III. FELICITY HATES PREFECTS
—Honestamente, Opal, es como si no estuvieras tratando.
Si Felicity escuchaba esas palabras salir de la boca de Severus Snape una vez más, iba a hechizarlo. Era muy buena lanzando hechizos. Ella creía que podría hacerlo.
Habían estado trabajando en Pociones por casi tres horas. Él no había hecho más que gritarle cuando se enteró que no tenía ninguno de sus ensayos escritos, y solo se calló cuando Madame Pince demandó que se calmase. Felicity ya se había debatido asesinarlo cuatro veces. Él se había burlado más de treinta veces antes de que ella se cansara de seguir contando.
Enterró su rostro en sus manos, sus dedos pasando por su cabello.
—Estoy tratando, Snape —espetó, contemplando con el ceño fruncido la mesa frente a ella—. No es como si todos pudiésemos ser brillantes en Pociones.
—Este es un encantamiento de segundo año —dijo Snape secamente—. No tendría pena por ti si no pudieses hacerlo.
Felicity quería arrojarlo desde la parte superior de la torre de Astronomía.
—No tendría pena por ti si no puedes hacerlo —remedó Felicity, su nariz tapada y su voz tres veces más aguda de lo usual. Snape le dio una mirada.
—¿En serio acabas de repetir lo que dije para remedarlo? ¿Tienes once años?
Era perfectamente aceptable cuando Felicity se admitía a sí misma que estaba siendo inmadura. Cuando Snape lo hacía, ella quería golpear su nariz. Probablemente la mejoraría.
—Mira —espetó Felicity, cerrando su libro de Pociones de golpe—. Esto obviamente no pasará esta noche. Estás de mal humor y yo estoy llegando a eso porque me estás fastidiando. Hay que reunirnos otro día y trataré de tener algo de mi ensayo escrito. ¿Entendiste?
—Slughorn dijo que tengo que ayudarte, Opal —discutió Snape, pero Felicity ya estaba ordenando sus cosas. Tenía suficientes recuerdos de Snape de su única sesión de tutoría como para que le durara toda su vida.
—Y lo harás, cuando no estés siendo tan imbécil.
El segundo en el que su último pedazo de pergamino estuvo en su bolso, se apresuró hacia las puertas de la biblioteca. Dado que Snape había demandado que empezaran a las siete, ahora estaba fuera de la hora de queda. Si se encontraba con un prefecto, iba a apuñalarse con una pluma. Además, su estómago estaba rugiendo, pero no confiaba en sí para lograr ir abajo y hacia las cocinas sin ser atrapada.
Tras haber dado cinco pasos, Felicity decidió que el sonido de sus zapatos de colegio probablemente la delataría.
Los deslizó de sus pies, guardándolos en su bolso. Sostuvo su respiración cuando volteaba por esquinas, tratando de llegar a la sala común de Hufflepuff sin hacer un ruido. Al esconderse detrás de una estatua, observó de un lado a otro para asegurarse de que no hubiera moros en la costa. Podía ver el corredor de la cocina y junto a él, los barriles de Hufflepuff.
—Puedo hacer esto —murmuró—. Solo un pasadizo más que cruzar. Estoy muy cerca.
—Lo estás. Lástima que tengo que anotarte por estar afuera después del toque de queda.
Felicity saltó, golpeando su codo contra la estatua y casi mandándola directo al piso. La chica de quinto año le dio una pequeña sonrisa y levantó una ceja, haciendo gestos hacia la estatua.
—Hum, señorita —comenzó Felicity, dándole su sonrisa más educada.
—Llámame Wendy —declaró la Ravenclaw de quinto.
—De acuerdo. Wendy —Felicity frotó su codo. Estaba palpitando por debajo de su suéter—, verás, estoy fracasando en Pociones. Como, las peores notas que alguna vez habrás visto. Por eso Slughorn está haciendo que Severus Snape me ayude y Snape es insufrible y me mantuvo en la biblioteca estudiando hasta después de la hora de queda. Te prometo que no estaba afuera haciendo algo frívolo. Por favor, Wendy, estoy segura de que entiendes.
—Lo hago —dijo Wendy suavemente—, pero desafortunadamente aún tengo que anotarte. Lo siento.
Felicity de repente deseó que hubiese sido su cabeza la que impactara con la estatua.
Antes de que pudiese abrir su boca y rogarle a Wendy un poco más, las dos oyeron más pasos. Ambas cabezas giraron a la derecha, Felicity queriendo escapar hacia la sala común de Hufflepuff cuando se dio cuenta de que era Remus Lupin.
