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4𓏲 ๋࣭ ࣪ ˖ damn bitch.


 ִֶָ☾.When we're face to face, he'll feel the rush
Climb in his veins, and soon enough.

── .✦ Allegra Jordyn.

Hoy es el día que debía renunciar a mi trabajo en el restaurante, sé que no debería de estar nerviosa pero a decir verdad, lo estoy, y mucho.

Debo de decir que me he replanteado a mi misma si de verdad debía renunciar, pero al hacer la lista de los pros y los contras por escrito, el restaurante tenía todas para perder. Es decir, yo soy una persona que por lo general no le gusta que le manden, y el señor Volkov parece un señor demasiado mandón y autoritario en todos los sentidos de la palabra, mientras que Bob es el típico 'mientras traigan plata a mi restaurante, hagan lo que se les dé la gana' y se encierra en su oficina a contar su dinero sucio.

Ahora mismo estoy en camino a Jauría, para dar mi última presencia en aquel horroroso lugar y mi carta simbólica de renuncia porque estoy segura que no tengo una obra social que cubra mi salud en caso de que me rompa una pierna en ese lugar. El taxi parece ir más rápido de lo que debería, ¿O soy yo la que en realidad no quiere llegar? Como sea, tengo ganas de estrangular al conductor por ir tan rápido hacia el lugar donde no quiero ir.

El señor Volkov ya me había mandado por correo todo lo que el trabajo de ser su asistente implicaba, y como había dicho anteriormente, es un hombre de alto mantenimiento. Estaría siendo su maldita niñera, sin llevar el título de niñera de manera oficial. No me emociona tener que estar pendiente de una persona cuando apenas puedo hacerme cargo de mi misma y mantenerme viva cada segundo de mi vida.

Pero la paga lo vale, es el triple de lo que me pagan en Jauría, y es un maldito puesto de asistente. Puedo pagar cuatro meses de adelanto, la comida de cada uno de los meses e incluso me sobraría dinero para comprar más ropa para mi... Bueno, es una exageración pero si puedo pagar cuatro meses de adelanto de la renta.

—Señorita debe pagar. — La voz del conductor me saca de mi ensoñación.

Ya habíamos llegado al restaurante.

Sonrío nerviosa y saco la plata de mi bolso para colocarla en su mano.

—Gracias y lo siento. — Digo en lo que abro la puerta del taxi y me bajo.

Sigo con la mirada al auto alejarse dejándome allí en medio de la nada, a las cinco de la tarde en medio de la semana. Este lugar incluso es más horrible de día, vacío y sin clientes.

Me doy coraje a mi misma cerrando mis puños a los costados de mi cuerpo y asiento con firmeza antes de comenzar a caminar hasta el interior del restaurante abriendo la puerta, estaba abierta, lo significa que Bob está aquí adentro haciendo lo que siempre hace, contar su dinero sucio.

Mis pasos resuenan en el ambiente silencioso, las luces están apagadas y la única luz que alumbra el lugar son los rayos de sol que entran por la ventana a través de las cortinas de color naranja despintadas. Miro todo el lugar con atención en lo que me dirijo hacia la oficina de Bob, se escucha de fondo una música de Jazz antigua, lo que me hace rodar los ojos por el intento de aquel viejo asqueroso de parecer decente con sus gustos musicales.

Levanto mi mano para golpear en la puerta pero me quedo quieta un par de segundos.

Tú puedes Iris, tú puedes.

Un suspiro entrecortado sale de mi boca en mi intento fallido de querer calmarme, pero sé que si no lo hago ahora, no lo haré nunca más, así que simplemente doy tres golpes a la puesta.

—Pase. — Se escucha del otro lado. Abro la puerta y fuerzo una pequeña sonrisa que intento que se vea genuina. La mirada de Bob es de sorpresa pero aun así sonríe.— Iris, mi mejor trabajadora, si es una sorpresa verte a estas horas.

—Hola, Bob. — Digo en lo que me acerco un poco a su escritorio, en donde él está sentado del otro lado.

No puedo evitar notar la cantidad de botellas vacías de diferentes tipos de bebidas alcohólicas desparramadas en una esquina de la oficina, al igual que todo el restaurante, hay una pequeña ventana que alumbra el lugar con una lámpara naranja colgando del techo, dando sus últimos rayos de vida.

Bob es un hombre de unos cuarenta años de edad, pero por la forma tan horrible en la que vive lo hace ver aún más viejo de lo que realmente es. Una panza de alcohólico, por supuesto, las canas se asoman en su cabello y su barba a medio crecer, su sonrisa es la que más me suele dar miedo y asco a la hora de hablar con él, porque transmite cualquier cosa menos el ser una buena persona, y ni hablar de la intensidad de esos ojos color miel que viven rojos.

—¿Qué te trae por aquí tan temprano?— Pregunta despreocupado mientras cuenta un taco de dinero en sus manos.

Moja su dedo con su lengua para despegar los billetes de los otros, completamente concentrado. Casi, pero casi, que me hace querer irme para dejar que siga contando su dinero tranquilo.

No, Iris, te quedas aquí.

Maldita voz dentro de mi cabeza que me hace ser una persona razonable y responsable.

—Si, venía a hablar sobre el trabajo. — Comienzo a hablar con lentitud, mis palabras no le hacen efecto y me da una mirada rápida para volver a su dinero, dándome a entender que quiere que siga hablando. — Voy a renunciar.

