Tatuaje 48
Mingyue no era de los que se molestaba tan fácilmente. Así había sido criado, para ser alguien sumiso y que aguantara todo con la cabeza gacha. Pero hasta él tenía un límite y esta vez el fino hilo se había roto.
No le importó que Yenhuo lo regañara después por lo que iba a ser. Le demostraría que a pesar de ser un humano, también valía algo. Por lo que cruzó la calle hacia uno de los puestos, precisamente uno que tenía varias telas y tapices.
-¿Qué desea?- la mujer mayor que lo atendía le sonrió.
-Deme ese- Mingyue señaló una gran manta de doble capa con dibujos bordados discretos y no muy caros. Buscó dentro de una bolsita que Yenhuo le había dado antes de partir y sacó algunas monedas- Quédese con el vuelto-
En otro momento sonreiría a la mujer. Más no ahora.
Yenhuo seguía hablando con su hermano cuando se percató de algo incómodo, sobre todo en su lazo, y miró sobre su hombro. El cachorro no estaba con él. Sus ojos se abrieron y alzó la cabeza buscando de un lado a otro con su corazón martillando en su pecho.
-¿Qué pasa hermano?- Xixi notó la expresión descontrolada en el rostro del lobo par después notar el lado vacío de él -¿Dónde está el cuñado?-
La pregunta alertó a los otros dos lobos. Yenhuo afinó su olfato. Había muchas personas y buscó a partir de su lazo para encontrarlo. Pensar que al chico lo hubieran raptado debajo de sus propias narices...era.
Maldición ¿Dónde estaba su Ayue?
El suave olor reconocible llegó a su nariz y giró su cabeza hacia la escalera de la entrada del templo y lo vio. La parte de atrás del cuerpo delgado del chico cubierto por una capa desconocida, pero no había duda. Era la cabeza de...
-MINGYUE- le gritó sin mediar consecuencias ¿Qué demonios estaba pensando con dejar su lado, su protección?
El cuerpo de Ayue se detuvo en seco en el escalón y giró ligeramente la cabeza. Sus ojos estaban sombríos y más aún después de aquel grito que para nada le gustó. Era como si lo estuviera regañando por hacer algo mal, como un niño malcriado. Algo que no era.
Su ceño se frunció hacia el lobo. Él los estaba ayudando y lo trataban así.
-Vuelve- Yenhuo movió sus labios dándole aquella orden pero se sorprendió cuando su pareja negó con la cabeza.
Y aún más, lo ignoró completamente y siguió subiendo las escaleras.
-Mingyue- Yenhuo no sabía porque el humano actuaba así y menos la razón de porque su lazo se sentía pesado. Mingyue estaba molesto. Pero Molesto por qué.
Hizo el indicio de seguirlo para traerlo hacia donde él decía aun si era en contra de su voluntad pero fue detenido por los tres menores. Los dos hermanos se aguantaron de sus brazos mientras Tao le interceptó el camino.
-Aléjense- Yenhuo les gruñó. No solo era Ayue, aquello tres estaban haciendo lo que les viniera en gana.
-Señor por favor cálmese- Tao intentó hacerlo entrar en razón manteniendo distancia. Ya había notado el cambio de color de su señor y estaba enfadado o quizás un poco más. Mingyue se había vuelto loco a qué. Se notaba que no sabía bien con quien estaba tratando.
-Hermano, estás llamando mucho la atención- Xixi le advirtió abrazado a su brazo con más fuerza- Pondrás al cuñado en más peligro-
Esto hizo que Yenhuo reaccionara y mirando a su alrededor notó que las personas ya comenzaban a murmurar. Gruñó y se sacudió soltándose de sus hermanos.
-Cálmate hermano, recuerda que no podemos entrar- Mingyi intentó mediar- El cuñado de seguro va a hacer algo productivo que de seguro nos sentiremos orgullosos después ¿verdad Tao?- buscó apoyo en el lobo.
Este apretó los labios pero no se atrevió a hablar. No tenía idea de lo que pasaba el cachorro como lo llamaba Yenhuo. Mingyue estaba en una posición vulnerable, era delicado, o al menos eso era lo que les había demostrado hasta ahora aunque...
Si lo miraba desde otra perspectiva el chico había viajado solo desde su casa con su cuerpo herido. Es que había sobrevivido a algo como eso. No todos podían soportarlo. Además, se sobrepuso a dos marcas en su cuerpo y no tuvo recaídas mayores y era capaz de controlar la parte salvaje de Yenhuo.
No, no era delicado. Quizás era más fuerte que todos ellos juntos, aunque no lo mostrara.
-Él estará bien- sentenció Tao con voz segura haciendo que Yenhuo lo enfocara con el ceño fruncido- Mi señor, su pareja es...
Mingyue sabía que Yenhuo se había quedado hecho una furia allá afuera, pero ya bastaba de hacerse la víctima y el sumiso todo el tiempo. Acaso se creía que podía hablarle como le viniera en gana. Solo de recordar el tono de su grito y la forma en que le ordenó volver hacía que se indignara y a la vez se sintiera dolido.
Había leído en muchos libros que cuando estabas en una relación, las partes estaban para equilibrarse juntas, así como apoyarse. Pero Yenhuo no lo veía a él como un apoyo. Y eso era lo que más le golpeaba. Puede que fuera humano, no tener la fuerza de los lobos, pero era un humano que había sobrevivido hasta ese día por fuerza de voluntad y eso no era menos.
Caminó al interior con paso firme. Era la daga lo que querían, pues se la daría. Ya tendrían que tener cara para decirle después que él era un SIMPLE HUMANO.
-Abad, que la bendición ilumine mis pasos y el camino delante de mis ojos- hizo una leve reverencia delante de un hombre mayor que estaba en una esquina de la inmensa sala llena de personas.
