73.-Todo estará bien
En la mañana siguiente Aynoa despertó de un saltó, se había quedado dormida arriba de la cama, pero no esperaba que su criada entrara de un momento a otro haciendo ruido.
Por solo pocos segundos su piel se había quedado helada con tal miedo que la mujer le causó.
—¡Mierda Milla! ¿Cómo puedes entrar de esa forma? —dijo sentándose y mirándola con el ceño fruncido.
—Oh duquesa Aynoa, ¿Qué acaso el diablo tomó su lengua mientras dormía? Que Dios no la escuché hablar de esa forma.
—No vengas con sermones tan temprano, demonios —agregó volviendo a acostarse con los brazos bien abiertos en la cama.
La noche anterior parecía que había sido pisada por un gigante, su cuerpo estaba un poco adolorido por haber estado tanto tiempo detrás de esa puerta, pero al menos sabía que cada segundo de eso había valido la pena.
—¿Por qué tanto alboroto?
—Señora en hora buena, no sabe la gran noticia que le tengo que dar —dijo la mujer yendo rápidamente hacia la ventana y abrió las cortinas con fuerza. Estás se abatieron hacia cada costado dejando entrar un sol hermoso y un día completamente despejado. Aynoa rápidamente se cubrió los ojos.
—¿De que hablas?
—Traerán el agua en unos segundos, vístase con lo más hermoso que tenga, hoy todo el reino estará de fiesta.
—¿A muerto alguien?
—No mi bella dama, la reina... La reina por fin está embarazada.
—¿Está...está embarazada?
—Grandísimo y alabando sea Dios, y su bendición para todos nosotros.
Milla no contuvo su emoción, moviéndose de un lado a otro con una sonrisa enorme preparó con gran entusiasmo todo para que su señora se arreglará lo más rápido posible. Las campanas de la iglesia que quedaba cerca del castillo, comenzaron a sonar avisando las buenas nuevas.
—La ciudad estará de fiesta, todos festejarán una semana completa por esta gran bendición —dijo Milla abriendo la puerta y las criadas entraron con la tina de madera y el agua caliente.
—Nunca pensé que esto ocurriría, ¿No es algo vieja para procrear?
—Aynoa no seas pesimista, sea o no sea vieja, si Dios por fin le ha dado un hijo, es para agradecer. El rey lo ha anunciado está mañana, la noticia se ha estado comentando en cada rincón, así que no se extrañe que todo se vuelva celebración.
—Eso atrasará más nuestro viaje de vuelta.
—¿Viaje de vuelta? Creí que estaba cómoda aquí en la capital.
Aynoa lentamente se puso de pie y se sacó las prendas para meterse al agua, hasta el momento no se había imaginado a la reina siendo madre. Aquello rápidamente le causo una sensación nauseabunda.
¿Cómo una mujer que le gusta la sangre en la intimidad con niños, puede traer niños a la vida? Muchas de sus víctimas fallecieron bajo sus cruel sadismo según el libro que había leído. A causa de eso, la cantidad de niños que entraban a ser niños de la corona, no contrarrestaban la cantidad de números de adultos que salían.
—Esta muy tensa hoy, duquesa —dijo Milla pasando la esponja por su brazo derecho.
¿Acaso esto era lo que él duque le quería decir el día de ayer?
—Esta muy callada, ¿le preocupa que ahora su posición no sea tan importante?
—¿Importante? Yo nunca he sido importante para la corona.
—Claro que si, ¿Cómo dice eso? Usted tiene sangre real, y está casada con el hombre que fue criado por los reyes ¿No cree que eso la pone a usted y al duque como los próximos herederos a la corona?
—Jamás ví eso como una opción. Mi esposo, el duque, jamás pondría una corona en su cabeza —dijo saliendo del agua y recibiendo una túnica que su criada le pasó.
—Yo creo que sí, yo creo que los reyes aún se preocupan por el —dijo Milla frotando sus brazos para secar su cuerpo—. Cada vez que ha tenido que recibir algún castigo, nunca es tan grave. Los reyes deben ver al duque como su hijo.
—Sí, como no —dijo Aynoa aprentándo el ceño. No podía imaginar aquella palabra en la mirada del rey y en especial de la reina.
