00. En la mira del lobo
Eran aproximadamente las nueve de la noche. El cielo estaba oscuro y ese viernes, como era usual, gran parte de personas iban y venían por las calles para pasar un agradable rato, entre bares y fiestas.
En unas calles alejadas del centro y donde se sabía que rara vez se podía ver un policía rondando por ahí, un grupo de cinco mujeres de diferente edad se encontraban a la orilla de la calle. Conversaban entre ellas mientras que algunas fumaban un cigarrillo.
Un auto se detuvo a la orilla de la calle, frente al grupo de mujeres. Todas voltearon hacia él cuando la ventanilla del copiloto bajó, aunque no se podía apreciar muy bien su rostro por la poca iluminación.
—Oye, tú —el conductor señaló a la única de cabello rubio.
Esperó a que se acercara y se inclinara hacia la ventana, reposando uno de sus brazos sobre el borde de la misma. En su otra mano seguía sujetando el cigarrillo.
—Hola, guapo.
—¿Cuánto cobras?
La mujer pareció examinarlo detalladamente: su físico (ahora un poco más visible desde su perspectiva), su vestimenta, incluso el auto que conducía.
—Por una mamada, 140,000 wones.
—Por ese precio, espero que valga la pena.
—Nunca probarás nada parecido —le aseguró con una sonrisa.
—Sube al auto. Pero primero bota ese cigarrillo, no quiero que mi auto apeste.
La mujer acató la orden y luego de subirse al auto, este arrancó sin que ella supiera el destino exacto al que se dirigían. No le extrañaba, de todas formas ya se imaginaba que terminarían yendo a un motel de mala muerte y después de ofrecer sus servicios cada quien tomaría su camino.
Ya estaba acostumbrada a eso, por lo que no le extrañó cuando el nombre del establecimiento al que llegaron le dio la razón.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el hombre tras cerrar la puerta de la habitación.
—No lo sé —caminó hacia la cama y luego se giró hacia él—. ¿Cómo quieres que me llame? —dijo, en tono coqueto.
El hombre se alzó de hombros.
—Pensándolo bien, lo del nombre es lo de menos.
—¿Sabes, cariño? Usualmente reconozco a mis clientes, suelen ser los mismos —comentó mientras se acercaba a él—. Pero a ti no te había visto antes. ¿Qué te trae por aquí? No eres policía, ¿o sí?
—Solo quiero desestresarme —respondió a la vez que se subía las mangas de la camisa formal negra que traía puesta—. Creo que es mi turno de hacer una pregunta —exhaló hondo mientras observaba la habitación—. ¿No te da miedo estar con desconocidos últimamente? He visto en las noticias que ronda un asesino serial por las calles de esta ciudad.
—Hay psicópatas por todas partes, cielo. El mundo es así, pero eso no ha detenido a la mayoría de los que seguimos vivos. Además... —se quitó el sobretodo beige, lanzándolo sobre el único sillón individual que tenía la habitación, y seguido de ello sacó una navaja que escondía bajo parte de la lencería que adornaba sus piernas—. Siempre ando preparada para cualquier cosa.
—Ya veo —asintió.
—Oye, podemos seguir hablando, pero te advierto que con cada minuto que pasa, la cuenta sube.
—Tienes razón, no hay que seguir perdiendo el tiempo.
La mujer sonrió ante las palabras del contrario. Dio los primeros pasos para acercarse a él, pero se detuvo en seco y quedó petrificada cuando el hombre sacó de su abrigo un arma de fuego con un silenciador.
—Eres inteligente, pero no demasiado —comentó él.
—¿Esto es una broma? —observó hacia varios lados, esperando ver alguna cámara escondida o algo por el estilo, pero el semblante frío del hombre le decía que lo que estaba sucediendo era muy real—. ¿Q-qué quieres? —inició a retroceder mientras él se acercaba a ella. Chocó con la cama y cayó sentada sobre el colchón mientras no dejaba de ver el orificio de donde en cualquier momento podría salir una bala en su dirección. Su respiración se volvió pesada ante el terror de sentir la muerte respirándole en la nuca—. ¿Quieres dinero? En mi abrigo tengo lo que he ganado hoy, puedes tomarlo e irte. Juro que no se lo diré a nadie, pero por favor, no me hagas daño.
Bajó la mirada hacia la navaja que se encontraba en el suelo y no sabía con exactitud en qué momento la había dejado caer, aunque suponía que había sido por el susto.
—No quiero tu dinero.
