87.-El poder del reino
Alain alzó la mano derecha sobre una copa de oro, fijando sus ojos a la muchacha que caminaba entre la arena, sacó una daga y se rompió la muñeca. La sangre fluyó de él cayendo y derramándose por el cáliz.
Una gran luz comenzó a iluminar el interior de la copa y luego una potente luz blanca con lazos amarillos creció hasta el cielo.
La mayoría de los espectadores cerraron un pocos sus ojos con el brillo que resplandeció en todo el lugar. Tarikan también subió su mirada hacia el, sus ojos se volvieron más claros de lo que eran y entonces la primera oleada de viento golpeó su rostro desparramando su pelo por su frente.
Cuando la gran luz bajo, parecía una culebra moviéndose dónde con rapidez atrapó a la niña y la levantó en el aire. Los ojos de la joven relucieron una luz rojo a través de la tela y abrió la boca con fuerza pero no hubo ruido o grito que saliera de ella.
La gran luz se dirigió dónde ellos estaban, Tarikan confiaba en su magia por lo tanto no se movió de dónde se encontraba, aún así, el Rey se levantó y puso su brazo frente a su esposa. Martinis también salió de su puesto listo para hacer un patrón que protegería a la reina, pero la luz desapareció.
Parecía que cáliz tuviera brazos que fueron moviéndose buscando lo puro de todo el lugar.
—¡Tarikan! —dijo Sebastián entrando con rapidez, los guardias de la entrada le prohibieron el paso por lo que más de una vez tuvo que gritar el nombre del duque.
Cuando fue escuchado, Tarikan volteó y una angustia se formó en su interior.
—Es su esposa —dijo Sebastián.
La reina sonrió, pero el duque solo llevó sus ojos hacia el rey, su esposa estaba a salvó, la luz no se fue contra ella, por lo tanto el Rey solo asintió con su cabeza permitiéndose ir y el duque desapareció.
El problema era que Tarikan no sabía dónde estaba, apareció en muchos lugares, buscándola hasta que solo siguió dónde iba moviéndose uno de los brazos de luz.
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Caleb sacó a la mujer de allí cuando la niña fue atrapada, moviéndose por más tarimas la duquesa no vio salida hasta que de un momento a otro una luz enorme estaba sobre su cabeza.
Parecía una gran masa de energía dirigirse a ella, Caleb se puso frente y creó un gran patrón mágico de color celeste con sus manos al frente, pero la energía ni siquiera llegó a tocarlo cuando su magia comenzó a temblar. Si aquella luz realmente llegaba a estar en contacto con él, sería devastador.
Caleb no era un oponente, la fuerza llevaba más de mil hechiceros, incluyendo la magia del duque.
Aynoa sintió como parecía que su piel se levantaba, como si fuera succionada por ese poder. La gente de allí salió con desesperación, cualquiera que tocase esa luz resultaría muerto en un instante por lo tanto todo el caos se armó entre la gente que quería salir a toda costa.
Aynoa cayó de rodillas mientras se cubría el vientre, sabía que esa cosa quería lo que ella estaba engendrando, asustada negó con su cabeza, aún no se tragaba el cuento de haber sido tan tonta de creer en la reina.
El patrón mágico de Caleb se rompió en miles de pedazos cuando la luz estuvo lo suficientemente cerca y el hombre cayó sentado en el suelo. Era incapaz de protegerla por esa fuerza.
Aynoa lo vio y se aferró a él, justo cuando la oscuridad le curbrió la visión.
Un patrón mágico de color rojo salió dibujado en el suelo y también frente a ella en forma de un escudo. Tarikan por fin la había encontrado, pero ahora la energía blanca se volvió gris reconociendo la propia esencia del duque.
Las palabras del hombre no fueron claras, mientras con sus manos hacia el frente recitó más hechizos. Su pelo se había puesto blanco, pero cuando esa luz cambió de color, el duque supo que la pureza de su cuerpo que encerraba a Siri no era suficiente.
Arkan tenía una misión en su cuerpo, no podía destinar toda esa magia para defenderse, por lo tanto el ser más superior entre ambos debió ser invocado.
