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84.- Mariam

El momento del beso había llegado, con eso el matrimonio estaría cerrado, pero lo que hizo Aynoa fue algo que nunca en esta vida se imaginó hacer.

El duque fue a besar a su ahora esposa, pero Aynoa se movió veloz caminando con rapidez fue delante de todos y tomando el rostro del hombre lo besó frente a toda la audiencia.

El sonido del asombro quedó en todo el ambiente, pero no fue lo único. Cuando Aynoa lo soltó comenzó el gran alboroto.

—¡Tu eras mi esposo!

—¡Aynoa como te atreves! —gritó Mariam empujándola a un lado.

—¡Hasta que la muerte nos separe y yo aún no he muerto! ¡Tarikan eres un maldito! ¡Yo llevo a tu hijo!

El grito de las damas del público se escuchó con aquella terrible afirmación, más de alguna se desmayó, mientras que la boca de muchos cayó al suelo.

Aynoa fue tomada rápidamente por los guardias, la cara del sacerdote no tuvo como ser descrita y mucho menos del marqués que solo abrió grandemente los ojos mientras veía como su hija forcejeaba y luchaba para quedarse mientras que era sacada entre gritos que más la condenaban.

—¡No puedes hacerte el tonto! ¡Nuestros acuerdos! ¡Tus promesas! —Aynoa no sé detuvo—. Sueltenme, ¡Que me suelten!

El rostro del duque cambió lentamente, también estaba sorprendido por aquello. Sus ojos moviéndose por muchos lugares buscando una explicación a lo que esa mujer decía, incluso llegó a pensar que podía haberse pasado de copas, pero estaba seguro que no había estado con alguien por mucho tiempo.

La ceremonia fue arruinada, y en solo unos minutos el rey con el marqués, junto con el duque se dirigieron a una habitación posterior, mientras que los llantos de la mujer que estuvo a pronta de casarse se escucharon por el corredor.

—¡Quiero una explicación! —dijo el marqués caminando frente al duque.

—No me mires, es tu hija no mia —dijo Tarikan apoyando su espalda en uno de los muros y cruzó sus brazos.

—¿Haz fornicado con ella?, ¿Porque ella dijo estar en cinta de ti?

—Tristan, pregúntale a ella, yo no tengo nada que ver con esa mujer.

—Tarikan —dijo el rey mirándolo con una ceja sobre la otra.

—Generalmente siempre estoy metido en problemas, pero está vez este problema no es mío. Que el marqués no controle las piernas de su hija no es algo que me compete.

—Marques, estoy seguro que el duque no ha estado cerca de sus hijas.

—Esto es ridículo, mi hija nunca haría esas acusaciones porque si.

—No es primera vez que una mujer afirma eso sí necesita títulos y riqueza.

—Aynoa no es ese tipo de mujer.

—Es bastante preocupante que esto ocurra en tu familia, Tristán. Entregarías una mujer pura y limpia, pero luego de esa acusación me temo que llamaré a mis sacerdotes para que revisen la veracidad de aquello —dijo el rey mientras se sentaba en una silla—. Que locura.

—Señor, Mariam fue revisada ayer, es una mujer casta y pura.

—Que la vuelvan a revisar, tu apellido está en juego marqués Tristán. Si tú hija está embarazada, no habrá ni un solo noble que quiera casarse con ella y la misma iglesia le dará la espalda.

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Aynoa fue encerrada en su habitación luego del gran escándalo que había dejado. Sola y sin nadie que pudiera acompañarla se largó a llorar de impotencia. No sabía que había logrado al decir sobre su embarazo, pero tampoco sabía si realmente lo estaba, esa mañana su periodo había llegado como si nada por lo tanto quizás esas palabras solo eran una mentira.

Si había vuelto en el tiempo, incluso podía seguir siendo virgen, podía estar estancada en el mismo tiempo que estuvo antes que incluso ni siquiera la piedra mágica estaba dentro de ella.

Al cabo de unas horas la voz de su padre se escuchó por el corredor. Su criada estaba justo detrás de la puerta tratando de calmar el cólera que invadía al marqués.