—Buenas tardes, señoritas —dijo amablemente, evaluando la situación. Le dio a Wendy una sonrisa—. Yo me encargo de esto, Wendy. ¿Quieres ir a verificar el siguiente corredor?
—Seguro, Remus. Buenas noches —dijo Wendy, despidiéndose con la mano de ambos antes de alejarse. Felicity soltó una risita nerviosamente.
—Eh... gracias —logró tartamudear. Remus le dio otra sonrisa. ¿Usaba esas como un arma o algo? Se sentía como si estuviese rebanando el estómago de Felicity—. Aprecio eso.
—Sabía que estabas en la biblioteca con Snape. Traté de ofrecerme con Slughorn como tu tutor yo mismo, pero para ese entonces ya se lo había pedido a Snape. Lo siento.
Felicity pensó que era algo bueno. Si Remus hubiese sido su tutor, trabajaría menos de lo que hacía ahora. Y no hacía nada como estaba.
—Eso fue li-lindo de ti —dijo.
Él se le quedó mirando, pero no de manera crítica. Más de una manera para asegurarse si estaba bien. Cuando llegó a sus pies, descalzos ahora que sus zapatos estaban en su bolso, levantó una ceja. Los dedos de Felicity estaban picando por moverse hacia la pluma en su mochila. No dolería demasiado si se apuñalaba directamente en el cuello. Estaría muerta antes de sentirlo.
—De acuerdo, no estoy usando zapatos —susurró. Remus asintió, y la sonrisa en su rostro era suficientemente brillante como para cegarla. Ella deseaba que lo hiciera. Quizá así no tendría que verla—. Bueno, estaba tratando de llegar aquí silenciosamente. Estaban haciendo mucho ruido.
—Entiendo —dijo, riendo levemente—. La próxima vez, si Snape trata de hacerte quedar hasta después del toque de queda, dile que se joda —Pareció considerarlo por un momento antes de sacudir su cabeza—. En verdad, no. Esta debe de ser la conversación más interesante que he tenido y no hubiese pasado si Snape fuera una persona decente.
Felicity quería derretirse en el suelo. Dejó salir una risa que sonó más como un chillido.
—Ya. Supongo que podemos agradecerle a Snape. Será mejor que entre de una vez. ¡Buenas noches, Remus! —gritó, apurándose en dirección a los barriles de Hufflepuff. Dio un golpecito con su varita en el barril del medio rápidamente y vio cómo se deslizaba para abrirse.
—Buenas noches, Flick. Te veo por ahí.
Cerró la puerta detrás de ella. Ante las familiares y cálidas paredes, se relajó levemente. Lanelle estaba sentada en el sofá, su cabello amarrado mientras trabajaba en algo en la mesa frente a ella. Brevemente miró hacia arriba cuando Felicity entró.
—¿Qué hay? —preguntó, alegre e inconsciente de que Felicity estaba muy segura de que iba a morir.
—Snape fue un idiota. Me topé con Remus. Casi me asesino a mí misma. Y luego... ¿qué es ese olor? —Felicity arrugó su nariz cuando finalmente registró que olía mal. Olía como si alguien hubiese tomado todas las pociones existentes y las hubieran dejado en una botella condensadora.
—Cosas para mi cabello, para que sepa mal si trato de morderlo —replicó Lanelle—. El olor se irá cuando lo lave en la mañana.
—No creo que pueda dormir con eso en la habitación.
—Duerme aquí abajo. Espero que Hailey y Johanna hagan lo mismo. Jodidamente molesto. Ella y Thorton están de vuelta juntos, por ciero. Y Johanna se ha conseguido una novia en Slytherin.
—Bien por Johanna.
—Me está cayendo bien —apoyó Lanelle, asintiendo con su cabeza—. Pero Hailey puede ahogarse en el Lago Negro —Lanelle se agachó, escribiendo algo en un pedazo de pergamino antes de levantar la mirada—. Espera, ¿escuché que dijiste algo sobre tú hablando con Remus?
—Yep.
—¿Y? ¿Cómo resultó?
—No estaba usando zapatos.
Estuvieron en silencio. Y luego:
—Bien.
Felicity iba a asegurarse de comprar una pluma extra filuda en el siguiente viaje a Hogsmeade. Y algunos vendajes más, porque estaba muy segura de que su codo estaba sangrando y no tenía la certeza de tener alguno en el dormitorio.
Y luego iba a golpearse con un libro de hechizos, porque era una bruja. Podía haber curado su codo hace mucho tiempo.
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