—¿Por qué le tiene recelo a la corona? Los reyes la han tratado bien, cuidaron de su esposo y le han dado una buena habitación.
—Lejos de él.
—Bueno mi hermosa dama, no se va a morir si pasa unas noches sin él. Recuerde que la iglesia aquí tiene mucho poder, ya podrán estar juntos.
Aynoa bajó su cabeza y miró a través del espejo, su mano rápidamente tocó su barriga pensando que realmente envidiaba a la reina, ella también quería tener un hijo de su esposo.
—No es suficiente... —susurró pensando que una sola tarde con él no aseguraría quedar embarazada.
—Ya llegará —dijo su criada poniendo su mano sobre la mano de ella—. Si el duque aún sigue mandándole infusiones tratemos de hablar con la iglesia.
—No, no involucraré a la iglesia en esto.
—Mi señora, Dios manda hijos cuando es el tiempo y no debe haber interrupción de nosotros. El duque está cometiendo pecado por eso.
—No entenderías. El duque no quiere verme sufrir.
—Toda madre sufre —dijo Milla mientras comenzaba a amarrar el vestido de su señora. No entendía porque Aynoa no se había alegrado con la noticia, sin duda la personalidad de ella había cambiado y la culpa la hacía pensar solo en el duque—. Cada madre seguirá sufriendo hasta la muerte, es difícil no sufrir por nuestros hijos incluso cuando son grandes.
—La reina no se merece un hijo, ¿por qué?, ¿por qué Dios la premia con eso?
—Aynoa no seas cruel, todos merecemos esa oportunidad.
—No, algo no está bien... —dijo Aynoa mirando el mueble a su costado—. ¿Puedes pasarme mi libro?
—¿Alguna vez me dejara leerlo?, Cada vez que le pregunto que es lo que escribe, usted nunca me da respuesta —dijo ella obedeciendo.
—Algún día te lo contaré todo, solo debes tener paciencia.
—Esta bien —dijo su criada. No podía evitar sentir curiosidad de aquello cada vez que su señora dejaba el libro a simple vista. Mordió sus labios tratando de volver a olvidarlo.
¿Qué era lo que estaba mal?
Ojeando su propios escritos, Aynoa estaba buscando los detalles de cada cosa ocurrida, sentía que algo se le estaba olvidando. Y cada vez que recordaba más cosas llegaban a su mente.
De repente algo llegó a ella, levantó al cabeza hacia la puerta y se quedó en silencio.
—No...—dijo suavemente.
Milla que estaba arreglando su cabello notó aquel cambio y bajó su rostro hacia su señora.
—¿Qué pasa?
Aynoa enseguida cerró el libro y lo dejó en el mueble, poniéndose de pie se había dado cuenta de algo que hasta el momento no había tomado conocimiento.
¿Podía ser su esposo el responsable de que hoy la reina estaba embarazada?
La reina no podía llegar a termino con ese embarazo, no, no podría porque la guerra llegaría antes que eso. Aún así, conociendo esos detalles Aynoa sintió como todo a su alrededor comenzaba a caerse.
En el libro ella no salía embarazada, pero también sabía que habían sucesos que habían cambiado de la historia original. Deseaba intentarlo más con Tarikan, pero ahora la posibilidad de que el verdadero padre del heredero a la corona no sea el rey, eso comenzó a golpear su pecho.
Aynoa caminó a la puerta ignorando las palabras de su criada, no le importó que algo faltará en su vestimenta. Milla corrió tras ella con la chaquetilla de su vestido, el cual Aynoa solo se lo puso sin esperar que fuera cerrado.
Tomando el vestido con ambas manos caminó a paso veloz por los pasillos.
Ella conocía toda la historia, ella conocía todo, los secretos que una vez estuvieron y ahora ella era parte de ellos. Aún así no podía entender como su corazón quería salir de su pecho, como sentía una tristeza tan grande. Sabía de este suceso desde antes, pero aún así lo que sentía era genuino y no podía seguir invalidando lo que sentía.
—¡Aynoa!, duquesa deténgase, por favor —dijo Milla siguiéndola con gran miedo. No quería que a su señora la vieran sin arreglar, pero ella no se detuvo.
