59.- Un secreto oculto
—Mi señora —dijo una criada tocando su puerta.
Milla rápidamente abrió y esperó allí mirando a la mujer.
—El duque no está, pero dijo que cenaría con usted en la terraza cuando volviera.
—Bien, gracias por la información.
La oportunidad perfecta se había presentado, el lugar estaba sin guardias que lo protegieran y el duque como habían dicho, no estaba en el castillo.
Habían algunas cosas que aún no la dejaban tranquila, uno de los libros que pudo leer en la biblioteca hablaba de una dama que protegía el ducado, era una leyenda de Castilvell, pero la verdad era que el duque Tarikan tenía el cadáver de una mujer en los subterráneos según el libro de la historia original.
Escabullendose por los corredores, se hizo paso por los guardias del primer piso y evitó ser vista incluso por el mayordomo que hacia su recorrido diario. Bajó unas escaleras y tomando una antorcha se escabulló por los subterráneos. Sorpresa para ella fue cuando encontró la puerta abierta.
Dentro todo estaba un poco más ordenado de lo que había visto la otra vez. Los libros ya no estaban abiertos en el suelo, sino que esparcidos por una mesa. Sin duda alguna Tarikan había estado allí uno de estos días.
Aynoa no sintió miedo, recordó lo que Reimy le había dicho sobre Siri, pero si el duque estaba fuera, no dejaría a su serpiente en este lugar. Ella sabía que el duque estaba más vulnerable cuando su demonio no estaba como tatuaje en su piel.
Caminó lentamente hacia aquel hueco en la pared y cuando llegó allí, descubrió unas escaleras que bajaban aún mas profundo de lo que ya estaban los calabozos.
Sintiéndose curiosa como un ladrón que ingresa a un lugar deshabilitado, bajó lentamente los escalones. La escalera tenía más de quince peldaños, bastante larga para un sótano normal. La luz de allí venía de pequeños faroles que tenían dentro una flama pequeña, se repartían entre el suelo y una que otra permanecía en unas repisas en lo alto.
Abajo parecía una gran cueva hecha naturalmente, habían rocas que revestían todo el perímetro, por otro lado se escuchaba el goteo del agua y el ruido que hace un pequeño riachuelo. Aynoa rapidamente pensó que estaba bajo de las termas ya que todo ese sonido se propagaba por el lugar produciendo un eco sin cesar.
De forma lenta caminó por un pasillo, pero no tardó en ver los primeros artículos macabros. Llegó a una habitación enorme, parecía que abarcaba la mitad del castillo, habían vidrios por todo el lugar y las luces como pequeñas llamas también se esparcían ordenadamente.
Dentro de unas celdas selladas con los vidrios vió la cabeza de un gran dragón rojo, sus ojos aún permanecían allí, sus escamas brillaban como si fueran pulidas y sus enormes dientes parecían el tamaño de todo su brazo. No había cuerpo y la cabeza no se pudría, parecía finalmente concervada, como un trofeo que pocos podían admirar.
Aynoa se sorprendió, pero se acercó con mucha cautela observando la grandeza de aquella bestia. Frente a cada celda había un libro donde estaba escrita toda la descripción de aquella criatura.
No tardó en imaginarse al duque.
—¿Si Tarikan pudo con uno de estos, entonces podría con uno más grande?, ¿que tanto podría crecer un lagarto como este?
No tardó en encontrar más celdas con más moustruos, Aynoa recordó los museos que habían en su tiempo, este lugar se parecía mucho a ellos, pero claramente el nivel de conservación en la que estaban estas criaturas, era sorprendente y llegaba a ser aterrador.
Una punzada en su cabeza llegó a ella cuando en la quinta celda vio a un monstruo que antes había visto. Clavado con estacas al muro, su cuerpo peludo era sostenido por una gran cadena mientras que su rostro colgaba con esos enormes ojos que habían perdido el brillo.
—Un vampiro —dijo tratando de evitar aquellos ojos que parecían salir de sus órbitas. Las grandes garras se podían apreciar en cada mano de primate que tenía clavada a la piedra—. Criatura estúpida.
Aynoa apartó los ojos de él, su respiración se había agitado y un frío le hizo recordar el inmenso miedo que había sentido esa noche.
