela a casa. —le pidió con calma —Tu abuelo no debe tardar en venir y seguro quiere asegurarse que ella y el pequeño estén bien.

El menor asintió con la cabeza. No estaba seguro de que eso fuera cierto, sin embargo no cuestionó nada. Sabía que tanto ella como su abuelo tenían el mismo pensamiento que su padre, ese horrible pensamiento de que los omegas solamente servían para dar hijos a sus alfas.

Y él detestaba que pensaran así.

Tenía en claro que de haber pensado diferente, no habrían casado a su madre con el primer Alfa medianamente interesado en ella, ni él ni Anna hubieran nacido. Sin embargo, había días en los que deseaba saber que hubiera hecho su madre de tener la oportunidad de elegir. Se la imaginaba asistiendo a la universidad, encontrando un amor real y sincero que pudiera darle toda la felicidad que merecía.

Había días en los que su madre se sentía miserable por la vida que tenía y él lo sabía. Y por muchos años le pidió a los dioses que le dieran a su madre la libertar que ella merecía. Les pidió una y otra vez que la hicieran feliz, él habría dado su vida si eso le garantizaba que su amada madre no tendría que seguir llorando cada noche.

Pero los años pasaron, las lágrimas continuaron y se dio cuenta que la única manera de sacar a su madre de aquel infierno sería si él la sacaba y velaba por su bienestar. Pero para que eso pasara, primero debía asegurarse que Anna y su hijo estuviera bien.

Salió de la casa de los Haddock para ir en busca de su hermana, siendo llevado por uno de los choferes de su abuelo, que había estado a su disposición desde que llegó. Mandó un mensaje a su madre, quien seguramente estaba muy angustiada por no tener noticias de su pequeña y no poder estar ahí con él para ayudarle a buscar.

Suspiró al notar que de nueva cuenta no había respuesta.

Cuando llegó a la comisaría, se presentó con las oficiales que tenían resguardada a Anna y pudo pasar a verla, sintiéndose aliviado de ver que no parecía tener ningún daño físico importante, salvo por unas cuantas marcas rojizas en su cuello y hombros.

El hecho de que ella le pidiera no ir a casa de sus abuelos era comprensible. Sabía, tan bien como ella, que su abuela le regañaría por todo el escándalo que  estaba haciendo. Le reprendería por no complacer a su alfa y por no ser más comprensiva con él. Sabía que ella solamente la haría sentir peor de lo que ya se sentía.

Salió de la habitación, queriendo llamar a su madre para pedirle consejo sobre qué hacer al respecto.

—Hijo. —aquella voz le desconcertó, giró la mirada y se sorprendió de ver a su madre en la comisaría, acompañada por un hombre desconocido que le sonreía a medias como si lo conociera —Cariño, no me dejan entrar con tu hermana, ¿Ella está bien? ¿El niño está bien? —preguntó angustiada

—¿Mamá? —se acercó, asegurándole al oficial que ella era su madre, que estaba bien que viera a su hermana y que, de hecho, eso sería de mucha ayuda para ella

La vio entrar a aquella habitación y suspiró aliviado, dirigiendo ahora la mirada al hombre misterioso que permanecía algo alejado de él.

—¿Quién es usted y qué hace con mi madre? —preguntó con curiosidad

—Mi nombre es Estoico, soy hermano de tu madre. —se presentó con calma

—¿Estoico? —preguntó sorprendido —Mi madre... me ha hablado mucho de usted... —sonrió a medias, sabiendo perfecto lo importante que él era para su amada madre

—A mi me ha contado un poco de ustedes. Lamento no tener mucha información. —se disculpó en bajo —Nicole me ha pedido ayuda. Sé que no tiene donde quedarse y no quiere ir a casa de nuestros padres.

—Anna tampoco quiere estar ahí. —le informó, negando con la cabeza

—Tengo un apartamento que puedo prestarles el tiempo que necesiten. Estarán a salvo y les ayudaré con lo que necesiten para estar cómodos. —el menor asintió con la cabeza, agradeciéndole con media sonrisa

—¿Ya nos podemos ir? —preguntó Nicole con calma, volviendo hasta ellos con Anna

—Si, todo está listo. —asintió el mayor —¿Necesitas algo, Anna? —le preguntó con calma a la menor, que se refugió detrás de Hans mientras aferraba a su hijo contra su pecho

—¿Mamá? —preguntó con calma, no queriendo sonar temerosa

—Cariño, él es Estoico. Mi hermano. —le presentó con calma

—Descuida, Anita. No me separaré de ti. —murmuró el pelirrojo menor, abrazando a su hermana para que estuviera tranquila

—Vamos, mi niña. Necesitas descansar. —Nicole se acercó a su hija y la ayudó a avanzar hacia la salida

Hans se aseguró de permanecer cerca de ella en el transcurso al apartamento donde se quedarían, se quedó con ella en el apartamento mismo, cuidando igualmente de Anthony, que se notaba agotado por haber llorado tanto.

