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77.- Abeul.

Aynoa despertó a la mañana siguiente muy desorientada. Miró el lugar y le costó recordar dónde se encontraba. A su lado, el duque aún dormía y los primeros rayos de sol estaban traspasando el telar. Fuera el ruido de pisadas y murmullos se podían apreciar, pero aun así su mente aún estaba muy turbia.

No estaba segura de lo que había ocurrido en la noche, pensó que había sido una pesadilla, pero ¿todo ese dolor podía haber sido imaginario?

Apoyando lentamente sus manos en la cama, se sentó mirándose el cuerpo. Aún estaba desnuda, y no había una sola marca en ella, pero las mantas de la cama le cubrían hasta la cintura.

El duque a su lado estaba de costado hacia ella, con sus brazos de grandes músculos apoyaba su cabeza en uno y el otro estaba sobre la almohada. El tatuaje de Siri se veía con facilidad, aún estaba rojizo y parecía que era más negro que las otras veces.

Aynoa curiosa, acercó su rostro a él y observó con más detalle, los relieves de escamas se podían notar como si la serpiente no hubiera sido consumida por completo, sino que había dejado parte de su piel en la superficie. Lo otro que notó, fue cuando estiró sus dedos hacia el hombre y tocó suavemente el tatuaje. La sensación helada que quedó en las yemas de los dedos fue extraña, ya que el resto del cuerpo del hombre se mantenía tibio.

Aynoa lentamente se acercó a la orilla y en cuanto puso los pies en la tierra sintió una sensación de desconexión con su cuerpo. Como si un río de energías traspasara todo el suelo del lugar y se extendieran hacia fuera. Sintió los pasos de cada soldado sin ni siquiera poder verlos y eso solo hizo que ella entendiera que lo que había ocurrido en la noche, si fue real.

La duquesa se lavó y se vistió lentamente antes de salir de la tienda. Tarikan, por otro lado, si había sentido un palpitar cuando ella puso los pies en la tierra, pero ignoró el hecho y continúo con los ojos cerrados. Sabía perfectamente que ella podía estar enojada o molesta con él y la quería evitar.

En cuanto ella salió, él recién comenzó a moverse, había sido una noche agotadora, pero estaba contento de sentir la magia correr por el cuerpo de ella.

Más tarde, cuando el duque se estaba abrochando las botas sobre un asiento, el telar se abrió bruscamente y ella entró con una bandeja de alimentos.

—Buenos días —dijo el duque y lentamente enderezó la espalda. Con su torso desnudo mantuvo una distancia prudente mientras la miraba.

Aynoa lo ignoró, dejó la comida sobre la cama y luego caminó hacia él. En ningún momento ella levantó la mirada, con su rostro tenso y con la forma de caminar, el duque supo qué intenciones tenía ella.

—Está bien, ¿derecha o izquierda? —dijo y llevó sus manos a su espalda esperando la cachetada que ella le daría.

Tal cual como lo había pensado, ella llegó frente a él y recién subió su mirada. No estaba enojada, más bien estaba furiosa, al descubrir que todo lo que sintió en la noche había sido verdadero. Tarikan apretó los dientes y cerró los ojos un segundo antes de que el sonido que hizo su mejilla izquierda con la palma de ella sonara por el lugar.

—Buenos días para ti también —dijo Aynoa dándose la vuelta hacia el telar—. Espero que te atragantes con la comida.

—Hey —dijo él siguiéndola con la mano en su rostro, pero ella no se detuvo—. ¿Podemos hablarlo?

—Oh, si, como si hubieras querido hablar anoche. Eres un idiota Tarikan.

—Ya te expliqué.

—¡Pero no soy como tú!, ¿Qué te hace creer que yo hubiera actuado de la misma manera que tú? Quizás si lo hubiera sabido de todas formas lo hubiera hecho y ¿Qué si talvez ya no quería?

—Tú fuiste quien insistió en esto, sé que cargo con la culpa de no habértelo dicho, pero...

—No, no quiero escucharte. Quédate contento, llegaremos a Abeul y lo primero que haré es alejarme de ti.

—Bien, lo siento.

—Un lo siento no soluciona las cosas, yo... Yo confié en ti —dijo deteniéndose a un paso de la entrada.

Tarikan no estaba molesto y mucho menos arrepentido de lo que había hecho. Entendía la reacción de ella, él hubiera actuado de la misma forma, pero ahora debía hacerla cambiar de opinión, respeto a todo lo negativo que vivió.

—Ven.

—¡No! Suéltame —reclamó ella cuando el duque simplemente la abrazó desde atrás.

—Escúchame.

—Tarikan, estoy realmente enojada contigo.

—Lose, pero déjame mostrarte todo lo que significó lo de anoche.