Aynoa se asustó y lentamente se sentó en su cama esperando que esa puerta se abriera. No sabía que decirle al marqués más que la verdad, y él podía decidir creerle o no. Mientras las velas de su habitación iluminaban tenuamente, la sombra de su propio reflejo la hacia sentirse cada vez más desdichada.

Cuando la puerta se abrió, su padre entró con un rostro furioso, su criada no pudo hacer mucho antes de que la dejarán fuera de la habitación.

—Me debes una explicación, ¿Cómo es que mi hija afirma estar embarazada?, ¿Acaso te has vuelto loca? ¡¿Te has atrevido a faltarme el respeto de esa forma mientras tú criada dice que no lo estás?!

—Yo fui la esposa de ese hombre, papá.

—Estas delirando.

—No, yo... Yo me case con él, fui a Castilville, viví allí meses antes de venir a visitarte. Aprendí a montar, a cocinar, y estudie magia.

—Aynoa no puedo creerte, estas realmente loca. Jamás te has separado de nosotros, ¿En qué mundo tu fantasiosa mente ha viajado?

—Yo lo amo papá —dijo poniéndose de pie—. Yo amo a ese hombre que hoy quieres casar a Mariam.

—Demonios, ¿Eso es? —dijo negando con la cabeza mientras levantó sus manos—. Todo este show , todo este escándalo gigantesco, ¿solo por qué te enamoraste de ese hombre?

—Papá...

—Jamas te permitiría casarse con ese maldito demonio —dijo escupiendo saliva mientras apuntaba con el dedo indice— ¿No te das cuenta que todo lo que hago por ti?, vivirás una vida de mierda a su lado, sufrías cada día. Tarikan no es un hombre que trata bien a las personas. Respetará a Mariam, pero ¿te imaginas todo lo que ella tendrá que vivir encerrada en ese maldito castillo?

—No papá, por favor no permitas que se case con él—dijo dando pasos a el, pero su padre enseguida se alejó.

—No Aynoa, a la que no permitiré que se vuelva a acercar a el, eres tú. Te quedarás aquí hasta que ellos marchen de Abeul.

—¿Qué? La boda...

—Aynoa, no has cambiado las cosas, te guste o no, Mariam ya está casada. Mañana vendrá el doctor y te va a revisar, pobre de ti que tus palabras sean verdad, porque te encerrare la vida entera si lo que has dicho sea cierto.

La puerta se cerró dejándola encerrada en ese lugar, la voz del marqués fue fuerte dando órdenes a los sirvientes de no siquiera traerle algo de comida el día de hoy.

Aynoa no pudo soportar más todo lo ocurrido, lloró y gritó desesperada mientras con gran enojo comenzó a romper las cosas dentro. No podía creer lo que estaba sucediendo.

Imaginarse al hombre que fue su esposo con otra mujer fue lo peor. Si el matrimonio había sido realizado entonces esa misma noche sería como la noche que ella misma experimento.

—¿Por qué...?, ¿Por qué, Dios? ¡Maldita sea!

Su mente fue su peor enemiga, a pesar de que ella había sufrido en la primera noche de bodas con el duque, ella deseaba volver a estar con él. No le importaba si volvía a sentir tanto dolor, ese lugar le pertenecía a ella, no a Mariam, el corazón del duque no quería que fuese tocado por nadie más, pero no pudo hacer nada.

La noche paso, Aynoa no concilio el sueño, recordaba todo una y otra vez volviendo a llorar. La fiesta de los gitanos, el cumpleaños del duque, el lago donde fue la primera vez que mostraron entre ambos un afecto físico lleno de sentimientos.

Había sido una tonta y así se sentía. Arrepentida pensó que pudo haber apreciado mejor cada segundo al lado de Tarikan, pero tenía la esperanza de que todo esto volvería luego de que la noche pasará, después de todo solo era un día, el último día de Mariam.

Nada de eso ocurrio, la mañana siguiente Aynoa tuvo que soportar el bullicio de la gente cuando la sabana matrimonial fue lanzada desde lo alto, tal cual como había ocurrido con ella. Su significado fue algo que se quedó en su mirada, sin poder salir de su habitación, desde su ventana todo fue una cruel pesadilla. Ya había pasado un día y todo seguía igual.

