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82.-Nada es gratis

A lo largo de su vida, Tarikan había visto ya la transformación de mucha gente que de un momento estaban bien y en el otro su estado físico cambiaba lo suficiente para ser chocante. Pero al pasar por el telar la imagen de laydi Mariam fue como haber presenciado una flor radiante en sus mejores días para convertirse en una flor con hojas marchitas.

El olor era mucho más fuerte, pero el duque trató de no mostrar sorpresa o hacer muecas, la mirada fija de Gabriela se clavó en él mientras se fue acercando a un lado de la cama.

Tristán y Sophia no dijeron nada, aguardaron en la entrada del telar junto a Aynoa que había llegado más callada y cabizbaja. La mujer seguía quejándose cada vez que exalaba aire de sus pulmones, pero todo seguía siento muy sombrío.

—Leidy Mariam —dijo el duque sentándose en la silla al costado derecho de la cama—. Permítame tocar su mano.

Aynoa no esperaba que Tarikan sea caballero con ella, después de la discusión parecía molesto, pero allí aquello no se evidenció. De hecho el marqués también quedó asombrado, pero pronto concluyó que era solo porque estaban ellos allí.

El duque lentamente estiró su mano y la puso sobre la mano de ella, no tardó ni tres segundos cuando levantó su mano y llevó los ojos a su mujer.

—Ven aquí —le dijo estirando su mano hacia ella. Aynoa se acercó obedeciendo con rapidez— ¿Recuerdas las cosas que has aprendido?, ¿Los libro de energías que te hice leer?

—Sí —contestó ella.

Tristán nuevamente se sorprendió, no tenía la menor idea de que su hija estaba aprendiendo magia junto con el duque, el sabía que su familia no tenía afinidad con ella, ¿por qué entonces Aynoa sabía de eso?

Aynoa no estaba segura de lo que él le estaba pidiendo, a pesar de haber discutido otra vez, ella creyó que él la ignoraría, pero no estaba haciendo eso. Tomó la mano de ella con cuidado y la jaló hacia él sentandola en una de sus piernas.

—Tarikan —susurró ella mirándolo de cerca. Era incómodo aquel acto tan íntimo frente a su padre, pero el duque estaba concentrado en otra cosa.

—Siente el caudal —dijo y puso la mano de ella sobre la mano de Mariam—. El caudal que siempre debe viajar con la misma corriente. Concéntrate.

Aynoa cerró los ojos, un cosquilleo revoloteó en su interior sintiendo la propia piedra mágica escondida allí. Podía sentir su sangre correr, como se movía con rapidez por todas sus extremidades, como si la piel y los músculos no existieran sino solo un río fuerte y lleno de vida, distinto fue cuando se concentró en su mano. La palma de ella se hizo más suave, como si fuera la propia agua y en su mente comenzó a imaginarse un río, pero cada vez que lo intentaba el río se detenía. ¿Piedras, troncos?

Aynoa abrió los ojos y miró al duque que la observó con seriedad y lentamente se puso de pie.

—La magia de curación —dijo Tarikan dando unos pasos—. Va de la mano con la energía vital de las personas, usamos nuestra propia magia para redirigir al mismo cuerpo a curar lo que está mal.

Tarikan explicó un poco lo que ocurría, pero Sophia no quiso aceptar lo que él estaba diciendo.

—¿No la curaras?, ¿por qué eres tan egoísta con nosotros? Lo que ocurrió hace tiempo no fue mi culpa, mi hija tampoco tiene la culpa de...

—Sophia —dijo el marqués posando sus manos sobre ella.

—No...

Tarikan fue hacia ellos, su rostro no cambió a pesar de ver a esa mujer llorando y destruida. Posando la mano sobre el hombro de Tristán dijo unas palabras en otro idioma y la sala se iluminó.

Tristán sintió como un cosquilleo salía de su cuerpo y frente a él, unas líneas doradas se expandieron por toda la habitación iluminando sus caras.

—Esta es tu energía vital marqués —le dijo el duque, su pelo pronto comenzó a cambiar con un blanco hermoso.

Sophia observó las luces, parecían largas lombrices moviéndose constantemente haciendo un espectáculo dorado sobre toda la oscuridad.

