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63.-Amor.

Milla se fue luego de un tiempo y las horas comenzaron a pasar, Aynoa no sabía si debía tan solo buscar al duque o simplemente esperar. La anciedad de verlo comprendiendo lo que cada uno quería era inquietante.

Se sentó en el borde de su cama apretando su vestido con su mano derecha y la otra la llevo a su pecho. Se mantuvo allí unos segundos mientras lo único que podía escuchar era como de su boca salía su respiración. Tardó unos minutos en ponerse de pie y caminar a la puerta, ya era tarde y esperaba que el duque ya estuviera en su habitación.

¿O era mejor esperar que él la buscará?

Pero no quería esperar más, tal vez el duque también estaba esperando que ella lo buscará y al final ninguno se daría por enterado que ambos perdían el tiempo.

Aynoa sin pensarlo mucho, miró la manilla de la puerta. Reluciente y de un brillo opaco, estaba solo a unos centímetros de ella. No tardó en tocarla, con dedos temblorosos, el frío hierro hizo que ella lo apretara con más fuerza.

Abrió la puerta, cerró los ojos y entró en la habitación matrimonial cerrando la puerta detrás de ella.

Cuando soltó el aire de su pulmones abrió los ojos, pero no esperaba lo que iba a ver o más bien no se imaginó que el duque también había decidido ir a ese lugar exactamente en ese preciso momento.

—Duque —susurró ella al verlo de pie tomando la manilla de su puerta. Todo su cuerpo volvió a inquietarse con solo mirarlo.

—Iba a buscarte —dijo él llevando su mirada hacia el suelo mientras que la puerta detrás de él se cerró lentamente.

Aynoa miró la habitación de forma rápida, ni siquiera se fijó en los detalles como la chimenea prendida, la cama de otro color de sábanas y un ramo de rosas rojas en el velador. Estaba más pendiente del hombre que tenía al frente, hoy había sido un día con muchos encuentros tensos y cada uno de ellos aún tenía sentimientos persistentes.

Tarikan estaba con una túnica blanca, una cinta amarraba su cintura y parte de la piel de su pecho se podía notar. Parecía que el hombre al igual que ella habían tomado un baño, su pelo brillaba hermosamente junto a su piel que parecía suave como la ceda.

Tarikan caminó a ella con lentitud mientras que Aynoa no apartó la mirada de él.

—¿Que opción elegiste? —dijo él y luego apretó sus labios tragando saliva. Aynoa vio como la manzana de Adán de su garganta se movió cuando lo hizo.

Aynoa no apartó la mirada de él, podía sentir como su cuerpo temblaba, sus piernas perdían fuerzas, parecía que de un momento a otro caería al suelo. Su respiración se hizo más profunda y rápida a medida que aquel hombre llegó frente a ella y encapsuló sus ojos. Esa mirada que parecía ser la llave de todos los secretos, esa mirada cómplice del deseo mutuo.

Con solo pronunciar dos palabras fue suficiente para que todos los muros que habían estado entre ellos se derrumbaran.

“A ti”

Sus manos inmediatamente se hundieron en su cabello, al mismo tiempo que sus brazos se cargaban en su cuello, fue levantada con tenacidad. Un beso tan fuerte y apretado desnudó cada parte de su alma. Había querido besarlo con esa pasión que había tenido reprimida que no pensó en lo vergonzoso que podía ser descuidar cada sonido que salía de ella.

La pared de su puerta llegó a estar en contacto con ella, levantó la mirada hacia el cielo sintiendo como los labios del hombre bajaban suavemente por su cuello hasta su clavícula, pero no se detuvo.

Aynoa no bajo la mirada, sintió como su vestido era soltado y este se abrió bajando por sus hombros. Las calidas manos del duque no tardaron en agarrar su pecho, ahuecando sus montículos con su palma, los amasó antes de llevar sus boca hacia ellos.

