94.-Más que un amor
Aynoa volvió a dormir mientras esperaba al duque, era evidente que la noche había caído, pero no sabía si estaría amaneciendo pronto. Dentro solo la luz de la fogata se mantuvo iluminando todo.
Se arrepintió más de una vez haber abierto la boca, pero había sido el momento correcto, dónde solo estaba él y ella para escuchar la verdad que tanto había ocultado. Sobre sus hombros la carga aún era pesada, pero al menos ya no estaba sola.
—Papá volverá, ya verás que sí —dijo ella secándose unas lágrimas atrevidas mientras acariciaba su estómago.
Fue difícil, fue aterrador, pero lo había hecho y aunque sentía arrepentimiento, sabía que había decidido hacer lo correcto.
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Fuera de ese lugar el sol comenzó a salir, la mañana era helada y ventosa, pero dentro de ese lugar aún parecía ser de noche.
Aynoa abrió los ojos encontrándose con el duque sentado en el suelo, su espalda se apoyaba en un muro y tenía un pedazo de carne seca en los dedos que mordía de a pocos pedazos. Sus ojos solo se mantuvieron observando las llamas perdido en su propia mente.
—¿Estás bien? —preguntó ella sin siquiera levantarse.
—Estoy mejor.
—¿Sigo siendo tu esposa?
—Sí.
—Hay algo que tienes que saber, Tarikan.
—¿Más sorpresas?
—Yo no debí escribir ese libro, lo sé perfectamente y no sabes cuánto tiempo me he arrepentido de lo estúpida que fui, pero en ese libro no narra mi vida pasada sino está, todo lo que recuerdo de esta.
Tarikan no pareció preocupado, detuvo el movimiento de su mano que desgarraba lentamente la carne, y la tiró al suelo como si hubiera sido un cigarro consumido.
—Eres muy tonta, Aynoa —soltó él sin mirarla—. Ya ni siquiera es inocencia lo tuyo, porque recuerdo muy bien haberte advertido sobre lo peligroso que era eso.
—Regáñame después, ahora deberíamos irnos y recuperar esa cosa —dijo ella y lentamente se sentó sin despegar sus ojos de él—. Así como mucho ha cambiado en la historia, estoy completamente segura que si no quemamos ese libro, la guerra no será una sorpresa para nadie.
Tarikan se puso de pie y con ese caminar tan letárgico y despreocupado se acercó a dónde estaba Aynoa.
—El rey leerá sobre ella y sabrá que serás tú... tus planes y todo se irá a la mierda por mi culpa. Tienes que impedirlo, es egoísta lo que te pido, pero eres el único que puede ayudarme.
Aynoa levantó la cabeza, el duque se detuvo justo frente a ella, tan cerca que ella alzó el rostro hasta que su cuello se estiró completamente hacia arriba.
Estaba tan serio e indiferente, pero no fue eso lo que a ella la preocupaba sino que no dijo nada más que mirarla.
—Deja de subestimarme, ¿quién crees que soy?—susurró él mientras su celo se fue apretando.
Los ojos de la mujer se movieron constantemente esperando una explicación, pero hundiéndose en la mirada de aquel hombre sintió como la juzgaba por todo lo que había hecho. Con su cabeza aún hacia atrás, Aynoa sintió nuevamente el arrepentimiento de todo, la sola mirada del hombre le hizo sentir presionada y pequeña.
Se sintió arrepentida, como si volviera a ser esa niña pequeña que era regalada fuertemente por su padre.
—Perdoname —soltó cuando una lágrima salió de sus ojos—. Perdóname por todo.
Aynoa se secó la lágrima bajando levemente el rostro, pero solo fueron unos segundos. Algo había tocado su corazón esa mañana, el hombre que tenía al frente nunca había hecho algo para dañarla y ella, si lo había hecho.
—Lo siento de verdad y tienes razón, te mereces algo mejor que...
Aynoa fue agarrada rápidamente del rostro y el duque juntó sus labios con los de ella de forma brusca. Sus ojos no se cerraron, la siguió mirando con esos ojos serios, relucientes, profundos...
Ella, sorprendida por ese acto sostuvo sus brazos como una medida para separarse de él. No pensaba que el duque en esas circunstancias pudiera y quisiera besarla.
—Besos...—susurró él mientras se fue arrodillando en el suelo.
—¿Quieres... quieres que te bese, después de todo lo que ha pasado... y lo que he hecho? —dijo con la voz quebrada.
Tarikan no pareció querer explicarle y contestarle aquella pregunta. Levantó solo un poco las cejas sin dejar de mirarla y esperó allí.