Ante la mirada de la gente todos vieron como la luz de Dios comenzó a ser desafiada, cuando chocó con el patrón mágico del duque pareció una nube que se devolvía y giraba en círculos concentrándome en ese lugar.
—¡Siri!
La voz del duque se escuchó, con sus dientes apretados la fuerza negra comenzó a salir. Un libro oculto solo fue visualizado por los magos, ya que si algún cura o hijo de Dios lo viera tendría la prueba suficiente para acusarlo de usar magia negra. Hasta el momento la magia del duque solo era una respuesta a su propio animal.
El ruido comenzó a ser fuerte, los telares se levantaron con el gran viento que surgió del hombre. Un remolino gigante surgió y comenzó a llevarse todo, mientras que en el medio del lugar, el mayor hechicero de todo Hamrille mostraba su gran poder.
Aynoa levantó la mirada y pudo ver cómo la fuerza del duque se centro en esa luz, aunque la mano de dios también era poderosa, poco a poco los pies del hombre se fueron deslizando haciéndolo retroceder, mientras que Siriham fue cubriendo toda la luz con un manto de oscuridad.
El pelo del duque comenzó a cambiar, junto con las venas de su cuello subieron marcándole el rostro como si de un rayo se tratara.
El duque jamás había interferido, jamás lo había llegado a pensar, ya que no solo la fuerza de muchos hechiceros estaba ahi, sino el mismo. Luchar contra sigo mismo era todo un reto, pero no era ese joven que fue ese día.
—Tarikan —susurró Aynoa flechando sus ojos en su espalda.
Su esposo la protegió, pero más que todo eso, estar frente a la magia poderosa del duque hizo que un sentimiento y un pensamiento la controlará.
El saber más de esta historia, hizo que Aynoa se arrodillara y se acercará lentamente a el. La piedra en su interior vibró como si tuviera vida propia y era porque había reconocido a su creador frente a él.
La luz de Dios fue disminuyendo mientras que Siri comenzó a controlar su tamaño, envolviendo cada parte de ella hasta el cáliz, la luz comenzó a apagarse.
—¡Duquesa, no! —dijo Caleb agarrándola, pero Aynoa hipnotizada por aquel poder estiró lo más que pudo su brazo hasta que sus dedos tocaran el pie del duque.
Tomó una gran bocanada de aire antes de ser jalada, sintió los brazos del soldado alrededor de ella antes de caer desmayada.
El duque giró su mano hacia un costado, con los dedos bien abiertos, su musculatura se apretó bajó su fina cintura y golpeó el aire como si tuviera una espada. La luz, junto con Siri se rompió en dos con aquel golpe y se desvaneció en miles de partículas que tardaron unos segundos en hacerlo.
Posterior a eso, el hombre cayó de rodillas, con su respirar agitado miró sus manos apoyado en el suelo y gotas de sangre cayeron de él.
Gimiendo por la boca se quedó allí unos segundos, sin mover una sola extremidad. Sentía como sus brazos temblaban, había sido como si hubiera empujado un gran monstruo por largos minutos y sus músculos estaban agotados. Entonces su visión comenzó a ser extraña, muchos puntos azules junto con un sonido agudo cubrió sus oídos.
—Tarikan —dijo Sebastián acercándose a él, se arrodilló mientras sacaba un paño de su bolsillo y se lo pasaba.
—Creo que voy a desmayarme —dijo el duque posando el paño en su nariz donde había sangrado.
—Oh, oh tranquilo, respira. Lo has hecho, has desafiado a la luz.
—¿Mi esposa...?
—Esta bien. —El conde no terminó de hablar cuando agarró al hombre de los hombros y lo sostuvo para evitar que se golpeara el rostro con el suelo.
La energía mágica del duque se había ido con esa gran demostración de poder. Sebastián levantó la mirada y vio a Caleb a solo unos pasos de allí sujetando a la duquesa.
Para el soldado, la duquesa simplemente estaba loca, por haber tratado de tocar al duque en ese estado.
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—¡Esto no puede ser permitido! Mi rey piénselo.