Aynoa jaló ligeramente su cabello al mismo tiempo que una electricidad llegó a ella erizando todos los bellos de sus brazos, gemidos entrecortados salieron de ambos mientras que la sensación no se iba. Parecía que realmente sus piernas se dibilitarían y perdería toda la fuerza. Se sentía vulnerable, débil y a la vez indefensa.

Bajó su cabeza solo para fijar su mirada en el cabello del hombre, podía ver cómo este tenía un brillo facinante y no dudo en acariciarlo para luego llevar su mano derecha a su nuca y perderla entre la ropa del hombre. Sintió la línea media de su espalda y los músculos que parecían dos montañas levantándose entre ella.

Fue cuando el hombre la volvió a tomar en brazos e intintivamente ella se aferró a él. Todo paso rápidamente que a los pocos segundos cayó a la cama aturdida. Cuando recobró al cordura, se sentó solo para volver a recibir los labios del duque y sus manos no tardaron en moverse hacia el cinturon que amarraba su túnica. Ella le dió rápidamente la señal que asumía también su deseo por él.

Tarikan se hecho atrás apoyando sus rodillas sobre la cama y jaló del cinturón que rápidamente abrió su ropa dejando su piel desnuda frente a la mirada de aquella mujer. Fue ella misma la que terminó por sacarse su propias prendas y lanzarlas al suelo.

Avergonzada, subió la mirada hacia el, estaba completamente desnuda como un bebé recién nacido para que él la pudiera observar, el cual, no tardó en ver cómo los ojos del hombre la recorrieron por completo. Era inquietante, aún no estaba acostumbrada a mostrarse de esa forma, y aunque ella podía también verle a él, parecía que Tarikan no le daba importancia a mostrarse frente a ella.

Aynoa recordó la primera noche que pasaron juntos, recordó lo aterrada que había estado, temía que él pudiera hacerle daño de alguna forma, era tan grande, tan imponente que más de una vez pensó que él la aplastaría. Ahora aquel sentimiento se había ido.

Mientras más la besaba, Tarikan sintió que su visión comenzaba a apagarse, como todo lo que estaba en su mente se iba borrando a medida que su deseo por ella se intensificaba. Quería deborarla, quería estar dentro de ella tan profundamente que no pudiera olvidarla. En ese preciso momento, quería llevarsela consigo a dónde fuera que vaya, no quería dejarla, quería que parte de ella se convirtiera en su obsesión.

Su atención comenzó a volverse más intensa y ásperas a medida que pasaban los segundos. Sintió que allí mismo estaba perdiendo el control de sus facultades, de su propia humanidad empujándola contra él con tanta fuerza que incluso ella notó aquello y por minúsculos momentos creyó que podía ser aplastada por su agarre.

Aynoa jadeó al volver a sentir como la boca del hombre succionaron su pezón derecho, incluso pudo sentir sus dientes, pero el hombre no se detuvo y bajo aún más. Levantó solo la mirada para que ella pudiera ver su sojos grises cubrirse por una gran sombra y en ese instante las velas que estaban prendidas se apagaron, todas al mismo tiempo.

Un gemido fuerte salió de ella, el duque abrió sus piernas y separando sus labios paso su lengua entre ellos. Algo que no había experimentado hizo que su pupila y sus ojos se extendieran flechando su mirada al cielo. La punzada que clavó profundamente en ella la hizo perder la razón mientras que sus manos apretaron firmemente las sábanas.

—No... —Titubeando negó con la cabeza, eso no estaba bien, no estaba permitido, ¿Como el duque podía rebajarse tanto a esos actos fuera de la moral de la iglesia?

Aynoa no pudo pronunciar nada más, mientras sus conocimientos sobre aquellos actos se estaban cruzando con la realidad, un gran remolino se acentuó en su parte baja y su espalda comenzó a encorbarse mientras que sus caderas se movieron a la par. Quería ser liberada, chilló e intentó voltearse, pero el hombre la tomó con fuerza de los muslos y la arrastró hacia él.

Aynoa quería cerrar las piernas, pero al hacerlo solo apretó su cabeza sintiendo como el cabello de él hacia cosquillas en sus muslos.