Aynoa tardó unos segundos en darse cuenta que ella misma pidió aquello en su primera noche, y el duque solo estaba repitiendo sus propias palabras. Definitivamente no entendía su actuar, pero tampoco quería darle vuelta al asunto, lo besó con suavidad agarrando el borde de su camisa para acercarse más a él.
Toda su realidad calló de golpe en ese mismo momento, todo lo que había vivido, la traición de su criada, su hijo que parecía insignificante para el duque, la tortura de la iglesia y la enorme soledad e impotencia que había tenido que soportar.
En su vida y en esta había encontrado una persona que no le tenía miedo a mostrarse completamente como era y en especial, largarse a llorar sin tener que aguantarse absolutamente nada.
Sus brazos pasaron por debajo de los brazos del duque para abrazarlo con fuerza antes de enterrar su rostro en su pecho. Lloró como lo hace un niño, sollozando fuertemente hasta quedarse sin aire y volver a respirar para continuar haciendo ruidos entre quejidos y gemidos.
El duque se quedó allí, no podía cambiar las cosas como habían sucedido o devolver el tiempo, pero el también la amaba, aunque nunca lo fuera a decir. Ese amor fue el único que lo hizo volver hacia ella, ese amor fue el único que lo mantuvo allí abrazando a la mujer que hacía su vida aún más complicada, pero era su decisión.
—Todo va a estar bien —dijo dándole un beso en la coronilla mientras sus manos frotaban su espalda como una medida de contención—. Eres una mujer fuerte, valiente y capaz de defenderse, eso es algo que admiro de ti.
¿Debía estar enojado con ella? —se preguntó el duque. Después de todo lo que tuvo que pasar sola, su esposa también se había hecho una reputación en el templo sagrado. Al recordar aquello dibujo una leve sonrisa y la abrazó con más fuerza, no pudo evitar imaginar cómo esa mujer llorona, que estaba allí mojando su camisa, había arrancado una oreja y mordido la mano de una monja.
—Si lloras mucho, nuestro pequeño saldrá siendo un débil y frágil muchacho.
Esas palabras hicieron un impacto en las emociones que ella estaba dejando fluir, Tarikan si estaba consiente de su embarazo. Separándose de él y con la cara mojada, junto con una nariz roja y ojos hinchados lo miró con asombro.
—Me habia preocupado de que las monjas hicieran algo contigo y que lo hayas perdido —dijo él tomando su rostro con ambas manos y secó sus lagrimas—. No quiero pensar en las cosas que me has contado, solo quiero sacarte de aquí.
—Yo lo cuide...—dijo ella volviendo a llorar mientras asintió con la cabeza.
—Sí, Aynoa, lo hiciste bien. —Tarikan la volvió a abrazar hasta apoyar su mentón en la cabeza de ella y soltó un gran suspiro—. Después de esto lo único que deseo es llevarte a un lugar seguro y encerrarte por siempre.
Aynoa soltó una risa mientras sollozaba en silencio.
—Eso no es muy caballeroso, ni romántico.
—Ya te dije, yo no soy un caballero.
—Te amé sin conocerte —soltó ella al mismo tiempo que su respiración se fue calmando poco a poco.
—¿Qué? —dijo el soltando una pequeña risa—. ¿Es momento de ser romántica?
—Hablo en serio —dijo ella volviendo a levantar su rostro hacia él y ahora fue ella quien agarró su rostro—. Eres como el sueño de muchas, todo lo que una mujer desea al haber leído un libro.
Tarikan bajó lentamente los ojos, no quería seguir pensando en eso, pero ella no tenía intención de dañarlo sino todo lo contrario. Volvió a llevar su mirada a ella en cuanto su esposa continúo.
—Te amé mientras leía ese libro, me enamoré de todo lo que eres y ahora que te conozco en persona eres la mejor decisión que pude haber tomado y yo solo... no te merezco.
—Oh, basta con eso.
Aynoa volvió a ser abrazada y luego el duque separó su rostro y junto su frente con la de ella.
—Hoy comienza algo nuevo entre ambos, no más secretos Aynoa, no me ocultes nada más.
—Esta bien... pero...
—Si crees que al decirme algo el futuro cambie entonces ese será el único motivo el cual puedas guardarte las cosas.
Aynoa asintió sin decir nada, aún tenía algo que decirle al duque, pero no era para tomarlo a la ligera, después de todo lo que había tenido que confesar, abrir la boca para aquello sería desafortunado y más si no se había detenido a pensar en que al hacerlo el futuro cambiaría y la guerra acabaría en derrota.
—Ahora besame —pidió ella y el duque no dudo en acercarse y tomar sus labios.
Abriendo su boca con lentitud, succionó el labio inferior de la mujer para luego soltarlo y volver a tomarle está vez el superior. Ella no se negó ni un solo segundo a qué el guiara sus besos, ella está vez quería complacerlo en todo sentido.