—¿E-eres tú? —preguntó con la voz temblorosa y las lágrimas amenazando por escaparse de sus ojos—. ¿Eres el asesino?
—Me han enviado, en realidad —se colocó justo frente a ella, sin dejar de apuntarle—. Te metiste con un hombre muy peligroso, ¿estabas consciente de eso cuando lo drogaste y robaste sus cosas? La dosis de la droga que le inyectaste fue tan fuerte que casi lo mata, pero desgraciadamente para ti, está vivo y quiere verte muerta.
—¡N-no sé de qué hablas, lo juro!
—Basta de mentiras —chasqueó la lengua.
—No tienes que hacer esto. ¡Por favor! —gritó de la desesperación—. ¡Te pagaré!
—No puedes pagarme más que él.
La mujer se quedó en silencio durante varios segundos. De repente, un impulso la llevó a levantarse para tomar la navaja y defenderse. No obstante, fue un acto en vano, pues antes de dar el primer movimiento, una bala atravesó su cabeza.
El cuerpo cayó inerte al suelo inmediatamente, con su rostro justo frente a la navaja. El hombre retrocedió cuando notó que sus zapatos estaban por mancharse de ese líquido carmesí tan distintivo que se esparcía por sobre la pequeña alfombra que se encontraba bajo los pies de la cama.
—El mundo es así —musitó él.
—¡JungKook! —saludó uno de sus amigos, quienes lo esperaban a las afueras de un bar.
—Hola, chicos —exhaló sonoramente en medio de una sonrisa—. Lamento la tardanza, he tenido un día muy ajetreado.
—No te preocupes, nosotros también venimos llegando —señaló al que estaba a su lado—. Le dije mil veces a JiMin que le diera mantenimiento a su auto, ¿y qué crees? Terminamos varados en la calle por casi dos horas.
—¿Sabes qué, Tae? La próxima vez tú ve a darle el mantenimiento al auto en lugar de solo exigírmelo —se defendió su novio—. El auto es de ambos, no solo mío.
—Tranquilos, lo importante es que todos estamos aquí —intervino JungKook, ya que sabía que aquella conversación se tornaría fácilmente en una discusión—. Entremos, ¿sí?
—Sí, tienes razón —dijo TaeHyung. En un acto de paz, pasó un brazo por los hombros de JiMin e iniciaron a caminar hacia el interior del bar.
—Oye, ¿qué tienes en la mejilla? —preguntó JiMin, viendo a su amigo—. Parece sangre.
—Oh —JungKook pasó una mano por dicha zona, quitando la pequeña mancha que aún no se había secado del todo—. Me lastimé mientras me rasuraba —explicó, restándole importancia.
Sus amigos no volvieron a comentar nada al respecto, solo siguieron caminando hasta tomar una de las mesas disponibles.
—¿No estás nervioso? —inquirió TaeHyung—. Tengo entendido que suelen ser un poco crueles con los policías novatos.
—No son crueles, son exigentes para saber si vale la pena tu puesto ahí —JungKook se alzó de hombros—. No importa, podré soportarlo.
—Eres bueno en todo lo que haces —comentó JiMin—. Estoy seguro de que no vas a decepcionar a nadie, al contrario, van a amarte.
JungKook sonrió ante los ánimos del rubio. Mientras las cervezas fueron puestas en su mesa, ellos siguieron conversando. Sin embargo, JungKook se abstuvo de beber demasiado; la siguiente mañana iniciaría su primer día trabajando en el departamento de policías de Daegu, y no podía llegar con alcohol circulando por sus venas. No estaba dispuesto a estropearlo y menos el primer día.
Estuvo con sus amigos hasta la medianoche, luego tomó su camino a casa después de que estos le dijeran que tuviera mucho cuidado por las noticias que andaban circulando sobre un asesino serial (El Decapitador, así lo llamaban), además de desearle éxitos en su nuevo trabajo.
Les avisó por mensaje cuando llegó a casa para no mantenerlos preocupados. Tomó una ducha y luego se acostó para dormir, sintiéndose emocionado por lo que le deparaba en unas horas.
Ser oficial de policía era algo que le ilusionaba demasiado. Entrar a la Universidad de la Policía Nacional de Corea no había sido para nada fácil, pero lo logró y finalmente había culminado la carrera, ahora podía decir con todo orgullo que formaría parte del departamento de policías de Daegu.
No podía creer que por fin estaba viviendo esa realidad.
No le preocupaba qué tan duros fueran con él por ser un novato, estaba seguro que podría con eso y más. Él era un apasionado con lo que le gustaba y odiaba darse por vencido.
