
01
— Buen día vecino, ¿puedo usar su baño? — dice con una sonrisa de conejo amable pintada en su rostro, sintiendo los nervios comenzar a recorrer su cuerpo cuando el chico frente a él sólo se mantiene observándole fijamente.
Sus ojos felinos le siguen mirando sin ningún tipo de emoción en ellos y eso le hace sentir ansioso. Piensa que le ha incomodado, pero aparta ese pensamiento fugaz cuando su vecino se hace a un lado dejándole pasar. Sin decir palabra se da vuelta y camina dejando la puerta abierta para él; se queda un momento fuera del departamento totalmente confundido, pero sacude la cabeza y sin más entra cerrando tras él. El departamento es casi igual que el suyo, del mismo tamaño y las paredes del mismo color, sin embargo, la decoración es por obvias razones distinta. Hay un pequeño cajón a un lado de la entrada donde puede notar varios zapatos de todo tipo acomodados casi desinteresadamente y sin pensarlo mucho se quita sus propios zapatos para dejarlos a un lado dejándose en calcetas blancas.
Camina hasta llegar al salón principal donde hay tres muebles, uno más grande que los otros y una mesa redonda en medio donde se encuentra una taza de café todavía humeante y un plato con tostadas a medio comer. Piensa que le ha atrapado desayunando, pues es demasiado temprano por la mañana. Su vecino aparece de nuevo con ojos curiosos y todavía en silencio alza el brazo para señalar el pasillo tras suyo, se da vuelta notando que hay una puerta del lado izquierdo.
— Gracias — hace una reverencia cortés y da media vuelta con ayuda de sus talones dirigiéndose hacia el lugar indicado.
No puede evitar pensar en la rara actitud silenciosa de su vecino mientras abre la puerta y se encuentra con el baño, sacudiendo esos pensamientos en cuanto ya se halla dentro. Antes de ir al departamento de su vecino había pensado en mil y un escenarios donde aquel hombre le rechazaría, y aunque sí pensó en la posibilidad de ser ayudado nunca creyó que la obtendría tan rápido. Hace un par de minutos cuando recién se despertaba estaba dispuesto a tomar una ducha, pero desafortunadamente no había agua. Así que con todas las ganas que tenía su cuerpo recién levantado tomó sus cosas y se dirigió hacia el departamento de enfrente; se siente sorprendido por haber logrado que le prestaran la ducha en el primer intento.
Sin darle más vueltas al asunto regula el agua y quita su ropa, se mete a la ducha y cuando el agua tibia toca su piel se relaja. Por un momento olvida que no se encuentra en su departamento y se deja llevar por la relajante sensación de la lluvia artificial calmando sus músculos, incluso se toma el tiempo de pasear sus ojos por el lugar. Todo está tan limpio y bien acomodado, los productos para el cabello y jabones se encuentran refugiados en una repisa pequeña a un lado de la ducha lo suficientemente cerca como para poder estirar el brazo y alcanzar uno, hay un espejo encima del lavamanos y del otro lado está el retrete. Sigue paseando los ojos con curiosidad hasta detenerse en algo que llama su atención, sonríe divertido al notar reposando en el lavamanos un jabón líquido con el envase en forma de aquel oso japonés. Al parecer a su callado vecino le gusta aquel curioso personaje.
Cuando termina de secarse y vestirse se apresura a guardar sus pertenencias en la bolsa que ha llevado y con la pequeña toalla que lleva en su cabeza sale del baño, mira a su alrededor buscando alguna señal de su vecino y al no encontrarlo frunce los labios. Camina a pasos tranquilos hasta llegar al pasillo que daba a la entrada principal, donde seca sus cabellos con la toalla que descansaba en su cabeza con una mano totalmente despreocupado. No hay ruidos ni aromas, por lo que no puede evitar sentirse ligeramente extrañado, ¿su vecino se habrá ido dejándole solo en su departamento?
Como si lo hubiese invocado el mismo chico que ha estado viviendo en el departamento de enfrente por un par de años se asoma por el pasillo mirándole atentamente; detiene la mano que sigue sacudiendo su húmedo cabello y se mantiene quieto en su lugar observando el rostro inerte de su vecino. Sus profundos ojos felinos siguen escaneándole en silencio y eso de algún modo logra ponerle nervioso.
— Gracias de nuevo... por dejarme usar su baño — murmura repentinamente cohibido, hace una reverencia cordial y se coloca los zapatos que ha dejado en la entrada.
Su vecino parece notarlo apenas, pues su cabeza se ladea un poco y su ceño se frunce confundido; sin embargo, no dice nada.
