Tatuaje 23
Solo, vacío, no había absolutamente nadie. ¿Qué demonio?
Los vellos de la nuca de Yenhuo se erizaron. Entró a la habitación, la cama algo desordenada no había sido usada, no tenía su olor, la silla a un lado estaba aún caliente. La tela de la ventana se agitaba violentamente por la lluvia dejando ver la ventana sin persianas, simplemente un agujero sin nada de seguridad. Se gruñó así mismo, había sido muy descuidado.
-Tao- solo murmuró, en menos de un minuto el lobo menor aparecía por la puerta con los ojos rojos pero agitando la cabeza para quitarse el sueño. No era normal que lo llamara de aquella forma.
Pero cuando fue a hablar también notó la habitación vacía. Su rostro palideció.
-Le juro que lo dejé sentado allí mismo- señaló la silla –Incluso esperé a que cerrara la puerta-
Yenhuo se giró hacía él. Acaso podía culparlo. Todavía no sabía que había pasado. Estaban en un segundo piso, era imposible que alguien hubiera subido simplemente, además, quien sabría que ellos estaban allí. Se había confiado mucho él también. Lo había dejado solo y precisamente en ese momento, con la excusa de que no quería tocarlo. Tarde o temprano lo haría, solo estaba dilatando lo inevitable.
-Tao, quédate aquí por si regresa y átalo a la cama si es necesario, yo saldré- había aspirado el desagradable olor de aquel lugar encontrando que el humano no estaba por ningún lado.
Se acercó a la ventana y corriendo la ventana se lanzó. La lluvia rápidamente envolvió su cuerpo empapándolo y calándolo hasta los huesos. Alzó la cabeza enfocó sus sentidos. Sus ojos se tornaron totalmente dorados dejando salir a su bestia lo más posible. Necesitaba ubicar aunque fuera un mísero rastro del chico. No debía estar lejos pero si lo suficientemente lejos para que no pudiera encontrarlo con el vínculo que aún se estaba formando, eso complicaba más aun la situación. Además el torrencial era un obstáculo para encontrar un rastro. Dejó caer sus párpados y se concentró. Buscó cada partícula de aire a su alrededor, definitivamente encontraría dónde estaba.
Mingyue abrió sus ojos solo para encontrarse en medio de...dónde estaba. Estaba empapado, sus botas llenas de tierra mojada, la ropa pegándose a su cuerpo y a su alrededor solo había...nada. No había rastros del pueblo donde había estado antes, ni de la posada. Lo peor, es que no sabía cómo había llegado allí. Bueno, había llegado a caminando, había huellas en el fango que se difuminaban por la lluvia tras de sí, pero por qué lo había hecho era algo que no tenía idea.
Arriba, sobre su cabeza, el cielo ya clareaba a través de las gruesas nueves anunciando el amanecer ofuscado ¿Cuánto tiempo había estado afuera? Un destello iluminó el oscuro cielo con un fuerte estruendo. Delante de él los arbustos se sacudieron. Mingyue se sobresaltó y dio un paso hacia atrás frunciendo el ceño. Dejó que la saliva que acumulaba en su garganta bajara pesada y se puso en alerta.
¿Quién estaba ahí?
Los arbustos se sacudieron aún más. Otro destello centelló iluminando dos pares de orbes dorados entre las hojas. Mingyue se relajó, era Yenhuo. Un alivio lo invadió y pudo respirar, pero sus hombros fueron tomados con fuerza y girado. Delante de él estaba nada más y nada menos que el hombre es su forma humano. Los ojos del humano se abrieron y giró la cabeza sobre su hombro. Ya aquellos orbes habían desaparecidos. Se petrificó.
-¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?- Yenhuo le gritó tan fuerte que su voz resonó por encima de la lluvia dejando a un chico aún más conmocionado que lo miró con los ojos muy abiertos confundido.
-Yo...yo...- intentaba decir a pesar de los temblores de frío de su cuerpo –No sé- confesó –NO LO SÉ- le respondió ahora gritando bajando la cabeza–Cuando desperté estaba aquí y tú estabas allí- señaló con el dedo el lugar donde anteriormente había visto lo que creía que era Yenhuo.
El lobo desvió su atención al arbusto y aunque no había absolutamente nada allí, todavía quedaba una leve fragancia, apenas imperceptible. Todos los vellos de su cuerpo se erizaron aún más y rodeó con sus brazos a Mingyue atrayéndolo hacia él protectoramente y gruñendo. Su bestia se descontroló por unos segundos dificultándole recobrar el control. Apretó tanto al chico que oyó como sus huesos crujieron pero no podía soltarlo, no quería soltarlo. Acaso podría ser que allí estuviera...volvió a oler, no había nada.
Sus colmillos rompieron su labio inferior con frustración. Quizás lo había tenido tan cerca, tan cerca, pero no podía estar seguro. Por el momento no podía hacer nada. Necesitaba volver con el chico que temblaba tanto que sus dientes castañeaban.
-Vámonos- soltó al impresionado chico por la reacción y agarró su mano llevándoselo casi arrastrándolo.