...
A la mañana siguiente, salió de su auto una vez que lo dejó en el estacionamiento del departamento de policías. Vio su reflejo en la ventana del vehículo y no pudo evitar sonreír de lo orgulloso que se sentía de sí mismo al verse con ese característico uniforme puesto.
Sin querer perder más el tiempo, entró al establecimiento, donde ya lo estaban esperando.
—Jeon —saludó un hombre.
—Subintendente Lee —hizo una reverencia en muestra de respeto.
Cuando volvió a enderezarse, su mente quedó en blanco al ver a otro hombre detenerse frente a él. Era alto, aunque más bajo que él; su cabello era de un color avellana oscuro, labios rosados y finos, ojos felinos con mirada penetrante y piel increíblemente blanca, se veía tan tersa que parecía ser de porcelana. Era hermoso ante sus ojos, más que eso, era como un ángel. ¿Quién rayos era él?
—Jeon, quiero presentarte al detective Min YoonGi —dijo el subintendente—. Estarás bajo su supervisión a partir de ahora.
—Oficial Jeon —saludó el detective.
JungKook no pudo evitar sonreír al ser llamado "oficial". Aunque una gran parte de su sonrisa también se debía a lo cautivado que aún se sentía por ese hombre. Sintiéndose un poco torpe y levemente nervioso, hizo varias venias hacia él.
El subintendente no tardó demasiado en despedirse y dejarlos solos. El detective Min aprovechó en hacerle un recorrido y presentarle a todo el equipo que estaba a su cargo. JungKook se esforzó por prestarle atención a cada una de sus palabras, pero era difícil cuando el atractivo del detective robaba gran parte de esta.
No era un adolescente, no era la primera vez que alguien llamaba su atención, y no le sorprendía que esa persona fuera un hombre; estaba consciente de su orientación sexual desde los trece años. Sin embargo, era la primera vez que se sentía tan atraído hacia alguien desde el primer segundo en que lo vio. Era algo demasiado nuevo para él.
—Así que eres de Busan —dijo Min una vez que llegaron a su oficina y después de haberle mostrado a Jeon cuál sería su cubículo.
—Ah, sí. Me mudé a Daegu a los doce años —tomó asiento frente al escritorio.
El detective se sentó en el otro extremo. Ojeó un par de papeles dentro de una carpeta de la pila que tenía al lado, y JungKook se perdió en sus pálidas manos por un momento. Sus uñas eran muy cortas y limpias, eso decía mucho de su higiene personal, las venas resaltaban sobre su dorso y se perdían por debajo del saco color negro que traía puesto. Era raro que ese último detalle le pareciera jodidamente caliente cuando nunca había pensado eso de ningún otro hombre, sin embargo ahora entendía ese fetiche que tenían muchas mujeres hacia las manos masculinas. Pero lo más importante que notó, era que no había ningún tipo de anillo decorando sus largos y delgados dedos.
—¿Por trabajo de tus padres? —preguntó Min, siguiendo con la conversación.
—De mi madre —aclaró, desviando la mirada hacia sus ojos.
—¿Y tu padre?
—Él, ahm, falleció seis meses antes de la mudanza.
—Lo lamento.
Antes de que JungKook pudiera responder, el ringtone del celular de YoonGi los interrumpió.
—Dame un segundo —el contrario no respondió, solo asintió con la cabeza. Eso bastó para que pudiera responder la llamada—. Min.
JungKook aprovechó en distraerse viendo con ojos curiosos el interior de la oficina. Habían dos paredes con ventanas de lado a lado, que seguramente brindarían una gran iluminación, pero YoonGi prefería mantener las persianas cerradas. La decoración era minimalista y la mayoría de los muebles constaban de archiveros donde seguramente tendría información de todos sus casos. Recorrió el escritorio con la mirada y no encontró ningún retrato de su familia o algo por el estilo. En sí, la oficina del detective no parecía tener ninguna decoración personal suya, nada que hablara de él y su vida. Eso lo decepcionó un poco, quería conocer más de él.
—Encontraron un cuerpo en un motel cerca de Dongseong-ro —comentó Min cuando cortó la llamada.
—¿U-un cuerpo?
—Sí, sabré los detalles al llegar —se puso de pie—. ¿Te gustaría venir, novato? Aunque no sé si sea demasiado para tu primer día.
JungKook se levantó, sin siquiera pensarlo dos veces. No estaba dispuesto a permitir que nadie lo viera como un debilucho inservible, además por supuesto, no iba a perder la oportunidad de seguir haciéndole compañía a ese hombre que le arrebató el aliento en menos de un segundo.