Su reacción me asusta.

Se queda petrificado con un billete entre su dedo índice y anular, su mirada perdida por un par de segundos, como si tuviera una batalla dentro de su cabeza. Yo elevo una de mis cejas esperando unas palabras de su boca.

Luego levanta la mirada y esa tensión desaparece de su cuerpo con rapidez y deja el taco dinero sobre la mesa para prestar toda su atención a mi... con esa sonrisa.

—Iris, si es por el tema del dinero, no tengo problema en...

—No, no es por el tema del dinero. — Por supuesto que también es por el dinero. — Es que he conseguido otro trabajo, y como quiero avanzar en mi vida, lo he tomado. — Las palabras salen de mi boca con cautela, por miedo a la posible reacción de Bob.

Él comienza a golpetear sus dedos contra la madera del escritorio. Un ruido que suena en mis oídos como si estuviera justo a mi lado.

—Ya veo. — Su voz baja y rasposa, como si estuviera recapacitando mis palabras. Se recuesta en su silla, que hace un ruido extraño a causa de la oxidación.— Bueno, es una pena, que me pagues de esta manera.

Espera, ¿Qué?

Mi cara demuestra incredulidad y sorpresa ante sus palabras.

—Es decir, Iris...— Un escalofrío recorre mi cuerpo ante el tono de voz que usa para decir mi nombre. — Yo te he salvado, te he dado todo aquí, ¿Y planeas abandonarme y a tus compañeras? — Chasquea su lengua negando con la cabeza mientras me ve con intensidad. — Una verdadera decepción.

—Estoy segura que las chicas lo entenderán, siempre nos deseamos lo mejor, y no es ni por usted ni por el trabajo, agradezco lo que ha hecho por mi...— No, no le agradezco que me hayas hecho casi prostituir en frente de todos esos hombres.— Pero no pertenezco, ya no.— Mi voz suena firme en cada palabra que sale de mi boca.

La paciencia y la sonrisa con la que había entrado, acaban de desaparecer en su intento de manipulación, ¿De verdad cree que voy a caer en ese tipo de juegos? Por favor, mi vida ha sido una mierda desde que tengo memoria, he aprendido a tener los ojos más abiertos y una mente mucho más cerrada con tal de saber que las personas no van a abusar de mi.

Seré una buena persona, sin embargo no soy una idiota.

La mandíbula de Bob se tensa ante mis palabras, él se para con lentitud de su silla con sus manos apoyadas sobre el escritorio ejerciendo una fuerza exagerada que hace que sus nudillos se pongan blancos.

—Lo que estás haciendo es ser una maldita perra desagradecida, Iris.

—No, no lo estoy siendo.— Respondo con rapidez, lo que provoca que el ceño de Bob se frunza aún más.— Eso ha sido todo, ahora si me disculpa, tengo que irme, y no me hará cambiar de opinión, es mi respuesta final.

Y sin más vueltas, giro sobre mis pies para salir de la oficina a pasos seguros y firmes.

—¡Te vas a arrepentir, perra!— Escucho que grita Bob a mis espaldas desde la oficina.

Seguido de eso, el sonido de botellas de vidrio rompiéndose llenan el ambiente.

Todos mis instintos se prenden enseguida, y lo que hacen mis piernas antes de siquiera poder darme cuenta, es salir corriendo de allí a toda velocidad. Con el corazón en el pecho me apresuro a salir del restaurante.

Miro en todas las direcciones esperando ver a alguien pasar por allí, pero nada.

¡Mierda!

Le hubiera dicho al taxista que se quedara a esperar, sin embargo no esperaba que esa fuera la reacción de Bob al escuchar mi renuncia, no conocía este lado de él, y al final sí resultó ser más peligroso de lo que alguna vez había imaginado.

Mi pecho sube y baja sin parar por el miedo, antes de darme cuenta, vuelvo a correr una vez más en dirección a la ciudad, sin importar si es en medio de la maldita ruta, sólo quiero alejarme de aquel lugar antes de que se pusiera peor. La verdad es que no tengo idea de si Bob me está persiguiendo o no, pero el sonido de las botellas rompiéndose fue más que suficiente para activar mis instintos de supervivencia.

Tampoco soy capaz de mirar hacia atrás para confirmar si está detrás de mí o no.

No tengo idea de cuánto tiempo he estado corriendo, pero todo este camino siempre se me ha hecho conocido, y el sonido de la ciudad se vuelve a hacer presente en mis oídos. Estoy bañada con una capa de sudor, agarrando mi bolso con fuerza una vez he llegado a la civilización una vez más.

Estoy segura que he corrido seis kilómetros sin descanso.

Poco a poco voy disminuyendo la velocidad de mis pasos hasta que comienzo a caminar, o eso es lo que intento, porque me doblo a la mitad a causa de la falta de aire, mis manos van instintivamente a mi estómago. Nunca había sentido este tipo de pánico en mi vida, y había pasado por varias cosas bastante intensas antes.

Cierro mis ojos, tomo aire y lo suelto con lentitud pero sale cortado porque enseguida me vuelvo a acelerar.

Me toma un tiempo recomponerme, al parar de golpe, mis piernas se comienzan a sentir débiles, no obstante no me doy el gusto de detenerme, ahora sólo quiero llegar a mi departamento y dormir, y rogar porque todo esto sea una maldita pesadilla.

Y yo ser una maldita exagerada.

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