Con el brazo derecho sobre su hombro, Aynoa no pudo apartarse de él, estaba sujeta firmemente y su mejilla pronto se apegó a la mejilla del duque.

—Mira esto —dijo formando con su mano una pequeña llama de fuego.

Aynoa enseguida se quedó quieta observando la fuerte luz que salía de allí.
Entonces el duque lentamente levantó la mano de Aynoa y acercó su llama hacia ella. Instintivamente, ella intentó apartar su mano, pero él la sujetó con fuerza.

—¿Me quemará?

—No —contesto él.

Aynoa nerviosa se había calmado un poco, el reflejo de la llama en su pupila parecía que sus ojos brillaban de un color miel intenso. Sintió el calor, pero en unos segundo el duque juntó su mano con la de ella y la llama le rodeó la mano por completo

—No... No es posible.

—Sí, lo es, tu cuerpo ha aceptado la piedra mágica, aunque no significa que puedas tocar el fuego, pero sí tienes una interacción con la magia de los demás hechiceros. ¿Recuerdas todo lo que te ha enseñado Caleb?

Ella asintió con la cabeza, sentía como la sangre de las venas de su cuerpo corrían rápidamente y dónde estaba el fuego se asemejaba a la sensación de un leve cosquilleo.

—Te enseñaré a curar heridas y poco a poco más cosas.

—Es bueno un nuevo hechicero en Castilville —dijo Caleb entrando por el telar—. Buen día, duque.

—¿Tú también sientes mi magia?

—Sí, duquesa.

—Aceptaría unas gracias, al menos —dijo el duque mirándola con una sonrisa.

Aynoa que se había sentido sorprendida y más tranquila, volvió a fruncir el ceño al escucharlo. No iba a permitir que el duque olvidará esto, entonces volteó y alzó la mano derecha hacia él. Tarikan sin duda no se esperaba que ella hiciera tal cosa, que de un momento a otro le estrujó los testículos sobre el pantalón.

El duque apretó rápidamente los dientes y de forma lenta se fue encorvando hasta que sus ojos quedaron a la misma altura de ella. Humillado se agachó hasta casi apoyar las rodillas en el suelo. Su mirada enseguida cambió, pero Aynoa no se sintió intimidada, y con los dientes apretados le habló de cerca.

—Tú vuelves a hacerme algo sin previo aviso y te los arrancaré mientras duermes.

Ninguno de los dos hombres que estabas allí se atrevieron a decir una sola palabra. Caleb tampoco había esperado ese actuar de ella, pero al verle, solo le hizo tragar una espesa saliva pensando que el duque, realmente tenía quien pudiera controlar su personalidad tan temeraria y problemática.

—Buen día, Caleb —dijo Aynoa pasando a su lado.

—Duquesa —contestó bajando su cabeza.

El soldado no dijo nada hasta que ella salió de la tienda y las telas volvieran a cubrir el lugar. Entonces levantó la cabeza y vio al duque apoyado en una silla mientras se refregaba la entrepierna.

—Ahora si dudaría si me volvieras a ofrecer la invitación de ayer.

—Es... una buena mujer.

—Quizás, ahora entiendo que puede ser la esposa indicada para un hombre como tú.

—¿Cómo yo?

—Sí, uno que de vez en cuando necesita a alguien que le ponga límites.

Tarikan solo sonrió negando con la cabeza, había olvidado una cosa de Aynoa, esa mirada enojada, esos dientes apretados y mandíbula tensada, a él le encantaba hacerla enojar.

*******************

En Abeul Tristán estaba preocupado, había recibido la respuesta de su hija, pero no sabía si ella vendría con el duque. Habían pasado días difíciles, la salud de la hija mayor de Sophia había decaído grandemente y los hechiceros ya no podían curarla, pero aun así, el marqués posaba su última esperanza en su yerno. No tenía la cara de pedirle ayuda al hombre que sabía que era odiado por él, pero quizás su hija podía convencer a su esposo de intentar ayudar a su hijastra. Los comentarios que había recibido de la capital hablaban de lo bien que el duque se llevaba con su esposa y que las cosas ya no se veían tan tensas entre ambos.

Las trompetas sonaron al medio día, el marqués rápidamente corrió hacia el gran salón de su castillo y pudo ver desde la ventana como las grandes puertas se abrían. Estandartes azules fue lo único que pudo visualizar con gran atención, el cual lo llenó de una emoción al pensar que vería a su hija después de meses lejos de su lado.

—Tristán —dijo Sophia entrando también emocionada. Llegando a su lado, el marqués solo la abrazó mientras ambos miraban nerviosos la llegada de los duques. Suaves palmadas en su espalda hicieron que la marquesa se tranquilizara.

—Tranquila.

—Ella debe odiarme, pero también es su deber, ¿no?