—Delante de todos, estamos hablando de la mano de Dios, siendo suprimida por hombre, ¡Un hombre!
—La fé será cuestionada, lo que ha hecho el duque es demaciado lejos
El rey no dijo ni una sola palabra los primeros cinco minutos, sus consejeros estaban lo suficientemente enojados y enfadados con las acciones de Tarikan, para ellos era más importante que la mano de Dios se viera como el poder absoluto del creador de toda la humanidad, ante el neonato de una mujer.
Reclamando a alta voz y dejando en claro su desapruebo ante la situación, los consejeros no se abstuvieron. En cambio, el rey dejó una risa en el ambiente que fue subiendo de volumen hasta que terminó riéndose a carcajadas mientras que sus súbditos se callaban la boca.
Luego se detuvo y puso sus ojos en la mesa mientras se acariciaba la barbilla. Richard y Newrom no dijeron nada.
—Poder —dijo el rey—. Newrom dime, ¿tu crees que tú hechicero es capaz de detener la mano de Dios?
—No señor, Alain me comentó de eso. Cuando la luz salió al cielo, él sintió como su propia energía mágica era suprimida por aquella luz.
El rey asintió con su cabeza mientras miraba a cada uno de sus consejeros.
—Ragnur jamás hubiera tenido oportunidad tampoco.
—Pero mi rey, Dios estaría...
—No se trata de alguna ofensa, estoy seguro que Dios le dió a ese hombre el poder para detener su luz. ¡PODER ES LO QUE VI! —dijo poniéndose de pie y golpeando la mesa—. Con ese poder conquistaremos el otro continente y asesinaremos hasta el último animal que se nos presente. Newrom tu haz visto de frente a esa gente, si Tarikan va contigo, seremos más que vencedores.
—¿Quiere que veamos al duque como una obra de Dios?
—Blasfemias.
—No, el no es luz, ese hombre es todo lo contrario.
—Ese hombre es poder, ese hombre es capaz de poner a todos de rodillas y es completamente mio —dijo tocando su collar—. No vean esto como un acto de rebeldía, sino un acto que condenará a todos nuestros enemigos en un futuro.
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—¿Duque? —dijo Sebastián tocando la puerta y abriéndola—. El doctor está aquí.
—Buenas tardes, duque de Castilville —dijo el hombre sacando un sombrero negro—. La corona me ha enviado para saber el estado de su esposa.
—¿Qué? ¿No es eso ya obvio? —dijo él poniéndose de pie.
—Por favor permítame ver a su esposa.
—Sebastian, quédate afuera—dijo Tarikan apuntandolo con el dedo, su soldado enseguida obedeció cerrando la puerta.
—No se preocupen soy sumamente cuidadoso y la trataré bien, solo mantenga la calma si piensa quedarse. No es costumbre que el esposo vea todo esto.
El hombre entonces abrió más piernas de la mujer y estiró una manta sobre ella, subiéndose a la cama, la descubrió y metió su dedos en ella. Tarikan solo observó a un costado de ella, pendiente del hombre vio como el dibujo una leve sonrisa.
—Sí, usted debe estar orgulloso —dijo el doctor mientras fijaba sus ojos en las piernas de la mujer—. Si sabía de esto, ¿Por qué permitió que ella fuera a ese lugar?
—Tenía mis sospechas, pero no estaba en conocimiento, hasta que pasó lo que pasó.
—Se ha hablado mucho de eso.
Tarikan no sintió recelo ni nada, sabía que el doctor tenía los dedos dentro de ella, pero aún así quería confirmar lo que ya sabía. Aynoa no hizo nada, ni un quejido o sonido.
—Felicidades, duque —agregó el hombre bajando se de la cama y luego limpio más manos con agua.
—Así que funcionó... —susurró Tarikan para si mismo.
—Duque —dijo el doctor secándose las manos, lo miró directamente a los ojos y sostuvo su mirada—. Nosotros los doctores tenemos una buena comunicación cuando se trata de ver a familias importantes.
—¿A qué viene eso? —preguntó el poniéndose lentamente de pie.
