IX. FELICITY HATES MIDDLE NAMES
A la siguiente mañana, Felicity quería quedarse en cama y nunca salir. ¿Cuál era el punto? Remus Lupin estaba enamorado de alguien más. Quería tener una relación con alguien más. Probablemente iba a casarse y tener hijos con alguien más, y ella seguiría pegada a él como la primera vez en la que puso sus ojos sobre él.
—Estás siendo dramática —dijo Lanelle mientras peinaba su cabello. Felicity abrió un ojo, porque el otro estaba aplastado contra su almohada—. Entonces Remus quiere a alguien más. No es el único hombre en el mundo, lo sabes. Podemos encontrarte un nuevo chico en poco tiempo.
—Yo no quiero un nuevo chico —murmuró Felicity con un suspiro—. Nunca he querido un nuevo chico. Siempre ha sido Remus.
Cuando se despertó en la mañana, era Remus. Cuando se iba a la cama, era Remus. Cuando caminaba hacia el salón de Slughorn, era Remus. Demonios, cuando se cepillaba los dientes, aún era Remus. Sabía que las personas no entendían (mejor dicho, Lanelle), pero no necesitaban hacerlo. En la mente de Felicity, ella entendía.
—Vamos, Flick —dijo Lanelle, y Felicity se sentía demasiado perezosa como para corregirla—. Levantémonos y vayamos por algo de desayuno.
—¿Crees que Remus estará ahí abajo?
—Creo que es una buena posibilidad.
—Nunca he querido ir y no ir a un lugar tanto en mi vida.
Veinte minutos después, cuando Lanelle se había asegurado de que Felicity estuviera vestida decentemente y no luciera como si se hubiese pasado la noche entera frotando sus ojos, las dos hicieron su camino hacia el Gran Comedor, encontrando a Johanna y Fiona sentadas en la mesa de Hufflepuff. A pesar de que Felicity no había llegado a conocer mucho a Fiona en las últimas dos semanas que Johanna había estado saliendo con ella, parecía lo suficientemente buena.
Johanna deslizó un panqueque y un tazón de jarabe hacia ella. Justo cuando Felicity estuvo a punto de agarrarlo, Johanna lo deslizó de vuelta hacia sí misma. Cuando Felicity susurró un pequeño jadeo, los ojos de Johanna se entrecerraron.
—Si te doy este jarabe, ¿prometes no ahogarte en él?
—No desperdiciaría un buen y perfecto jarabe en mí.
Johanna gruñó ante el comentario autodepreciable pero deslizó el tazón de vuelta hacia Felicity de todas formas. Felicity cogió el plato de porcelana y derramó el contenido completo en sus panqueques, remojando la comida esponjosa como para que se ahogara. Estaba tan concentrada en su tarea que no notó que Johanna y Lanelle se habían quedado quietas.
—Eso es mucho jarabe —dijo alguien por detrás de Felicity. Cuando escuchó la voz, su sangre se enfrió—. Yo nunca puedo comer mis panqueques con jarabe. Se hacen muy húmedos para mí.
—Buenos días, Remus —dijo Lanelle cuando Felicity no respondió—. ¿Quieres sentarte?
Felicity le envió una mirada a su mejor amiga, pero no hizo efecto. Remus tomó el asiento libre junto a la rubia Hufflepuff y le mostró una sonrisa que hizo palpitar a su corazón.
—Buenos días —chilló, embutiendo un pedazo de panqueque en su boca para que no pudiera decir algo más.
—Buenos días —replicó con una sonrisa. Felicity miró hacia Johanna y Lanelle, quienes tenían sus ojos abiertos y estaban tratando de hacer como que no prestaban atención a la escena desarrollándose delante de ellas. Fiona, la pobre chica, solo lucía confundida—. Entonces, Felicity —dijo Remus, estirándose para alcanzar una uva que estaba frente a él.
—Mhmm —murmuró, demasiado nerviosa de abrir su boca en caso de que dejara salir algo raro. Comer panqueques era mucho más seguro que tratar de comunicarse.