—No lo creas así, Aynoa es una buena mujer, a pesar de como resultaron las cosas con el duque, ella ha cumplido como duquesa.

—¿Cumplido? Tristán, el ducado aún no tienen noticias de algún heredero. Después de lo que ella hizo, considerar que un bebé viniera en camino en el primer mes es lógico, pero han pasado más de cinco meses.

—Deben tener sus razones, no nos incumbe meternos en matrimonios ajenos, Sophia.

—Es tu hija.

—Sí, pero también su esposo es el duque y no olvides lo que significamos para ellos. Así que compórtate, si queremos que Tarikan pueda ver a Mariam, debes tratar bien a Aynoa.

—¿Entonces los rumores son ciertos?

—¿Cuáles rumores?

—Mi hermano, dijo que el duque está enamorado de tu hija, pero es ilógico que si la amara aún no hay noticia de que ella esté en cinta.

—Sophia dejemos de hablar de Aynoa de esa forma, es mi hija, tendrá sus motivos.

—No me extrañaría que el duque se negara, sabes que no le caigo bien a Aynoa, siempre estuvimos discutiendo.

—Eso no lo sabes, así que sonríe, vamos bajemos para recibirlos.

**********************

Tantos recuerdos, tanto vivido en un solo lugar, mientras Tarikan veía el pasto cerca de los muros, visualizó un día negro para él, recordando a la familia que una vez tuvo. Algo parecido paso con Aynoa, era exactamente la puerta donde habían entrado los monstruos y dónde la horrible y atemorizante arpía se había estado riendo.

Abeul estaba restaurado casi por completo, Aynoa se sintió nerviosa cuando paso por las puertas, podía recordar todo lo vivido y apretó fuertemente las riendas del caballo y cerró los ojos. Cuando los abrió fijó su mirada hacia un paraje vacío, dónde antes había una casa y dónde en ese sitio fue la primera vez que vio al duque, justamente cuando fue golpeado por un gigante.

—No tenses tanto las cuerdas. —La voz de su esposo llegó a ella. La había estado observando, ya que sabía que ella se sentiría de esa forma en cuanto entrarán—. Vamos tranquila o pondrás nervioso al caballo —agregó posando su mano en su espalda y le dio un suave masaje para tranquilizarla.

—Al menos puedo decir que fue la primera vez que te vi.

—¿Mi esposa ya no está enojada conmigo? —preguntó él, sonriéndole y lentamente tomó su mano y la llevó a su boca para darle un beso en la palma.

Aynoa lo vio unos pocos segundos antes de dirigir su mirada hacia otro costado, hasta el momento no tenía vergüenza de mostrar algún afecto en público, pero allí de alguna forma esa pequeña acción del duque ruborizó sus mejillas y la hizo sentir incómoda.

—Solo recuerda la advertencia que te hice.

—Está bien —dijo el duque con una leve sonrisa.

Los caballos fueron entrando lentamente, la gente de igual manera salieron de las casas y algunos observaba por las ventanas o pequeñas tiendas.

Ninguna persona saludó o hizo alguna seña, los pequeños niños que jugaban en las calles fueron rápidamente resguardados por sus madres, que miraban con recelo al grupo de capas azules. Muchos estaban agradecidos de haber sido salvados por las serpientes de cola plateada, pero todo cambio luego de que el rumor de que el duque no se presentó con prisa se esparciera de boca en boca. Peor había sido la noticia de que la hija del marqués había contraído matrimonio con el hombre responsable de tantas muertes en el lugar.

Aynoa se sintió extraña, nunca había estado desde esa parte del panorama. Ahora también recibía esas miradas que nunca había experimentado. La gente la había conocido como una joven que constantemente ayudaba y compartía con la gente, pero ahora era recibida como si fuera la peor cosa.

Había caras conocidas, pero ninguna de ellas le devolvió la sonrisa, entonces poco a poco ella dejó de ponerles atención. Miró al duque y comprendió por qué él siempre ignoraba a la gente del sur, tanto la capital, Güeros, Belsen o Abeul, él ya conocía como iba a ser recibido.

Tristán se sorprendió de no ver ni un solo carruaje, por un leve segundo pensó que su hija no había venido, sorpresa para él fue cuando el grupo de soldados de Castilville se acercó y a la cabeza venían ambos duques sobre sus caballos.

Tarikan fue el primero en bajar y lo siguieron sus hombres, luego fue al caballo de su esposa y estirando sus brazos, la tomó suavemente de la cintura y la bajó con delicadeza.

Aynoa venía vestida con los mismos colores del ejército, con pantalones negros, una pequeña espada a su costado y una capa azul con capucha.

—Marqués —dijo Aynoa que había caminado junto a Tarikan hacia ellos.