Poco a poco ella fue entendiendo y se atrevió a poner su mano sobre el brazo de Tarikan, enseguida el duque se apartó de Tristán y la misma sensación que había sentido el marqués ahora lo sintió ella. Su energía vital también se esparció por la sala, era su vida la que estaba frente a sus ojos.

Aynoa observó aún sentada en la silla y se secó unas lágrimas, su esposo había explicado exactamente como lo había hecho con ella. Entonces lentamente Tarikan se apartó de los marqués y mientras los miró se acercó a Miriam y lentamente puso su mano en ella.

Las luces no se mostraron resplandecientes, salió de su pecho una luz débil, cortada en miles de pedazos y fragmentos. No había algo lineal, era como si la energía vital de aquella mujer hubiera explotado quebrándose en pedazos. El pelo del hombre pronto volvió a ser castaño a medida que dejó de tocar a la mujer.

—No solo es el poder del mago el que cura a las personas. Los otros hechiceros negaron su ayuda porque sintieron esto. Una energía vital que no quiere ser reparada.

Sophia se largó a llorar abrazando a su esposo, recién comprendió porque Tarikan le explicaba todo, no era que no quería sanarla por culpa del pasado y los rencores que tenía con el marquesado, sino porque simplemente ya no había nada que hacer.

—Lo siento, no puedo curarla tampoco.

—Al menos debíamos intentarlo —dijo Tristán abrazando a Sophia.

—No... —dijo ella negando con la cabeza—. Al menos alivia su dolor. —Lloró amargamente.

—Puedo hacerlo, pero si tú hija tiene una semana de vida, el cobro de su dolor será casi por completo, y morirá en un día, no más.

—Hazlo —dijo la marquesa sin dudar.

—Sophia, espera —dijo Tristán tomándole el hombro.

—Puedes darle el último día sin dolor, ¿no?—dijo Aynoa poniendose de pie—. Lo leí en uno de los libros, algo que ella recuerde y que se vaya de este mundo feliz... Un día perfecto.

—Cuidado Aynoa —le advirtió el duque mirándole a los ojos—. No desees cosas a la ligera. Los anhelos de una persona no son los anhelos de todos, el último día sería cumpliendo uno de ellos.

—Hazlo, Tarikan —dijo Sophia acercándose a él—. Haz que ella se vaya feliz de este mundo.

—¡No, mamá! —reclamó Gabriela.

—¡Si! ¿Qué no entienden? Mi hija ha sufrido mucho, ¿cuánto tiempo quieren que empeore más?, Ella no querría esto, piensen en ella, no en nosotros.

—Mamá...

Tarikan los miro a cada uno, Aynoa si había leído aquello, pero tal vez no recordaba o no entendía bien que era lo que significaba regalar un último día. Entonces lamió lentamente sus labios, está vez no iba a tratar de convencer a su esposa los riesgos de aquello. Tarikan prefirió guardar silencio y recordar que nada era gratis, ni siquiera para ella.

Gabriela ya había llorado lo suficiente por su hermana, había visto todo su cambio desde que había comenzado con las dolencias. Ya había aceptado el hecho que la perdería, pero aún así, el dolor que cargaba parecía no irse.

Miró al duque aún con mucho rencor, no le
perdonaba lo que había hecho, ni a él ni a Aynoa. Pensaba que si Tarikan hubiera elegido casarse con Mariam, ella no hubiera tenido esta enfermedad.

—¿Que harás? —dijo levantándose de su asiento y acercándose a la cama.

Tarikan que se había remangado la camisa se había acercado a Mariam y había bajado lentamente las frazadas de la cama hasta su cintura.

Mariam llevaba un vestido de dormir delgado, con tirantes sobre sus hombros y dos cuerdas que amarraban en su pecho. Le pegó una mirada a la mujer que lo obserbaba, pero no me contestó con rapidez.

—Tranquila —soltó cuando Mariam volvió a gemir del dolor. Ella ya no estaba consciente de las cosas que ocurrían a su alrededor.

—Duque —subió la voz Gabriela cuando el hombre tiró de los amarres de su hermana.

—Siri —dijo el duque y enseguida la serpiente comenzó a deslizarse por su brazo—. Lo que voy a hacer no será repetido por sus bocas, ni escrito por sus manos —agregó mientras sus manos se iluminaban de color verde, un verde que Aynoa ya había conocido—. Comenzaré y no me detendré.

