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Tatuaje 29

Mingyue no supo en que momento Yenhuo lo subió con gran agilidad sobre su espalda, pero de algo se estaba seguro. Estaban huyendo de algo. Intentaban no mostrarlo pero había agarrado a tao mirando sobre su hombro vigilando que no los siguieran. Además. La espalda de Yenhuo estaba muy tensa y sus brazos lo sostenían con mucha fuerza de aquella que le dejaría hematomas en sus muslos pero no replicaba. No era el momento. Solo se limitó a aguantarse de su cuello para no caerse a la velocidad a la que iban.

Atravesaban los senderos del bosque esquivando los árboles hasta que se detuvieron de golpe. Mingyue tuvo que cerrar los ojos del impulso que sacudió su cabeza. Bajo él, oyó gruñir al lobo que lo apretó aún más. Esta vez Mingyue soltó un ahogado gemido en su garganta, sus huesos comenzaban a crujir. Esto apreció hacer efecto pues su agarre se aflojó un poco, más no lo suficiente.

Tao a su lado estaba alerta. Su mano bailaba sobre la empuñadura de la espada en la cadera y ambos retrocedían lentamente, sus cabezas me movían alertas de un lado a otro. De algo había seguridad, nada bueno estaba tras ello. El chico no habló, ni siquiera preguntó, no quería desconcentrar a los dos lobos. Para su sorpresa y a pesar de la situación, Yenhuo liberaba un olor suave que tranquilizaba sus nervios, eso ayudó en gran medida.

Un zumbido pronto pasó por el costado del oído de Mingyue y la única razón por la que no lo golpeó fue por el rápido movimiento del lobo. A su lado Tao desenfundó al espada y cortó la flecha que había sido enviada hacia ellos.

-Malditos- lo escuchó murmurar con los dientes apretados.

-Tao- la voz de Yenhuo era baja y con tono de advertencia. El lobo menor se enderezó y adoptó una pose de ataque.

Alrededor de ellos comenzaron a sentirse el crujido de las ramas romperse, de las hojas aplastarse. De entre los arbustos y árboles, un conjunto de al menos 20 hombres comenzaron a aparecer rodeándolos. Sus vestimentas eran grandes, de telas gruesas y entre todos destacaba principalmente uno. Uno que tenía una túnica. Mingyue se estremeció, era el mismo hombre que lo había devorado con la mirada en la posada. ¿Pero cómo demonios los habían alcanzado?

El olor tranquilizador de Yenhuo se volvió áspero y el vello de su nuca se erizó. Estaba tenso y eso no significaba nada bueno.

-Señor, él es...- Tao se acercó a él y le dijo con disimulo.

-Hmm- le respondió con un sonido de la garganta- los demás no, solo siguen sus órdenes-

Mingyue no lo entendió al principio pero después le fue muy claro cuando el hombre se quitó la capucha y dejó a la vista un par de orbes dorados igual a los de aquel hombre y a los de Yenhuo. Su agarre se volvió fuerte contra Yenhuo y apretó sus labios.

El lobo soltó los muslos del humano y dejó que se deslizara por su espalda dejándolo detrás de él. No quería que aquel recién llegado tuviera mucho contacto visual con Mingyue, no era consecuente.

-Oye imbécil- lo escuchó gritarle a uno de ellos- Que crees que haces, por poco lo matas-

El hombre al que le hablaba bajó el arcó y alzó los hombros con desinterés.

-Solo necesitamos su piel, nada más, nos servirá vivo o muerto-

Mingyue tragó, estaban hablando de él.

-Me gusta más la idea de que esté vivo, así puedo jugar con él- se burló.

Yenhuo gruñó tan alto que la risa del hombre se detuvo e inclinó la cabeza hacia él.