Dió unos pasos más y volvió a encontrarse con más cosas horribles y extrañas. En una de las celdas un gigante estaba amarrado con los brazos estirados, pero todo su torzo estaba abierto. Se podía ver los órganos aún con colores rojos, rojos oscuros y rozados. Las costillas habían sido quebradas, pero se podía ver fácilmente como si se hubiera abierto toda su caja torácica. Aynoa pudo ver miles de agujas clavadas sosteniendo todo, pero no fue lo único. A un lado de este gigante había un hombrecito pequeño.
—¿Un enano? —dijo hojeando el libro frente a él.
Era extraño, por lo que ella sabía no habían enanos en la tierra, habían existido hace muchos años, pero ya no habían. Aún así, este parecía no ser de ese tiempo antiguo ¿Será de otro lugar?
No fue lo único que encontró y que en su conciencia ella sabía que no existían allí. En el libro no salía específico que abarcaba la colección del duque, pero al parecer tenía cada una de las especies de moustruos allí.
—¿Un hada? —se preguntó moviendose más al fondo. Volvió a agarrar el libro de esa celda y leyendo descubrió que aquella criatura no era lo que había pensado—. Un...elfo...
Con su piel media grisácea, tenía unos brazos largos que casi llegaban a las rodillas, cuerpo delgado y las sutiles orejas en punta que Aynoa había confundido con las hadas. Sus ojos no se encontraban, tenía dos ciencias vacías y un poco de piel le sobraba entre las mejillas.
El cuerpo de aquella criatura estaba marcado con líneas negras, Aynoa supuso enseguida que el duque había puesto un hechizo sobre el o había hecho algún experimento con aquel individuo.
En la última celda solo había un cráneo sobre una pequeña mesa, parecía un humano con la sutil forma ovalada, lisa y blanca. Aynoa lo miró unos segundos mientras tomaba el libro entre sus manos, parecía extraño que el duque mantuviera esto entre todas estas cosas raras, pero ella no tardó en encontrar rápidamente una diferencia.
—Quien seas que hayas sido, no eres un humano normal —dijo tocando con sus dedos el vidrio e inclinando su cuerpo para verle de más cerca.
Dos caninos grandes y en punta como los de un perro salían de sus dientes. La sorpresa que se llevó Aynoa, fue cuando abrió ese libro, solo encontró una leve pregunta.
"¿Conciencia animal o conciencia humana?
No había nada más, sus hojas estaban en blanco y parecía que era lo único que al duque le faltaba.
—¿Y si fuera un humano, también lo tendrías aquí? —susurró en voz baja.
Aquello la hizo pensar, ¿Que hacía el duque con todo esto?, ¿para que los usaba?
A su parecer aquello no estaba bien, entendía un poco el tema de los moustruos, pero estas criaturas quizás sí razonaba como los humanos. Teniéndolo aquí sin un entierro decente fue desolador a su parecer.
Aynoa juntó las manos sobre su pecho y se refregó los brazos, estar en ese lugar entre tantos cadáver no era algo divertido. El silencio era inquietante, al menos el sonido del agua hacia que aquel lugar no fuera tan tenebroso. Ahora entendía porque a las criadas le daba terror venir a limpiar, cualquiera ya se hubiera horrorizado, pero ella tratando de evitar las cosas que si le daban miedo como en vampiro, no tuvo problemas para seguir adelante en medio de todo el lugar que escaseaba de luz.
¿Estaba un poco temerosa?, sí y ¿quién no lo estaría en un lugar con esas características y sin conocer nada? Pero a pesar de eso, ella no dió marcha atrás, deseaba conocer todo, incluso aquella mujer que era mencionada en el capítulo sesenta de esta historia.
Aynoa encontró otra habitación detrás de unos telares, , las luces eran tenues de colores amarillas y le daba un cierto suspenso a todo lo que estaba allí. Pocas cosas podía reconocer, habían mesas distribuidas con libros abiertos, frascos con líquidos y otros que solo se veían negros y oscuros.
Aynoa miró por todos lados, pero no parecía haber algún ataúd dónde podía estar aquella mujer
¿Podían los rumores ser solo rumores?, ¿podía la historia del libro haber sido cambiada?
—Claro que no —se dijo mientras negó con la cabeza.
Cualquiera podía haber dicho aquello, pero ahora que estaba segura que estaba viviendo la historia de un libro, estaba ochenta por ciento convencida que allí sí encontraría a la mujer dormida.