Aynoa sintió rápidamente como el duque la acercó aún más a él en un abrazo fuerte y lleno de ese refugio que sabía que siempre iba a encontrar en él.
Después de todo... ¿De que sirve un amor si no es el refugio donde uno quiere siempre volver?
Tanto tiempo sin sentir su cuerpo, Aynoa no pudo evitar que su respiración se agitará y su piel quedará sensible dónde estaba atenta a cada roce, pero entendía que su esposo podía aún estar un poco molesto y herido. Se separó de él empujando levemente sus hombros y juntó su frente, si continuaba terminaría por querer desvestirlo allí mismo.
Cerró sus ojos mientras sentía como su rostro se calentaba al sentir la respiración de el.
—Deberíamos irnos —dijo ella dejando caer su mano hasta los muslos de él. Lo que tocó hizo que levantará la vista rápidamente hacia los ojos del hombre—. Lo siento...
—No me culpes, han pasado muchos días —dijo empujando la espalda baja de ella hacia su cadera. Aynoa rápidamente se estremeció al sentir su abultado pantalón tocando su intimidad. El duque no dudo en llevar su rostro a su cuello y lo besó mientras sus manos la sujetaron cerca de él.
—Espera...—dijo Aynoa tratando de separarse, pero el hombre no la soltó—. Thari... ¡Tarikan! —agregó agarrándole el rostro.
—¿Qué? —dijo deteniéndose con una sonrisa en su rostro y con esa mirada ardiente.
—Solo prométeme que serás delicado.
—No me olvido de lo que hemos formado —dijo llevando su mano hacia su abdomen bajo.
Aynoa le regaló una sonrisa y le dió un beso en la frente mientras sus manos acariciaron su pelo, no tardó en darse cuenta de algo.
—Tarikan tu trenza... —dijo asombrada
—Ya te dije, un nuevo comienzo —agregó robándole un beso.
Aynoa no necesitó más palabras, besó a su esposo como nunca lo había sentido, pero no tardaron en ser interrumpidos por un gran sonido extraño que hizo que ella saltará.
—¿Qué...que fue eso?
—Hora de irnos —dijo el duque levantándose y tomándola en brazos la dejó suavemente en el suelo—. Confía en mí.
—Lo hago, pero ¿qué fue eso?
—El bufido de un mastodonte.
—¡¿Qué?! —dijo agarrando la ropa del hombre con fuerza.
—No hacen nada si no los molestamos Aynoa, debe ser de mañana y esas bestias buscan refugio cada noche por los túneles.
—No sabía que aquí habían monstruos.
—Los hay, pero no son peligrosos, al menos no en este sector.
—Me hubieras dicho antes —reclamó ella agarrando firmemente su brazo para caminar.
—Supuse que sabrías al ver tanta carne —dijo agarrando las hojas de arbol y las amarró envolviendo todo el alimento.
Aynoa no sacó los ojos del fondo de la cueva, el hombre estaba tan tranquilo que ella era incapaz de entender su paz. Demoró unos minutos en empaquetar todo lo que había hecho y apagar el fuego. Ella no se despegó de su lado.
—Sobreviví un tiempo en estos lados, es bastante bendecido tanto en agua y alimento, y lo mejor es que no todos pueden lograr pasar una noche aquí.
—Pero esos animales...
—No te harán nada si guardas distancia, puedes sentarte hasta que la manada pase o simplemente moverte con lentitud. Son animales asustadizos, pero cuando se sienten atrapados no dudarán en defenderse.
—Dijiste que te volví a subestimar, ¿por qué?, ¿qué hiciste cuando te fuiste?
—La iglesia no te va a volver a molestar... Aynoa —dijo mirándola con seriedad para luego cargar el alimento a su hombro y comenzó a caminar—. Vámonos de aquí.
La duquesa no quiso preguntar a qué se refería, seguramente había tomado resguardos o simplemente había asesinado a todos, pero lo dudaba, el templo sagrado era muy importante para que el duque tomara ese tipo de decisiones con tanta rapidez. Si fuera así, la corona lo tendría en los calabozos.
—No están muertos —le aclaró tomando su mano al verla dudar—. No te preocupes, todo estará bien.
—Sabes... tú realmente encajarías en mi otra vida.
—¿A qué te refieres?
—¿Has estado con otras mujeres? —preguntó ella y rápidamente recibió una levantada de ceja—. Consensuado...
—Sí.
—¿Y con otros hombres?
Tarikan soltó una leve risa al escucharla y lentamente se refregó el pelo un poco incómodo.
—No se que he dicho para que estés de curiosa, pero si mis respuestas te ayudan a explicarme el porque encajaría en ese lugar, pues sí y no conozco a ninguno de ellos.