— Que tenga un buen día... vecino — le sonríe sólo como él sabe hacer y en cuanto recibe un asentimiento como respuesta sale del departamento.
Frunce el ceño cuando se halla fuera, un poco intrigado por el completo silencio en que aquel chico se había permanecido. ¿Es tan tímido acaso? Soltando un profundo suspiro y volviendo a sacudir sus cabellos todavía húmedos da los pocos pasos que faltan para llegar a su departamento, el cual literalmente se encuentra enfrente.
Su vecino parece extraño.
El chico que se encuentra viendo televisión se alza de su lugar al escuchar el timbre resonar por todo el departamento, soltando un profundo respiro camina con toda la pereza que su cuerpo carga hasta llegar a la entrada principal del departamento que comparte con su mejor amigo; larga un bostezo y pasando una mano por su cabello abre la puerta encontrándose con un par de ojos felinos que le observan fijamente. Por un momento se siente levemente incómodo ante la intensa mirada que aquel chico de nívea tez le otorga, pues era como si en esos precisos instantes estuviera juzgándole con la mirada. Y a él no le gusta ser juzgado ni intimidado sólo con un simple mirar. Así que enderezándose y alzando la barbilla mira del mismo modo al chico que es por un poco más bajo que él.
— ¿Se le ofrece algo... vecino? — su voz suena interrogante y curiosa. En esos momentos cae en cuenta que durante los dos años en que ha vivido en aquel edificio todavía desconoce el nombre del chico callado que vive justo enfrente. Ni un apellido, ni la edad exacta, ni un indicio de su identidad; intentando no sacar conclusiones extrañas como que el vecino fuese alguna clase de agente en cubierto del FBI sigue mirándole de manera interrogante.
El chico sigue parado frente a su puerta sin hacer el más mínimo ruido y eso comienza a impacientarlo además de incomodarle todavía más. Su cabeza se ladea un poco y sus ojos parecen buscar algo detrás de él, pero al no hallar nada vuelve a mirarle con un ligero brillo curioso.
— ¿A quién bus-? — no termina su pregunta, puesto que el chico alza un brazo enseñando un pedazo de tela azul tan claro que por un momento piensa que es blanco. Frunce el ceño y dirige nuevamente sus ojos de la tela hacia los felinos orbes que le siguen observando — ¿Qué es eso?
El chico encoge los hombros y estira un poco el brazo más cerca de él queriendo decirle silenciosamente que lo tome. Toma la tela que se siente suave entre sus dedos y después vuelve a mirar al chico todavía ceñudo. Sigue sin comprender por qué le ha dado un pedazo de tela y justo cuando va a cuestionar el chico hace una seña para que la desdoble; sin mucha confianza obedece y abre mucho los ojos al notar lo que está entre sus manos no es un simple pedazo de tela, sino un curioso bóxer con puntitos blancos tan diminutos que apenas son notables. Un poco infantil, a decir verdad.
— ¿Por qué me da ropa interior? — sintiéndose mucho más desconcertado de lo que es posible le cuestiona volviéndole a mirar — ¿Son suyos?
El chico niega y rasca su nuca visiblemente incómodo. Intenta hacer señas para explicarse, pero simplemente no logra entender lo que quiere decir. ¿Por qué no hablaba? ¿Es demasiado tímido? Son las constantes preguntas que se repiten en su cabeza. Entonces, como si hubiese salido para su salvación, su mejor amigo aparece por detrás observando con curiosidad. Siente el mentón del chico dejándose descansar sobre su hombro y le mira de reojo totalmente acostumbrado a esa cercanía.
— ¿Qué pasa, Nam hyung?
— El vecino me dio esto — le enseña la ropa interior hecha bola entre sus manos. Jungkook la toma entre sus dedos y tan pronto como la desdobla su rostro se colorea intensamente —. ¿Qué, qué pasa?
Jungkook se queda callado tragando saliva y ocultando la ropa interior tras su espalda, baja la cabeza y aplana los labios sintiéndose realmente avergonzado. ¡Ha dejado su ropa interior en casa del vecino! ¿Cómo pudo ser tan descuidado? Ni siquiera se dio cuenta que algo le faltaba. Ahora tiene a su mejor amigo haciéndole preguntas y a su vecino en la puerta mirándole en completo silencio; su callada presencia es la que le avergüenza en demasía. Debería estar riñéndole por ser tan distraído y dejar algo tan íntimo como es la ropa interior en un baño ajeno o quizá diciéndole con voz suave que no debe avergonzarse, que a cualquiera le pasaría; sin embargo, está justo a ahí sin hacer ruido alguno con sus felinos y oscuros ojos fijos en su cuerpo. En su rostro enrojecido específicamente.
