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Tatuaje 9

La sangre corría por el lomo del lobo negro haciendo un trillo detrás de él. Otras heridas en su cuerpo dificultaban que pudiera avanzar más rápido, aun cuando había al menos cinco hombres detrás de él. Le dolía, su sangre quemaba por dentro, la traición hacia él. Si pudiera arrancaría su cuello y comería su corazón para después vomitarlo.

Yenhuo avanzó intentando salir de aquella inmensa propiedad, pero por más que avanzaba más parecía que la salida se alejaba, debía ser a causa de los calmantes con que estaban bañadas las armas que lo atacaron. El dueño de aquella mansión lo había amenazado con delatar su existencia y aunque Yenhuo había querido matarlo allí mismo recordaba las palabras de su padre alegando que le debían mucho a esa familia. Aunque era esa misma familia la que extraía gran cantidad de dinero de sus propias reservas.

Avanzó hasta que empezó a tambalearse torpemente. Se tuvo que detener unos segundos para tomar aliento y enfocar su vista cuando un ruido a su lado llamó su atención y levantó su cabeza desenfundado sus colmillos. Delante de él, detrás de un árbol se asomaba la cabeza de una pequeña niña, con grandes y hermosos ojos ámbar.

La mirada de la infante y el lobo se encontraron. Para sorpresa del animal el pequeño no le tenía miedo más bien parecía interés. Como si nunca hubiera visto algo como él.

-Un perro grande- lo oyó exclamar para después mostrar sus dientes en una enorme sonrisa -Un perro gigante- salió de detrás del árbol y se le abalanzó.

Yenhuo de quedo helado sentándose sobre sus patas traseras mientras el niño rodeaba su pecho con sus diminutos brazos. El olor suave y delicado del humano le llegó y no parecía el de una niña, a pesar de que estaba cubierto por un escandaloso perfume. Era un chico lo que estaba delante de él.

Sus orejas se levantaron al volver a escuchar a las personas que lo perseguían y se tensó. El niño al parecer también lo oyó porque miró por detrás de él.

-Chicos malos detrás de perro bueno- decía las palabras con un puchero preocupado -Yo te cuidaré- y enredo sus dedos en el pelaje tirando de él.

Yenhuo sabía que debía correr, salir de allí aunque no supiera como, pero su instinto gritaba que lo siguiera.

No falto mucho para que fuera dirigido hacia una pequeña casetica cerca del lago, bastante deteriorada. El niño lo llevó adentro y cerró la puerta después de verificar que a lo lejos los hombres seguían de largo. El lobo tuvo que reconocer que para su corta edad, el niño era bastante inteligente.

El pequeño se acercó y dio toquecitos en su morro sin tenerle el menor miedo.

-Buen perro, buen perro- en otro momento Yenhuo le hubiera arrancado el cuello por llamarlo perro pero no estaba molesto -Desde ahora serás mi amigo- una inmensa sonrisa adornó otra vez su rostro y el lobo tuvo que reconocer que era agradable.

El humano bostezó de pronto pero sacudió la cabeza desperezándose. Miró alrededor del lugar y al darse cuenta que no había nada de lo que buscaba, rasgó pedazo de tela de su propia túnica y se acercó al lobo. Miró por encima del lomo al que apenas podía llegar y le tocó la pata al Yenhuo.

-Perro bueno, agáchate- hizo un puchero- sino no puedo curarte-

El lobo casi se ríe tras la cómica cara del niño y se sentó dándole acceso a su herida. De forma torpe el niño se movió y vendó su lomo, tirando la tela de aquí para allá, atándola en nudos que se desasían. Después de un rato se dejó caer al lado del animal mirando conforme su obra de arte, un revoltijo sobre el cuerpo peludo pero que al menos mantendría la sangre en su lugar. Yenhuo por su parte no sabía que pensar pero agradeció el gesto lamiéndole el rostro.

El niño volvió a bostezar cansado.

-Perro bueno, tengo sueño- se restregó los ojos -vamos a dormir- y antes de que pudiera decir algo más ya se había parado y recostado contra el cuerpo de Yenhuo cayendo en un profundo sueño.

El lobo miró al niño dormitar. Podría devorarlo, eso ayudaría a su rápida recuperación pero de cierta forma sintió compasión pues lo había salvado. Por esta vez no le haría nada, no podía asegurarlo para la próxima. Moviéndose lentamente se levantó y caminó hacia la puerta. Alzó las orejas verificando que no había nadie cerca y salió corriendo.

Cuando el pequeño Ayue abrió sus ojos se encontró solo en el cobertizo y las lágrimas empañaron su vista. Su perro bueno, el que sería su único amigo se había ido.

Mingyue se removió en la cama. Sentía que su cuerpo pesaba una tonelada pero al menos el calor que anteriormente lo abrazaba ya no se encontraba. Abrió sus ojos lentamente para encontrar un techo decorado en cortinas sobre él. El olor a incienso medicinal era fuerte pero no desagradable.

-¿Despertaste?- una voz resonó cerca de él.

Mingyue miró a donde provenía y sentado en la otra esquina de la cama, recostado contra uno de los doseles estaba Yenhuo fumando su fina pipa. Hizo un intento para incorporarse pero se dio cuenta de algo que lo aterró. No llevaba su velo y tampoco llevaba ropa debajo de la colcha que lo cubría. Se cubrió rápidamente hasta la altura de la boca y sus ojos se llenaron de pánico.

-No hace falta que reacciones así- Yenhuo estaba relajado, su cabello suelto caía a un lado indomable como hermoso- Ya lo vi todo-

-Yo- Mingyue no sabía que decir -Lo siento- dijo apretando los ojos con fuerza.

-Lo sientes ¿por qué?, por mentirme, por esconder tu identidad- Yenhuo dio otra bocanada en su pipa.

A yue tembló ligeramente, ese hombre lo iba a matar de seguro. Una mano buscó su barbilla debajo de la tela y la alzó rudamente. Yenhuo estaba arrodillado sobre sus muslos y se inclinó hasta que sus ojos estuvieron tan cerca que no podía apartar la mirada.

-Hagamos un trato- su voz se oyó más grave -Yo cumpliré lo que pedías referente a protegerte, pero a cambio, quiero tu cuerpo, me pertenecerás-

Mingye solo pudo pestañear

-¿Qué?-

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