—Si tan solo recordara más de la historia—dijo en voz alta mientras miraba algunos frascos. Su voz enseguida salió dulcemente haciendo eco en casa rincón— ¿Podría acaso ayudar a que la guerra no ocurra?, ¿y su final?, ¿cómo acaba está historia?
Mientras pensaba en aquello, una leve brisa llegó a su espalda, volteó buscando en la pared donde habría venido o si había alguna ventanilla pequeña, pero no había nada.
—Si tan solo re... Reco...re...—dijo nuevamente hablando en voz alta, pero su lengua se trabó al instante.
Extrañada no entendía porque no podía pronunciar palabra, entonces se percató de algo, el hechizo de Tarikan. Ella o él no podían decir nada de su secreto en voz alta mientras hubiera alguien presente que pudiera escuchar.
Eso la aterró, no había sentido a nadie, ni había escuchado nada y lo peor para ella, era encontrarse con la serpiente del duque.
Nerviosa y asumiendo que ya no estaba sola, dió un paso atrás cuando con su codo hizo caer una caja de madera que rodó por el suelo.
—Mierda —se dijo hincándose para recogerlo.
Su cuerpo rápidamente bajó y se estiró debajo de la mesa hasta que su mano tomó aquella caja, en cuanto la tomó una pluma negra estaba cerca de ella. Arrodillada bajó la mesa tomó la pluma y la reconoció.
—Tarikan —susurró. De reojo pudo ver unas botas negras y altas que esperaban detrás de ella.
Una vez que estuvo conciente de haber sido pillada, se levantó rápidamente y su cabeza chocó con el borde de la mesa. Todo lo que estaba sobre ella vibró sonando con fuerza mientras se fundía con el quejido de ella. La cajita fue soltada cuando ella llevó sus manos a su nuca y apretó fuertemente los dientes.
Saliendo lentamente de allí para no volver a golpearse, ya había asumido que el duque la había encontrado en ese lugar prohibido. Las escusas enseguida llegaron a su mente.
—Tarikan —susurró levantando su rostro.
Su voz sonó junto con un estallido de un frasco que había rodado y caído al suelo quebrándose en minúsculos pedazos. Un humo verdoso salió de allí subiendo por el aire.
—Admiro tu curiosidad. —La voz del duque susurró detrás de ella, Aynoa no dudo un segundo en voltear y encontrarse con dos orbes grises brillando como si de plata se tratara.
No alcanzó a decir mucho cuando el hombre la agarró de la ropa y le tapó la boca junto con la nariz de forma brusca.
Sonidos de quejidos fue lo único que se escuchó mientras que Tarikan comenzó a caminar hacia atrás sin soltarla. Aynoa se desesperó, sus pies tropezaron, pero el hombre la arrastró más a lo profundo.
Luchando por intentar respirar puso sus manos en la mano de él y jaló con fuerza, pero el duque no la soltó. Desesperada y sin saber el por qué él la trataba de esa forma vio como el hombre buscaba en una repisa otro frasco.
—Ahora entiendo al marques —dijo Tarikan mientras destapó un pequeño recipiente cuadrado y derramó el liquido sobre un trapo de dudosa reputación—. Tu eres igual que yo causando problemas.
Aynoa fue soltada, pero solo para poner ese trapo sobre ella. Ella respiró profundamente a causa de la falta de oxígeno y aquel líquido entro en su interior.
El duque nuevamente puso su mano sobre la tela que estaba en su nariz y boca. Ella no pudo respirar otra cosa más que ese olor a alcohol que fuertemente hizo doler el interior de su nariz. Sus ojos no tardaron en lagrimear.
—Duele, ¿cierto? —dijo el mirándola sobre el hombro de ella, la cabeza de la mujer enseguida se apoyó en su pecho—. Eso te pasa por curiosa.
Tarikan le secó las lágrimas pasando su mano por su rostro con delicadeza y luego de eso soltó su agarré.
—¡Eres un idiota! —Aynoa enojada sentía aún como una clavada surgía cada vez que respiraba.
No tardó en estirar su mano e intentar abofetearlo, pero el duque esquivó el golpe y dejó su brazo bajo el brazo de él apricionandola. Ella nuevamente intentó con la otra, pero no obtuvo éxito.
—¿Que haces aquí? —preguntó el duque entre dientes, mirándola de cerca.
Su rostro estaba serio y su frente se apretaba levemente. Aynoa sintió rápidamente como solo sus manos quedaron sueltas entre los brazos de él y su cuerpo, estaba prisionera del duque.
