Tatuaje 13
Mingyue sentía como su cuerpo se movía sobre el hombro de Yenhuo y comenzó a golpear sin fuerzas su espalda. Esa posición solo hacía que sus ojos se llenaran más de lágrimas. Era humillante ser tratado de esa forma y su depresión solo aumentaba aún más.
-Suéltame- sollozaba cada vez más fuerte -Suéltame- y comenzaba a reír tontamente para volver al sollozo -Déjame tranquilo. Déjame morir. Déjame ir con mi papá y mi mamá-
Yenhuo no le prestó atención a las palabras del chico y solo siguió caminando.
-Que me sueltes- repitió Ayue al sentir las náuseas llegando a su garganta.
-Cállate de una vez niño borracho. La próxima vez le ordeno a Tao que no te quite los ojos de encima-
Hubo un silencio seguido de un sollozo.
-Tao, Tao me odia- sobó su nariz- tú también me odias, todos me odian-
Yenhuo suspiró. No tenías ganas de oír los lamentos del chico. Lo había visto salir tambaleándose de la sala mientras él se entretenía y no le quedó más remedio que ir detrás sabiendo que su sirviente podría ponerse algo fuera de lugar. No se esperó ver al menor en un mar de lágrimas y quejándose de un millar de cosas.
De repente algo caliente se desplazó por su espalda y solo se detuvo cerrando los ojos y respirando profundo. No quería creer que eso era lo que se imaginaba. Pues sí, al escuchar las arcadas del chico al que tuvo que bajar de su hombro rápidamente y dejarlo arrodillado en el suelo mientras volvía a vomitar sobre la yerba.
Tuvo que aguantarle los hombros y echarle el cabello hacia atrás pues los espasmos y las arcadas no pararon sino minutos después. Mingyue cayó hacia un lado débil cerrando los ojos. Su ropa estaba salpicada y sucia. El lobo contaba del 1 al 1000 y de vuelta para no dejarlo allí tirado con las consecuencias de sus actos pero él lo había traído a su manada y no era bueno dejarlo solo ahora.
Obviando lo asqueroso que podía sentirse la ropa húmeda sobre su cuerpo y el olor fuerte cargó al chico en brazos y retomó el camino. Al llegar a una de las cabañas cerca de donde la fiesta se celebraba abrió la puerta de una patada y entró a la que había sido su habitación por muchos años incluso estando casado. Aunque ahora no quedaba rastro de aquel tiempo. Solo simples muebles y una cama con sábanas que siempre estaban esperado su regreso.
Pero él no llevaría al chico allí directamente.
Se dirigió al baño y sentó al menor en el suelo pegado a la pared mientras habría el conducto del agua. Su manada adoraba estar limpios por lo que habían creado un sistema para extraer el agua del manantial más cercano y aprovecharse de su flujo. Un chorro respetable salió de la tubería de madera con agujeros y palpó la temperatura. Era cálida y agradable.
Él mismo comenzó a quitarse la ropa dejándola a un lado. Tendría que usar un nuevo conjunto. Estaba seguro que el olor se quedaría impregnado. Recogió su largo cabello en la parte alta y se giró hacia el chico que tenía los ojos semi abiertos pero perdidos.
-Sácate la ropa- le ordenó mientras buscaba alguna pastilla de jabón de hierbas aromáticas encontrándola en una repisa.
Fue a por Mingyue para verlo enredando sus dedos en las tiras de su túnica en un intento vano de quitárselas. Yenhuo resopló y se arrodilló desatando la sucia túnica superior dejando a la vista el pecho todo marcado del chico. Era una imagen un poco impactante aun cuando ya era consiente de ella. Terminó de quitar la prenda para ir por sus zapatos que quitó y lanzó a un lado.
Agarró el brazo de Mingyue y tiró de él para ponerlo de pie resultando que tuviera que moverse rápido y rodear su estrecha cintura pues las piernas de este ya no se sostenían.
-¿Puedes hacer algo para ayudar en esta situación- Yenhuo dijo con los dientes apretados recibiendo una sonrisa tonta por parte del humano para después sentir como los delgados brazos se enredaban en su cuello y unos labios descansaban sobre su mejilla.
-Sino tuvieras el ceño fruncido todo el tiempo te verías mucho más lindo-
Esto lo tomó a Yenhuo tan desprevenidos que por poco lo suelta.