Mingyue miró otra vez sobre su hombro. Allí volvían a estar aquellos ojos, pero de quién eran. Yenhuo avanzó junto a él bajo el torrencial que cada vez se hacía más fuerte, tanto que les costaba caminar, sobre todo al humano. Yenhuo se giró y cargó al chico entre sus brazos en un intento de ser más fácil avanzar. Mingyue rodeó su cuello para no caerse y apretó sus puños sobre la tela buscando también un poco del escaso calor. Ambos cuerpos estaban extremadamente mojados por lo que la posición era inestable.
No dijo nada. Estaba nervioso por todo lo que había pasado hacía solo unos momentos. Despertar en medio de a saber dónde, sin idea de cómo había llegado allí y que algo igual que Yenhuo se estuviera acercando a él. El recuerdo de la primera noche que había visto aquellos orbes volvió a su mente y se mordió tanto los labios que sintió la sangre en su paladar. Estaba entrando en pánico. Y si esa persona había ido a buscarlo de nuevo.
Enterró su rostro en el cuello de Yenhuo. Al menos en ese momento el hombre era su única ancla. EL lobo avanzó cada vez con más dificultad. La lluvia solo amenazaba con ser aún más fuerte y sin evidencias de detenerse en algún momento. Ya había perdido hasta su propio rastro por lo que volver en esas condiciones y con el humano en sus brazos calándose hasta los huesos solo empeoraría la situación.
Por lo que después de caminar al menos un kilómetro y medio más vio una cabaña con un establo. Parecía vieja y abandonada pero al menos era un techo en el que se podían refugiar. Por primera vez agradeció que algo así se cruzara en el camino. Si fuera el solo podría regresar sin problemas pero no sabía cuánto el chico podría aguantar.
Acercándose se percató que la cabaña estaba en peor condiciones de lo que imaginaba, parte del techo estaba completamente destrozado y las ventanas abiertas solo dejaba que el viento frío se filtrara. El establo parecía más acogedor. No era tan grande pero al menos estaba intacto lo que le dio a indicar que había sido abandonado no hacía demasiado. Entró oliendo si había algo dentro, a esa altura cualquier cosa era una amenaza. Dejó a un tembloroso Mingyue en el suelo en la puerta y se dirigió a cerrar las dos ventanas semiabiertas dejando el lugar solo con la tenue luz del portón principal.
-Quítate la ropa- le indicó aflojándose las empapadas túnicas.
Mingyue dio unos pasos más adentro y le dio la espalda buscando el borde de su cinturón, desatándolo medianamente. Sus dedos estaban tan entumecidos que era difícil quitarse toda aquella ropa. Yenhuo notó su preocupación y dejó caer la túnica superior dejando su pecho desprovisto. Se acercó al chico y lo rodeó buscando los bordes de sus ropajes. Esta vez no le decía nada. Simplemente lo desvestía con cuidado de no rozar mucho su cuerpo acumulando la ropa mojada a un lado hasta dejarlo con el simple pantalón de tela blanca que no hacía mucho por esconder lo que había debajo de ella y se pegaba al cuerpo del menor.
Mingyue se sintió nervioso. Aquel lugar se estaba llenando de un ligero olor reconfortante y el frío que antes lo atravesaba se fue difuminando. Detuvo sus brazos al lado del cuerpo, un impulso por tocar aquellos brazos y pecho bien formado lo recorrió, pero ya bastante incómoda era la situación. Aunque eso no evitó que tuviera más constancia de la constitución masculina que antes no le había llamado tanto la atención.
El lobo se alejó de él y recorrió el establo buscando algo que pudiera servirles para cubrirse solo encontrando una manta vieja doblada en una esquina. Al menos era algo. Cuando volvió el chico estaba sentado sobre el heno seco y se soltaba el cabello empapado que cayó sobre su cuerpo. Lo enrolló exprimiéndolo, quitando lo que podía de agua.
-Quítate lo que te queda de ropa- le lanzó la manta después de sacudirla un poco –Y cúbrete con esto. Ustedes los humanos son más propensos a enfermarse-
Mingyue asintió con la cabeza y agarró la manta que cayó en su regazo. La pasó por encima de sus hombros cubriéndose antes de bajar sus manos y retirar el pantalón que se lo entregó al lobo. Todavía se sentía tímido con la idea de estar totalmente desnudo delante del hombre, aún si este lo había visto antes.
Yenhuo agarró todas las piezas de ropa y por un momento se quedó quieto. Tenía al humano completamente desnudo delante de él con solo esa tela de por medio que podía arrancar sin problemas. Respiró profundo, debía concentrarse o el chico no saldría virgen de allí, el vínculo solo era una complicación. La prenda la incluyó con las que le quedaban encima, solo quedándose en el pantalón y las colgó de forma que pudieran secarse medianamente. Después volvió al lado del chico que seguía todos sus movimientos.
-Gracias- habló por fin Mingyue abrigándose bien, todavía sentía algo de frío pero no era como antes. La sola presencia de Yenhuo lo reconfortaba y aquel delicioso aroma que salía de la piel desnuda solo hacía que quisiera hacer cosas que podía arrepentirse después.
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