En el medio de la oscuridad ya no había nada que pudiera ver, se sentía como si estuviera sola, y sus sentidos más se agudizaron. Una leve luz que se arrancaba entre las cortinas, iluminaron la espalda del duque, que brillaba con una fina capa de sudor mientras que su rostro se volvía a ocultar entre los muslos de ella.

El sonido húmedo se escuchó y Aynoa se llenó de vergüenza, al sentir como la lengua del dió cálidos círculos entre sus pétalos. Aún no podía soportar la idea de que el hiciera algo tan obseno como aquello.

—¡Tha...! —gimió sin terminar de mencionar su nombre.

Entonces sintió como las manos de él apretaron más sus muslos, ella tomó entonces una almohada y se tapó el rostro apretandola con ambas manos en un intento de acostumbrarse a aquel sentimiento que comenzaba abrumarla. Luego abrió la boca al sentir el cálido aliento del hombre chocar con toda su intimidad, se estremeció con la sensualidad que estaba sintiendo y deseo más...

—¿Te dije que estuve pensando mucho tiempo en esto?

Aynoa lo escuchó y enseguida sintió la piel del hombre juntarse con la suya. Tarikan le sacó la almohada de la cara lentamente mientras que se apoyaba en sus brazos mirándola.

—Tarikan. —Ella no dudo en extender sus manos hacia él intentando acercarlo a ella.

Fue entonces que ella soltó un gran suspiro al sentir como el cuerpo del hombre quedó en contacto con su piel. Aún le era extraño sentir el calor corporal de una persona ajena, pero ahora aquello fue más agradable.

Sus senos se aplastaron con sus pectorales e instintivamente ella abrió las piernas para que el también estrechará su cercanía allí abajo. No tardó en sentir su miembro duro refregarse por sus pétalos húmedos.

Aynoa talló nuevamente con sus dedos las escamas de la serpiente que recorrían el brazo derecho hasta su pecho. Mientras él la miraba con gran atención sintiendo aquella caricia, llevó lentamente su rostro hacia ella y le besó los labios.

Las caderas de Aynoa empujaron hacia arriba, como si su cuerpo solo estuviera pidiendo ser estimulado, frotando suavemente sus pliegues contra el hombre parecía que su flor le abrazaba sin permitir soltarle.

Un acto tan íntimo, que poco a poco el momento ya no estaba embriagado de vergüenza y timidez. Sus regiones inferiores se frotaron entre si mientras se juntaban y se separaban en cálidos movimientos.

Entre gemidos, sus labios de separaron solo para respirar por unos segunos antes de que volvieran a besarse, cada vez con más fuerza, con más pasion y tenasidad.

Tarikan se apoyó en su brazo izquierdo y con el otro estabilizó su cintura para luego hechar su cadera atrás alineándose con ella y empujó profundamente.

Aynoa sollozó aferrándose más a él, una leve punzada contrajo sus músculos internos sintiendo como él se movió dentro de ella. Sorprendida por el nulo dolor que había esperado, soltó una risa nerviosa fundida en un gemido, para luego tenzar más la cadera.

Un sonido áspero y ronco fue provocado cuando ella alzó las piernas y las envolvió en la cintura de él. La profundidad de su estocada se hizo aún más intensa y aquel movimiento de va y ven se acentuó aún más.

Podía sentir como su interior se abría, Aynoa gimió con cada estocada ante la creciente estimulación que estaba recibiendo, parecía que todo se estaba acumulando en su interior, recopilando cada sensación en un solo punto de su cuerpo. Mientras seguía frotando incesantemente su cuerpo con el de su esposo, el sentimiento de perder el tiempo y el espacio comenzó a expandirse.

Volvió a gemir con más fuerza apretando sus brazos alrededor del cuello de él , insatisfecha aún, movió su cadera formando círculos fusionándose con las embestidas que el duque le entregaba.

