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XIX. FELICITY HATES DATING

     Cuando Felicity volvió a la realidad, estaba en su cuarto.

     Pero, eso no podía ser verdad. Porque estaba en Hogwarts. Y su cuarto en Hogwarts no tenía sábanas amarillo pastel y un calentador amarillo. Su cuarto no tenía una colección de cristales en un lindo estante blanco. Y su cuarto no tenía un reproductor de discos junto a un escritorio.

     Oh, sí. Y su cuarto definitivamente no tenía a Remus Lupin sentado en la silla del escritorio, la cual había movido hacia el lado de su cama, con una sonrisa de niño pequeño.

     ―¿Qué... dónde... por qué... qué está pasando? ―pudo tartamudear Felicity.

     ―Aparentemente, soy tan buen besador que te desmayaste.

     ―Suena a algo que haría ―gruñó Felicity, dejándose caer de vuelta sobre las almohadas y cerrando sus ojos. Podía sentir sus mejillas calentarse con vergüenza cuando pasó sus brazos sobre sus ojos y gruñó―. Aunque no me besaste.

     ―¿No lo hice? ―su voz sonaba confundida.

     ―No, porque te gusta alguien más y yo soy la loca Felicity Opal que no puede pronunciar oraciones completas alrededor de ti.

     ―No me gusta nadie más, y me gusta que no puedas pronunciar oraciones completas alrededor de mi.

     ―No es una broma ―dijo seriamente, bajando sus brazos de sus ojos y mirando los suyos. Eran de un color muy bonito, como mirar flores tintineando en un jardín verde.

     ―No estoy bromeando ―Y como si quisiera provocarle un ataque al corazón, se inclinó y le dio un rápido beso en los labios, asombrándola lo suficiente como para dejarla con los ojos abiertos―. Felicity, me gustas. Mucho. ¿Cómo podría haber alguien más?

     ―Soy graciosa. Y no de la buena manera. Quiero decir, soy ridícula. Te avergonzaría.

     Su rostro de repente se tornó serio, todos los restos de broma atrás.

     ―Felicity, eres demasiado buena para mí. Creéme. Siempre eres amable, incluso cuando mis amigos te llaman por ese estúpido apodo que repetidamente les pides que no mencionen. Eres inteligente, y no me discutas eso solo porque tienes problemas en Pociones. Eres leal a Lanelle y Johanna, e incluso Hailey a veces.

     Felicity se preguntó si su corazón podía seguir latiendo. Estúpidamente, sintió lágrimas acumularse en sus ojos por sus palabras. ¿Cómo él podía pensar esas lindas cosas cuando ella ni siquiera pensaba eso de sí misma? Tan llena de emoción, no pudo evitar tomar el cuello de su uniforme y pegarlo hacia ella. Solo que en su entusiasmo, golpeó su nariz con la suya. Algo fuerte.

     ―Ouch ―murmuró en un suspiro.

     ―¿Ves? ¡No puedo gustarte! Te lastimo físicamente. Eso no es bueno de mi parte.

     ―Cállate, Felicity.

     Esta vez, sus labios tomaron la iniciativa y la besó con cuidado y dulcemente, de todas las maneras en las que Felicity había querido que la besara.

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     ―Te besó.

     ―Lo sé.

     ―Quiero decir, te besó.

     ―Lo sé.

     ―Y le gustas.

     ―No me lo creo.

     ―Es como un cuento de hadas.

     ―La gente hetero me da dolor de cabeza ―intervino Johanna desde su cama.

     Lanelle y Felicity estaban ahondando en los detalles del beso de Felicity y Remus y la pobre de Johanna estaba tratando de dormir. Desafortunadamente, a Felicity no le importaba. Remus Lupin la había besado. Por todo lo que le importaba a Felicity, Johanna podía estar despierta toda la noche.

     ―Entonces, ¿son novios?

     Y ahí estaba. La pregunta que Felicity se había estado haciendo toda la noche. El cuarto al que Remus Lupin la había llevado (la Sala de los Menesteres, qué lugar más oportuno) había sido testigo de todos sus besos, conversaciones y risas. Luego, Remus la acompañó hasta los dormitorios de Hufflepuff como un caballero, dándole un último beso antes de irse, como Felicity siempre lo había soñado. Era perfecto, salvo por una cosa.

     ¿Qué significaba todo?

     No le había preguntado si quería ser su novia. Le había dicho que le gustaba (lo que aún no podía creer del todo), y la había besado, pero no había dicho la palabra novia. Y por eso Felicity no se había molestado en decir la palabra novio.

     ―No lo sé.

     Las cejas de Lanelle se alzaron e incluso Johanna se sentó en su cama.

     ―¿No lo sabes? ―preguntó Johanna incrédulamente.

     ―No. No estoy segura.

     ―¿El tema nunca salió? ―preguntó Lanelle.

     ―No. Él solo seguía besándome, y no iba a interrumpirlo.

      El rostro de Lanelle se tornó oscuro.

     ―Si piensa que todo lo que puede hacer contigo es solo besarte, entonces tendremos una charla. No puede solo ilusionarte.

     La mente de Felicity no había pensado en eso. ¿Qué estaba haciendo Remus? ¿Ilusionarla?

     ―Cállate, Lanelle. Es Remus. El chico no mataría ni una mosca. Probablemente estaba tan feliz de que al fin pudo decirte cómo se sentía que olvidó hacerlo oficial. No te preocupes por esto, Flick.

     ―No me llames así ―dijo Felicity suavemente, su mente en desorden. Seguro, las palabras de Johanna tenían sentido. Era muy difícil que Remus hiciera algo como eso, y Felicity se consideraba una experta sobre Remus. Pero no tenía sentido que le gustara. Además, incluso si las palabras de Johanna tenían sentido, las de Lanelle igual.

     Estar enamorada era difícil. Ser de-alguna-forma correspondida era más difícil. ¿Por qué Felicity había querido esto?

     ―No te preocupes sobre eso esta noche ―dijo Johanna―. Puedes hablar con él en la mañana, pero sigo creyendo que solo se olvidó de decirlo porque estaba muy feliz. Además, olvidas algo.

     ―¿Qué cosa?

     ―Lanelle y yo hemos visto la forma en la que te mira cuando no te das cuenta. Quiere que seas su novia, créeme. Ahora, cállate para que pueda dormir.

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