57.- Recuerdos
Aynoa se había quedado dormida, pero su cuerpo se sobresaltó de repente. Abriendo los ojos de forma pesada se dió cuenta que su rostro estaba apoyado en el hombro del duque. Su piel aún no se enfriaba, se mantenía en calor al estar en contacto con él mientras ambos seguían desnudos.
Sonrió al recordar lo que los dos habían hecho, pero cuando subió sus ojos hacia él, se dió cuenta que el duque estaba completamente dormido.
Tardó unos segundos en percatarse el porque había ella despertado. El hombre volvió a pegar un leve salto y apretó el ceño.
Mirándolo parecía molesto incluso cuando dormía, pero la sonrisa que ella había formado, se le fue cuando el respirar de duque se agitó un poco y de su ojo derecho cayó una lágrima.
Segundos y el hombre despertó. Aynoa rápidamente se hizo la dormida cerrando sus ojos, incluso intentó controlar su respirar para que el no descubriera que ella había estado viendolo. No quería incomodarlo, pero no pudo dejar de pensar en lo que acababa de ver.
¿El duque estaba llorando?, ¿qué podía estar soñando para que aquello fuera posible?
Pensó en eso cuando sintió que él hombre la abrazó con más fuerza, mantuvo su apretado abrazo por unos segundos mientras que ella sintió como el refregó su rostro con su cabello para luego volver a quedarse quieto.
Aynoa no volvió a moverse, habían muchas cosas que no conocía de él y muchas cosas que debía recordar de la historia y que aún no era capaz de hacerlo.
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El sonido de chispas y de flama ardiendo se escuchaba a los pocos metros. El calor, junto con un gran viento movía todo su cabello cuando Aynoa abrió lentamente los ojos, ¿en qué momento se había vuelto a dormir?
Sentandose en el pasto, vió el propio infierno delante de ella.
Frente a ella los árboles se quemaban, el fuego arrasaba con todo a su paso mientras que el viento giraba sin parar en un gran torbellino. En el medio de todo y a solo unos pasos del agua la espalda del duque junto con sus manos a sus costados levantó más el fuego. La serpiente blanca no estaba en su piel.
—Tarikan... —dijo ella asombrada. Poniéndose lentamente de pie su vestido se movió bruscamente por el viento y su pelo se levantó en el aire.
—Siriham.
La voz del duque fue extremadamente ronca, pero en cuanto dijo aquello, estiró la mano derecha al cielo y de ahí la enorme serpiente salió de él envuelta en llamas que la rodearon completamente.
—Esto... No es verdad...
El escenario frente a ella comenzó a cambiar, miles de pedazos comenzaron a caerse del cielo y en cuanto tocaban el suelo desaparecieron cómo una escarcha. Frente a ella la cascada y el lago se habían ido, y ahora un templo enorme hecho ruinas, pilares rotos, escombros en todo el suelo. Cerca de ella había una ventana donde provenían gritos agónicos y desesperados, dió dos pasos a un costado y miró por ella.
Asustada pudo ver edificios, casas, árboles, todo destruido y una frase llegó a sus oídos. La voz del hombre fue diabólica a tal punto que erizó todo los bellos de su piel.
—Fuego y azufre es el símbolo de nuestra cruz.
Aynoa volteó y el miedo pareció ser poco con el sentimiento que sintió justo en ese momento. Tarikan no era lo que ella esperaba ver, su rostro oscurecido, saliva negra salía de sus labios y tenía unos ojos negros tan profundos que no había ni una sola pisca de pureza en ellos. Tinieblas y penumbra era todo lo que rodeaba a ese hombre que ya no era humano.
—Aynoa.
Ella abrió lentamente los ojos, lo primero que vio fue al duque sobre ella, pero el terror que había tenido la hizo reaccionar de forma desesperada.
—Aynoa.
—¡No, no, no! —gritó tratando de sacarlo de encima y alejarse de él. Cerrando los ojos fuertemente alzó las manos hacia el duque, moviendolas con gran angustia, hasta que el sonido de una cachetada la hizo tomar conciencia.
El silencio enseguida llegó a ella mientras miró asombrada al hombre que había girado un poco el rostro. Con su boca un tanto abierta, parecía que el duque tampoco se había esperado tal reacción de ella.
—Tarikan yo... lo siento mucho —dijo observandolo.
Estuvo a punto de explicarle lo que había soñado y el porque su reacción, pero cuando lo iba a hacer, se arrepintió apretando los labios. El hombre de forma lenta volvió a llevar sus ojos hacia ella con la misma indiferencia que ella estaba acostumbrada.
—Vistete —dijo pasándole la ropa ya seca—. Acércate a comer cuando estés lista —agregó poniéndose de pie y caminando hacia donde tenía los alimentos.