-Maldito niño del diablo- suspiró -Tú eres el que se ve mejor callado, así que cierra la boca-
Decía eso pero aquel simple gesto había hecho que algo dentro de él se revolviera de forma incómoda y una parte de su anatomía comenzaba a despertar sin siquiera quererlo. Si, era un niño del diablo. No le gustaban los hombres. Nunca había estado con ninguno, tampoco había estado en abstinencia, por lo que no entendía cómo era posible que pudiera excitarse con aquel simple gesto.
El cuerpo pequeño se revolvió en sus brazos una vez soltó su cuello y su cabeza cayó a un lado, esta vez con los ojos cerrados. Tal vez era mejor así. Yenhuo utilizó toda la fuerza de voluntad de él para opacar su deseo salvaje y concentrar en otras cosas. Fue la primera vez que agradeció el terrible olor que había dentro del baño el cual ayudó a entretener sus sentidos.
Bajó la mano y con cuidado medido abrió los pantalones del Mingyue dejando que la tela recorriera los muslos hasta el piso. Así lo hizo con el resto de las túnicas para pasar un brazo por sus muslos y llevarlo debajo del chorro.
El agua se deslizó rápido por su cuerpo llevándose consigo toda la mugre del viaje así como los fluidos propios. Sosteniéndolo con un brazo utilizó su otra mano para pasar la pastilla de jabón por el resto de su cuerpo pasándolo suave sobre la superficie irregular de las cicatrices. Ya casi estaban curadas en su totalidad pero no quitaba que piel nueva fuera todavía sensible.
No tenía idea de cuánto debió haber dolido, se imaginaba que mucho. Sintió la respiración tranquila de Ayue sobre su pecho y algo se apretó dentro de su conciencia. Chasqueó los dientes. En qué estaba pensando. Ellos solo se estaban utilizando. Él necesitaba de su cuerpo mientras el chico de su protección. Debía poner distancia entre ellos. No quería que la historia se volviera a repetir. No era tan masoquista para recibir dos golpes del mismo lugar.
Cerrando la corriente de agua agarró una manta y envolvió al menor y cargándolo lo dejó en la cama. Buscó en el viejo arcón a un costado del cuarto y secándose se puso una túnica ligera y escogió otra para el joven aunque esta le quedó grande.
Se quedó sentado en el borde de la cama soltándose el cabello que cayó sobre su cuerpo. Era ya muy tarde en la noche. Seguro que su padre convocaría una corrida en manada. No le apetecía mucho ir pero hacía mucho que no dejaba salir esa parte de él y podía tener problemas de ansiedad por eso.
Se dignó a levantarse cuando sintió que la manga de su túnica era agarrada fuertemente.
-No me dejes- la voz débil de Mingyue salió de entre la tela.
Yenhuo volvió a sentarse e intentó quitar su ropa del chico inútilmente. Sus manos estaban cerradas tan fuerte que sus nudillos estaban blancos. Si quería una excusa para no ir a correr esta era una. Posó una de sus grandes manos sobre las más jóvenes notando que estaban frías y temblaba.
Pequeños sollozos volvían a oírse.
-Me dolió mucho- Mingyue articulaba algo extraño por el nudo en la garganta.
Yenhuo oyó sus palabras apartando el pelo del rostro dejando a la vista la cicatriz en el rostro pálido. Sus ojos estaban cerrados y de estos las lágrimas salían. Delineó la herida con la punta de los dedos. Tenía una forma hermosa. Si solo no estuviera allí.
-Esa noche fue la peor de toda mi vida- prosiguió -Esa persona mató a mi familia, me ató, me marcó con un hierro caliente mientras se reía. Llovía mucho. Dolía mucho-
Se puso en posición fetal pegándose más al lobo buscando su calor. Tenía frío al punto de que sus dientes comenzaban a chocar entre ellos.
-No quiero estar solo- sollozó con su rostro cerca del muslo de Yenhuo -No me dejes, no quiero vagar de nuevo. Eso da mucho miedo-
Yenhuo podía oler todavía el olor a alcohol saliendo de su cuerpo temblante. En la mañana posiblemente no se acordara de lo que había hecho pero al menos de esta forma él sabía lo que estaba en la mente de Mingyue. Desde que le había dado refugio apenas si hablaba o decía algo de sí mismo. Oírlo decir todas sus penas era algo extraño.
El lobo dejó salir un suspiro y buscó una gruesa colcha al pie de la cama y tomando los brazos de Ayue logró atraerlo a su pecho y acomodarse con él en la cama proporcionándole calor. No faltó mucho para que este dejara de temblar y como había pensado se quedó otra vez dormido como ocurría cuando estaba a su lado.
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