Este pestañeó varias veces y sonrió.
-Tu camino está bendecido por la gloria de los ángeles- le siguió el verso.
Mingyue sabía que había ganado por lo que concluyó.
-Gracias a los ángeles por brindarme sus alas y su luz- se enderezó levemente. Su cabeza para ese momento estaba cubierta por la parte superior de la manta por lo que su rostro estaba escondido entre las sombras.
-Pocas veces se ve a alguien tan culto por estas zonas y que siga el camino de la espiritualidad-
Mingyue sonrió por dentro. No era devoto a rezar ni nada por el estilo pero se lo habían inculcado en su anterior hogar, por lo que sabía que decir adecuadamente para lograr sus objetivos.
-El sabio camino que no abandonaría mi alma nunca- volvió a hacer una gran reverencia- pero Oh gran abad necesito algo más que la bendición- fingió una voz desesperada- Siento que me aparto del buen saber y de lo correcto. Le pido, le imploro que me ayude-
Para más dramatismo dejó salir dos lágrimas que cayeron sobre las botas del hombre.
-Por favor, no, hijo- lo tomó de los hombros y lo alzó para palparle el pecho con suavidad- Ven conmigo. Debes rezar y volver a la luz-
Mingyue pensaba que iba a ser fácil, pero no tan fácil. No todas las personas sabían los textos sagrados de alabanza como los que habían intercambiado ellos y gracias a ellos es que había tenido boleto hacia el interior del gran templo donde solo los más devotos podían acceder. Fingir de vez en cuando no era tan malo.
El abad pasó por una gran puerta custodiada por dos monjes que lo saludaron cuando pasaron. Mingyue se mantuvo cerca de él siguiéndolo al interior. No estaba nervioso. Por el contrario, tenía más confianza que muchas veces.
Después de doblar el pasillo llegaron a otra habitación. Dos monjes más estaban en la puerta. Ambos pasaron y se detuvieron en el interior.
-Hijo, arrodíllate y reza. La daga divina bañada por la sangre de los ángeles te salvará y te llevará de vuelta por el camino de la luz-
Mingyue asintió con la cabeza y se detuvo delante del pedestal de jade donde descansaba el arma que estaban buscando, bañada en un halo de luz descendía desde el vitral del techo. La estudió con sus ojos. Era un arma simple. Sin mucho que desear. La vaina era de cuero oscurecida por el paso del tiempo. Y la empuñadura era de color negro, sin muchos adornos más que una cinta roja que colgaba en un lazo.
No muy diferente a la que tenía guardaba bajo su túnica.
Retrocediendo dos pasos se dejó caer de rodillas sobre el cojín dorado que allí se encontraba. Se notaba que era un lugar donde solo pocos privilegiados y muy devotos como supuestamente él, podrían entrar.
Juntó sus manos sobre su pecho y otra vez fingió rezar. El abad detrás de él se mantuvo quieto con una sonrisa en sus labios. Se notaba que en aquel lugar la mayoría de las personas iban solo a pedir bienes materiales o de interés personal, no el saneamiento espiritual. Había hecho bien en escuchar lo que murmuraban los que pasaban por su lado mientras ingresaba.
Cinco minutos después, quizás era hora de poner su plan en mente. No sabía si sería afectiva pero debía al menos efectuarla, pero sus planes fueron tronchados cuando una voz se oyó desde afuera.
-Abad, puede venir un momento- uno de los monjes de afuera lo llamaba mientras otro pedía por su presencia.
El hombre se giró y se alejó de Mingyue saliendo por la puerta. Se notaba que creían que alguien tan puro como debía ser él, no haría nada. Su plan A se había echado a perder. Bueno, no tenía una mente prodigiosa por gusto.
Hora del Plan B.
Mingyue se despidió del abad en medio de la sala donde se hacían el resto de oraciones con otra reverencia.
-Gracias. Mi ser se siente libre de pecados y horrores-
Una mano se posó sobre su cabeza.
-Ve adelante y no mires atrás. Que la luz guíe tus pasos.
Si, como no. Si ese afamado hombre de bien supiera que Mingyue de santo ya no tenía ni su boca se escandalizaría. Enderezándose se alejó fundiéndose con la cantidad de personas que estaban en el interior del templo en dirección a la salida.
El abad pronto lo perdió de vista. Se sentía bien haber ayudado a alguien puro de alma.
-Abad, abad- uno de los monjes se acercó corriendo jadeado y con rostro de pánico- La daga, la daga fue cambiada-
El rostro del hombre se arrugó aún más.
-Busquen al chico de la capucha de patrones rojos, que no salga- le ordenó con voz dura pero sin gritar para no alarmar a los demás.
El movimiento fue rápido en el interior pero por más que buscaron no encontraron a nadie con la descripción que pedían y era imposible que ya hubiera salido del templo.
Yenhuo estaba recostado en la pared. Su pie daba toques en el suelo nervioso cuando su oído se afinó y oyó lo que comentaban algunos de los monjes que custodiaban la entrada del templo.
-Hermano- Xixi se alarmó -El cuñado- se mostró preocupado, los instintos de todos decían que aquello tenía que ver con Mingyue.
Yenhuo tuvo nuevamente el impulso de entrar y buscarlo. Deseaba cualquier cosa menos que estuviera en peligro. Se dispuso a caminar cuando su camino fue bloqueado por alguien con una capucha de los mismos patrones que la de su pareja cuando había entrado pero en azul. El olor de Mingyue llegó a sus fosas nasales. Abrió la boca para hablar cuando algo duro fue estrellado contra su pecho.
-¿Esta es la daga que querías?- Mingyue alzó su cabeza, sus ojos brillaban aunque su rostro estaba mortalmente frío- Este simple humano la consiguió para ti-
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