Agitada, Aynoa no pensó en nada más que encontrar al duque. Sentía una desesperación tan grande que incluso le dificultaba tragar con normalidad. Sus manos temblaban y el dolor en su pecho le impedía pensar de forma tranquila.
No tardó en pasar por un pasillo y detenerse en el medio de este. En un corredor posterior había dos guardias, pero ella no se fijó en ellos sino que más al fondo de estos. Vió al general Richard a un costado y los reyes estaban a unos pasos con el hombre que ella buscaba.
—No...
Las palabras de Milla llegaron a ella mostrándole un escenario que no quería, en su mente la imagen de la reina dejando cálidamente su mano sobre el hombro del duque hizo que todo se derrumbara. Se imaginó todo, como ella podía haber tocado a su esposo, sus manos sobre su piel, robándose su calor, besándolo... ¿Ella de verdad conocía todo su cuerpo?
—Déjalo.. —Los soldados la escucharon y rápidamente pusieron su atención en ella—. ¡No lo toq...!
Milla llegó a su lado con rapidez y le tapó la boca con fuerza, Aynoa la fulminó con la mirada mientras hizo fuerza con ella.
Aquel acto se llevó la atención de todos, el duque volteó y su rostro cambio rápidamente.
—¡¿Por qué me detienes?! No puedes Milla.
—Duquesa cálmense, por favor cálmense. No haga un alboroto.
—¿Quieres que me quedé callada? El hijo de la reina... el hijo de ella...—Aynoa se puso a llorar ahí mismo, parecía que había perdido la cabeza ya que sin importar la presencia de los reyes ella comenzó a decir cosas que sin duda afectarían en juicio de los reyes.
Cuando levantó la mirada hacia ellos, se encontró rápidamente con el duque que se había acercado y rápidamente le agarró la cabeza.
—Cállate y cierra tu boca ahora —le dijo con el ceño fruncido. Sus ojos afilados como nunca la había mirado hizo que Aynoa se mordiera la lengua mientras sus ojos le miraba con asombro.
Milla se apartó y bajó la cabeza juntando sus manos en su estómago. No dijo nada, guardó silencio mientras sintió como los pasos de las reyes se acercaban. Preocupada y muy nerviosa su cuerpo tembló temiendo lo peor para su señora. El duque sacó su chaqueta y la dejó caer sobre los hombros de su mujer antes de voltearse.
—Duquesa —dijo la voz de la reina.
Tarikan abrió más los ojos y poniéndose erguídamente, puso su mano sobre la cabeza de Aynoa e hizo que inclinara su cuerpo. Ella no quería hacerlo, pero la fuerza con la que él la presionó no pudo liberarse.
—Debería la iglesia encerrarla, su vestimenta, su poco pudor corriendo por los pasillos sin una sola pisca de educación no s acordé a una dama y mucho menos una duquesa. Richard —dijo ella llamando a su general que rápidamente se acercó.
—Reina Eulisa —dijo Tarikan dando un paso al frente y poniéndose delante de su esposa—. Estoy seguro que mi mujer tiene alguna explicación para esto, ella no ha estado muy bien este último tiempo.
—No digas estupideces, deberías cachetearla para que aprenda modales, ya no es una niña pequeña. Richard puede hacerlo si no te gusta ensuciarte las manos.
—¡Eulisa! —dijo el rey poniendo su mano en su hombro—. No es para tanto, ¿sabes cuántas madres desean tener un hijo tanto como nosotros lo hemos deseado? quizás la duquesa también está esperando lo mismo y nuestra noticia ha afectado un poco su juicio.
—Lamento que mi esposa hablara descuidadamente —dijo el duque bajando su cabeza.
—No sé repetirá —dijo la reina antes de marchar junto con Richard.
—Duquesa —dijo el rey y el duque enseguida dio un paso atrás—. Se que las mujeres no piensan antes de hablar, pero intenté hacerlo, porque aunque su esposo no quiera, yo no volveré a interferir en la decisión de la reina.
—Sí, su majestad.