—Me debes dar explicaciones, vine a buscarte —dijo ella tratando de soltar sus brazos mientras lo miraba enojada.
—Yo no te debo nada, Reimy sabía que no estaba en el castillo, aún así aquí estás. —Su voz fue dura, Aynoa se sintió reprendida como lo hacía su padre, pero no pensaba doblegarse.
—Solo quería saber que había aquí, ¡Ya suéltame! —dijo tratando de forcejear.
—¿Y te costaba tanto preguntarme si te mostraba este lugar?
—Ibas a negarte.
—¡Eso no lo sabes!
—¡Pues si hablaras más de tus cosas, no hubiera venido hasta aquí a buscarte o si hubieras tomado en cuenta lo que yo sentía anoche tampoco hubieras mandado esa maldita infusión!
—Aynoa.
—¡Pensé que tú trató conmigo había cambiado!
—¿Sabes acaso lo que acabas de botar y respirar? Mi trato contigo no ha vuelto a ser el mismo, no es que quisiera hacerte daño Aynoa.
—Pero... —dijo ella volteando y mirando el frasco que había roto—. Aún así, eres muy rudo conmigo —agregó más tranquila y bajando el rostro.
—No soy yo quien quería golpear al otro.
Aynoa enseguida sintió como él aflojó el agarre y sus manos fueron soltadas. El duque dejó un beso en su mejilla mientras cruzos sus brazos en ella y la abrazó suavemente. Sorprendida solo aguardó allí mientras su nariz quedó apegado al cuerpo de él.
—El veneno de un dragón junto con hierbas hacen posiones bastante buenas. Si no querías quedar como uno de los monstruos que tengo en la entrada entonces un poco de ardor en tu nariz valía la pena.
Sentir el olor del duque y los latidos de su corazón la tranquilizaron enseguida, aunque aún estaba dolida por lo ocurrido en la noche anterior, comprendió un poco su actuar brusco.
Extrañamente ya no se sentía asustada por las cosas que había visto allí, ahora que estaba junto a él y lo había escuchado quería saber sobre el motivo real de entrar a ese lugar.
—Tarikan —susurró ella despegando su rostro y mirando hacia la altura.
Un rostro mucho más relajado la quedaron mirando.
—¿Por qué? —dijo en voz baja, su mirada enseguida bajó desde los ojos del duque hacia sus labios. Quería besarlo, pero aún estaba dolida y quería saber el porque de su actuar—. ¿Por qué no quieres que te dé un heredero?
El apartó rápidamente la mirada y su abrazo se soltó al escucharla.
—¿Que te sorprende? —dijo dando un paso atrás y llevó su mano a peinar su cabello mientras evitaba hacer contacto visual con ella.
—¿Qué?
—Sabes que ahora nos miramos de diferente manera, pero eso no tiene nada que ver con lo que tú y yo pactamos desde un principio.
—No te entiendo.
—Que desde un principio, te dije que no buscaba herederos.
—Es-es mi decisión traer vida o no, es mi cuerpo. Lo que tú hiciste anoche, eso...
—¿Qué? Claro que no.
"El pasado no entiende los derechos que la gente obtiene en el futuro"
—Pero... ¿por qué?, ¿tienes miedo de ser mal padre?, ¿de repetir lo que... te hizo la corona?
Tarikan que hasta el momento no la había mirado, abrió grandemente los ojos y sus labios se despegaron entre ellos. Aynoa supo que había tocado un tema delicado para el duque.
—¿Cómo sabes de eso?
Todo el lenguaje corporal del duque cambió, de estar completamente relajado, con hombros caídos y cabeza baja, se levantó como un gato que se heriza al ser asustado.
—No, no lo sé —dijo ella mirandolo, pero no dió un paso más—. Se qué es algo duro para ti y que nadie habla de ello, solo espero que algún día puedas contarme.
—Ah. —Tarikan soltó un gemido junto con un suspiro y apoyó sus manos en una mesa dándole media espalda—. No necesito que sepas cosas innecesarias, no quiero recordar ese tema, ni hablarlo.
—No te pido que lo hagas ahora...
—No Aynoa.
—Pero... puedes solo decirme, ¿por qué la corona tiene tanto poder sobre ti? Siendo un gran hechicero, eres capaz de cosas inimaginables, pero sigues...
—Sigo siendo un perro faldero de ellos —le interrumpió
—No es lo que iba a decir.