Suspiró con pesadez al ver a su pequeña hermana lucir tan destrozada, sintiéndose culpable de no haber podido cuidarla.

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Santuario de las doncellas aladas en Berk, después del capítulo 16 de LEGADO

No entendía lo que había pasado, solo sabía que había escuchado un segundo disparo, el grito de Valka y su llanto. Se acercó lo más rápido que pudo, notando que fuera de la casa solamente estaba la pareja y vio a un hombre rubio salir de la casa de al lado para ver que pasaba.

Buscó con la mirada a su abuelo y al castaño, no viendo a ninguno de ellos por ningún lugar. Se acercó a ayudar al hombre rubio con Estoico, quien estaba teniendo un infarto.

Recordaba la ambulancia, que se llevó a Estoico y Valka. La patrulla, que se había llevado a una muy afectada Heather, quien se había aferrado al policía que suponía era su pareja.

Recordaba a una oficial de policía que les ofreció un asilo seguro para esa noche. Recordaba sostener a su madre, quien había llorado intensamente todo el camino a aquel lugar desconocido, temiendo por la vida de su hermano.

Pero no sabía qué había pasado exactamente. Se sentía en un extraño trance en el que lo único que importaba era que él estuviera ahí para consolar a su madre, su hermana o su sobrino. este último había estado inquieto esa mañana por lo que había decidido salir con él a explorar un poco aquel lugar a donde les habían llevado.

Se sentía aturdido, hasta que ella apareció...

Esa preciosa pelirroja, con sus ojos de un azul similar al color del cielo y con la sonrisa más encantadora que jamás hubiera imaginado ver en la vida. Una pequeña plática fue suficiente para darse cuenta que quería conocerla por completo.

Su nombre se quedó grabado en su cabeza y poco a poco, con cada una de sus interacciones, también se grabó en su corazón.

Mérida...

La preciosa doncella que había hechizado su corazón con su aroma dulce y su risa tan encantadora.

Su esencia le recordaba a esas manzanas acarameladas que su madre solía hacer cuando era pequeño y, debido a eso, su apodo cariñoso para ella era "caramelo". La primera vez que se lo dijo fue completamente accidental, sin embargo, se alivió de verla reír encantada con aquello.

Riendo cuando ella le confesó tener un recuerdo parecido con su aroma, por lo que ese se convirtió en su apodo cariñoso desde ese momento.

——————————

Ciudad de Berk, cinco días después de del nacimiento de Briar.

Hans estaba seguro que nunca en la vida había sentido tantos nervios por verla. Jamás había sentido tanta ansiedad por salir con alguien a comer. Y sabía la razón..

Nunca antes se había enamorado de alguien como ya lo estaba de Mérida.

Y es que no importaba si la veía usar su uniforme de doncella, un vestido elegante o ropa deportiva y desarreglada. Amaba como se veía en cada una de las prendas de ropa que ella elegía. 

 Adoraba sus rizos rebeldes y rojos como el fuego mismo. Sus pecas adornando gran parte de su rostro, que a pesar de que ella las ocultaba casi siempre con maquillaje, se notaban su estabas lo suficientemente cerca. Sus ojos, brillantes y su sonrisa cálida..

Cada aspecto de ella le gustaba. Y eso le asustaba igualmente.

Sabía lo que había pasado con su primo, sabía que ella había estado enamorada de él, sabía que él lo estuvo en algún momento y sabía lo que había ocurrido aquella tarde trágica.

Se había replanteado su cercanía con ella después de que le confesó la verdad, pero el propio Hamish le había pedido que no retrocediera. Él le había animado a intentarlo, le había animado a darle una oportunidad, asegurándole que ella estaba haciendo todo lo que podía por ser una mejor persona.

Y ahí estaba ahora, casi dos años después de eso. Esperando por ella para comer en un bonito restaurante en el que le pidió que fuera su novia justo un año antes.

—Hola, lamento la tardanza. —su dulce voz se hizo presente, haciéndolo sonreír de manera boba sin poder evitarlo

—No es tarde, caramelo. —le dijo con calma, levantándose para recorrer su silla y ayudarle a acomodarse

—Gracias. —le sonrió de vuelta, sonrojándose ligeramente por el apodo que él había elegido para ella

—Te ves hermosa el día de hoy. —comentó, sentándose nuevamente en su silla y dándose su tiempo de observarla con mayor atención

—Siempre dices eso. —le acusó con gracia

—Es que siempre te ves hermosa. —se justificó, encogiéndose de hombros y riendo suavemente al verla apartar la mirada sonrojada —Lo digo enserio, caramelo. —tomó su mano y la acercó a sus labios para dejar un beso en sus nudillos —Eres hermosa.

