Vigesimosexto plato
[Namjoon]
Ignoré todas las llamadas perdidas que colapsaban mi móvil mientras seguía bajando por la lista de contactos hasta llegar a mi objetivo. Pulsé el botón de llamada y esperé paciente a que lo cogiera, sin importarme las horas que fueran.
- ¿Namjoon? –escuché un bostezo y sonreí imaginando la cara de dormido que debía tener mi novio al otro lado de la línea. Seguro que seguía igual de guapo que siempre. – ¿Qué pasa? ¿Ocurrió algo?
- Terminé mis entregas.
- ¿Eh?
- El disco, Jin, las mezclas y todo eso. Ya está, soy libre.
- Namjoon... –volví a escuchar otro bostezo, pero en este no sonreí al esperarme su respuesta solo con el tono que llevaban sus palabras. – Son las cinco de la mañana.
- Pero acabo de mandarlo todo y pensé que podía pasar a recogerte y... no sé, pasar un rato contigo... –intenté que mi voz sonara lastimera, pero más que otra cosa se notaba impaciente, urgida básicamente. Sí, eso era, tenía una urgencia enorme por ver a Jin.
- Ya voy yo, tú espérame en tu piso.
- ¿Ahora?
- Ajá –tercer bostezo en lo que llevábamos de conversación. Ahora sí que sonreí, pero por la emoción de poderle volver a ver después de tanto tiempo. – En media hora estoy allá.
En media hora podría tocarle, y besarle, y abrazarle y joder, compensar todo el tiempo que habíamos perdido por la maldita entrega del nuevo disco. Aún con el móvil pitando por la finalizada llamada, no podía reaccionar. Estaba demasiado sumergido en mi tan ansiado premio después de tanto trabajo.
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un mes? ¿Dos meses? Ni lo recordaba. Solo pudimos quedar una vez para nuestro aniversario, e igualmente después de ello Jin se tuvo que marchar rápidamente a su nuevo trabajo. Entre la universidad y la vida laboral de ambos, poco tiempo teníamos para podernos compaginar, así que estaba totalmente agradecido de que yo pudiera tomarme un descanso y de esa forma adaptarme al horario de Jin. Realmente estas semanas se sintieron como un infierno, un aburrido y monótono infierno.
El concurso ya terminó, quedando una atractiva chica de pelo rubio teñido como ganadora. Era buena, no iba a negarlo, pero tampoco había tanta diferencia entre ella y Jin, o incluso entre ella y el otro finalista que llegó hasta tan lejos. En definitiva, fue pura suerte que entre esos tres ganara, pues podría haberlo hecho cualquiera de ellos. Por suerte para Jin, el concurso, de una manera u otra, también terminó proporcionándole un trabajo.
Y por como se le veía, o al menos, por cómo le había escuchado estos días cuando hablábamos por el móvil, parecía contento, y yo me alegraba enormemente por él. Definitivamente ese restaurante tenía un buen ojo al haber contratado a Jin. Mi princesa era la mejor del mundo.
Y con esos pensamientos y la característica sonrisa de bobo que solía acompañarlos, me levanté de la silla de mi escritorio y fui caminando como zombie a la cama, notando como el cómodo colchó me atraía. Oh. Era tan agradable. Hacía demasiado que no disfrutaba de une buena noche de descanso, que no dormía de forma adecuada.
Solo faltaba Jin, si tan solo estuviera ahí...
+++
Me desperté de golpe a notar un agradable y dulce olor viniendo de la cocina y relacionándolo de forma inmediata a Jin. Miré el reloj asustado, comprobando las horas que eran, y todo de forma inútil, pues la luz de la ventana me indicaba que era por la mañana. Seguro que Jin e odiaría, me clavaría un cuchillo por despertarle y luego quedarme dormido, y yo lo tendría totalmente merecido.
- Oh, ahí estás.