—Pero es lo que todos piensan —dijo volteandose y sentandose sobre una mesa—. Si te cuento el porque la corona tiene control de mi, no volverás a preguntar más de mi pasado.
—Tarikan.
—Aynoa —dijo bajando su rostro y esperando su respuesta.
—Esta bien —dijo ella cruzándose de brazos.
El hombre la miró unos segundos, confiaba en ella, pero no quería que ella supiera todas las cosas que tuvo que vivir. Su cuerpo era distinto al que debía tener, gracias a Siri, las verdaderas cicatrices que llevaba su piel estaban cubiertas, con excepción la parte donde estaba Arkan.
Lamiéndose los labios lentamente bajó el rostro y comenzó a explicarle porque era un esclavo de la corona.
—Ragnur era un buen hechicero —dijo él mirándola con un rostro mucho más relajado—. Conjuró una magia en una botella y cómo sabes, los reyes nunca han tenido hijos. Por lo tanto aquello prometía que la reina pudiera concebir un heredero. Todo conjuro tiene sus pros y sus contras, tu das algo para recibir algo a cambio y también tiene sus reglas.
—Sí, eso lo entiendo —dijo ella acercándose y lentamente puso su mano cerca de donde el estaba sentado.
—La reina no logró encontrar y cumplir con todos las reglas, por lo tanto ella no pudo y no puede tener hijos.
—¿Eso que tiene que ver contigo?
—Porque la reina pidió algo y al no lograrlo pago con su vientre de por vida. El rey molesto culpó al hechicero y Ragnur me entregó a los reyes a cambio de que yo les sirviera. Luego de eso desapareció, sin culpas, sin arrepentimiento, sin nada.
—Pero tu no hiciste nada.
—No, pero si te ofrecieran el mejor caballo de la tierra a cambio de un perdón ¿No lo aceptarías? La corona sabía de mis habilidades con la magia y sabía que llegaría lejos, sumándole que sería sería el sucesor de mi mentor, no tenían mucho que pensarlo.
Aynoa se quedó en silencio mientras bajaba su mirada hacia la mesa meditando lo que acababa de escuchar. El duque por otro lado solo se mantuvo tranquilo mientras la miraba.
—Pensé que los reyes te amaban y que tú eras leal a la corona, lo suficiente como para ser capaz de arrestar personas si hablarán mal del rey Gerald.
—No, ellos no me aman, ellos me odian por qué nunca me rendí a ellos, después de todo lo que me han hecho, siempre los he mirado de la misma manera y eso les molesta.
—¿Qué-qué es lo que te han hecho?
Aynoa enseguida sintió los dedos del hombre en su mentón y el duque le levanto el rostro mientras la miraba con una sutil sonrisa.
—Nada de lo que puedas preocuparte ya.
—Esta bien, pero, ¿cuanto tiempo estás obligado a servirles?
—Mucho, mucho tiempo, pero pronto me encargaré de eso.
"Losé perfectamente" pensó Aynoa en la guerra que el mismo comenzaría. Las palabras del duque le hicieron darse cuenta de algo, el hombre ya estaba planeando revelarse.
—Entiendo ahora porque te gusta sentirte libre —dijo ella dibujando una leve sonrisa.
Aynoa pensó en los reyes, la reina Eulisa no parecía una mala mujer, además de ser tan hermosa y pura. No cabía en la cabeza de la duquesa el porque el duque tenía tanto recelo con ella, se esperaba todo del rey Gerald, pero ella era difícil de imaginar
—¿Qué estás pensando?
—Me imaginaba a la reina.
—Olvídala —dijo bajando lentamente la mano y tomó la de ella—. Esa mujer ni siquiera se merece estar en los pensamientos de los demás.
—Bien. —Aynoa entonces camino más cerca de él, sus piernas que estaban abiertas sobre la mesa dejaron hueco en el medio dónde ella no tardó en acercarse alli—. Aunque aún así, tu no me has respondido, ¿es por eso que no quieres herederos?
Tarikan bajó su mirada hacia sus muslos, Aynoa había puesto sus manos sobre ellos mientras lo miraba esperando respuestas. Ambos aún eran ajenos a este tipo de caricia, Aynoa había querido nuevamente acercarse a él, pero no sabía cómo actuar para que el no lo fuera malinterpretar.
—Veo que ahora me tocas más casual —dijo levantando la mirada.