Tarikan no sacó los ojos de los reyes, Aynoa levantó la mirada observándolo como sus ojos no se despegaron de ellos. Los soldados marcharon también detrás de ellos y ambos duques quedaron solos con la criada.
—Dime que no es tuyo...
—Cállate Aynoa —dijo el duque apretando sus dientes, luego miró a la criada y caminó hacia ella—. ¿No eres tú la responsable de que mi esposa esté bien vestida?, ¿de cuidarla y asegurarte que sea acordé a la capital?, ¿Por qué otra razón has venido?
—Duque, cuanto lo lamento, la duquesa solo salió corriendo de la habitación...
—Aun así, es tú responsabilidad detenerla.
—Tarikan —dijo Aynoa.
Estaba molesto, para llegar a la conclusión que estaba sacando su esposa, era acusarlo directamente de haber cometido una falta grave para el rey. Aún sabiendo lo que había ocurrido, los reyes y el duque no podían hablar libremente, estuvieran o no de acuerdo.
Ellos eran los reyes y delante de muchos la relación que habían entre ellos y el duque siempre debía ser la correcta. Tarikan había confiado en Aynoa, pero ella había puesto eso en juego justo en ese momento, embriagada por sus sentimientos.
Aynoa fue llevada por el pasillo tomada firmemente del brazo. El duque no dijo nada, ella había dejado un revuelo entre los soldados que custodiaban allí y los rumores podían fácilmente salir a la luz.
Lloró todo el camino tapando su rostro con su manga derecha, sentía que él la había traicionado poniéndose de parte de los reyes. ¿Cómo podía?, ¿Cómo podía estar allí para ellos y hablar normalmente después de todo lo que había sufrido a costa los reyes?
El duque abrió la puerta de su habitación y Aynoa recién fue soltada. La puerta detrás de ellos dejó un silencio en el lugar donde ambos se miraron mutuamente.
—¡¿Cómo puedes?! —le gritó ella furiosa—. ¿¡Cómo puedes tratarlos como si nada hubiera ocurrido?!
—Aynoa.
—¡No te entiendo! ¿Y si ella lleva ahora a tu hijo? —dijo dando un paso más atrás negando con la cabeza—. ¿Es posible?, ¿me lo vas a negar?
—¿Puedes calmarte? —Tarikan dio unos pasos hacia ella, levantando las manos trató de que ella pudiera tan solo escucharlo, pero Aynoa estaba enojada y la paciencia del duque tampoco era tanta.
—No sabes cuanto tiempo he querido quedar embarazada de ti y siempre me lo has negado, ¡¿Cómo puedes aceptar todo esto?!, ¿Dónde está mi lugar allí? ¡Yo sé lo que te hizo, yo sé que ella abuso de...!
—¡Aynoa! —El duque levantó fuertemente la voz y dio pasos hacia ella donde rápidamente ella cerró la boca y lo miró furiosa.
Sus rostros quedaron solo a centímetros dónde la respiración de cada uno chocó con el otro.
—¿Vas a golpearme acaso? —susurró ella. Tarikan apretó los labios, sus ojos se movieron a cada uno de los ojos de ella y pronto visualizó una lágrima cayendo lentamente por su mejilla.
—¿Qué te está pasando? —dijo él respirando agitadamente—. No te reconozco, sabes que jamás te tocaría Aynoa.
—"Yo no quiero compartirte. —Las palabras no salieron—. No quiero que nadie más te toque, seré egoísta, pero solo te quiero para mí, cada parte de ti, yo... Yo creo que te amo..."
Aynoa se quedó callada, no podía decir realmente lo que sentía, sin poder despegar los ojos del duque se dio cuenta que él no tenía la culpa de lo ocurrido.
—Lo siento.
—¿Qué quieres que haga? Lo que has hecho te pone en una situación donde ni siquiera yo sé cómo ayudarte.
—Pero ella... la reina...
—No lo vuelvas a hacer, si el rey me ordena castigarte ni yo mismo podré detener esa orden. No quiero que nada malo te pase Aynoa, pero recuerda que mis acciones no siempre son mías.
—Duque. —Aynoa estiró su mano tímidamente. Aún no conocía todo de su esposo como para saber si al estar enojado con ella, la confianza que se tenían se podía perder.