—Aqui estas. —Una voz conocida para ella hizo que volteara lentamente hacia la puerta—. Quería verte antes de marchar, Aynoa.

—Mariam...

—Te ves... fatal —dijo la ahora duquesa de Castilville.

Aynoa bajó la cabeza, se imaginaba su propio aspecto, había llorado bastante como para que sus ojos se pusieran rojos e hinchados, junto a una nariz de distinto color.

—Te perdono —dijo la mujer caminando a ella—. No pensé que podías ser capaz de intentar arruinar mi propia boda. Eres valiente, osada, pero no siempre piensas antes de actuar.

—Todo esto lo hice por ti Mariam, ¿Por qué me haces esto? Yo pensé en ti, pero no esperaba todo esto.

—¿Hacerte que Aynoa? No he hecho nada para que me culpes de algo.

—No te hagas la tonta, se que lo recuerdas, sabes perfectamente que es lo que hice por ti. ¿Por qué nadie recuerda nada? ¿Es porque todo lo quieres a tu favor?

—Tú eres la única culpable de pensar más en los demás que en ti misma, Aynoa.

—Yo no sabía las consecuencias.

—Problema tuyo.

Aynoa llevó sus ojos hacia la mujer, la miró detenidamente mientras tragó una espesa saliva. Mariam se veía exactamente igual como siempre había sido, pero algo tenía extraño, algo que ella no podía descubrir, ¿Era su voz un poco más grave?, ¿su mirada más filosa? ¿o esa expresión fría sin ni una pisca de inocencia?

—Has sentido mucha culpa por quítame la oportunidad de estar con el duque, ¿No? —dijo Mariam bajando su rostro y sus ojos se hicieron más grandes.

—¿Culpa? —susurró Aynoa.

—Pero lo disfruté ¿sabes? Verte allí afrontando todos tus miedos haciéndose realidad, después de todo. Toda la gente lleva culpas en su interior y yo merecía morir realmente ¿No crees?

—No, a pesar de todo lo que me has hecho yo no quería que sufrieras. Soy tonta y ahora me doy cuenta, pero soy humana.

—No —dijo Mariam dando pasos hacia la puerta—. Eres una mujer que vivió otra vida el cual siente empatía por esta enfermedad.

—¿Qué? —Aynoa sintió un gran escalofrío subir por sus pies, mientras Mariam más se alejaba, ella formuló más interrogantes.

—Yo conozco el nombre que tenías. ¿No lo recuerdas?

—¿Cómo lo sabes? —Aynoa comenzó a dar pasos hacia ella, Mariam no se detuvo y lentamente salió al pasillo sin dejar de mirarla.

—Un lirio, lilium o conocida como una hermosa flor azucena. Los hebreos te decían “flor de loto que ilumina”

—Flor de...

Mariam soltó una gran risa mientras se movió veloz desapareciendo de allí.

—¡No, Mariam!— gritó Aynoa llegando con rapidez al pasillo y mirando por el vio a la mujer corriendo por él. No dudo un segundo en seguirla.

No hubo ni un soldado que la detuviera, no había ruido, no había gente, no había nada más que el propio castillo.

—¡Espera! ¿Este es un sueño?, ¡¿Cómo sabes todo esto?!

Aynoa corrió con todas sus fuerzas, entrando y saliendo por pasillos de todo el castillo. Las luces entrando por las ventanas se movieron como si el sol fuera de allí estuviera temblando y luego todo el exterior comenzó a caerse a pedazos.

Aynoa se angustió, miró atrás y todo lo que había allí también comenzó a distorsionarse. Parecía un sueño, una pesadilla que ahora estaba tomando conciencia. Está no era la realidad.

Perdió a Mariam, al mismo tiempo que los pasillos se hicieron eternos y luego la risa de la mujer comenzó a llegar a sus oídos. Solo por aquello Aynoa supo dónde ir, buscando y siguiéndola con rapidez antes de que todo se borrará, la encontró al final del gran salón.