Ella enseguida apartó las manos mientras el soltaba una risa burlesca al mismo tiempo que se bajaba de la mesa.
—Te enseñaré el porque, pero no es un lugar al que debería venir una mujer como tú.
—No voy a irme, quiero que me enseñes lo que tienes aquí. Los moustruos no me dieron miedo
—¿Que ganó yo a cambio de eso?—dijo él levantando una ceja sobre la otra y la quedó mirando.
—No lo sé —dijo ella mirando a un costado— ¿Qué quieres que haga por ti?
—Lo tendré en mente —dijo con una leve sonrisa ladeada.
Tarikan luego le dió el perfil mientras miraba el lugar, permitiéndole a ella mirarlo desde otro ángulo. Aynoa parecía comprender las interrogantes que el mismo se estaba haciendo, como por ejemplo ¿Por qué a una noble de alta cuna le interesarían estás cosas?, ¿debía realmente compartir con ella esto tan personal? ¿Y si se llegará a asustar?
—De verdad, no tengo miedo —dijo ella y vio como los ojos del hombre se abrieron levemente y giró a mirarle.
—Eres bastante extraña —susurró con el ceño fruncido— ¿Viniste aquí por los rumores o realmente venías a buscarme?
—Ambas.
Tarikan entonces dijo unas palabras cortas y concisas y la habitación se iluminó fuertemente. Delante de ella, había mesas largas y anchas que tenían todo tipo de cosas sobre ella.
—Asi que sí estás consciente de todos los rumores —dijo ella observandolo que lentamente había caminado por la habitación—. La gente dice muchas cosas sobre ti Tarikan.
—Estupidos rumores —dijo él.
—En su tiempo si los creí —dijo ella mirando el lugar—. Aunque ahora que te conozco un poco, estoy segura que no eres capaz de fornicar con cadáveres.
–¿Y tú seguridad se basa solo porque te acostaste conmigo?
—Tarikan —le reprochó avergonzada.
—¿Por qué te molesta hablar de esos temas?
—Es inapropiado, vergonzoso y...no puedes ir por ahí hablando así.
—No hay nadie aquí, solo tu y yo. Los muertos no escuchan a los vivos.
Aynoa se detuvo observando como el se alejaba lentamente, aquella frase hizo que sintiera temor, pero Tarikan parecía relajado. Caminando con total comodidad, aunque nunca volteó a mirarla. Aynoa comenzó a seguirlo, de alguna forma ninguno de los dos dijo algo en los próximos minutos.
Mientras más daba pasos por aquel lugar, más frío se volvía el entorno, era como si algo realmente oscuro permaneciera allí.
Las primeras cinco mesas estaban casi vacías, pero las demás comenzaban a estar llenas de frascos con animales pequeños dentro. Luego muebles y repisas con más especimen.
—Esto....
—Experimentos, estudios, colecciones —dijo él sin voltear.
Luego en una mesa habían collares colgando junto a unas piedra pequeñas, eran hermosos, pero claramente no era un collar normal.
—¿Para que lo ocupas?
—Por que soy el único que puede ir de un lado a otro, he practicado mucho intentando que una persona vaya al lugar que yo quiero, pero todo es infructuoso. Al final logré que eso resulte por medio de un collar, así que garantiza un solo viaje.
—¿Un viaje?
—Si las cosas se complican en la expedición, mis hombres podrán salir de allí.
Tarikan se había estado preparando hace unas semanas, Aynoa recién se dió cuenta del porque desaparecía constantemente, había estado aquí, después de todo el duque se preocupaba por sus soldados aunque dijera que no confiaba en ellos. No esperaba menos de él.
Ella lentamente caminó por las mesas continuando hasta el final, mientras sentía los pasos del duque detrás de ella.
—Aynoa —dijo él tomando su mano y deteniéndola—. Pensé en mostrarte este lugar cuando volviera, pero no quiero que te sientas mal por alguna razón. Todo lo que he hecho, lo de ayer en la noche fue pensando en ti.
—No me asustes, Tarikan.
Aynoa lo observó cómo tomó una gran bocanada de aire y luego la soltó levemente mientras sus ojos se movían por la habitación.
De forma lenta el duque tomó su rostro y se acercó, Aynoa cerró enseguida los ojos al recibir un beso. Suave y lento, pero no continuo.
—Esto no es fácil para mí —susurró él—. Ven conmigo.
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No saben cómo me odio, en vez de poner guardar, puse publicar . . . Dios
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