Luego, con ojos suplicantes intercambiaron miradas y el duque se volvió más violento, empujandose con más tenasidad en su interior. Las estocadas aumentaron el ritmo y la piel de su cadera se estrujó bajo su firme agarre.

Entonces el duque comenzó a perder el control, bajó el rostro hacia su hombro derecho y apoyó la frente allí mientras sus dientes se apretaron soltando un respirar completamente agitado.

El sonido de la cama crujió desde que aquel acto había comenzado a llevarse acabo. El fuego se extinguió y el frío comenzaba a inundar la habitación. Parecía que podía llegar a todos los rincones, pero no llegó a ese pequeño rincón donde hoy un matrimonio había salido a flote, uno que a pesar de todos los acuerdos que habían hecho, había aflorado el amor.

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Fuera de la habitación, Reimy había ordenado a cada sirvienta abandonar el piso, incluso Milla había tenido que salir de allí. Los guardias aguardaron en la escalera dando completamente privacidad al señor y la señora. Claro que los rumores no se escondieron en las bocas de las personas. Todos sabían que está noche era distinta a cualquier otra.

En el patio trasero cerca de un masetero, el anciano salio para sacar unas pequeñas flores de manzanilla. Parecía contento, silbaba una fina melodía mientras con calma miraba la radiante noche.

—Usted me ha engañado —dijo la voz de una mujer.

—Oh, vamos Cler no es que supiera más que tú.

—Debio haberlo convencido desde mucho antes, los soldados están a solo un día de partir. Este tipo de cosas solo dañaran a la señora.

—Se extrañarán, y cuando se vuelvan a ver creeme que las otras dos habitaciones se harán oficinas o bodegas.

—La habitación para sus hijos deben estar al lado de ellos.

Reimy se detuvo, pensó en aquella palabra, pero no sé permitió sentirse triste, así que solo volteó y le regaló una sonrisa a la mujer.

—Tienes toda la razón —dijo y luego agarró la canasta con flores y caminó a los escalones donde estaba la señora Cler—. La duquesa es una buena mujer, llegó una carta de Abeul...

—¿Abriste una carta que era para ella?

—El duque ordenó vigilar las cosas que llegaban de allí.

—El duque es astuto, eso significa que aún no confía en ella.

—No Cler, pienso que está cuidando su matrimonio. Ella sabe las disputas que tiene Castilville con su padre, sería una pena que ella asista a un evento del marqués mientras que todos aún la ven aquí como una Georgely.

—Escuché lo que pasó en la cena —dijo la mujer entrando junto al mayordomo al interior del edificio.

—Si fuera en estos tiempos, dónde aún la ven como la hija del marqués, perdería el poco apoyo que se ha ganado.

—La duquesa debe esforzarse más, ahora veo que tú tienes razón. Si asistiera a uno de esos eventos, aún se vería mal.

—Según su criada, la señora solo dijo que no había prisa para contestar la carta, por lo tanto lo más probable es que este haciendo exactamente lo que todos pensamos. Ella no irá y lo hará por su propia cuenta.

—¿Crees eso?, ¿no piensas que quizás el duque la convenció de no ir?

—El duque no sabe que contiene la carta. Iba a conversarlo con él mañana.

—Es una buena noticia entonces. No es tan tonta como creímos.

—Cler —dijo el anciano frunciendo un poco el ceño—. No la llames así.

*************************

Mientras en la habitación aún el calor persistía, la nueva pareja dejó completamente toda preocupación lejos de allí.

Tarikan quería quebrarla, convertirla en un manojos de sollozos, mientras escuchaba como su cuerpo se volvía un desastre. Resbalándose entre sus muslos podía sentir el creciente deseo de su mujer hacia él, mientras ella se retorcía una y otra vez bajo su peso producto de sus embestidas.

Jadeando como si no hubiera suficiente oxígeno, notó como ella abría aún más las piernas, el sonido de la carne golpeando carne junto a la cama entumesió sus oídos.