Llevaba un plato con tortitas y caramelo por encima, y me sonreía. Yo aún estaba medio dormido, debatiéndome entre lo que era y no era real, y rezaba con todas mis fuerzas para que la imagen de Jin acercándoseme, dejando un beso en mi mejilla y a la vuelta el tentador plato de tortitas en la mesa, fuera real.
- ¿Qué hora es? –me atreví a preguntar, carraspeando seguidamente al notar mi voz ronca de las mañanas.
- Las diez –le miré asustado, pero no tanto como confundido. Ya no entendía nada. Quizás la llamada de ayer era un sueño, o quizás todo eso había sido un sueño y aún ni siquiera habíamos empezado la mezcla del nuevo disco. – No pongas esa cara, bobo, no pasa nada.
- ¿Ayer te llamé?
- Ajá –cogió dos platos pequeños y sirvió en uno de ellos varias tortitas, dejándome unas perfectas vistas de su trasero, tan tentativas que casi olvido el tema del que hablábamos. Cuando se giró y me pilló, simplemente suspiró con dejadez y sonrió con resignación. – A quien se le ocurre llamar a las cinco de la mañana, por dios.
- ¿Vi-viniste?
- Claro –enrolló su tortita con el caramelo líquido en su interior, y tras convertirla en un cilindro, le dio un mordisco, llenando sus mofletes hasta que no cabía más comida. Era tan característico de él que siempre relacionaba los animales, tipo ardillas, con Jin comiendo. – Supuse que ibas a estar dormido, así que traje la llave que me dejaste y ya está. – Oh, bendito momento en el que se me ocurrió darle una copia de las llaves de mi piso por si ocurría una emergencia. Bendito momento, de veras, por él ahora seguía vivo. – De hecho me he despertado hace veinte minutos, tampoco te creas que llevo despierto mucho rato.
- ¿Dormiste en mi cama?
- En el sofá –señaló unas mantas que ahora permanecían sobre el mismo, solo que perfectamente dobladas. Fruncí el ceño con desagrado y me crucé de brazos. – No quería despertarte, no te pongas así...
- La próxima vez me despiertas, o lo que sea, pero no duermas en el sofá.
- Exagerado.
Igual supe que me había entendido cuando evitó responder, así que no me preocupó que mi orden se quedara en el aire, porque realmente no lo había hecho. Me molestaba enormemente imaginar que podía haber dormido con Jin, o que yo estaba disfrutando de mi cómoda cama mientras él se dejaba la espalda en el sofá.
- ¿Puedo? –señalé el plato de tortitas al tiempo que me acercaba a él, quien estaba ligeramente apoyado en la mesa. Negó sonriendo y escondió el plato tras su espalda al tiempo que terminaba de ingerir el gran trozo de tortita que aún quedaba en sus manos. – Que manía tienes de llenarte siempre la boca.
- Ym bmpfez def tmzf guztaf –farfulló con el dulce de comida en su boca. Reí y puse una mueca para que comprendiera que no había entendido absolutamente nada, aunque tampoco era difícil de adivinar, pues realmente nadie podría haber descifrado sus palabras. Cuando terminó de tragar y volvió a recuperar sus habilidades para hablar, repitió lo mismo mientras y limpiaba la comisura de sus labios con mi pulgar y lamía el delicioso caramelo que antes las manchaba. – Y bien que te gusta, dije.
- No había pensado en eso, pero ahora que lo dices – volví a lamer de ese caramelo, solo que en esa ocasión, directamente de su boca, disfrutando del meloso sabor que desprendían sus labios. No fue hasta que le mordí con demasiada fuerza, que noté el hambre que tenía. Me alejé unos centímetros y puse una mueca. – O compartes conmigo, o te como a ti.
