Parte dos
No quería verme como una depravada, pero quitar mi vista del espejo retrovisor se tornaba cada vez más en algo complicado.
Era una de las chicas más bellas que había visto en mi vida.
Mentón delicadamente marcado, labios carnosos, nariz pequeña y unos ojos felinos realmente atrapantes.
Una lágrima negra rodaba en su mejilla, corriendo el delineado perfecto que llevaba en sus ojos. Se veía angustiada.
Se cruzó de piernas, dejando ver mejor aquellos muslos de infarto que tenía. Su vestido era tan corto que, con aquel movimiento, pude notar que no llevaba nada debajo, haciendo que fuera imposible ponerme un poco colorada.
-Me llamo Jennie.-dijo, quitando de su bolso un cigarro fino y largo, mientras me detenía en un semáforo en rojo.
No dude en sacar un viejo encendedor que yacía en la guantera y ofrecerle fuego. Arreglándomelas para que no notara que mi mano temblaba de lo nerviosa que me encontraba.
No sé si se dio cuenta o simplemente lo ignoró, pero de todos modos se acercó a mi con el cigarrillo en la boca y lo encendió, largando después el humo por su boca.
Abrí un poco la ventanilla. Generalmente, no dejaba a nadie fumar dentro del coche, pero aquella chica seguía consumiendo mi curiosidad.
-¿Por quién llora?-me atreví a preguntar, viendo cómo la luz cambiaba a verde.
-Por una tipa, que se cree que por rica, puede venir a engañarme.
Entonces comprendí el porqué de sus lágrimas, mas no creía que fuera razón de su angustia.
Sí, no la conocía, pero su belleza me seguía deslumbrando. Pensé que alguien como ella no debía sufrir por idiotas como esas.
Era muy bonita para sufrir por esa clase de gente.
-Usted no debe sufrir por amor, debe levantarse.-conecté mis ojos con los de ella a través del espejo.-Cuente con una servidora si lo que quiere es vengarse.
Y me sonrió.
No sé qué tan buena idea era decirle que debía pagarle a aquella mujer de la que hablaba con la misma moneda, después de todo, no sé si es algo que yo haría, pero las palabras habían salido por sí solas de mi boca.
Tal vez eran mis ganas de ser yo con quien se vengara, ¿no?
A fin de cuentas, no dejaba de comérmela con cada mirada que le echaba al espejo, y creo que lo había notado, porque parecía esperar por ello para sonreírme de forma coqueta.
Incluso su postura había cambiado y ahora se encontraba sentada de lado, mostrando mejor sus piernas y aquel trasero
redondo que poseía.
No iba a mentir, me estaba muriendo por tocarla, aunque en momentos me acordaba de Jisoo, sintiéndome mal por tener aquellos pensamientos con una total desconocida.
-La vi abrazando y besando a una humilde muchacha.-dijo Jennie, mirando por la ventanilla.-Es de clase muy sencilla, lo sé por su facha.
Volvió a fijar su vista en mi por el espejo. Por la dirección de sus ojos, pude notar que miraba todo lo que podía, incluso mis labios, sin poder evitar remojarlos con mi lengua, iniciando así, una mayor provocación.
Me sentía idiotizada cada vez que me miraba. Comenzaba a hacer calor ahí dentro.
Jennie iba por la mitad de su cigarro, estirando la mano de vez en cuando para tirar la ceniza por mi ventanilla. Llevaba una pulsera con pequeños cascabeles, que sonaba siempre que lo hacía. Hasta eso me estaba matando.
Me desconocía. Esa chica estaba despertando todas y cada una de mis fantasías.
Quería pensar que sólo era porque Jisoo no se atrevía a tocarme hacía mes y medio, pero creo que me equivocaba.
-Doble en la esquina, iremos hasta mi casa-dijo-, después de un par de tequilas, veremos qué es lo que pasa.-y alzó una ceja, sin dejar aquella sonrisa coqueta que me encantaba.
Diablos. Me estaba invitando.
Hice lo que me pidió, llegando a una lujosa casa. Miré a mi alrededor. Tan hipnotizada estaba con ella, que ni me había puesto a ver que estábamos en un barrio de los finos, con una casa más bonita que la otra.
Me señaló lo que supuse era su hogar y estacioné en la entrada.
Bajó del coche, no sin antes darme una mirada cómplice y seductora. No dudé en bajar también, escuchando los tacones acercándose a mi. Era de mi misma altura con ellos.
Sentía un cosquilleo en la palma de mis manos cuando abrió el portón y me invitó a pasar, caminando junto a mi por el jardín hasta llegar a la que ahora sí era la casa.
Una vez dentro, mis ojos no daban basto para ver el lujo y los muebles modernos que poseía. Había mucho blanco y adornos finos de metal dorado.
Jennie tiró su cartera al sofá y avanzó a un mueble de cristal iluminado, con muchas botellas de diferentes tipos de alcohol en todos y cada uno de sus estantes.
Tal como había dicho, sacó una botella de tequila junto a dos vasitos, dejando todo sobre la mesita de vidrio entre los sillones.
-¿Cómo se llama?-preguntó, desapareciendo por una de las puertas.
-Lisa.-respondí, aún sin moverme de donde estaba.