—Hija hermosa. —Tristán no escatimó en formalidades y rápidamente caminó a ella y la abrazó—. Dios te ha cuidado tanto, estás tan bella como lo era tu madre —agregó tomando sus mejillas y besando su frente.

Había pasado más de cinco meses sin haberla visto, y a pesar de que nunca habían dejado de escribirse cartas, solo está ocasión ella había aceptado visitar el marquesado. Su padre comprendía que aquella decisión solo era por el duque.

—Estás hermosa, y mírate cabalgando tu propio caballo.

—He aprendido mucho.

—Es un gusto verlo, duque de Castilville —dijo el marqués separándose de su hija y estirando su mano para saludar al hombre.

—Tristán. —Tarikan no cambió la expresión de su rostro y tampoco estiró su mano para estrecharla con su suegro.

Tristán, al ver que el duque no tuvo ni la mínima intención de saludarlo de forma fraternal, bajó su mano y sonrió de mala gana.

—Bueno, hay cosas que no cambian. Sophia— agregó estirando su brazo hacia atrás y su esposa se acercó a él.

—Espero que hayan tenido un buen viaje—dijo la mujer—. La comida estará lista en unos momentos, le mostraremos las habitaciones donde se quedarán y luego almorcemos todos juntos.

Aynoa miró al duque, su cambio fuera de Castilville hizo que volviera a ser el hombre serio y frío que todos conocían. Sus ojos no se apartaron del marqués, pero al menos cuando todos comenzaron a caminar estiró su brazo hacia ella para caminar juntos.

Sophia miró a Aynoa con seriedad, pero por primera vez fue ella quien le quitó los ojos de encima. La duquesa le sostuvo la mirada todo el tiempo, parecía que el poder y la autoridad que una vez tuvo la mujer hoy no afectaban a la hija de Tristán.

Las serpientes recibieron rápidamente órdenes del duque antes de que ellos entrarán, Aynoa se dio cuenta de que todo dentro del castillo había cambiado, era un poco más lujosos de lo que una vez fue el marquesado, sorprendida miró todo el lugar. Tenía hermosos candelabros, cortinas blancas, pilares de mármol y una decoración reluciente y limpia.

Aquello solo la hizo sentirse preocupada, sabía que todo lo que sus ojos estaban viendo habían venido del bolsillo de su propio esposo. No quería que él decidiera volver a Castilville antes de tiempo, él ya le había advertido aquello, pero ella debía esforzarse para que sus planes salieran bien.

Tarikan no pareció cambiar su semblante, ni por haber visto toda la riqueza que hoy poseía el marqués, ¿Acaso no se sentía molesto o realmente se estaba conteniendo?

Las sirvientas del lugar estaban todas en fila, no se movieron de allí hasta que todos entraron, era solo una muestra de orden que el marqués les mostraba. Luego, una de ellas guio a los duques a sus respectivas habitaciones, mientras caminaban por un pasillo, Tarikan no pudo evitar detenerse frente a un gran cuadro colgado en una pared.

—Era hermosa, ¿No? —dijo el marqués que había estado siguiéndolos a una distancia prudente—. Siempre admiré su belleza, siempre se llevaba todas las miradas de los hombres cuando caminaba o bailaba.

—Mucho para ti —dijo el duque bajando su rostro y volviendo a caminar hacia Aynoa que lo esperaba al final del corredor.

—Ella no sacó su belleza, pero sí su corazón bondadoso y valiente.

El duque se giró solo para mirar al marqués unos segundos, no dijo nada, pero Tristán, cómo era costumbre, bajó rápidamente la cabeza para luego volver a mira el retrato de su difunta esposa.

—Nada ha cambiado, ¿Cierto, duque de Castilville? —susurró viendo su espalda alejarse mientras el sonido que hacía su armadura crujía con cada paso que daba.

Pisadas seguras, pisadas fuertes y poderosas, ese era el hombre que hoy más necesitaba.

La actitud del duque hizo que el marqués volviera a poner los pies sobre la tierra, Tarikan jamás aceptaría ayudar si esa petición saliera de su boca, entonces visualizo a su hija, ella, tan solo ella era la llave para recibir los que tanto buscaba.

Cuando los duques desaparecieron, alzó la mano hacia el cuadro y tocó parte de la pintura mirando a su exmujer.

—Si tan solo viera y sintiera su dolor, si tan solo la escucha, ¿Crees que el corazón de ese hombre pueda palpitar como una persona normal?, ¿Ablandarse y compadecerse de nosotros?






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Dato curioso: no recuerdo haberlo puesto jaja, pero "Tarikan" en Malayo significa seducción

Consulta: ¿Se puede decir que cada uno de mis personajes tiene una personalidad propia? Me intriga sabes si no parecen que fueran los mismos... Burak, Leo, Tarikan 

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