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SEIS


    Lester Djokovic se detuvo enfrente del bar Nextder replanteándose su estrategia para entrar. Esperaba que con su disfraz no lo reconocieran esta vez. Llevaba puesto un mono de limpieza y llevaba una caja llena de productos de limpieza acompañado de escoba y fregona. Esta estrategia ya la había usado para colarse en la mismísima universidad de Harvard para investigar a un profesor de medicina. El plan tenía que salir bien esta vez, ya había usado varias estratagemas para colarse en ese local al que iban varios de sus objetivos. Pero todos ellos acabaron con fatídicos resultados. En la puerta del Nexder había un segurata de dos metros custodiando la puerta de cristales ahumados, le paró con su descomunal mano. ¿Por qué siempre tenía que haber un guardia? Tenía que hablar si no se echaría el plan a perder.
    —Ay, manito, tengo que entrar.
    Dijo escondiendo un poco la cara en la gorra.
    —Ya han venido esta mañana dos limpiadoras.
    —A mí me han llamado el jefe, manito.
    —No soy tu amigo, y ya sé quién eres.
    Le aparto la gorra de la cara de un manotazo dejando ver sus ojos color castaño, igual que su pelo.
    —No se te ocurre nada original. Te he visto dar vueltas con el coche por aquí. Lárgate, “manito”.
    El plan de mirar si Xavier Grimes estaba tirado en el suelo del Nexder inconsciente o de sobornar a algún camarero que siguiera dentro desde anoche para que le dijera si lo vio, se fue a la porra. Había que pasar al plan B, que solía salir más veces bien que el A, pero daba menos información, si acaso la daba. 
    Se quitó el mono y cambio los productos de limpieza por unas botellas de cartón. Se dirigió hacia los callejones de alrededor buscando su objetivo, un sin techo le solía ayudar a cambio de dos cartones de vino barato. Al girar en la primera curva la calle Timothy encontró a un mendigo al que le había sacado información varias veces, tenía puesto un chaleco encima de dos camisetas, todos sucios. Este lo miro con alegría y le ofreció asiento en encima de una caja, aceptó por cortesía.
    — ¿A quién buscas hoy? —preguntó con una voz ronca, sonreía y enseñaba unos dientes sucios.
    —A ver si has visto a este tío—le enseñó la foto de Xavier Grimes—. Salió del bar ese.
    Se le dibujó una sonrisa cuando vio el rostro conocido. Carraspeó y escupió un gapo.
    —Sí, ¿Y tú me has traído tu parte?
    Djokovic sacó dos botellas de vino barato.
    — ¿Hoy dos?
    —Hoy me pagan el doble, me parece justo.
    —Perfecto —inclinó la cabeza y se guardó las dos botellas—. Vi ayer a este tío viniendo con otro, vestía muy raro y parecía que arrastraba al de la foto. Él de la foto estaba bastante borracho.
    — ¿Como que vestía raro?
    —Como un disfraz… Como en las películas de piratas, como van los soldados y los ricos de esa época.
    — ¿Hablaban de algo?
    —El raro decía que tenía que seguirle.
    — ¿A dónde?
    — No sé. Se fueron por ahí. Parecía resistirse mucho pero cuando pasaron por la esquina se escuchó un grito y se cayó. Desde mi punto de vista no se veía nada más, solo escuchaba.
    — ¿Y hacia dónde fueron?
    —Sígueme.
    Fueron a través de los callejones hasta toparse con una marabunta de gente amontonada en un callejón.
    — ¿Qué pasa?
    Un hombre con pintas de gótico negó con la cabeza
    Lester fue apartando a la gente para ver la escena. El fin de la multitud se terminaba en una reja de metal. Llegó apartando a más gente de su camino. Cuando vio el cuerpo en una camilla, mientras lo iban tapando con una gran bolsa negra confirmó su sospecha.     Xavier Grimes estaba muerto… Que

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