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Parte uno

Pasé mi mano por el espejo empañado del baño. Gotitas de agua caían de mi castaño y corto cabello hasta mis hombros, para luego deslizarse por mi espalda.

Me sequé rápido. Con la toalla alrededor de mi cuerpo, abrí la puerta y caminé hasta mi dormitorio en donde me vestí.

Nada en especial, una blusa negra, mis usuales jeans azul oscuro y tenis blancos. Por último, un poco de perfume.

El olor de la cena me guió hasta la cocina, en donde me encontré a mi novia preparando la comida. Lo hacía apurada, como si quisiera irse de inmediato.

Llegué detrás de ella y la abracé, depositando un beso en su cuello.

-Esto ya casi está.-dijo Jisoo, ignorando mis intentos por mimarla.

Tomé delicadamente sus manos e hice que volteara para verla a la cara.
Tenía puesto su uniforme de trabajo como mesera y se veía aburrida. Aún así, besé sus finos labios, esperando la respuesta que quería, pero no lo hizo. Sólo siguió el ritmo unos segundos antes de separarse de mi nuevamente.

-Voy a llegar tarde.-dijo, apagando el fuego de la cocina.-Aquí tienes la cena. Debo irme.

Amagó con salir de la cocina, pero la detuve, tomándola del brazo.

-Oye, ¿no puedes faltar hoy al trabajo? Por favor, bebé, te necesito.-acaricié su rostro levemente con la punta de mis dedos.-Hace más de un mes que ni siquiera tenemos intimidad. ¿Qué sucede?

Jisoo me miró con ojos cansados y sacó su brazo, poniendo unos mechones de su largo cabello negro tras sus orejas.

-Lisa...no puedo faltar. Apenas llegamos a pagar la renta de este mugroso apartamento en este cochino barrio, ¿entiendes? Necesito el dinero y lo que tú traes a veces no alcanza. Ahora comprende y no me retrases más.

Avanzó con paso rápido al perchero en la pared y tomó su chaqueta de mezclilla, colocándosela. También un pequeño bolso.

Ya ni recordaba cuántas veces había intentado arreglar lo nuestro, acercarme, charlar, saber qué sucedía.
Claramente el problema era de ella, porque aunque las cosas ya no eran igual, su actitud me dolía, me quemaba, me lastimaba, me hacía trizas.

-Tienes la comida en el sartén. Volveré tarde.-fue lo último que dijo, antes de desaparecer por la puerta.

Observé a mi alrededor, viendo la humedad la pared, la silla rota, la mesa con media mitad llena de cosas.

Era cierto, no teníamos la mejor casa ni los mejores trabajos, pero éramos felices. ¿Qué era lo que sucedía entonces?
¿Acaso yo estaba mal o sólo era el agotamiento de trabajar para pagar el alquiler y nada más?

Fui a la cocina y me serví los fideos salteados con huevo que había dejado. El humo blanco demostrando que estaba caliente, desaparecía a medida que se elevaba.
Ya no tenía apetito. Mis ganas de comer se habían esfumado al carajo, de la misma manera en que se estaba yendo mi vida.

Dejé el plato tal como estaba y salí del apartamento, llegando a los pasillos del sucio edificio. Pasé velozmente por la puerta del dueño que nos alquilaba, pero si hay algo que me pregunto todos mis putos días, es si ese gordo tiene cámaras por doquier o algo así.

Su puerta se abrió, asomándose a verme.

-Lalisa Manoban, usted y su noviecita deben pagarme la renta. ¡Llevan una semana atrasadas!-dijo enojado.

Volteé, viendo su camiseta sudada y con manchas de comida. Era desagradable en verdad.

Algún día le daría la patada en los huevos que se merecía.

-A eso voy, no se preocupe.-y sin más, me di la vuelta, bajando de dos en dos las escaleras.

-¡Una semana más y se quedan en la calle!-gritó por último, antes de meterse nuevamente a su apartamento.

Salí del edificio, sintiendo el frío de la noche y subí a mi coche.

Era mi taxi un Volkswagen del año 68.

Lo cuidaba como si fuera un hijo. Después de todo, es algo que me había dejado mi padre y una herramienta de trabajo. Cuidarlo era mi deber.

Ya casi eran las diez la noche. A pesar de ser jueves, era un día de esos malos, en donde no sale un viaje ni por diez cuadras.

No pude evitar bufar y darle un pequeño golpe al volante. Las cosas iban para atrás, encima me preocupaba mi situación con Jisoo.

En cualquier momento se iba de mi lado, estaba segura.

Pasé por uno de esos clubs nocturnos que parece nunca duermen. Había un considerable número de gente afuera, por lo que decidí ir más lento, a ver si tenía suerte y alguien me solicitaba, mas nada sucedió.
Quizá era muy temprano aún.

Continué al menos tres cuadras, hasta que las lentejas de un traje me hicieron la parada.

A medida que me acercaba, pude notar que era una joven de cabellos rubios. Su vestido azul era algo apretado, acentuando perfecto su figura. Además, lo corto de este, dejaba ver unas perfectas piernas, con zapatos taco aguja.

Paré lo más cerca posible del cordón, bajando mi cabeza para poder verla mejor. Por alguna extraña razón, la curiosidad me estaba matando.

Subió en la parte trasera, y sin perder tiempo, me dijo la dirección en la que quería ir. Entonces, me puse en marcha, sin apartar mi vista del espejo retrovisor.

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