—Que lamento decir esto, pero yo pensé que usted como su esposo ya sabía de su estado. Recibí una carta antes de que ustedes llegarán a la capital desde el doctor que veía a su esposa en Abeul —dijo el hombre cerrando su bolso y luego caminó a la entrada—. En ella mencionaba ya el embarazo de su esposa, si usted no sabía, pues me temo que la duquesa si estaba en conocimiento.
Los ojos del duque se abrieron grandemente, fue suficiente para que el doctor no quisiera decir más palabras, así que solo se despidió amablemente diciendo: —Buen día.
Tarikan se quedó en silencio, por unos largos minutos, su cuerpo no se movió de dónde estaba. De pie con una mano cerca de la cama llevó sus ojos hacia su esposa y apretó fuertemente los músculos de la mandíbula junto con unos ojos que si ella despertaba seguramente se hubiera asustado.
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Aynoa despertó lentamente, quejándose un poco se apoyó en sus brazos y de forma lenta se sentó en la cama. Aturdida su mente había desbloqueado más recuerdos, recuerdos aterradores del futuro y exactamente del final del libro.
Lo primero que vio al girar su rostro fue al duque sentado cerca de la ventana con el pie derecho apoyado en su rodilla izquierda y una copa de vino en su mano. Solo esa imagen hizo que ella olvidará lo que había recordado.
—Tú...tú no bebes...
La habitación estaba tan silenciosa que ella enseguida pensó que había pasado algo, no era normal que todo estuviera tan tranquilo y que el duque se quedará con ella a esa distancia.
—Es una buena ocasión para hacerlo —dijo suavemente.
Tenía una mirada sería, de hecho cuando ella lo observó el desvío sus ojos hacia la ventana, evitándola. Eso evidenció que ella nuevamente se había metido en problemas y supuso que el duque ya sabía de su estado.
—Quería decírtelo.
—Es gracioso —dijo el duque—. Tu padre tenía razón, eres igual que yo —agregó llevando sus ojos hacia ella—. Eres incapaz de quedarte tranquila y te metes en problemas constantemente.
—¿Y que esperas? Trató de ser una buena mujer para ti, pero solo tengo diecinueve años mientras tú ya tienes mucha más experiencia. Creí hacer lo correcto, no te iba a dar esa noticia allá en Abeul donde claramente tu experiencia no ha sido para nada buena.
—Pudiste decirme en cuanto llegamos aquí.
—¡Pues no lo hice y ya está!
—¿Dónde están las cosas que te obsequie? —dijo él poniéndose de pie—. ¿Crees que las joyas que te doy son solo joyas, insignificantes y ordinarias? ¡Pudiste haber muerto!
—Pero no lo hice.
—No estaré siempre para ti Aynoa, no creas que yo seré siempre quien te salve de tus problemas.
—Eres mi esposo.
—Eso no significa que deba cuidarte como una pequeña niña que no sabe lo que hace.
—Entiendo, entonces ya te aburriste de mi.
—No mujer, pero no puedo estar pendiente de ti todo el tiempo. Se supone que somos un matrimonio, se supone que debemos confiar en el otro, pero no lo haces.
—Yo si confío en ti Tarikan.
—¡NO! —Está vez el duque no pudo controlar su temperamento, girándose hacia ella estrelló la copa de vidrio en la puerta y la miró enojado.
Aynoa pegó un salto por el ruido repentino. Nunca había visto esa expresión en su rostro, jamás el la había observado de esa forma, y recordó el hechizo de Siri. Tarikan estaba lo suficientemente enojado como para que ella sintiera que el si podía dañarla.
—¡Todo lo has hecho para tu beneficio!, Tomando decisiones sin consultarme, confiando en mi magia sin siquiera preguntar si era capaz de hacerlo y después yo soy el culpable de tus acciones.
—¿Qué? No...
—No te hagas la tonta, hasta hoy ni siquiera te has disculpado apropiadamente por lo que hice por tu hermana.
—¡Tarikan!
—¡No todos se merecen cosas buenas!, ella no lo merecía al igual que las mismas personas que me hirieron daño a mi —dijo el duque mirándola mientras su respiración se volvía agitada—. ¿Y me preguntaste acaso? Se supone que somos un matrimonio
—¡Solo era un pacto!