Los dedos de los pies de ella se encorbaron tratando de entender tal abrumadora sensación, y la electricidad pronto llegó de sus pies a su cabeza abriendo la boca sin soltar un solo gemido. Parecía que aquello se había robado cualquier sonido de sus cuerdas vocales, como si el tiempo se detuviera, no pudo distinguir dónde empezaba su carne y dónde terminaba en todo ese entrelazado de piel.

Entre todo su climax, sintió aquel gemido varonil, el hombre la abrazó de la cintura con más fuerza y tenzó la cadera llegando a lo más profundo de ella. Aún así, cuando la sensación la abandonó, ella continúo insatisfecha.

Agitado, el duque se arrodilló en la cama, o al menos eso intentó antes de ser sujeto por ella. Parecía realmente que Aynoa no estaba agusta, le tomó el brazo y la mano tratando de jalarlo una vez más hacia si misma.

—Espera —dijo Tarikan soltándose con suavidad y bajando de la cama—. Solo dame unos segundos.

Aynoa no dijo nada, con el pecho agitado y sin aliento se arrodilló en la cama moviéndose como un cachorro y esperó en la mitad de esta sin apartar sus ojos del hombre. La chimenea con rapidez se prendió cuando el duque apunto con su mano hacia ella.

Tarikan la miró y soltó una risita burlándose cuando la vio, tomó una jarra de agua y la virtio en una copa para beber de ella hasta el final.

Aynoa no podía creer lo que había hecho, esa lujuria incontrolable había provocado que ella intentara aferrarse a él. No podía con tal vergüenza, así que se arrastró hacia el respaldar y metió su cuerpo bajo las tapas, recién allí se dió cuenta lo húmeda que estaba. La cama había quedado mojada.

Tarikan bebió tres copas de agua y mientras lo hacía Aynoa lo observó todo el tiempo.

Definitivamente ya no le tenía miedo, su cuerpo parecía que se había vestido con una armadura dorada, sudado y brillante por el fuego de la chimenea ella se enamoró de aquella imagen. Nunca había pensado que podía amar tanto el cuerpo de un hombre, antes le parecía abrumador. Teniendo una fuerza mucho más grande que ella, podían fácilmente dañarle si lo querían, pero Tarikan era distinto, le entregaba cierta calma y calor que nunca pensó recibir.

—Ven aquí —dijo él acercándose a la cama y sentandose en la orilla.

—No-no es necesario —dijo ella aferrándose a las sábanas.

Tarikan sonrió mientras llevó su mirada hacia el cielo y con su mano derecha agarró su extensión. Aynoa observó aquello, sin la mirada del hombre puesta en ella, tuvo el valor de verle cómo el agarre de su miembro era firme subiendo y bajando entorno a su eje.

De vez en cuando le miró el rostro solo para cerciorarse que el no la estuviera viendo antes de que su mirada se fijó una vez más en el movimiento rítmico.

—No estás satisfecha, ¿o si? —dijo el duque sin llevar sus ojos hacia ella—. Las mujeres tienen el don de satisfacer sus deseos más de una vez, puede ser incluso simultáneo. Yo por otro lado tardo unos minutos —agregó girando a mirarla y le guiñó un ojo. La había pillado justo cuando sus ojos se movían de arriba hacia abajo.

—¿Siempre? —susurró ella con suavidad.

—Ven y súbete encima de mí.

—Tarikan... —Dudosa y vacilando si debía o no volver a sus brazos, miró al duque. Su miembro siendo agitado volvió a ponerse duro, ella destapó su cuerpo sin darse cuenta.

Aynoa lentamente se movió, pero cuando gateó acercándose a él, Tarikan le agarró la muñeca derecha y la jaló arrastrándola hacia la orilla.

—Eres muy inocente aún para eso —dijo el riéndose al verla como su rostro quedó a centímetros de sus muslos y ella fijó su mirada hacia su longitud.

Era la primera vez que lo veía con atención y de cerca. Avergonzada no dijo nada, se arrodilló mientras que el duque la afirmó de los brazos.