Los marqués asintieron con el rostro, entonces el duque se acercó más a la muchacha y le descubrió todo el torzo a la mujer. Su piel pálida y con tonalidades plomas quedaron desnudas a su vista. Gabriela al ver aquello apretó los dientes de impotencia mientras era contenida por su madre. Sophia tampoco estuvo agusto con eso y Tristán debió la mirada.

Aynoa también la vió, Mariam estaba tan delgada que los huesos de la clavícula se miraban claramente al igual que sus costillas, sus senos que una vez fueron voluminosos no eran ni la quinta parte de aquello.

Tarikan concentrado en lo que haría, puso una rodilla entre las piernas de la mujer para tener una vista más lineal. Luego sacó una daga de su costado y se cortó la palma de su mano.

Aynoa no sintió recelo, la verdad no sintió nada ver cómo el hombre que hoy era su esposo, veía a otra mujer desnuda y luego vio como el la tocaba. Dibujando unas líneas con la sangre de el mismo paso su dedo índice por la piel de la mujer, de su clavícula a su pecho donde estaba el corazón.

El duque volvió a pronunciar el nombre de su demonio y la serpiente volteó para morder el cuello de la mujer.

Mariam abrió los ojos en ese instante, despegó los labios y un sonido ahogado salió de ella, era un grito que ni su fuerza pudo formular y sacarlo de su garganta. Enseguida la habitación se llenó de un humo negro y sonidos extraños comenzaron a hacer crujir las paredes.

Desde donde estaba Aynoa pudo ver al duque de perfil, su rostro pronto comenzó a cambiar, y comprendió lo que tanto temía la iglesia de él. Con sus ojos completamente negros sus labios no se detuvieron hablando en otro idioma, su voz comenzó a ser chillona y sus dientes más de una vez ella los vio filosos.

—No —pensó arrepentida

¿Qué acto tan maligno había pedido que él hiciera?

—¡No! —Gabriela trató de acercarse al ver aquello, pero Aynoa se lo impidió mientras que Sophia se desmayaba a un lado siendo socorrida por su esposo.

Luego una luz azul comenzó a salir de las líneas que el duque había hecho. Se bajó de ella lentamente y sus manos también brillaron. Su herida recién hecha se cerró de inmediato y luego un viento agitado golpeó las ventanas haciéndola temblar y al mismo tiempo Siri se desvaneció de la nada.

Agitado el duque volvió a tener el control de si mismo, Arkan se movía desesperadamente por su espalda controlando la magia negra que había salido de Siri.

Aynoa volvió a ver el cambio de su esposo, su rostro poco a poco volvió a la normalidad y todos comenzó a calmarse.

—¿Lady Mariam? —susurró él.

Increíblemente la mujer de forma lenta comenzó a despertar. Sus pestañas temblaron antes de que sus ojos se abrieran.

—Yo… ¿do-donde estoy? —Fue lo primero que dijo.

—Oh...—Gabriela volvió a llorar mientras atónita podía ver a su hermana hablar otra vez.

—¿Qué paso?

—Mariam... Tu has estado...— dijo Gabriela, pero el duque enseguida la interrumpió.

—Solo estuvo un poco enferma, pero ya la veo mejor, ¿Desea usted agua?

Tristan puso sus ojos en la muchacha, no podía creer que la había vuelto a oír, pero sobretodo no podía creer ver al hombre tratarla con ese respeto y cariño que jamás había visto. Recordó las palabras de su propia hija hablar de él como si realmente fuera otro.

Educadamente el duque tomó un paño mojado y le pasó lentamente por los labios resecos de Mariam mientras le hablaba como si nada hubiera ocurrido.

—¿Usted y yo... nos casamos?

—Laydi, lo importante ahora es tu salud.

—¿Eso es lo que quieres? —preguntó Gabriela.

—Digame si-si nos comprometimos, duque.

—¿Permítame conversar de aquello mañana?

La mujer no dejó de observarlo, parecía que su vitalidad había vuelto, sonrió y bajó su rostro nerviosa mientras jugaba con las sábanas. Movió la cabeza contestando con una aprobación y luego miró a Gabriela apretando fuertemente sus labios.

Su hermana conocía aquella mirada, pero no quiso decirle nada sobre la realidad y arruinar aquel momento anunciando que Aynoa se casó al final con aquel hombre. Entendió perfectamente lo que él duque estaba haciendo allí, se sintió muy agradecida con él por mantener una pequeña mentira llena de piedad.