- Está bien –hizo el amago de girarse para darme el plato, haciéndome la boca agua antes de que lo pusiera ante mis ojos. Obviamente tendría a los dos, pero por desgracia a Jin no podía ingerirlo, y mi estómago tenía preferencia por el desayuno que mi novio había preparado. Cuestión de supervivencia. – ¿Qué miras? –enarqué una ceja sin comprender porque volvió a girarse hacia mí sin nada en sus manos más que una mísera tortita, la cual volvió a enrollar y comer como si nada.
"Así que a esas jugamos, eh..."
Sonreí y le cogí de la cintura, quitándole el rollo de masa de sus manos y metiéndolo de un bocado en mi boca, o bueno, intentándolo, ya que la mitad permanecía afuera. Antes de que pudiera soltarse, le levanté y cargué a mi hombro.
- ¡Ah, vale, vale, compartiré las tortitas! ¡Lo haré, lo juro! –exclamó desesperadamente, aunque tampoco podía dejar de reírse, por ello la situación no podía coger total seriedad. Sonreí y tras tragar lo que quedaba de la tortita que le había robado al castaño, lo dejé sobre el sofá con cuidado de no herirle. Cuando se quiso levantar, me senté a su lado y tiré de su muñeca, lanzándole de nuevo al mullido colchón.
- Ya es tarde, haberlo pensado antes.
- ¿No quieres desayunar? Me salieron deliciosas –el muy desgraciado sabía donde tocar, mi punto débil, y más por las mañanas. La comida y Jin podrían manejar mi maldita vida, y cuando se unían, ya sí que me volvía el ser más indefenso del mundo. Por desgracia para las tortitas, que seguramente se morían de ganas por ser comidas por mí, Jin estaba demasiado provocativo bajo mi cuerpo como para dejarle escapar.
- Puedo comerte a ti, que también sabes delicioso.
Sonreí y empezamos a besarnos, con tantas ansias que realmente parecía que íbamos a comernos, pero es que en mi caso exactamente era eso lo que sucedía. Tenía hambre de Jin desde hacía tantas semanas que casi se convirtió en algo peligroso para mi salud, y ahora que lo tenía delante no iba a soltarlo hasta quedarme satisfecho para una vida.
Seguimos besándonos, atracándonos el uno al otro, excitándonos más y más con cada roce entre los que se interponían ciertas prendas que no terminaron en desaparecer. Lo último fueron los bóxers de Jin que casi rompí con la impaciencia de sacárselos. Besé su vientre, disfrutando de cómo suspiraba y tensaba bajo mis labios. Era tan receptivo, tan sensible, simplemente rozando sus pezones comenzaba a gemir y revolverse, por lo que cuando comencé a pellizcarlos y lamerlos mientras con la otra mano le dilataba, Jin ya estaba convirtiéndose en un enredo de gemidos y jadeos, poniéndome más cachondo aún, si podía ser, a mí.
- Joder, realmente te eché de menos –murmuré sin dejar de besar su pecho, de marcarlo con pequeñas succiones. Quizás me estaba pasando con las marcas, pues había perdido la cuenta de cuantas llevaba, pero es que no podía detenerme. Realmente quería probar cada pedazo de Jin como si fuera la primera y última vez que lo estaba haciendo.
- A-ah, Nam...
- ¿Y tú a mí? ¿Me echaste de menos? –pregunté junto a su cuello, mordiendo el lóbulo de su oreja y tirando de él, muriendo con cada respuesta suya. Él asintió con un gemido, sintiendo mis tres dedos en su interior, moviéndose y jugando más que dilatando. Sus piernas temblaban e intentaba cerrarlas de manera inconsciente, pero yo se lo impedía al estar entre ellas.
- Mmmgh...
- ¿Eso es un sí?
- S-sí... –murmuró con voz lastimera bajo mis labios, incitándome más a que le besara, y eso hice al tiempo que sacaba los tres dedos y volvía a tantear su entrada, ahora solo rozándola por encima de forma superficial, haciendo que se estremeciera bajo mi cuerpo. Sonreí y volví a besarle. – mu-mucho.