—¿Cómo los gitanos? —preguntó ella mirándolo como caminaba unos pasos más adelante de ella.
—Algo así.
—Esa libertad tuya, en ese lugar es completamente normal para la sociedad. Nadie te miraría mal y tampoco te acusarían de algo.
—No necesito esa libertad si ahora estoy contigo, Aynoa.
—Podrías ser libre cuando te de la gana y... ¿qué?
—Que para la próxima, debes ir conmigo, sino ya no lo veo tan divertido.
—Milla me había dicho que...
—¿Milla, tu criada? —El duque enseguida se detuvo y de forma lenta giró el rostro hacia ella—. Ahora es un buen momento para contarme como sucedieron realmente las cosas y no quiero escuchar súplicas.
—No las tendrás —dijo ella decidida. El duque solo apretó más su mano y la levantó para dejar un cálido beso en ella.
Aunque la mirada del duque había cambiado a una filosa, ella ya sabía que él estaba bastante molesto por lo que había hecho su criada, pero todo lo que tuvo que pasar, todo el miedo que sintió por ella, por su bebé, por su esposo, no lo perdonaría jamás.
En el medio de la oscuridad pequeñas luces iluminaron los bordes de la cueva, como si fueran diamantes incrustados en la roca.
Aynoa habló en voz baja mientras se quedó a un lado de su esposo tratando de no tropezar con algunas piedras y troncos que allí habían. Más de alguno crujió cuando fueron caminando, pero gracias a Dios la luz no era suficiente para que ella se diera cuenta que aquellos “troncos” eran solo huesos de desafortunados aventureros que perdían la vida al no saber sobre la escarcha mágica de cada anochecer.
Los animales nunca estuvieron en su mirada, solo ruidos sordos se pudieron percibir, parecía que estuvieran cerca, pero eso solo era producido por el eco del lugar. El duque no hubiera permitido que ella se atemorizara encontrándose con alguno de frente.
—Te lo voy a decir ahora antes que trates de contradecirme delante de los demás —dijo el duque—. Tu criada no va a volver a ver tu rostro jamás y tampoco volverá a difamar contra mi familia.
Aynoa tragó grueso al escucharlo, le tenía aún cariño a esa mujer, después de todo habían pasado años junto a su lado, pero con la voz que el duque dijo aquello, parecía que por más que lo intentará, él no daría su brazo a torcer.
—Preferiría que tan solo la asesinarás.
—Esa no es tu decisión. Castilville sabe de tu desaparición y lo loco que me puse, no será muy grato que esa mujer siga a tu lado.
—Quiero estar ahí.
—Claro que no.
—Es mi derecho, como duquesa de Castilville y tú esposa. Quiero estar ahí.
—No.
Aynoa al escucharlo soltó bruscamente su mano y se detuvo, sabía que no podía mirarlo ya que solo se veía su silueta, pero el duque enseguida se volteó a mirarla.
Estiró solo su mano hacia un costado y una flama de fuego iluminó todo.
—Nunca te he castigado Aynoa, en este mundo es normal que un esposo golpeé a su esposa para educarla y yo jamás lo he hecho contigo y jamás lo haré, pero eso no significa que no obedezcas lo que te digo.
—¿Quieres que sea fuerte?, ¿quieres que pueda encargarme de Castilville cuando tú no estés en él? Si no puedo ver el juicio y el castigo de mi propia criada, ¿crees que seré capaz de cuidar el ducado mientras mi esposo esté en la guerra?
Tarikan abrió la boca sin dejar de mirarla, pero no salió una sola palabra de él.
—Debo ser capaz de decidir con la mente fría, de ser valiente y fuerte para no ver al ducado caer por una decisión de un corazón blando. Yo defenderé a tu gente Tarikan, porque ahora es mi gente también —dijo acercándose es el y posando su mano en su pecho.
—Yo... —dijo el duque bajando su mirada y soltando un suspiro—. Solo quiero que estés tranquila y que... mi hijo también este tranquilo.
—Nuestro hijo será fuerte Tarikan, porque tiene un padre increíble, pero su madre aún es muy fragil.
—Situaciones como esas no te harán más valiente —dijo el duque tomando su mano y volviendo a caminar—. Y no digo que no lo eres, eres la mujer más valiente que conozco, mientras muchas se doblegarán por cualquiera que estuviera frente a ellas, tu no lo haces, pero ver el castigo que merece tu criada solo dañará y traumatizará tu corazón.
—Dejame estar ahí, yo decidiré cuando marcharme.
—No dejas de ser tú... pero no creo que sea posible.
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Hey hey, no me olvidé, feliz cumpleaños fiel lectora.
Ya va...
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