De forma lenta puso su mano sobre su camisa cerca de su pectoral derecho, ella quería abrazarlo, pero lo dudó todo el tiempo. Tarikan bajó su rostro y observó ese toque tan casual, tan tímido, tan inocente.
—Tarikan, me llamo Tarikan. Deja de llamarme tan fríamente mujer —dijo él tomando su brazo y la jaló hacia él para abrazarla. Ella rápidamente cobijó su rostro en su pecho y se largó a llorar.
—Es cruel... Dios es cruel...
—Tranquila, creo que han pasado muchas cosas de las que no estás acostumbrada. No quiero que te preocupes y que te sientas responsable por algo. Es mi culpa permitir que cargues con un peso que no es tuyo.
—No puedo aceptar que ella tenga algo que te ha robado, sin que tú lo quieras.
—Aynoa —dijo él tomando su rostro con ambas manos—. Eres la única que cargará con el único hijo que pienso tener, ¿crees que una mujer que le abre las piernas a cualquier persona pueda jactarse de llevar el hijo de un solo hombre?
—Lo lamento, lo lamento no pensé en nada.
—Mírate —dijo el dando un paso atrás y lentamente comenzó a abrochar la chaqueta que llevaba—. Aguanta un poco más, cuando los reyes dejen de tener poder en mi, tu podrás ser lo que tú quieras, vestirte, hablar, y hacer lo que quieras.
—¿Cuándo pasara eso?, ¿Esto es lo que querías decirme ayer?
—En parte si, te prometí una cita—dijo mirando hacia la ventana—. Estarán todos concentrados en la fiesta, podría llevarte allí ahora —agregó secándose las mejillas con ambas manos.
—Necesito que me digas que todo está bien, Tarikan —dijo ella subiendo su rostro.
El duque sonrió levemente, ella se había calmado, pero parecía que la contención que él le había entregado no era suficiente, hasta que esas palabras salieran de su boca. Entonces con lentitud tomó su rostro y le dio un beso con fuerza, al separarse junto su frente con ella y pronunció "Todo estará bien"
*********************
No podía dudar de aquel hombre, no podía hacerlo responsable de las cosas que sucedieron, pero le apestaba la idea. Su mente hoy era su peor enemiga, imaginándose escenarios, imaginándose lo mismo que él le entregaba en la intimidad, haciéndolo con la reina, hizo que sus inseguridades salieran a flote.
Tarikan no la dejó después de eso, preocupado de que ella se metiera en problemas dónde no podría defenderla se la llevó de esa habitación para cumplir con su palabra.
—Te mostraré un lugar —dijo el duque tomando su mano y jalándola por los jardines.
—Espera, Tarikan el festival —dijo ella mirando hacia las puertas de la entrada donde llegaría todo el festejo.
—Volveremos —dijo él guiñándole un ojo. Entonces ambos corrieron tomados de la mano. Escabulléndose de los guardias Aynoa siguió a su esposo aprendiendo unas malas hazañas que él tenía guardadas.
Cuando llegaron al edificio que era el templo, Aynoa no alcanzó a decir nada antes de ser empujada a un pasaje secreto entre ambos edificios. Por un momento ella creyó que vería el lugar donde ambos se habían casado, pero el duque tenía otros planes.
Pasaron por unos estrechos huecos hasta que frente a su mirada una gran escalera encerrada por rejas quedó frente a ella.
—¿Dónde me llevas?
—Veremos el festival desde otro escenario.
Tarikan no dejó de sonreírle, hincándose en el suelo sacó una tapa del suelo dónde iba hacia las cloacas y estiró su mano a ella.
—¿Quieres que entre allí?
—Solo serán unos segundos para entrar a ese lado—dijo apuntando hacia la escalera—. Confía en mí
—Confío en ti, pero tú vas primero.
—Bien
El duque rápidamente desapareció del lugar, parecía que este sitio se lo conocía como la palma de su mano y ella se imaginó que a pesar de la horrible infancia del hombre, el niño interior de él también fue lo bastante curioso como para llegar aquí. Mirando a su alrededor parecía todo tan abandonado y sucio, a lo lejos se podía escuchar los cantares de los sacerdotes, pero más que eso había un enorme silencio.