—Oh, eso es entonces —dijo poniendo sus manos en la cadera y negando con la cabeza—. Tanta mierda solo para que esto —agregó apuntándola a ella y luego se apunto a si mismo—. Para que siga significando lo mismo ¿Eh?
—¿Qué? No Tarikan, yo pensé que podía olvidar lo pactado.
El duque entonces caminó a la cama y puso sus manos en ella para inclinarse a hablarle de cerca y a su altura.
—Jamas puedes olvidar quien eres Aynoa —dijo el, mientras ella lo miraba apretando un poco sus labios—. Eres mi esposa, comportate como tal y madura, ¿quieres?
Algo en ella le decía que se callara, que se quedará en silencio para no agrandar más la discusión. Fuera de la habitación era muy obvio lo que estaba ocurriendo, los gritos de escucharon con claridad y Caleb que aguardaba afuera solo le quedó bajar el rostro y rezar para que la mujer no siguiera echándole leña al fuego, pero Aynoa no era una mujer que podía guardarse todo.
En cuanto el duque se incorporó, dió solo dos pasos lejos de la cama antes que ella hablara.
—A ti te hicieron madurar por obligación duque, no me culpes por no hacerlo aún. En edad ya nos llevamos por varios años, pero mentalmente pareces un vejestorio comparado conmigo.
En su mente aquello no se había escuchado tan mal, solo quería que él comprendiera que ella era inmadura por su edad, pero cuando dijo aquello pareció que realmente volvió a atacar al duque con sus palabras.
—Ahora si quiero golpearte.
El duque no giró a mirarla, la respiración de el siguió agitada, pero Aynoa pudo ver su rostro, ese temple que nunca cambiaba está vez fue todo lo contrario. Su cara estaba un poco roja y una vena fina apareció en su cien, sus ojos solo se clavaron en la puerta, al mismo tiempo que sus manos se empuñaron.
—No...no era lo que quería decir... Yo...
—Te vas a ir de aquí hoy mismo y tendrás suficiente tiempo para pensar en las cosas, sola —dijo sin mirarla—. No quiero volver a verte en la capital.
Tarikan salió de allí dando un fuerte portazo, los vidrios de la copa crujieron cuando sus pies pasaron sobre ellos y de un momento a otro todo el lugar quedo en silencio.
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—Duque —dijo Caleb siguiéndolo por el pasillo.
—Prepara a un grupo de hombres, y lleven a la duquesa a Castilville.
—Tarikan, fue la reina, ella le dijo que la duquesa no podía llevar joyas.
—Eso ya no me importa.
—¿La mandara sola?
—Ira contigo.
—Pero Tarikan, su estado.
—Su estado está bien, hagan las paradas necesarias, pero hoy mismo ella debe dejar la capital.
—¿No estás feliz acaso?, ¿No era lo que tanto buscabas?
—¿Y por qué crees que quiero que te la lleves de aquí? ¿Si los reyes y todo el castillo saben de su estado tu crees que es una noticia grata para la reina? Yo ya lo sospechaba, pretendí no decir nada para que nadie supiera al menos hasta marchar al ducado —dijo el duque sin detenerse.
—Tarikan, lo siento —dijo Caleb deteniéndose—. Yo... Yo también sabía de su estado —confesó.
El duque enseguida se detuvo, solo fueron unos segundos antes de apretar los puños y negar con la cabeza.
—¡Mi esposa y tú pueden hacer lo que les de la maldita gana, pero fuera de la capital, hoy mismo se van! —agregó entre dientes antes de seguir su camino.
Caleb soltó un suspiro, el también lo había traicionado ocultando la verdad del estado de Aynoa. El duque no solo estaría enojado con su esposa, sino también con su soldado y lo peor no era eso, sino que un hombre como lo era Tarikan, no perdonaba esas faltas.
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Alguna ha anclado está historia con las demás? He soltado muchas pistas. Creo que en unos cap más comenzamos con cuentra regresiva.
¿Quieren negociar? Podría seleccionar a dos para dos preguntillas...
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