Regresó con un pequeño recipiente de vidrio, junto con un limón y un cuchillo sobre un plato del mismo material. Lo dejó junto a lo demás.
Se sentó en el suelo, sobre la alfombra, entre la mesita y el sillón, y palmeó levemente a su lado, invitándome a sentarme. Yo obedecí, sin despegar mi vista de ella.
-Me estaba comiendo con la mirada en el coche-dijo, cortando el limón en pequeños gajos.-, y ahora la noto un poco intimidada. ¿Yo la intimido, Lisa?-agregó un tono demasiado sensual a esto último.
-Un poco. Pienso que es alguien con un gran atractivo. Alguien como usted nunca me ha tratado con tanta confianza.
Sonrió de lado, sirviendo un poco de tequila en cada vaso.
-Pues hoy, olvidaremos todo-dejó en mi mano uno de los vasitos.-, nos dejaremos llevar. ¿Qué le parece?-acarició mi rostro.
Ni siquiera pude decir algo, cuando ya tenía sus labios contra los míos. No lo dudé y le correspondí, degustando su boca por primera vez.
Sus labios eran suaves, con una mezcla a fresa, supuse que debido a su labial, y cigarrillo que me encantaba.
Se movían con ritmo y gracia, como si fuera una experta en el arte de besar. Me hacía sentir como una chiquilla inexperta.
Dejé el vaso en la mesita y tomé a Jennie de la nuca, acercándola más a mi, cuando nuestras lenguas comenzaron a rozarse, haciendo más intensa la lucha que estábamos teniendo.
La poca cordura que tenía, pareció desaparecer cuando la sentí subiéndose a mi regazo, con una pierna a cada lado.
En ese momento, supe que ya había sentido mi erección.
Su falda se subió un poco con su acción, invitándome a recorrer aquella zona de su piel con mis manos, recordando que no tenía ropa interior puesta.
Tomé su trasero, dándole un leve apretón, haciendo que lanzase un gemido contra mis labios. Si todavía me quedaba una pizca de cordura, se había ido con eso.
Jennie se deshizo de mi blusa, dejando mi torso y pechos, a merced de sus manos, que exploraban todo lo que podían de mi, volviéndome loca con cada caricia que me brindaba.
La recosté con cuidado en la suave alfombra, quedando sobre ella. Besé su cuello, dando toques con mi lengua, y pequeños mordiscos de vez en cuando.
Pequeños jadeos salían de su boca, mientras sentía su mano en mi cabeza, enterrando sus dedos en mi castaño cabello cada vez que bajaba más, dejando un recorrido de besos a medida que bajaba el cierre delantero de su vestido azul de lentejuelas.
Un gemido escapó de sus labios cuando llegué a su intimidad, notando que ya se encontraba mojada.
Dejé suaves besos en esa zona, para llegar hasta su entrada, la cual lamí, viéndola tirar su cabeza hacia atrás del placer.
Abrió un poco más sus piernas, dándome el espacio suficiente para continuar con mi labor. Sus gemidos llenando mis oídos como si fueran la mejor obra musical, incitándome a no detenerme, a querer más.
Estiré mi mano derecha, hasta hacer llegar mis dedos a su boca.
Entendió lo que quería, así que los lamió y chupó, como si se tratara de mi polla, la cual ya apretaba contra mi jean, causándome dolor.
Una vez lubricados con su propia saliva, los introduje lentamente en su interior, haciéndola gemir más alto.
Mis dedos simulaban movimientos ahuecados hacia arriba mientras entraban y salían de su húmeda intimidad. Sus caderas moviéndose en busca de más contacto, mientras que con su mano libre apretaba uno de sus pezones.
-Lisa, la n-necesito ya dentro de mí...-susurró, perdida en el placer que mis manos y mi boca le proporcionaban.
Aquellas palabras fueron luz verde para lo que estaba anhelando desde que había subido a mi taxi: hacerla mía.
Desabroché mi jean, quitándolo junto a mi ropa interior y zapatos, para así quedar desnuda por completo, tal y como Jennie estaba ante mi.
Me acomodé entre sus piernas, encastrando perfectamente, y tomé mi propio pene, lubricándolo con el líquido preseminal y su propia húmeda entrada.
Jennie miraba lo que hacía mientras mordía su labio. Estaba ansiosa de mí, lo veía en sus ojos, así como yo lo estaba de ella.
Apunté a su entrada y lentamente accedí, escuchándola largar unos gemidos de placer al tenerme dentro.
Sin esperar más, moví mis caderas en un delicioso vaivén que tomaba una velocidad cada vez mayor, provocando que Jennie arqueara su espalda.
Me incliné sin dejar de moverme, para besar nuevamente sus labios y sentir mis senos friccionar contra los suyos.
Bajé mi boca hasta uno de sus pezones, comenzando a lamer y mordisquear, provocando que clavara sus uñas en mi espalda, mientras que con su otra mano se enredaba en mi cabello.
¿Para qué describir lo que hicimos en la alfombra? Si basta con resumir que le besé hasta la sombra.
Escuché sus gemidos con cada estocada profunda que daba. Darle placer era mi misión y la cumplí, haciendo que se estremeciera, y su vientre se contrajera al llegar al orgasmo, al igual que yo lo hice.
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