Aynoa estaba un poco aturdida, el sueño se veía bastante real como para confundir la vida que llevaba ahora. Sentada sobre las pieles, bajó su mirada y se encontró completamente desnuda, se tapó enseguida pensando que el duque la había visto dormir.
Al parecer Tarikan no estaba interesado en verla, ya que solo se sentó a unos pasos de ella mientras le daba la espalda. Frente a él la comida estaba tendida y el hombre rompía un pedazo de pan en dos porciones.
Aynoa volvió a confirmar algo que ambos ya sabían. Cada vez que ella estaba en contacto con el duque, las puertas que cerraban sus recuerdos, se abrían unos segundos. Alzó la mirada mientras el vestido se deslizaba por su cuerpo, vió detenidamente al duque, su pelo, su espalda aún desnuda, incluso se fijó en su respirar.
—Fuego y azufre... —se dijo a si misma mientras fijaba sus ojos hacia el lago.
Era uno de los diálogos que estaban casi al final del libro, lo recordó perfectamente, pero también recordó otra cosa. La descripción detallada de la muerte de tres personajes.
—Mierda. —Se volvió a decir, asombrada volvió a mirar al duque que tranquilamente se hechaba un pedazo de pan en la boca.
Con esa temple tan pacífica, como si nada le preocupara.
—¿Que te ocurre ahora? —Tarikan se echó de espaldas en el pasto, su rostro quedó cerca de sus piernas que rápidamente ella flexionó.
Acostado allí sus ojos se posaron en la de ella que lo miraba desde su distinta altura.
—Nada...
Tarikan no tardó en bajar un poco las cejas y su mirada comenzó a cambiar.
—Re...recu... —Aynoa dándose cuenta que otra vez estaba mintiendo y que el lo supo, trató de explicar sus recuerdos. Lamentablemente aquello a causa del hechizo no pudo decir nada.
Tarikan nuevamente intentó ocultar su asombro, sus ojos se movieron por varios lugares y se fue lentamente sentando. Ella volvió a darle información que hasta el momento no había pensado, ¿ella obtenía recuerdos cada vez que estaba en contacto con el y su magia?
—Cada vez que pasa algo como esto, tú tomas esa actitud. Miedo, descontento, desconfianza, vuelves como si fueras otra.
—Lo entenderás cuando ese día llegué —dijo ella sentandose a su lado.
—Supongo que sí.
Aynoa se fijó en su rostro, su mejilla se había tornado un poco rojiza el cual la llevó a posar su mano sobre su piel.
—Lamento haberte golpeado.
—No es la primera vez que lo haces, admito que tienes una mano pesada —dijo el apoyando su rostro en su palma.
—Podria curarte si solo me dieras una de las piedras.
—Hay mucho que aún debes aprender —dijo levantando su mano y rápidamente de ella salió una leve luz azul y unos hilos se movieron por el aire—. La magia curativa se lleva mucho de la energía del portador y del que recibirá la cura. Muchas personas creen que somos capaces de curar todo, pero cuando el cuerpo es débil y tiene poca energía vital, la magia curativa en vez de curar, te quitará la últimas fuerzas que tienes para vivir.
—Recibes, pero también das.
—Sí. —Tarikan lentamente la miró y dudo un poco en acercar su mano a su mejilla ya que ella aún tenía su palma allí—. Es por eso que tú te desmayas, no estás lista a mi parecer.
—Hazlo. —Aynoa había pensado exactamente lo mismo, pero el duque regalandole una sonrisa sacó su mano de él antes de poner la de él mismo sobre su piel.
—Come ahora, partiremos en una hora.
Con ese semblante serio, que parecía que nada lo perturba, Aynoa volvió a preguntarse algo mientras lo obserbaba una y otra vez.
—Soy tan egoísta, ¿por qué siempre quiero saber hasta lo últimos que piensa? Cada vez que guarda silencio, cada vez que mantiene esa mirada perdida envuelto en sus pensamientos, parece más lejano.
El mundo que el veía era completamente distinto al de ella, pero aún así Aynoa estaba dispuesta a llegar a él, aunque se viera tan lejano. Entonces recordó su sueño.
Un hombre tan tranquilo, tan lleno de vida ocultaba una oscuridad que pocos conocían. Descrito en un libro era totalmente diferente que verlo con sus propios ojos. El hombre frente a ella no sería siempre igual.
Mirándolo con aquella imagen en su cabeza, se preguntó.
¿Cómo era que aquel hombre, que parecía que nada le importaba, iba a ser el mayor moustruos de todos, al destruir el reino completo?
“Querido duque, sea que mis recuerdos vuelvan o no, la persona que conocí en el puente de la capital, ese no eres tu. Deseo cada día ver esa sonrisa en tu rostro y poco a poco comprender los escalones que te trajeron hasta aquí”
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Aynoa guardó todas las cosas mientras el duque traía a los caballos, el día había comenzado a transcurrir y el sol se pondría en el horizonte al cabo de una hora.
—Usualmente vengo aquí a leer y alejarme de la gente, si quieres puedo traerte la próxima vez.
—Me encantaría —contestó Aynoa mirandolo—. He estado practicando —dijo ella acariciando su caballo.
El duque al escucharla se acercó a ella para cargar la montura sobre el caballo y soltó una leve risa.
—Lo sé, aunque me hubiera gustado comprobarlo.
—Duque...—Aynoa lo entendió perfectamente, pegó un respiro profundo cuando la vergüenza llegó a ella.
El hombre solo se burló de ella y luego acercándose lentamente le dió un beso en la mejilla para luego alejarse para amarrar los bolsos.
—¿Cómo exactamente matas un dragón?
—¿Cómo...como sabes eso? —dijo el duque dándose vuelta a mirarla
—Tú me lo dijiste.
—No, yo te dije que iría a una excursión en las montañas, nunca mencioné un dragón.
—Yo...
—¿Fue Caleb? —El duque no parecía molesto, pero mientras arreglaba todo, su atención se fijó completamente en la mujer.
—No.
—No te lo dije porque no quiero que te preocupes por nada.
—Te lo explicaría, pero...
—No importa. Lo sabré de todas formas—dijo suavemente.
Aynoa fue la primera en subir a su caballo, miró el lago por última vez antes de comenzar su regreso a casa. Antes de partir el duque le puso un abrigo en su espalda y la subió con cuidado.
—Los dragones son dificiles —dijo el duque mientras ambos caballos caminaban uno al lado del otro.
Aynoa pensaba que él no le iba a contestar, pero el mismo había tocado nuevamente el tema.
—Si uno de mis hombres no es capaz de cumplir con su parte, es fácil perderlo. Los dragones son veloces en el aire, pero en tierra son más lentos y fáciles de atrapar. Si quieres te traigo un diente.
—¿Confías en ellos?
—Sí —contestó él.
Aynoa bajó su cabeza preguntándose si era buena idea hablar sobre su sueño, ¿podía advertirle de algo o aquello no podría ser pronunciado gracias al hechizo que el duque le había hecho?
Aynoa se llenó de preocupación, sabía que el hombre a su lado sobreviviría a aquel evento, pero muchas cosas de la historia habían cambiado, ¿podría cambiar está también?
—Estaré bien. —El duque parecía que había leído sus pensamientos, Aynoa levantó la mirada y al verlo él estaba mirándola.
—Querías que no me preocupara, pero...
—¿Quieres venir aquí? —dijo él interrumpiendola.
El duque sentandose derecho se había corrido hacia atrás y con su mano derecha apunto a su propio caballo. Aynoa al verlo enseguida detuvo el suyo y el hizo lo mismo.
—¿Cuánto tiempo? —dijo ella subiendo sus ojos hacia los ojos de él.
—¿Cuánto tiempo que?
—¿Cuánto tiempo te tomó armarte de valor para preguntarme eso?
La cara del duque cambió rápidamente al escucharla, apretó los labios y formó una sonrisa cuando ella se rió de él. Ella solo se inclinó a su lado y el negando con la cabeza rodeó su cintura con su brazo y la paso a su caballo.
—Jamas me cansaré de molestarte.
Tarikan soltó una risa mientras llevó su mano a la mejilla de ella y le hizo girar toda la cabeza para besarla. Ella cerró los ojos nuevamente, jamás se cansaría de la sensación que le entregaba un beso de él.
—Yo tampoco—susurró Tarikan al separarse de ella.
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En el castillo los sirvientes y soldados se sorprendieron cuando vieron al duque junto con su esposa. Reimy fue el primero que los recibió para mandar a preparar el agua caliente, pero a pesar de aquella escena, Tarikan no cambió su actitud.
Aynoa lo notó enseguida, con ella era distinto, pero con los demás seguía siendo el hombre serio y de pocas palabras.
La noche llegó rápidamente, Milla se encantó de las cosas que le contó su señora a medida que la ayudaba en el baño y le preparaba la cama para dormir. No esperaba que el duque fuera cariñoso y atento con ella, pero agradeció que ese día entre ambos duques todo había fluido de la mejor manera.
Entre risas terminaba un día hermoso, lleno de grandes sentimientos y emociones que esperaba volver a experimentar, pero aquello solo duró pocos minutos.
Milla estaba cepillando su pelo cuando la puerta de la habitación fue tocada. Su criada no tardó en contestar y de la entrada, ingresó una mujer con una bandeja donde traía una taza de losa junto con un platillo.
—Lamento molestar a estas horas de la noche mi señora.
—No he pedido nada —dijo Aynoa poniéndose de pie y mirando a Milla extrañada.
—Le traigo un té de hierbas, necesita tomarlo antes de ir a dormir.
—¿Qué? —dijo Milla acercándose a la mujer— ¿Quien te ordeno esto?
—Se me ordenó no retirarme hasta que la duquesa beba del té.
—Contesta —dijo Aynoa bajando su rostro y frunciendo el ceño— ¿Quien te envío con eso? —agregó llegando frente a la mujer
—Lo-lo siento mi señora, son órdenes directamente del duque.
—¿Del-del duque?
Aynoa enseguida sintió como algo en su interior volvía a quebrarse, el día había sido bastante hermoso, lo que había hecho con el hombre dió vueltas toda la tarde en su mente, pero jamás pensó que podía salir embarazada con aquel acto íntimo.
¿Por qué el duque sí pensó en eso?
Las palabras de la famosa flor de loto llegaron a ella y todo comenzó a calzar.
“Cuando usted pase la noche con él no se sorprenda que la obliguen a beber té de hierbas para abortar”
Decepcionada, comenzó a sentirse molesta, apretó lo dientes y con rapidez tomó la taza en su mano y la dió vuelta sobre la bandeja dejándola de cabeza. El líquido se derramó rápidamente escurriendo también hacia el suelo junto con los zapatos de la criada.
—Dile al duque que se lo trague él.
La mujer mirándola con cejas inclinadas se sintió intimidada por la duquesa, lamentó mucho lo que tuvo que hacer.
—Lo siento, lo siento mucho mi señora. ¿Re-Reimy? —dijo y la puerta fue nuevamente abierta—. El duque dijo que usted haría exactamente esto.
—¿Reimy?
Aynoa respiró más agitada al ver al anciano en la entrada de su habitación, bajó la cabeza mientras que en su mano derecha traía otra taza de hierbas. No esperaba que el apoyara aquello.
—¿Por-por qué?, ¿acaso no es importante para el ducado que yo le dé un heredero al duque?
—Lo lamento, mi señora. El duque tiene sus razones, quizás no es el momento para explicarle a usted porque ordenó esto, pero confío que él lo hará a su tiempo.
—No lo puedo creer —dijo ella volteandose y posando su mano en en respaldar de una silla—. El no puede decidir por mi.
Milla rápidamente frotó su brazo mientras miraba a ambas personas con el ceño fruncido.
—Es su esposo, él es su dueño, si puede hacerlo.
Era cierto, todo lo que Reimy había dicho era verdad, quizás para ella le era algo sorprendente y la molestaba grandemente, pero era porque en su otra vida, la mujer era la que tenía completamente la decisión sobre su cuerpo, en esta, nada de eso sería comprendido.
¿Por qué?
Tener un heredero significaba posición y poder, pero si no lograba aquello y el duque moría en esa expedición ella sería devuelta a Abeul y perdería su dote junto con todo lo que con eso iba.
Tomó la taza en sus manos temblorosas y miró el líquido verdoso, sabía que el duque no moriría, pero aún así la decepción de haber sentido que entre ambos la confianza había florecido grandemente hizo que se sintiera traicionada.
Sus ojos se empañaron y las ganas de llorar y maldecir a medio mundo se las tragó junto con aquel líquido que bajó por su garganta caliente. Tenía un sabor a manzanilla, dulce y agradable, pero cuando aquello terminó de tocar su paladar un leve picor y amargura quedó en ella.
—No sabe cuánto lo siento —dijo Reimy al ver cómo una lágrima rodó por su mejilla, pero Aynoa cambió rápidamente la expresión de su cara.
Enojada a más no poder, agarró la taza y la lanzó hacia una pared sin despegar los ojos del anciano. Está se quebró en miles de pedazos haciendo un sonido fuerte que se sintió incluso fuera de la habitación.
—Fuera los dos, ¡Ahora!
Reimy nunca la había visto de esa forma, salió de allí con mucha pena y soltó un gran suspiro una vez que la puerta se azotó a su espalda. Parecía que la mujer era igual que el duque cuando se enojaba.
El anciano si sabía el trasfondo de todo, sabía porque Tarikan había ordenado aquello, aúnque pocos en el castillo estaban concientes, aquel secreto solo lo conocían algunos, ni la señora Cler estaba al tanto.
Reimy aguardó unos segundos allí y luego levantó su rostro y miró a su lado derecho. Al final del pasillo la puerta de duque estaba abierta y desde su entrada el hombre lo miraba como un gato acechando en la oscuridad. Sus ojos reluciendo un brillo y su rostro completamente serio esperó alguna señal de Reimy, había escuchado el grito y el gran portazo de su esposa.
Reimy solo asintió con la cabeza antes de que el duque también cerrará la puerta sin decir una sola palabra.
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Lo siento acabo de destruir las ilusiones de algunas jajajajajjaja
¿Recuerdan la relación entre lector y escritor? Jajajajaajja
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