-Cuando me dijeron dónde estaba el chico no me especificaron que estuvieran con dos igual que yo- volvió a reírse- Interesante, esto va a ser más divertido de lo que pensaba- Alzó una de sus manos e hizo una seña- Maten a los dos más grande, el que me traiga al chico vivo se lo presto para que también juegue con él-

Grave error haber dicho aquello. La parte más salvaje de Yenhuo burbujeaba por salir a la superficie. Un lobo era posesivo por naturaleza, enlazado, aún más y solo la idea de que aquellos hombres tocaran de forma íntima y asquerosa lo que era suyo fue solo un detonante.

-Tao, cuídalo- la voz le salió tan grave que fue irreconocible para ambos. Las uñas de Yenhuo se habían alargado, al igual que sus colmillos. Sus orbes eran dos esferas doradas y peligrosas.

El lobo menor sabía que no era buena idea ir en su contra así que tiró de Mingyue detrás de él. Su trabajo ahora era protegerlo de lo demás se encargaba su señor. Había aprendido por las malas que no debía inmiscuirse en sus peleas cuando él estaba tan molesto. Su señor podía confundirlo con alguien más y cortarle la cabeza como a aquellos hombres que comenzaban a caer uno tras otro.

-No mires- le ordenó Tao a Mingyue- Él no querría que lo vieras así- el asistente puso su espalda delante del chico esquivando su mirada.

A pesar de que los sonidos eran desagradables y el olor a sangre se volvía más fuerte le hizo caso. La escena le hacía recordar lo ocurrido con su familia y no estaba cómodo con el hecho. Sus manos se agarraron de la tela de la espalda de Tao como soporte y esperó. Los gritos fueron disminuyendo poco a poco hasta que solo se limitaron a gruñidos.

El cuerpo de Tao estaba rígido y sus manos se cerraban en puños fuertes y dolorosos. Mingyue se podía imaginar que ambos lobos debían estar luchando.

Un sonido detrás de él lo distrajo por un momento y miró sobre su espalda. Un haz de luz plateada se dirigía hacia ellos y Mingyue solo le dio tiempo a tomar el puñal en su cinturón y enterrarlo en la carne que se precipitaba hacia él. Tras el brusco movimiento Tao se giró y cortó la cabeza del hombre que los había atacado por la espalda.

Mingyue se quedó quieto viendo como el cuerpo se desprendía de la daba y sus manos estaban ahora llenas de sangre. Sin preverlo comenzó a temblar. Había...había matado a alguien y este lo miraba con sus ojos abiertos sin vida.

Una mano topó os suyos sumiéndolos en la oscuridad. Tao lo arrastró hacia detrás de un árbol mientras su señor terminaba cortando la cabeza del lobo sin mucho esfuerzo. A pesar de su aspecto no parecía ser un lobo tan fuerte como Yenhuo. La verdad era que pocos podían llegar al calibre de su señor, era realmente fuerte, por eso se sentía orgulloso que lo dejara estar a su lado.

Revisando su alrededor percatándose de que no había nadie más sentó a Mingyue que todavía estaba conmocionado y con un pedazo de tela secó la sangre en sus manos. Los dedos del chico estaban paralizados y la daga había caído en el suelo. Para ellos matar no era ningún problema, no sería la primera vez, pero para el chico debía serlo. Tao recordaba ese primer momento en que el pulso dejó de latir entre sus colmillos.

Era una sensación desagradable al principio pero después se sentía tan poderoso que sino tenía cuidado podría ser adictivo. Yenhuo lo había ayudado a estar en un buen camino. Le agradecería toda su vida por ello.

Y pensando en él lo escuchó acercarse suavemente, guardando su espada en el cinturón. Parte de su túnica estaba mancha de sangre pero era mínima, había que fijarse bien. Se detuvo al lado de los dos más jóvenes. Su rostro duro y frío, sus ojos dorados y alterados, se inclinó y agarró con fuerza la muñeca de Mingyue arrastrándolo lejos de allí con fuerza.

Tao se quedó arrodillado con la tela todavía en sus manos y sin poder moverse. Ahora el que temblaba era él. Y temía por Mingyue. Esa mirada en los ojos de su señor daba miedo. Esperaba que el chico saliera ileso de esta, pero no lo podía garantizar. El lobo de Yenhuo había perdido el control.

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