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Tatuaje 11

Mingyue podía jurar que iba dejando una parte de su alma con cada paso que daba. Había hecho ejercicio en su vida, poco pero sus entrenamientos con la espada contaban, pero eso no era nada comparado con ahora. Estaba subiendo la pendiente más inclinada que había visto en su vida.

Se trataba de una montaña rocosa con un terreno muy irregular sin apenas plantas por los costados. El suelo era de piedras y tierra y sus pies resbalaban fácilmente. Las piedras grandes a su lado tenían superficies afiladas por lo que sujetarse de ellas era peligroso, más si se goleaba con alguna. Y lo que más le molestaba. Que aunque el pasaba el mayor trabajo del mundo para avanzar aunque fueran unos metros, Yenhuo y Tao, a cinco metros delante de él, subían como si fuera pasear por una calle.

Ni siquiera se habían tomado la molestia de ver si él los seguía. Qué bueno que Yenhuo había dicho que lo había proteger, al parecer eso solo incluía a las personas que estaban detrás de su pellejo, no la posibilidad de partirse el cuello en una caída.

Logró cubrir una distancia considerable cuando se tuvo que detener con la respiración agitada, jadeando y sintiendo como el sudor corría por su espalda. Ya no podía ver el lugar donde los había dejado el carruaje horas atrás. No tenía idea de cuánto habían subido pero sus piernas temblaban negándose a dar un paso más.

Se recostó a un gran peñasco, doblado hacia adelante intentando tomar aire. En todo momento solo podía ver como sus dos acompañantes se alejaban cada vez más. Un par de botas, ahora, llegó a su limitado rango de visión.

-Si te detienes te dejaremos detrás- la voz grave de Yenhuo retumbó por su columna vertebral.

-Déjame...déjame tomar un respiro y me uno con ustedes- logró articular jadeando pero cada vez que lo hacía sentía como su pecho se apretaba. Tener un cuerpo tan débil siempre le había jugado una mala pasada.

Yenhuo miró al chico inclinado hacia adelante que podía desfallecer en cualquier momento. Hasta sus hombros temblaban. Recordó lo débil que era al raza humana, en cambio él y Tao, su único lobo de confianza apenas si estaban cansados. Después de todo acostumbraban a subir esta montaña en las tardes que no tenían nada que hacer.

Oyó los pasos de Tao que se detuvo a su lado.

-Mi señor, qué hacemos con él- el joven se puso las manos en la cintura indignado –Nos está retrasando, sería más rápido si lo lleváramos cargado- solo después de terminar de decir estas palabras se arrepintió. No le gustó la mirada en los ojos de su señor.

-Buena idea Tao- se giró y comenzó a caminar –Cárgalo-

-¿Qué? ¿Por qué yo?- le protestó sin respuesta y miró a Mingyue que había alzado la cabeza y le sonreía de forma extraña –Tú, un día de estos me las cobraré todas-

Tao se acercó y cogiendo del brazo al chico lo alzó y lo cargó sobre el hombro. Ayue, no podía decir que esta era la posición más cómoda, su cabeza y brazos colgaban mirando al piso pero al menos sentía como avanzaba rápidamente sobre este hombre. Se percató que a pesar de que era delgado era bastante fuerte y que debajo de la ropa había músculos bien marcados, quizás no como Yenhuo pero si a tomar en cuenta.

Dos horas más tarde habían subido la loma y avanzaban ahora por un terreno liso. Mingyue se había quedado callado no fuera a ser que dijera algo y Tao lo tirara allí mismo. Yenhuo caminaba delante de ellos con paso ágil y calmado hasta que se detuvo.

Ayue que iba inmerso en sus pensamientos oyó gruñidos a su alrededor y levantó la cabeza alarmado. No supo cuándo pero habían sido rodeados por los lobos más grandes que había visto en su vida. Al menos estaban allí unos quince. Apretó sus manos sobre la tela de la espalda de Tao y no la encontró tensa lo que le llamó la atención.

-Vine a ver a mi padre- Yenhuo habló

-No se permiten humanos- Ayue escuchó otra voz masculina pero no podía ver quien era a causa de la posición en que estaba.

-Él no es cualquier humano- su voz sonó más grave –es la clave para encontrarlo-

Después de esas palabras se hizo un silencio atormentados y minutos después los lobos comenzaron a dispersarse dejándoles el camino libre. Ayue oyó suspirar a Tao antes de que lo bajara.

-El resto del camino lo harás caminando-

El chico asintió con la cabeza aguantándose de su hombro esperando que la sangre volviera a los lugares adecuados. Al poderse enderezar adecuadamente se percató que solo estaban ellos tres.

-¿Dónde está?-

-¿Dónde está quién?- Yenhuo se giró y lo miró ceñudo.

Mingyue se demoró en responder vacilando si era adecuado decirlo. El rostro del hombre parecía de hielo. Cuando habló se maldijo porque su voz salió temblorosa, traicionándolo.

-El hombre que hablaba contigo-

Pudo sentir como Tao a su lado soltaba un jadeo y miraba a Yenhuo con las cejas alzadas.

-Él ya se fue- fue la respuesta rápida del lobo mayor antes de girarse.

Tao corrió rápido al lado de su señor y le murmuró en el oído.

-¿Cómo demonios lo oyó, es humano?-

Pero Yenhuo solo negó con el ceño fruncido. El supuesto hombre del que hablaba era el jefe de la guardia de los terrenos de la manada de su padre, el alfa. El lobo le había respondido en esta forma porque lo que no entendía cómo era que el chico lo había escuchado. Miró por sobre su hombro mientras este los seguía con una expresión confundida en su rostro, más no decía nada. Cada vez el humano se volvía más interesante.

Para cuando llegaron a la manada ya había anochecido. El lugar estaba conformado por diferentes cabañas de madera muy bien tratadas que se desplazaban de aquí para allá, alrededor de un claro con otra cabaña más grande capaz de contener a los 60 miembros actuales de la manada. Yenhuo había vivido allí la mayoría de su vida, pero después de ese trágico suceso que había marcado su vida, se había alejado. Estaba seguro que sus padres estarían sumamente molestos con su ausencia.

Los tres avanzaron por entre las cabañas que se encontraban desiertas hasta la principal de donde salía un bullicio estruendoso. Tao tuvo que taparse los oídos y gruñir. Mingyue lo miró sin saber por qué lo hacía. Había mucho ruido pero no era para tanto.

Se detuvieron en la entrada y desde el interior apareció un hombre. Su físico era bastante parecido con el de Yenhuo, pensó Ayue, aunque con el cabello más corto y oscuro y un cuerpo más grande.

-Vaya, con qué al fin te dignas a regresar- dijo el hombre bajando los pocos escalones delante de él.

-He vuelto, padre-

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