—Iré.
YoonGi pareció verse convencido ante la seguridad en su tono de voz, por lo que logró asentir.
—Bien, vamos.
YoonGi fue el primero en salir de la oficina, la mirada de JungKook instintivamente bajó por su espalda hasta su trasero, aunque no pudo apreciarlo como esperaba, pues la tela del saco lo cubría.
—Oh, casi lo olvidaba —YoonGi se giró hacia él, haciendo que JungKook alzara la mirada. El detective volvió a entrar a la oficina, Jeon no lo siguió, solo se giró para verlo debajo del marco de la puerta. Min abrió un cajón del escritorio, sacó un par de cosas y luego regresó hacia donde estaba el contrario—. Tu placa y tu arma.
JungKook las tomó, casi sintiéndose poderoso al tenerlas en sus manos. Hizo otra venia en agradecimiento.
—Gracias.
—Sé que ya sabes usarla, pero por favor, no seas imprudente.
—Sí, señor.
Dicho eso, ambos continuaron con su camino. Al salir del departamento, subieron al auto que YoonGi conducía, hasta llegar a la dirección que le habían dado del motel.
Al entrar a la habitación, una horrible escena del crimen los esperaba: estaba el cuerpo de una mujer en el suelo, sin ropa y sin cabeza, aunque curiosamente no habían muchos rastros de sangre.
YoonGi volteó a ver a JungKook, quien estaba al lado suyo, y este parecía estar petrificado viendo el cuerpo. Volvió la vista al frente, hacia uno de los expertos forenses que se encontraba tomando fotos a las posibles evidencias.
—NamJoon, ¿qué tenemos?
—Mujer, aproximadamente 37 años, no encontramos ningún tipo de identificación suya, ni siquiera hay registros de ella en la recepción.
—¿Qué hay de las cámaras de seguridad?
—No sirven desde hace tres años, solo están puestas para que las personas crean que sí —suspiró—. Había una alfombra antes —señaló cerca de donde debería estar la cabeza—. Lo dedujimos por la sombra que se genera del polvo y porque cada habitación tiene una, menos esta.
—¿Y la cabeza?
—Desaparecida, como con el resto de las víctimas.
—¿Crees que se trate de El Decapitador de nuevo?
—El corte en su cuello no es tan limpio como en los otros cuerpos que hemos examinado, además, siempre suele ponerse creativo decorando esa zona con otras cosas, pero esta vez no hay nada. Así que... o improvisó con una nueva arma y cambió de modus operandi o se trata de un imitador.
—Detective —YoonGi se giró hacia él cuando JungKook lo tomó del brazo—. ¿M-me disculpa un momento? Necesito un baño.
—¿Vas a vomitar? —no necesitó una respuesta, el rostro pálido del chico le dijo todo. Hizo un gesto con la cabeza, apuntando la salida—. Ve.
—Gracias.
Jeon salió casi apresurado de esa habitación. NamJoon dejó de tomar fotos y bajó la cámara para mirar a YoonGi a los ojos, con una sonrisa burlona asomándose en sus labios.
—¿Es el novato?
—Sí —también sonrió, con algo de prepotencia—. Pensé que sería más fuerte que eso.
—Es su primer día y lo trajiste a ver un cuerpo decapitado —negó con la cabeza aún con una sonrisa—. Eres increíble.
—Tenía altas expectativas.
JungKook llegó al baño de la recepción, cerró la puerta con seguro y se posó frente al lavamanos, apoyando sus manos sobre el borde del mismo.
Inhaló y exhaló hondo varías veces. Sin embargo, cuando subió la mirada hacia su reflejo en el espejo y con cada segundo que las imágenes de ese cuerpo que vio hacía poco volvían a aparecer en su mente, un enojo indescriptible lo invadió.
Inició a patear el latón de basura que estaba bajo la máquina de papel, lo hizo tantas veces y con tanta fuerza, que provocó varias abolladuras al objeto.
—¡Mierda!
Exhaló hondo una vez más. Volvió a colocarse frente al espejo, y después de ver su cabello despeinado y notar su respiración pesada, decidió tratar de relajarse.
Se tomó varios minutos, lavó su rostro, acomodó su cabello, y una vez que se sintió más tranquilo, decidió regresar a la habitación junto al detective y los demás.
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Esto es lo que pasa cuando me veo todas las temporadas de AHS de una
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Pido perdón, se viene una historia muy random y algo turbia (???)
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