—Ya sabes cabalgar —dijo mirándola desde su baja altura.

Aynoa apretó los labios para luego soltar un gran suspiro nerviosa. Lentamente se afirmó de los hombros del duque, antes de que el hombre le sujetará el muslo guiando su apertura hacia su eje para sentarse a horcajadas sobre él.

—Jamas te aburres de esto —le susurró mirándola.

Pudo ver cómo la boca se ella se abrió lentamente cuando su miembro se enfundó en su interior, pero Tarikan enseguida lo sacó y se refregó en ella.

Aynoa se agarró firmemente de su cuello cuando el la inclinó un poco, su boca nuevamente se encajó en su seno, besándolo con suavidad mientras que sus manos recorrieron toda su espalda y parte del glúteo.

—¿Que crees? —dijo posando su mano en la nuca de ella y acercándola a él—. ¿Crees que te enseñé a cabalgar solo por un trato?

Aynoa volvió a sentirse perdida al mirarle directamente a los ojos, su pelo se separaba en finas hileras, pero nada de eso detuvo su deseo ardiente. El hombre volvió a penetrarla mientras agarró su cintura y guió un ritmo lento que iba incrementándose poco a poco.

Los senos de la mujer quedaron justo a la altura de la boca del, pero Aynoa no aguantó y agarrándole el rostro con ambas manos lo besó introduciendo su lengua hasta sentir sus dientes.

—Oh... —soltó él mirándola como ella había tomado iniciativa.

Tarikan echó su espalda un poco hacia atrás sin dejar de sujetarla y ella comenzó a moverse así como el ritmo del caballo hacia mover sus caderas.

Ya no le importaba nada, ni siquiera ver cómo los ojos del hombre la recorrían por completo, ahora con la luz de la chimenea no había sombra y oscuridad que pudieran ocultar nada.

Aynoa jadeo con cada embestida, bajó sus ojos hacia su unión viendo cómo se humedecia junto con una gran vena que sobresalía por el costado de la cadera del duque y eso terminó por enloquecerla. Jamás había sentido tanto placer con solo la mirada, a pesar de que el duque se mantuvo observandola, ella pudo ver cómo abrió su boca y soltó un gemido bajo a medida que ella aumentó el ritmo con la ayuda de las manos de él.

Su mente confundida no podía procesar ni una sola acción, quería sentir aún más al duque, quería que todo se volviera violento y poder recibir nuevamente esa descarga eléctrica que la dejaba sin fuerzas.

El picor comenzó en su vientre bajo a medida que su clítoris se fue frotando más y más fuerte con la piel del duque. Entonces cerró los ojos y miró al cielo cuando aquel sentimiento tan profundo invadió su ser.

Toda fuerza se esfumó con ella, se detuvo agitada sintiendo su corazón latir en su cien mientras que el duque la sostuvo.

—Oh Aynoa, solo un poco más —dijo el acostandola en la cama de forma rápida, parecía que no tenía problemas en tomarla en brazos.

Ella aturdida aún, solo asintió con la cabeza mientras recobraba el aliento. Letargicamente hizo lo que él duque quería. La volteó dejándola de estómago en las sábanas y luego la agarró firmemente de la cintura apoyando sus rodillas sobre el colchón.

Aynoa dejó escapar un sollozo cuando el volvió a introducirse dentro de ella, pero el duque no empezó lentamente. Afirmandola de la cadera poseyó su cuerpo una vez más, golpeando sus glúteos con sus muslos.

Tomarla por detrás también era una ley que iba encontrá de todas las leyes de la iglesia, pero a esta altura Aynoa solo se guardó todo, seguramente después preguntaría por aquello, pero ahora solo disfrutó mientras sentía como su interior se vertía líquido caliente.

Tarikan no tardó en venirse dentro de ella, exaló con fuerza apegando su pecho a la espalda de su mujer. El aire caliente que salía de su boca abrigó su espalda desnuda mientras que el hombre dejó suaves besos sobre su piel.




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