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Quincuagesimotercer plato

[Namjoon]

El traqueteo casi imperceptible del tren consigue distraerme en intercalados segundos de todo el problema que se me acaba de echar encima. No, no solo es un problema, es una cascada de problemas cayendo de lleno sobre mi cabeza.

¿Fotos a cambio de una buena cantidad de dinero y que Ailee retirase la denuncia? ¿Jaesuk estaba loco? Aunque más bien no creo que se tratara de locura, simplemente era un maldito acosador sin un propósito en la vida. Y ese vacío en la suya comenzaba a joder la mía. Y no me hacía ninguna maldita gracia.

No era la primera vez que me pasaba algo de este tipo con Jin, pero después de la última, jamás me esperé que volviera a suceder. Exactamente, la consideré "la última", no la antepenúltima o penúltima. Pensé que ese iba a ser el final, pensé que dejaría de caernos mierda por todos los lados y finalmente podría disfrutar de mi relación sin terceras, y para nada deseadas, intervenciones.

Pero no parecía ser posible.

Jin había terminado por dormirse sobre mi hombro, cosa que parecía un milagro teniendo en cuenta lo agobiado que estaba minutos antes. Por eso no quería comentarle nada, porque se preocupaba con facilidad, y eso era lo que más me molestaba, que le afectara a él. Incluso dormido, aún tenía el rostro fruncido. Quizás estaba teniendo alguna pesadilla, parecía bastante probable por la forma en la que se aferraba desesperadamente a mi jersey.

Comencé a acariciar su mejilla en un intento de calmarle mientras valoraba las opciones, las pocas opciones. De hecho, concretamente eran dos. Dos simples elecciones que me llevarían por senderos totalmente distintos.

Por un lado podría renunciar a Jin. Podría renunciar a verle, besarle o si quiera hablar con él. Podría cortar de raíz la relación y seguir mi vida como si nunca nos hubiéramos conocido, o al menos fingirlo, ya que sería imposible olvidarle. Y dolería, probablemente dolería tanto que afectaría en muchas otras cosas de mí día a día, pero me compensaría en la vida profesional. Ya no habría más riesgos o mentiras. Sería quitarme el mayor peso y regalo que me había ofrecido la vida.

La otra opción sería dejar de lado mi trabajo, mi esfuerzo y mi música. Ya no podría vivir de ello, pues los fans y mi imagen decrecerían tanto que con un poco de suerte conseguiría seguir vendiendo algunos discos. Al menos, mi carrera en corea, se iría a la basura. Todos mis sueños y aspiraciones se verían hechos añicos.

No. De ninguna forma podía renunciar a todo eso.

Era triste, e incluso cruel pensarlo, pero no me veía capaz de soltar ninguna de las dos cuerdas. Quería mi jodido futuro en la música junto a Jin. Quería que acabaran las mentiras, pero sin perder nada. Todo me lo había ganado con mi propio esfuerzo, y no tenía sentido que tuviera que perderlo por un par de mentes cerradas.

- ¿Nam? –Bajé la vista, encontrándome a un somnoliento Jin. Tenía un ojo entrecerrado, y a los pocos segundos soltó un adorable bostezo que me hizo sonreír. Aún despierto, seguía aferrándose a mi ropa, aunque con menos fuerza. – ¿Cuánto queda?

- Poco menos de una hora.

Volvió a bostezar y esta vez sí que se incorporó, sentándose erguido de nuevo. Miró a su alrededor con desconcierto mientras terminaba de frotarse los ojos con un irresistible aura de ternura. Definitivamente él se llevaba el puesto de bolita rosa de adorabilidad sin discusión alguna.

- Tengo hambre –balbuceó mientras sacaba la vista de nuestros asientos, echando un vistazo al pasillo. Probablemente en busca de algún carrito de comida. – Quiero chocolate –se quitó el cinturón y puso en pie, estirando disimuladamente sus extremidades. – Voy a buscar al señor del carrito.

Antes de irse, dejó un suave beso en mi mejilla. Sonreí y me quedé esperando a que apareciera con empalagosos suministros. Pero para mi sorpresa, su llegada se anticipó mucho más de lo que yo creía, y además venía con las manos vacías. Le miré desconcertado y él se apresuró a explicarse, ya que había vuelto casi corriendo.

- Lo siento, se me olvidó preguntarte.

- ¿Eh?

- ¿Quieres algo para comer? ¿Chocolate? ¿Algodón de azúcar? –reí por lo dramático que se había visto segundos antes. Solo era eso, solo saber si yo tenía algún antojo. – Quizás tengan esas galletitas saladas con forma de lazo que tanto te gustan...

- No, no quiero nada.

- ¿Nada?

- Bueno, una botella de agua.

- ¿Solo eso? –me miró extrañado y yo asentí, disfrutando de cómo se sorprendía cada vez que rechazaba algo de comer. Para Jin, si rechazabas comida, no estabas bien de la cabeza. – Como quieras. Igual te compraré las galletitas si las veo.

Esta vez, antes de que desapareciera, fui yo quien le llamé. Se giró intrigado y me miró con los ojos muy abiertos y las cejas levantadas, esperando aquellas palabras por las cuales yo le había detenido en su trayecto.

- Jin, te quiero.

No me respondió. Tan solo se sonrojó como hacía tiempo que no mostraba, y salió a paso rápido con la cabeza gacha, ocultando su adorable vergüenza. Y yo sonreí, sonreí con tanta tristeza que por un momento temí echarme a llorar.

No podía dejar de pensar en cómo de difícil sería vivir sin poder olvidarle.

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