—¿Cuál es tu segundo nombre? Me di cuenta de que nunca supe eso. El mío es John.
Felicity y Remus levantaron la mirada cuando Lanelle dejó caer su tenedor en su plato, el cubierto golpeando contra la porcelana. Sus ojos estaban abiertos y había una enorme sonrisa en su cara. Johanna, quien parecía haberlo pillado, dejó salir una pequeña risita antes de tomar la mano de Fiona.
—Si nos disculpas, tenemos otro lugar en el qué estar —dijo Johanna precipitadamente, tirando de Fiona para despegarla de su asiento—. ¿Vienes, Lanelle?
—No estaría en ningún otro lugar —Lanelle se puso de pie tan rápido que casi derramó su jugo de calabaza.
—Ch-chicas... —Se apagó la voz de Felicity, sintiendo los nervios despertar. ¿Querían que se quedara a solas con Remus? ¿Sola con Remus cuando sabían que le gustaba alguien más? Eran las peores mejores amigas del mundo.
—¡Te vemos después, Flick!
—Por favor no me llamen así —dijo, pero fue para el aire vacío. Las tres ya habían desaparecido, apresurándose fuera del Gran Comedor a una velocidad que Felicity jamás pensó que podrían correr.
—Eso fue extraño —comentó Remus, dejando salir una risa—. Pero, no me distrae de la pregunta.
—Jane —respondió con voz amortiguada, debido a que había embutido varios pedazos de panqueque en su boca.
—Felicity Jane Opal —repitió. Ella quería derretirse. Había algo en Remus Lupin diciendo su nombre completo que la hacía querer evaporarse.
—Remus John Lupin —dijo de vuelta.
Sonrió y su estómago estalló con mariposas. Quería prepararse una poción que detuviera eso, pero con su experiencia en el curso, probablemente prepararía veneno en vez de eso.
—De acuerdo. Bueno, eso era todo lo que quería saber. Tengo que ayudar a Sirius con algo ahora. ¡Te veré después, Felicity!
Ella le envió una mirada confundida mientras él se levantaba y se dirigía rápidamente a la mesa de Gryffindor. Desde su posición, pudo verlo golpear su cabeza contra la mesa mientras sus tres amigos dejaban salir carcajadas de alegría ante su dolor. Al acabar su comida, Felicity bajó la mirada y vio que Remus había dejado su libro de Defensa en el asiento junto a ella. Limpiando su cara múltiples veces con una servilleta para asegurarse de que no tenía jarabe en algún lado, tomó el libro en sus manos y caminó nerviosamente hacia la mesa de Gryffindor.
—Ah, Flick Opal. ¿A qué le debemos este placer? —preguntó James Potter. La cabeza de Remus se levantó tan rápido como un relámpago de la mesa.
—Por favor, no me llames así —dijo antes de extender su mano con el libro—. Dejaste tu libro de Defensa. Solo quería asegurarte de que lo tuvieras.
Remus tomó el libro de sus manos y le mostró una sonrisa débil.
—Gracias, Felicity. No tenías que hacerlo.
Sí tenía, pensó para sí misma. Haría cualquier cosa que necesites.
En vez de dejarse en ridículo con ese pensamiento particular, se encogió de hombros.
—Pensé que lo necesitarías después —Comenzó a alejarse, rezando levemente para que no dijera nada más y pudiera irse en paz. Pero, su boca tenía otros planes—. Oh, y creo que tu segundo nombre te queda. Me gusta.
Cuando hizo su camino fuera del Gran Comedor, Felicity quería arrojar su cabeza contra la pared.
Sirius volteó a mirar a Remus con una sonrisa.
—Creo que tu segundo nombre te queda.
—Cierra el maldito hocico, Sirius —Cuando miraba su libro de Defensa, dejó que una pequeña sonrisa se formara en su rostro—. No puedo creer que su consejo funcionara.
—Remus, amigo. Estoy seguro de que cuando dijo que compartieras un hecho interesante, se suponía que sería un poquito más interesante que tu segundo nombre. Trata de nuevo mañana.
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