Corrió hacia ella, agitada su corazón corría fuertemente golpeando en su pecho y su respiración también buscaba desesperadamente aire. Lo que Aynoa no esperaba fue que al entrar a la habitación un gran golpe la llevó a caer al suelo resbalando metros por el hasta una muralla.

Su cuerpo golpeó fuertemente en un muro dejándola semi inconsciente. La rosa de Mariam  se escuchó mientras que ella volvía a tomar control de su propio cuerpo.

Cuando abrió bien sus ojos, solo vio la madera del suelo, sus manos estaban cerca de su rostro, pero al moverse sintió dolor en su cuerpo.

—Arg...—gimió adolorida.

Mariam recién se detuvo y la miró con una gran sonrisa, al mismo tiempo que su pecho subía y bajaba bruscamente por haber corrido una gran distancia.

—Tarikan. —Aynoa levantó la mirada para encontrárselo frente a ella. Había sido él quien la había empujado con fuerza lanzándola lejos de la entrada.

—Aynoa —dijo Mariam acercándose al duque y posando sus manos en su hombro derecho. Todo el brazo del hombre quedó en contacto con el cuerpo de Mariam.

Tarikan no la apartó, con su semblante tranquilo miró a la mujer en el suelo mientras se dejaba tocar por su ahora esposa y lentamente puso su mano sobre el trasero de ella.

—¿Que es esto? —preguntó Aynoa sentandose en el suelo y lentamente mientras se apoyaba en el muro se fue poniendo de pie.

—¿Estás segura que es suelo lo que pisan tus pies? —dijo el duque.

Aynoa estaba confundida, ¿Que había pasado con los soldados, con Sophia, su padre o Milla? Por qué no había nadie, por más que corrió hasta llegar a ese lugar no vio a una sola persona.

—Esta es la cosa Aynoa —dijo Mariam mientras besaba el cuello del hombre sin sacar sus ojos de ella. Sus manos se movieron entre su camisa y bajó metiendo sus manos dentro de su pantalón hasta tocarlo. El bulto de su mano se vio confirmando dónde ella había llegado.

Aynoa apretó los dientes y empuñó las manos al verlo. La traición fue lo único que sintió.

—No quiero que lo toques...

—Eso jamás sucederá  

—Por favor...

—Aynoa yo siempre he estado con él y él siempre estará conmigo.

Fue solo ese instante, ese momento donde todas las piezas rotas que habían estado en la cabeza de Aynoa comenzaron a encajar.

Había escuchado más de una vez a alguien decir cosas extrañas, pero dejándose llevar por sus sentimientos todo eso no fue importante.

¿Alguien que siempre había estado con el duque...?

Enderezando su espalda, tranquilizó su respiración y los miró a ambos, esa escena ya la había visto más de una vez, pero no de esa forma.

Tarikan llevaba algo siempre con él, todo el tiempo hacia su lado derecho, su brazo, su pecho, su miembro...

—Tu no eres Mariam...—dijo Aynoa negando con la cabeza. Abrió grande sus ojos y levantó las cejas de la impresión que le provocó darse cuenta quien era el ser frente a ella.

La mujer rápidamente se puso a reír a carcajadas que fueron fundiéndose en gritos de mujeres, entonces Aynoa mencionó su nombre.

—Tu eres Siriham.

Riéndose como un ser lleno de locura Mariam comenzó a cubrirse de un negro profundo, sus ojos se volvieron oscuros y sus dientes puntiagudos comenzó a hacerse más grande.

El duque desapareció y mientras la mujer tomaba el tamaño de una gran titanoboa, Aynoa se paralizó. No había donde correr, no había donde huir o esconderse, frente a la gran serpiente del duque no había escapatoria.

Aynoa cubrió su cuerpo con sus brazos cuando la serpiente se abalanzó hacia ella y abriendo su gran boca se la trago por completa.

Ni un solo gritó salió de su boca, fue como si todo lo que veía en algún momento se oscureciera y todos sus pensamientos dejarán de importar.


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¿Quien le achunta a su nombre???
Cap de regalo

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