—Basta. —pidió nerviosa, negando con la cabeza ligeramente

—¿Te gustaría ordenar ya? —preguntó con calma, cambiando de tema para no avergonzar más a la doncella

—Me gustaría. —asintió, regresando la mirada a él

Ambos vieron su menú, hablando un poco de sus respectivos días mientras esperaban por su comida. Ella le escuchó atentamente cuando comenzó a contarle sobre el apartamento que había conseguido en las afueras de Berk y soltó una risa suave cuando este le confesó que no sabía como lo iba a decorar.

—Mi madre está evitando un poco, no quiere involucrarse en eso. —hizo una mueca —Realmente se ve terrible. Todas las paredes blancas y los muebles aún con hule protector. —Sonrió a medias al verla contener sus carcajadas —Al menos te divierte mi desgracia. —dijo divertido

—Lo siento, lo siento. —se disculpó entre risas —Es que no imaginé que tendrías esos problemas. Hace un mes tenía todo perfectamente planeado. —sonrió con gracia —¿Qué pasó?

—Bueno... —dudó un poco en decirle la verdad, agradeciendo a los dioses de que en ese momento llegó el mesero con su comida, ambos agradecieron y comenzaron a comer en un silencio bastante cómodo

—Entonces... ¿Ha pasado algo? —preguntó ella unos minutos después, con cautela, imaginando que había algo que no le estaba diciendo

—¿Con qué? —preguntó desconcertado, pues se había perdido en sus pensamientos

—Tu apartamento. —aclaró suavemente —¿Por qué no lo has decorado si ya tenías un plan?

—Oh.. eso.. —bajó la mirada a su comida, sonriendo nervioso —Bueno, es que... quería pedir tu ayuda. —admitió en bajo

—Uh.. ¿me dejarás elegir el color de las paredes? —preguntó con emoción —¿Te parece un color azul obscuro? —murmuró, esperando por una respuesta

—Seguro. —se encogió de hombros, asintiendo con la cabeza —Es un lindo color.

—¿Seguro? —le vio con duda

—Si. —le sonrió —Quiero que me ayudes y le des un toque de tu estilo.

—¿Mi estilo? —preguntó confundida —Pero es tu apartamento, no tuyo.

—Si.. sobre eso... —dudó un poco, suspirando mientras tomaba su mano y la veía con atención —Quiero hablar contigo.

—Caramelito, me estás asustando. —admitió en un murmullo

—No, no.. no es nada malo, es que.. —soltó una risa nerviosa —Hemos estado juntos ya un año y ha sido una relación a distancia. —ella asintió con la cabeza despacio —Y ahora que me quedaré aquí, pensé que.. Bueno.. si tú quieres..

—Hans. —le interrumpió, notando que iba a comenzar a balbucear, tomó su mano y sonrió —Está bien, primero respira. —él respiró hondo y suspiró, sonriendo apenado antes de continuar

—Me gustaría que vengas a vivir conmigo. —dijo al fin, notando que ella se tensaba un momento —Se que es repentino, probablemente una idea estúpida, pero... Me gustaría pasar más tiempo contigo.

—Hans... 

—No digo que deba ser justo hoy, puede ser poco a poco. —le interrumpió —Te daré el tiempo que quieras, solo... quería que supieras que estoy dispuesto a dar ese paso porque.. bueno.. te amo. —le sonrió apenado —Y quiero una vida a tu lado. —ella le sonrió comprensiva

—También te amo. —murmuró —Y.. eso de ir despacio me agrada. —sonrió nerviosa —Podríamos empezar con la decoración del apartamento. Tal vez me quede unas noches contigo y otras tú conmigo...

—¿Aunque Elaine se enoje? —preguntó con una sonrisa, recordando las veces que la mujer los había regañado por sus sesiones de besos en el santuario

—Aunque Elaine se enoje. —asintió con la cabeza, riendo ambos por esos recuerdos —Hagamos esto paso a paso. Pero si... Yo también quiero una vida contigo. —se acercó para pedirle un beso y él se acercó igualmente para corresponder ese beso

—De acuerdo, así será entonces. —asintió convencido

—Una vez aclarado eso.. ¿Te quedarías conmigo esta noche? —le pidió, sonrojándose intensamente al escuchar su risa

—Por supuesto que si, caramelo. —asintió con la cabeza —Hoy y todas las noches que quieras.

—Uh, eso me encanta. —admitió volviendo a acercarse para besarlo con dulzura —¿Podemos pedir un postre? —preguntó en un murmullo, apenas separándose de sus labios

—Pide el que quieras. —asintió él riendo suavemente después de darle un rápido beso

Ella sonrió feliz y siguieron comiendo mientras la platica se concentraba en las decoraciones del apartamento del chico.


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