—¿Vas a venir? —volvió a decir el duque apareciendo en ese agujero del suelo.
Ella asintió con una sonrisa y lentamente se volteó arrodillándose para poner sus pies en unos fierros que hacían una escalera. No estaba sola, sintió las manos del hombre sujetar su cuerpo hasta que lentamente llegó a un lugar completamente oscuro.
—Déjame cerrar para no dejar sospechas.
Tarikan volvió a subir, el sonido de arrastre se escuchó y luego la luz que entraba de ese agujero se marchó. Sin poder ver nada Aynoa busco alguna luz que pudiera percibir sus ojos y encontró un pequeño punto a solo unos pasos de allí.
—Ven —dijo la voz del duque y ella rápidamente sintió sus manos guiándola.
El duque si se sabía el camino, a los pocos segundos volvieron a salir a la superficie y comenzaron a subir por la escalera que había estado encerrada.
Fuera de allí la gente de la ciudad estaba bailando y tocando música entre las calles, las dos grandes noticias no tardaron en alegrar a todo el mundo. Los dragones no estaban y por fin la reina estaba en cinta.
Un suceso más que deseado de cada habitante, habían pasado años y años esperando esto. Los reyes lo habían intentado por mucho tiempo y hoy por fin tendrían un heredero que tome la corona luego de sus muertes.
El sonido de todo se llevó la atención de cada persona. Aynoa y el duque continuaron su gran ascenso coordinando manos y pies subieron con lentitud.
Aynoa recién a mitad de camino se dio cuenta a dónde la estaba llevando el duque, soltó una risa agarrada firmemente de la escalera, el viento era agradable y mientras más subía, la vista de la ciudad más la sorprendía. La capital era diferente a Castilville, dónde el castillo estaba un poco más apartado de los habitantes, pero aquí el castillo estaba entre toda la gente.
Sus brazos no dolían, estaba entusiasmada y no quería perderle el ritmo al hombre, aunque el duque más de una vez le pregunto por su cansancio.
Subió lo suficiente como para ver a la gente diminuta cuando su fuerza se comenzó a ir.
—No te voy a soltar, claramente si mi magia hubiera vuelto, yo te llevaría en un dos por tres.
—Lo sé, ¿te quedarás así, sin magia por cuánto tiempo, o es para siempre?
—Veinte días más o menos, Siri debe volver en un día de estos. Ella no me dejara hasta que yo muera.
Aynoa se sentó en la rodilla del hombre y se sujeto a su cuello mientras que el no sacó sus manos de la escalera.
—Cuando Siri vuelva, espero que sigas siendo el hombre que ahora eres.
—Lo seré—dijo dándole un beso en la mejilla—. ¿No tienes miedo?
—No, quizás la cobardía me tocaría si estuviera sola.
—Si seguimos, llegaremos a una puerta donde allí hay escaleras normales.
—Apurémonos entonces.
Una vez que llegaron arriba, las escaleras no parecían tantas, Aynoa apuró el paso, jadeando y con la gota de sudor bajando por su cien llegó a lo más alto de todo. La puerta estaba sin llave y al abrirla un hermoso paisaje quedó en su mirada.
La ciudad era enorme, se podía ver las grandes murallas, el pequeño riachuelo que pasaba entre una gran plaza y desde la primera casa hasta la última todo bajo sus pies.
—Olvidamos que para este mundo solo somos algo minúsculo —dijo el duque llegando a su lado.
—La capital es hermosa, es una lastima que no pueda decir lo mismo de su gente.
—¿Confías en mí, Aynoa? —preguntó el duque sentándose en la orilla del lugar. Sus pies quedaron colgando al vacío.
—Lo hago —dijo ella acercándose con cautela.
—Si yo pudiera darte un mundo mejor a costa de este paisaje que ves, ¿Qué decidirás?, ¿libertad o esto?
Aynoa lo observó, sabía perfectamente lo que él duque estaba haciendo, tanteando suavemente el tema de la guerra, él la estaba poniendo a prueba.
—Creo que la libertad la tengo en Castilville, pero nunca sería completa si mi esposo no es libre.