Gabriela se mantuvo allí, mirando y escuchando como el hombre dejaba ver su lado más humano, entonces se preguntó ¿Realmente esto está ocurriendo?

—¿Me ayuda a sentarme? Debí haber estado mucho tiempo enferma, no recuerdo mucho y mi cuerpo se siente débil.

—No te preocupes Mariam —dijo su hermana subiéndose a la cama mientras el duque ayudó a la mujer a sentarse—. Ya verás como podrás salir de la cama, los hechizos que te hicieron tardarán en salir de tu cuerpo, pero cuando lo hagan podrás volver a caminar.

—¿Por qué estás llorando?

—Es que te amo mucho —dijo abrazándola.

—¿Tanto los preocupé?

El duque se acercó a la ventana y tiró con fuerza las cortinas gruesas que habían allí, en cuanto lo hizo, el sol hermoso de la tarde entró fuertemente a la habitación.

—Du-duque de Castilvell, ¿cuánto tiempo se quedará? Por el clima parece que estamos en fecha de otoño.

—Tiene usted un buen sentido del tiempo —contestó él—. Me quedaré unos días.

—Terra hace una fiesta cada año, si estoy en condiciones de ir ¿Le molestaría concederme un baile?, ¿tan solo dos piezas completas?

Aynoa estaba más tranquila, también había sentido una pequeña emoción en su interior al ver a la mujer con mejor ánimo y claramente sin ninguna señal de dolor. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, sabía que su esposo había hecho algo correcto, pero mientras miró a ambos una leve clavada empuñó en su corazón.

Soltó un suspiro y llevó su mano a su boca disimuladamente, cuando volvió a posar sus ojos en ellos, sintió algo distinto, algo no estaba bien, no se sentía bien.

—¿Eso es lo que tanto anhelas? —Una voz llegó a los oídos de Aynoa. Miró a todos lados, pero nada había cambiado, en su mirada todo estaba igual. No distinguía la voz ya que nadie allí abrió la boca en esos segundos.

—Bien hecho muchacho —dijo Tristán ayudando a Sophia a tomar conciencia y lentamente se puso de pie.

Tarikan observó a la muchacha mientras se apartaba, su pelo aún estaba revuelto, pero al menos su rostro se veía un poco más reluciente. Recordó a la mujer en su mejor momento y dibujando una sonrisa le contestó con cortesia.

—Esperaré ese baile.

—¿Qué es lo que más deseas en el mundo?

—Tarikan —susurró Aynoa mirándolo, pero el duque paso a un lado del marqués e intercambio palabras con él antes de salir.

¿Acaso solo ella escuchaba esa voz?

—Claramente no lo hice por ti. —Fueron las palabras que quedaron en la boca del duque, pero está vez si pensó antes de separar sus labios. Miró al marqués unos segundos y continúo caminando—. Su cuerpo está con una línea de sangre y cuando está desaparezca ella morirá.

—Yo... Anhelo... Sí yo siempre he querido algo... —La voz de Mariam llegó a los oídos de Aynoa distrayendo su atención de detener a su esposo. Tarikan no tardó un segundo en salir de allí y dejarla con interrogantes que no pudo resolver.

Levantó su rostro y vio a su hermana sentada en el borde de la cama mientras Sophia la abrazaba.

Desde ese lugar, Aynoa no podía verle el rostro, su pelo poco a poco comenzó a tomar color, al mismo tiempo que dió pasos alrededor de la cama para lograr verla.

—¿Mariam?

Aynoa la miró, su rostro poco a poco se fue quedando en su pupila, la mujer no dejó de abrazar a su madre, pero con sus ojos en el suelo tenía una leve sonrisa. Cuando la duquesa la llamó por su nombre, ella alzó la mirada hacia ella, sus ojos estaban negros completamente como un demonio que había poseído su cuerpo y entonces sonrió macabramente con unos dientes puntiagudos.

¿Cuál es tu anhelo? —dijo nuevamente esa voz que Aynoa no podía distinguir.

—Yo desposaré al duque.

Asustada por escuchar su voz y ver aquel monstruo, Aynoa dió pasos atrás chocando con una leve mesita y todo comenzó a desmoronarse y volverse negro, tan negro como la oscuridad misma.

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