— ¿Es tu ropa interior, Jeon Jungkook? — el tono levemente molesto en que Namjoon le habla le hace sentir como si estuviese siendo regañado por su padre.
Asiente sin querer levantar la mirada para encontrarse con sus ojos juzgadores, nunca le ha gustado la manera en que los ojos marrones de Kim Namjoon se vuelven fríos cuando se enfada. Quizá Namjoon sea un hyung amable y mayormente comprensible, pero en situaciones serias es completamente de temer. Kim Namjoon enojado es algo que en definitiva no le gusta ver.
— ¿Y por qué el vecino la tenía?
— Yo... e-el agua hyung... — intentó explicarse levantando finalmente la cabeza para mirarle suplicante; los inquisitivos ojos de Namjoon escanean su rostro — en la mañana no teníamos agua y le pedí al vecino que por favor me prestara su baño, y.... al parecer la olvidé.
Namjoon le observa unos momentos y cuando suelta un profundo suspiro y regresa la mirada al vecino siente como un peso se le es quitado de los hombros; su rostro sigue sintiéndose caliente por la extrema vergüenza y pasa un par de dedos por sus cabellos nerviosamente. Entonces es cuando mira finalmente al vecino y siente su estómago hormiguear nervioso por los ojos que se mantienen todavía fijos en él; durante todo el rato que lleva en su puerta no ha dejado de mirarle y siente que quiere decir algo, pero quizá por su timidez —que él supone tiene— no dice nada. Su boca hace muecas y se entre abre, sin embargo, no hay palabras.
— Lamento las molestias — Namjoon se disculpa y después disimuladamente le pellizca en una nalga haciéndole dar un pequeño saltito sorprendido —, ¿tienes algo que decirle al vecino, Jeon Jungkook?
— S-sí... lo siento mucho — hace una reverencia cortés y se mantienen un par de segundos así —. Gracias por tomarse el tiempo de devolver mi ropa y.... disculpe nuevamente las molestias.
El vecino permanece en silencio y se limita a asentir. Por un momento Jungkook se queda mirando aquellos ojos oscuros que parecen brillar y no puede evitar darle un vistazo mejor al rostro frente a él. El vecino es un poco más bajito que cualquier otro chico de estatura promedio, pero incluso así se siente pequeño frente a él; sus ojos rasgados tienen una pequeña inclinación hacia arriba y eso de algún modo le hace ver felinos, son tan profundos que un por un momento le parecen negros, no obstante, puede notar por la luz que entra de las ventanas del pasillo hacen ver destellos marrones, incluso enmelados ; están decorados con pestañas delgadas y un poco largas; su nariz no es muy grande pero tampoco es exageradamente pequeña, es mediana y se le ve demasiado bien; sus labios no son muy grandes, pero están perfectamente rellenos y su color natural le parece realmente bonito; pero lo que más le llama la atención es el tono de su piel. Tan claro como una hoja de papel y su cabello contrastando como la tinta de algún bolígrafo. Se ve suave y bien cuidada a simple vista y sin querer siente el impulso de levantar una mano para tocarle, pero se abstiene y se mantiene totalmente quieto.
Su única conclusión es: el vecino es realmente atractivo. Incluso con su rostro que se ve joven pero al mismo tiempo maduro; sus mejillas son levemente abultadas y su mandíbula no está demasiado marcada, pero mantiene ese lado masculino que le hace ver realmente atrayente e incluso tierno. Quiere etiquetarlo como bonito pero sacude esa palabra de su cabeza y a cambio usa guapo.
Sin decir palabra, como lleva desde esa misma mañana, el vecino hace una reverencia hacia ambos y da media vuelta con sus talones para caminar los pocos pasos del pasillo que separa sus departamentos. Abre la puerta y en cuanto se encuentra dentro ambos muchachos se miran; saben que piensan lo mismo cuando dicen al unísono:
— Raro.
Namjoon ríe por la sincronización de sus pensamientos junto a los de su mejor amigo y revolviendo su cabello cierra finalmente para volver al sofá.
— El vecino es tan callado que parece extraño — dice distraído volviendo a poner atención en el televisor. Jungkook se sienta a su lado mirando sus manos, las cuales todavía sostienen su ropa interior —. Creo que nunca lo he escuchado hablar ni con el portero.
— Pero es lindo...
— Sí, es bonito.
Guapo. Quiere corregir, pero se queda callado.
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