—Si tuviera la oportunidad de liberarme a un gran costo, tu... ¿Decidirás tú vida junto a mi o tu vida anterior?
—¿Mi vida anterior? —dijo ella mirándolo con atención, pensó en su vida pasada, pero si fuera así, el duque no podría ni mencionarlo, asique descartó la idea y entendió a qué se refería— ¿Hablas del marqués?
—Sí.
—No quiero que mi padre sufra, a pesar de todo lo que él te ha hecho, él ha sido bueno conmigo, ha sido un buen padre. A veces hasta muy permisivo, si no hubiera sido por Sophia, mi relación con él sería muy cercana, se que me ama, como yo también lo amo a él.
—¿Lo extrañas?
—Sí, Tarikan. Extraño mucho a mi padre.
El duque guardó silencio luego de esa pequeña conversación, no entraba en su cabeza como podía ella amar a ese hombre. Más bien el no estaba seguro como se sentía ese tipo de amor que ella hablaba. Ni siquiera estaba seguro que era lo que sentía realmente por ella, ¿Cómo se sentía el amor genuino?
—¿Las estrellas caerán? —preguntó Aynoa posando su mano sobre la de él—. Tengo mucho que decirte.
—Es solo un decir. Hay un lugar mágico entre los bosques de Rumani y Castilville. La iglesia tiene conexión con una de sus cuevas desde el templo sagrado que se encuentra por ahí, pero también sé dónde termina una de esas cuevas.
—¿Una cueva?
—Una cueva mágica, dónde te puede conectar con tus ancestros. Los muros son negros, pequeños y brillantes iluminan el lugar como las estrellas. Cuando te hechice pensé en que ese lugar tenía algo que ver contigo.
—¿Puedes llevarme?
—Te llevaré, iremos a Abeul, volvemos a la capital para la ceremonia de Alain y nos vamos a Castilville. En ese lugar tendré todas las preguntas que he estado formulando para ti.
—Yo tendré tus respuestas, a todas ellas.
El duque sonrió mientras observaba lo minúsculo que se veía todo, cada casa siendo iluminada y la gente como bailaba en sus calles. Los reyes pasarían por un carruaje saludando a todos y luego esperarían la bendición de Dios por el niño que se engendraba.
Mientras el duque se mantuvo sentado, Aynoa salió de allí y se puso de pie a espaldas de él. Apreciando a su esposo de otro ángulo, pudo ver cómo su pelo se movía de un lado a otro, estaba con la espalda encorvada y movía los pies en el aire. El pelo de su nuca había crecido en comparación a la vez que lo había visto en la capital, que parecía haber sido rapado hace poco.
Lo que había ocurrido con la reina aún no se le iba de su mente y a pesar que ahora no era un buen lugar para alguna clase de amorío, ella ya no tenía el mismo pudor que una vez tuvo. Culpable era solo el hombre que tenía delante.
—Yo quiero seguir intentándolo —dijo decidida.
—¿Qué?
Aynoa caminó a él sin dudarlo y tomando de su trenza lo jaló hasta que el hombre levantara completamente el rostro hacia arriba y lo besó boca abajo. De forma lenta el duque se fue echando atrás hasta que su espalda llegó a tocar el suelo del lugar.
—No te quiero obligar —dijo ella jadeante arrodillada justo hacia su cabeza.
El cabello de ella quedó rozándole la mejilla derecha, el cual el duque cerró levemente los ojos con tal de que su pelo no fuera a punzarle.
—No... —dijo estirando sus manos hacia ella y acercó su rostro hacia él—. No me obligas—agregó volviendo a besarla.
Aynoa sintió su lengua, fue un beso completamente distinto al estar de cabeza, ya que su carne húmeda chocó completamente con la otra. Como si saboreara aún más su boca, la emoción que creció en su interior llevó a qué las manos de ella se deslizaran por debajo de la camisa del duque, hasta tocar la piel de su pecho y abdomen.
—¿Al aire libre? —preguntó él.
—Al aire libre, arriba de la iglesia, y con toda la gente a nuestros pies.
"Profanando algo que era puro y prohibido"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro