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52.-Curiosidad

Tarikan se había distanciado de Aynoa, a pesar de que ella le había pedido disculpas, él realmente se había sentido dolido al saber que ella era igual que todos y que lo juzgaba por las cosas que la gente decía sobre su vida.

Aún así, no la perdió de vista, seguía sus pasos en silencio, la obserbaba sin que nadie se diera cuenta y volvía a preguntarse como era que esa mujer no era de aquí. Lo había descubierto, desde los días antes de su cumpleaños, había desaparecido, pero no completamente.

En los subterráneos del castillo miles de libros permanecieron abiertos, habían muchas historias sobre las reencarnaciones, libros profanos que la iglesia quemaba. Exactamente por eso, era que el hombre no creía en Dios, creía en la verdad.

El sabía que en el mundo donde el estaba, la magia era infinita, sabía que en otras partes del mundo no había un solo dios, sino muchos. En otros continentes adoraban a la naturaleza, otros a la muerte y otros a seres como el sol y la diosa de la luna.

No era por nada que todas esas escrituras hablaban de lo mismo, la procedencia de los libros no se sabía con exactitud, pero claramente cada uno de ellos venía del exterior y todos decían casi lo mismo.

Tenía dos conceptos invadiendo su cabeza y la explicación de porque Aynoa tenía dos energías. Si bien una era la que todos teníamos al nacer, la otra era de su vida pasada.

Uno, ella podía haber muerto y reencarnado en este mundo nuevo, su segunda energía debía desaparecer gradualmente, pero Tarikan más de una vez revisó aquello y sus dos energías no parecían tener ni un solo cambio.

El otro concepto era bastante espeluznante, incluso para el mismo, podía ser una probabilidad, un error o la magia natural de la vida, su alma estaría aún enlazada a la otra y ella seguía viva en los dos mundos.

¿Pero cómo?, ¿cómo podría ser posible algo como eso?

No había nada cuerdo ante esa situación, solo era una suposición que día a día él se fue acercando, un paso a la vez mientras disfrutaba también de conocer a esa mujer. Poco a poco comenzó el descarte.

Jamás había olvidado lo que Aynoa era, incluso llegó a tener conversaciones con su criada cuando Aynoa había sufrido dolor de cabeza y durmió por días. En aquellos días, supo que su esposa si había tenido un cambio de actitud, antes no era tan desafiante, había amenazado incluso a la sirvienta en el día donde marcharon de la capital y Milla nunca había escuchado tal cosa de su señora.

Tarikan con una conversación inofensiva fue recabando información, a Aynoa no le dolía la cabeza por alguna razón específica, pero si había un patrón y ese patrón era el mismo.

Su cuerpo estaba completamente ligado a la magia, su alma, su espíritu, incluso su propia energía que no era igual a la de los demás. Mucho tenía que ver por el pacto con Siriham, pero también su propio progenitor.

Aynoa reaccionaba a su propia magia y a su escencia.

—Es curioso —dijo mirando uno de los libros—. Supongo que debería solo ir y preguntarle sobre la verdad, pero, ¿qué ocurriría si hay más gente de este tipo?

Tarikan parecía un tonto, no había nadie en la sala con quién intercambiar ideas, pero la única que podía escucharlo era Siri.

Sentando en un asiento con los pies sobre la mesa, llevó sus ojos hacia su serpiente y vio como el animal se tragaba un tremendo ratón que había encontrado en los alrededores. El roedor chilló un buen rato antes de comenzar a ser engullido y el duque observó con tranquilidad aquella escena.

—Ella podría negarlo y seguiría mintiéndome.

Estando a solas, las palabras prohibidas si se podían mencionar y como el duque generalmente hablaba solo o con Siri, aquello le ayudaba para escucharse y lograr sacar mayores conclusiones.

Su mente era una biblioteca andante, no le costó mucho descubrir lo que Aynoa escondía. La actitud que había tenido en la iglesia fue suficiente para confirmar que aquella mujer no era de este tiempo. Investigó también la procedencia de su familia, y como había sido su vida hasta que la conoció.

Sin duda hubo un cambio en Aynoa justo cuando el tuvo intimidad con ella. El cual lo llevó a estar seguro que desde ese momento, gracias a la magia que su cuerpo poseía, Aynoa recién había comenzado a recordar parte de su vida pasada.

“¿Crees que hay vida después de esta?” recordó las palabras de ella.

—Tal vez, ella también debe estar entendiendo lo que le pasa.

El siseo de su serpiente lo distrajo y a los pocos segundos Siri se subió a sus piernas llegando a sus muslos. No dudo en acariciar su cabeza mientras volvía a pensar en su esposa.

********************

Tres días pasaron, la tensión entre los duques se mantuvo todo el tiempo y la gente del propio castillo no fue ajena a la indiferencia que comenzó a tener Tarikan.

Las cenas se realizaban en el salón pequeño y según los sirvientes ninguno de los dos intercambiaban mayor palabra que responder como estaba el uno y el otro.  Silencio fue el mayor amigo de ese lugar.

Aynoa, si sentía que algo entre ambos se había roto, ya no sabía que hacer más que pedirle perdón, pero eso ya lo había dicho más de una vez.

—Arg. —Se quejó dejando uno de los libros sobre una de las mesas de la biblioteca.

Había tratado de distraer su cabeza metiéndose en los libros que el duque le había mandado a leer, pero el tercer libro que había tenido en sus manos, tenía conceptos complejos que no podía lograr razonar con claridad.

Agarrándose la cabeza se echó en el asiento levantando sus piernas a la silla de un lado y miró el techo. No podía concentrarse completamente ya que las disputas con el duque aún están muy presentes. Odiaba tener esa distancia, se había acostumbrado a compartir con él, al menos dos o tres días a la semana.

Una imagen llegó a ella, visualizó al duque y su hermosa sonrisa mientras bailaba en la fiesta de los gitanos. Sonrió al recordar lo divertido que había sido esa noche. Por otro lado no tenía la menor idea de cómo el hombre había descubierto que ella no era de ese tiempo, no había hecho ni hablado nada para que él pudiera sospechar.

Jamás Tarikan le había hecho algún hechizo, o algo parecido, el de la iglesia fue el primero, pero ¿y si el hombre hizo algo mientras ella estaba desmayada?

No, no lo creía capaz.

—Tarikan —susurró pensando en el libro.

Como lectora ella ya amaba al personaje principal, pero allí el hombre era mucho más misterioso y atractivo de lo que su mente había imaginado. La ponía nerviosa constantemente y era obvio el porque, pero con sinceridad ella había abierto la esperanza de que él sintiera lo mismo por ella.

—¿Por qué es tan difícil? —dijo en voz alta— ¿Por qué simplemente no lo olvida? Si tanto lo ofende que nadie confíe en él, pues es porque el tampoco confía en nosotros.

Aynoa se puso de pie y negó con la cabeza mientras se enfadaba al pensar en el hombre.

—Debo explicarle, quizás si yo le digo la verdad, él pueda entender mi posición. Yo...yo, si soy de-de...—Aynoa volvió a intentar decir algo respecto a su vida anterior, pero su lengua volvió a trabarse y sus palabras no quisieron salir.

Había hablado del tema antes en su habitación y había descubierto que si podía mencionar el libro, pero ahora nada de ella salió.

Sin entender, frustrada y enojada, golpeó la mesa con fuerza y pegó un pequeño grito entre dientes.

Lo que no entiendía la joven duquesa, era que sola, si podría hablar de sus secretos, pero si un solo oído estaba cerca, su boca no permitiría pronunciar alguna verdad.

Al fondo de la habitación, el rechinido de una silla sonó evidenciando su compañía.

—Creo, que la biblioteca ya no es un lugar silencioso para estudiar.

—Sir Caleb.

—Duquesa —dijo el hombre apareciendo con un libro en su mano y enseguida bajó su cabeza con respeto.

—Lo lamento, no pensé que había alguien más aquí.

—He venido los últimos dos días —dijo para el asombro de ella—. El día de ayer al menos usted fue un poco más considerada con el lugar.

—Lo lamento, no lo ví entrar y tampoco lo escuché hacer un solo ruido.

—Eso se llama concentración, mi señora. La magia necesita ser comprendida poniendo toda su atención en ella —dijo tocando su cabeza con el dedo índice.

—Aunque pusiera toda mi concentración en ella —dijo apartando la mirada y frunciendo el ceño—. Hay cosas que no logro comprender.

—Solo las mentes cerradas no comprenden—dijo mientras tomó el libro que había estado leyendo ella y observó su tapa por unos momentos.

Aynoa volvió a sentirse rechazada, miró al hombre pensando que quizás podía pedirle ayuda, ya que había estado con él dos días sin haberse dado cuenta.

—¿Puedes enseñarme? —dijo sin darle más vueltas al asunto.

—¿Me puede contar que ocurrió entre usted y el duque? —preguntó Caleb sin llevar sus ojos hacia ella.

—Eso...eso no es problema suyo, lo solucionaremos.

En cuanto sus palabras salieron, el libro que tenía Caleb en su mano fue soltado y golpeó fuertemente la mesa haciendo saltar de la impresión a la mujer.

—¿No es problema mío? —dijo caminando por el borde de la mesa y rodeándola se acercó a ella.

Aynoa se sintió intimidada, Caleb no era grande comparado al duque y mucho menos a Merlin, pero aún así era más grande que ella. Estaba vestido informalmente con una polera suelta y pantalones negros, junto con una botas altas, pero sus brazos y sus hombros triplicaban el tamaño de su frágil cuerpo.

El hombre no se detuvo y llegó frente a ella con rapidez mientras cruzaba sus manos cerca de su ingle. Aynoa se sentó en el asiento aferrándose a la madera y Caleb solo subió levemente una de sus piernas y la puso en la silla mientras se sentaba en la mesa.

—Entendamos una cosa —dijo mirándola desde lo alto—. Los entrenamientos de los hombres han sido brutales, agotadores y extensos. Generalmente no son así, podemos descansar y tener más tiempo libre.

—Sir Caleb —dijo Aynoa tratando de levantarse, pero el hombre enseguida puso su pie entre sus piernas pisando parte de su vestido y así impidiendo que ella se moviera.

Aynoa se sintió atrapada, poco a poco el miedo de que aquel hombre le hiciera algo sin que nadie se enterará surgió en su interior. El duque estando enojada con ella quizás ni siquiera intentaría protegerla. Nerviosa solo apretó los dientes mientras no apartó la mirada del hombre y él, continuó.

—Estoy agotado, aburrido y furioso —dijo mirándola—. Cree que no es mi problema que entre Tarikan y usted las cosas no vayan bien, pero el plato roto lo estamos pagando nosotros —agregó bajando la cabeza—. Le haré un trato.

—¿Un trato?

—Sí —contestó poniendose de pie y caminando hacia el otro costado de la mesa—. Yo le enseñaré magia explicándole lo que que dicen estos libros, pero usted va a ir hoy en la noche, se va a meter en la habitación del duque y hará que está maldita pesadilla se termine.

—Yo, no puedo...

—Sí puede, no es una mujer tonta y todas las mujeres saben cómo hacer ese tipo de cosas. Usted sale ganando, dejando de preguntarse porque el duque no la quiere y yo podré descansar más. Tómelo o déjelo.

—Lo intentaré, no te aseguro nada.

—No, no lo intente, solo hágalo.

—Bien, lo haré. —Aynoa un poco más relajada no apartó sus ojos del hombre hasta que este, dejó de tensar su expresión facial.

—Gracias dios —dijo dejándose caer en otra silla y suspiró aliviado.

Aynoa lentamente se puso de pie observandolo, ya no se veía intimidante sino solo un hombre cansado.

—Caleb, ¿como logras que el duque confíe en ti?

—Solo deje de intentarlo, jamás lograrás eso.

—¿Por qué no? Todos llegamos a confiar plenamente en alguien.

—No lo conoces, y tampoco yo. Solo deje que las cosas fluyan, la confianza es algo que el duque no da con facilidad.

—No estoy muy de acuerdo. Bueno, ¿me enseñará ahora?

—Lo haré, pero tengo su palabra de que arreglará las cosas —dijo estirando su mano hacia ella y aguardó allí.

—Sí —contesto y ambos se dieron la mano.

Aynoa luego de ser soltada se sobó la muñeca por el agarre fuerte del hombre, no sabía cómo arreglaría las cosas con Tarikan, pero hoy iría a buscarlo hasta lograr que el le permitiera conversar.

No esperaba que después de su pequeña discusión, el duque se las arreglara para hacer que sus hombres entrenarán más duro, desquitándose con ellos, el trato de Caleb parecía justo.

—Bien, comenzaremos con esto, pienso que lo entenderá perfectamente si la ayudo con algo visual.

Caleb entonces dijo unas leves palabras y un humo blanco cubrió la mesa, fue relatando lo que el libro decía mientras que el humo iba mostrándole con figuras todo lo que él decía.

Cada hechicero se especializaba en algún elemento natural, la primera magia que se debía aprender era esa. Agua, naturaleza, aire, nieve, fuego, entre tantas más. Aynoa que no tenía asimilada la magia en su sangre ya que su familia no era mágica. Por lo tanto al obtener alguna piedra mágica, tomaría la magia del portador.

Si la piedra era de un hechicero que podía controlar el fuego entonces ella tendría que aprender aquello antes de comenzar a utilizar patrones y rucos mágicos.

A pesar de eso la magia era poca y pequeña, las estudiaban para poder hacer hechizos más poderosos, eso hizo que Aynoa comprendiera que al menos tomaría dos años como mínimo para que la magia del protador pudiera ser controlada y cinco años más para perfeccionarla.

********************

Aynoa llegó a su habitación con mucho más ánimo de lo que se había ido. Caleb era bastante bueno para explicar las lecciones de los libros y parecía que había estado mucho tiempo enseñando a otros.

Lamentablemente para ella el duque no volvió a dormir en la habitación por dos días más. Los soldados solo lo veían en la mañana y luego volvía a desaperecer.

Caleb no tardó en decirle a la duquesa dónde encontraría a su esposo y ella sin dudarlo mucho se encamino a ese lugar, no solo para cumplir con su trato sino porque realmente deseaba verlo aunque sea escuchar su voz.

Caminando con pies ligeros, bajó a los subterráneos asegurándose que nadie la siguiera, Reimy también me había dicho que el duque le encantaba encerrarse a estudiar y eso era exactamente lo que él estaba haciendo.

La gran puerta de madera quedó frente a ella, todos y sin excepción de uno solo, tenian prohibido entrar allí. Aynoa lo dudo un poco, pensando que quizás entrar sin permiso molestaría más al duque

—No se le ocurra entrar —dijo una voz detrás de ella.

—Señor Reimy —susurró volteándose y encontrado al anciano a unos pasos de ella.

Con su traje bien bordado cruzó los brazos en su pecho y observó a la duquesa con seriedad.

—Necesito hablar con él.

—Yo le avisaré, pero nadie puede entrar allí aunque sea usted, su esposa.

—¿Que hay allí que nadie puede entrar?

—Cosas personales del duque, estudios, experimentos, colecciones.

—Aceptaré las consecuencias —dijo dándose la vuelta. Reimy no se esperó aquello, tratando de detenerla camino a ella justo cuando ella se movió.

Aynoa tomó la manilla de la puerta y la abrió lentamente mientras mencionaba el nombre del duque. La curiosidad la llevo a dar unos pasos adelante mientras escuchabaas negativas palabras del mayordomo.

Frente a ella una habitación pequeña quedó a su vista, le sorprendió la enorme cantidad de libros que ahí habían, eran incluso más grandes que la biblioteca que ya tenían arriba.

Esparcidos por todo el lugar, no había sitio donde los libros no estuvieran, el suelo, la mesa, las repisas, sillas, todo desordenado y apilados.

—Señora —dijo Reimy entrando—. Por favor vámonos.

Aynoa lo ignoró, dió unos pasos dentro observando todo el sitio, parecía que jamás alguien había hecho aseo allí, ya que muchos libros estaban con polvos y telarañas, pero la curiosidad se centro en una parte del lugar.

Al fondo y frente a ella un pasillo de piedra hacía brillar una luz pequeña, que bajaba aún más hundiéndose en la tierra.

—¿Thari?

—¿Thari? —preguntó el mayordomo.

Aynoa apretó los dientes al escucharlo, se le había salido aquello que justamente el duque había dicho que no lo volviera a repetir con las demás personas.

Reimy suspiró profundamente y llevó su mano a refregar su rostro mientras se sacaba los
lentes.

—Hacia tiempo que no escuchaba ese nombre.

—Lo había leído...por ahí.

—Claro que no —dijo él riéndose—. Lo pronunció perfectamente como para haberlo escuchado más que leído en un libro. Me alegra que el señor tenga la confianza en usted para haberle dicho su verdadero nombre.

“Él si confiaba en mí"

—La primera vez que conoció al duque, ¿él usaba ese nombre?

—Sí, señora.

Aynoa entonces miró unos libros sobre la mesa y descubrió algo que le hizo doler el estómago. Sus ojos rápidamente leyeron una parte de él y luego miró más de diez libros abiertos sobre ella.

Todos tenían palabras que la devolvieron a la realidad.

“reencarnacion, vida nueva, energías vitales, muerte y vida...”

Aynoa enseguida volteó a ver al mayordomo que tenía su mirada en el suelo como si buscará algo, ¿Si el hombre alcanzaba a leer algo podría llegar a sospechar de ella?

—Duquesa, le ruego que regresemos —dijo Reimy tomando su brazo—. Si el duque se entera...

—Si el duque estuviera aquí ya-ya hubiera aparecido, ¿que buscas?

—Eso es lo que más me preocupa. Salgamos—dijo llevándola a la salida—. Que el duque no aparezca no significa que no esté aquí y sería muy malo que nos encontremos con Siri. Ese animal no perdona a nadie.

"Siri"

Aynoa olvidaba que el duque tenía a ese demonio cerca, recordandola no le gustó la idea de encontrarsela sin que él duque estuviera presente.

—¿Duquesa? —Caleb había bajado a buscarla, pero en cuanto vio al mayordomo junto a ella salir de ese lugar, frunció levemente el ceño observandolos.

—¿Necesita algo sir Caleb? —preguntó Reimy.

—Nada importante.

—No, debe haber algo importante para que usted bajará hasta aquí.

—El duque me mandó a buscar a su esposa, desea que se cambie de ropa y asista a una fiesta con él.

Reimy sonrió espléndidamente mientras dió un aplauso con las manos al escucharlo. Mirando alegremente a la duquesa estiró la mano hacia el caballero.

—Vaya duquesa, le deseo una buena noche.

Aynoa bajó su cabeza y caminó hacia las escaleras siendo seguida por Caleb que no dijo ni una sola palabra más.

Una vez que llegaron al primer piso, Aynoa miró al hombre y se preguntó si realmente era verdad lo que había dicho.

—¿Me dirás ahora que el duque quiere verme?

—No.

—¿No?, ¿mentiste? —preguntó ella deteniéndose y mirando atrás por si veía nuevamente a Reimy— ¿Que quieres que haga ahora?

—Lo que usted prometió. No es mentira que el duque salió a una fiesta, la mentira está en que la está esperando.

—Oh Caleb, no puedo ir así como así.

—A la fiesta que él fué claro que sí, allá entrará cualquier persona con solo presentar está moneda —dijo mostrando aquel objeto entre sus dedos—. Si quiere que siga ayudándole, tiene que ir.

—No vas a chantajearme, no me importa demorarme diez años en entender un solo libro. No iré a un lugar donde no conozco y no haya nadie que pueda asegurar mi integridad.

—Es una fiesta con toda la seguridad del mundo, todos van con máscaras por lo tanto nadie sabrá quien es usted, allá puede hacer lo que le dé la gana ser.

—¿Cómo sabré dónde está el duque?

—No soy ajeno al lugar donde él va todos los santos días de su cumpleaños, usted sabe que es lo que le gusta.

Aynoa se sorprendió de aquello, pensaba que nadie sabía de los gitanos, pero parece que Caleb era más cercano al duque de lo que había creído. No quería que el hombre la pasará a llevar pensando que podía engañarla, así que soltando un suspiro miró por el pasillo pensando en sus palabras.

Parte de ella se entusiasmó pensando que dónde iría sería igual que los gitanos, una experiencia única donde podía encontrar al duque entre un grupo de personas. Si fuera así, entonces no sería difícil dar con él y más si iría encubierta.

—El carruaje puede dejarla en la entrada y yo puedo ir con usted.

—Vete Caleb— dijo dando unos pasos lejos del hombre y sin voltear, agregó: —En una hora te tendré respuesta.

El hombre bajó la cabeza y marchó, su armadura lo hacía ver aún mas imponente, pero al menos ahora, Aynoa no se sentía mal intercambiar palabras con él.

Volviendo a pensar en Tarikan, asumió completamente que el duque ya sabía de su pasado, había estado investigando de ella y había sido certero. El duque sabía perfectamente que ella había vuelto a vivir ¿Sabrá también que la vida del duque era un libro en su otra vida?

Aquella conversación pendiente iba a ser una de las más difíciles de hablar.

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