- Mejor –respondí con una inevitable prepotencia. Quería que me añorara, que me necesitara y dependiera de mí tanto como él había conseguido que yo dependiera de él. – ¿Te dolerá si entro ya? –negó con un puchero y cerró los ojos, mordiendo su labio y dándome una excitando vista de esa imagen sin saberlo. Yo con mi mano, agarré mi miembro y tanteé con él sobre su entrada antes de introducir el glande, quizás la peor parte para Jin y la mejor para mí. Suspiré al verme envuelto de nuevo con su calidez, con la deliciosa forma en que sus paredes me apresaban y estrechaban con fuerza. Definitivamente Jin era el jodido paraíso. – ¿Estás bien? –pregunté con voz agitada.
- A-aha, solo... so-solo no te muevas...
- Hasta cuando tú me digas –respondí sonriente, distrayéndome con la agradable sensación de sus labios liberando gemidos bajo los míos, permitiéndome morderlos y chuparlos, y respondiendo a todo ello. No fue hasta que murmuró un suave "Ya puedes" que comencé a moverme de forma lenta para no hacerle daño, conteniendo mis instintos que tiraban de mi cordura para que le partiera en dos en ese mismo instante.
Fui aumentando la velocidad de las embestidas, chocando repetidamente contra él, mordiéndole al tiempo que me descargaba de la mejor forma que existía, con fuerza y ansias, con toda la acumulada en este tiempo sin verle. Todo la casa era un cajón de gemidos, los cuales aumentaron por su parte al cabo de unos minutos, cuando encontré su punto y comencé a golpearlo con fuerza.
Ver a Jin retorciéndose de placer era un placer en sí, simplemente lo mejor que mis ojos podían apreciar. Sus gemidos, sus besos, todo conseguía hacerme perder lo poco que me quedara de cordura. Sujeté sus caderas y le atraje hacia mí, haciendo más concisas las embestidas, torturándole al marcar una y otra vez ese punto que conseguía hacerle gritar mi nombre. Esperé a que él se viniera para permitirme hacerlo también, gruñendo contra su cuello y agarrando el mullido cojín tras su cabeza entre mis puños, liberándome de la mejor forma que existía y llenándole para segundos después de que yo saliera de su interior, ver como mi semen se desbordaba por sus muslos. Era una imagen tan pervertida, que no había forma de que no me encantara.
- En serio, tenía muchas ganas de verte –murmuré, inclinándome de nuevo a besarle. Él sonrió y no soltó mi labio inferior hasta que pasaron varios segundos. – Y perdona por quedarme dormido anoche.
- No pasa nada, me alegró que me llamaras –me rodeó con sus piernas e hizo caer totalmente sobre él, enganchándose a mí como si fuera un koala. – En serio, te eche mucho mucho mucho de menos.
Volvimos a besarnos, cerciorándonos de la verdad que contenían nuestras palabras. Decían que el primer amor es al que más se quiere, y yo podía corroborarlo, pues jamás existiría alguien a quien pudiera querer tanto como a Jin. Simplemente era imposible.
- ¿Vamos a desayunar ahora?
- ¿Sigues con hambre? –preguntó en broma, riéndose de lo rápido que asentí. El olor de las tortitas aún seguía predominando en el ambiente, y eso conseguía aplacarme casi tanto como Jin. – Vayamos entonces –desenrolló sus piernas y tras limpiarse con la manta que usó esa noche para taparse mientras dormía, echó a andar hacia la cocina. Yo reí al ver como se le dificultaba cada paso y acariciaba disimuladamente su trasero con expresión de dolor. –¡ Deja de reírte y ven de una vez o me las termino todas!
- ¡No no, espera! –reí de nuevo y tras colocarme los bóxers y pantalones de chándal, dejando abandonada la camiseta en alguna parte del salón, salí corriendo en su búsqueda camuflada como búsqueda de las tortitas.
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