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50.-Iglesia

A la mañana siguiente Aynoa fue llevada al carruaje, se había vestido elegantemente y llevaba guantes en sus manos junto con un hermoso sombrero de color café. Era una agradable mañana con un sol resplandeciente junto con un clima fresco, sonriente entró al carruaje y dentro de él se encontró con Tarikan que estaba sentado mucho antes que ella mirando por la ventana.

—Duque, pensé que sería yo quien lo esperaría —dijo ella asombrada de encontrarlo allí.

Llevaba un hermoso traje negro con bordados en burdeos, la camisa se le cerraba elegantemente dejando un cuello semi abierto y tenía detalles hermoso, dos cadenas en el borde del bolsillo que estaba en su pecho, y la chaqueta se cerraba con cordones dorados finamente bordados. Se veía bastante relajado y a la vez elegante.

—No creas que es entusiasmo, solo desperté un poco más temprano.

—¿Durmió bien? —preguntó ella tratando que los nervios que sentía al verlo depsues de lo ocurrido anoche no tomarán control de su voz.

—No como hubiera querido, pero sí lo hice.

—El mayordomo me comentó que la iglesia es concurrida los días santos, pero cuando Castilville está de aniversario pierden muchos seguidores —dijo ella deseaba cambiar el tema. No quería llegar con sus mejillas rojizas a la iglesia.

—Gente que cumple.

—¿Gente que cumple? —preguntó ella mientras el carruaje comenzó a moverse.

—¿Por qué un hechicero no va al cielo?

—Porque para traspasar la etapa de madurez pactan con entes y fantasmas.

—Me has escuchado bien —dijo él sonriéndole—. Creí que olvidarías todo después de lo que hicimos esa noche.

Aynoa bajó enseguida el rostro avergonzada, había olvidado que la vez que él le habló sobre aquello fue el mismo día donde consumaron su matrimonio y justo ayer ambos habían estado tensos sobre esos temas.

—Entonces si los hechiceros necesitan los pactos y mi ducado es la única tierra que tiene estudiantes para la magia, ¿qué crees que opinan de Castilville? —dijo echándose más en el asiento y levantando uno de sus pies hasta que su bota se apoyó en el asiento donde estaba Aynoa—. Considera que la mayoría de los habitantes son familia de mis estudiantes.

—La iglesia creerá que el ducado es profano por su cercanía a los hechiceros y discípulos.

—Exacto, y dime ¿quién ha mantenido esta ciudad sin monstruos, Dios o los hechiceros?

—Pienso que lo ha hecho Dios por medio de ustedes.

Tarikan abrió los ojos sorprendido y luego de unos segundos se largo a reír mientras tapaba su cara e inclinaba su rostro hacia el techo. Aynoa lo contempló sin apartar sus ojos, su risa era muy contagiosa y hermosa. Recordó a los gitanos ya que allí fue la primera vez que lo vió reír a carcajadas y mostrar esos dientes mientras sus ojos se estrechaban.

“Esa risa suya que apenas se podía apreciar, y que era poco visible para muchos, parecía sacada de un libro de fantasía”

Aynoa sintió la sensación de haber caído en un encantamiento justo en ese momento, no lo conocía lo suficiente, pero esa risa fue suficiente para sentirse encantada.

—Tu... —dijo ya calmado y pronto se puso serio observándola—. La próxima vez que digas algo como eso, me cortaré la trenza —agregó mirando por la ventana.

Todo el encantamiento se cayó después de eso.

—"Gente que cumple" entonces los habitantes van a la iglesia, pero si hay algún evento especial fuera de la iglesia, no dudan en asistir y dejar el templo —dijo ella corriendo la mirada.

—Si Aynoa, está demás decirte que tú esposo no es muy bienvenido allí.

—Duque...

—Thari

—¿Qué?

—El verdadero nombre de tu esposo es Thari. Cuando me convertí en hechicero tomé el kan, y mi nombre dejó de pronunciarse de esa forma. Supongo que para alguien como yo, mi verdadero nombre parece una burla.

—Thari —repitió ella, una sonrisa se formó en sus labios mientras el duque la ignoraba con la mirada.

—Solo...no lo digas delante de nadie, muchos me conocieron ya siendo un hechicero, no hagas que las cosas cambien.

—No se preocupe, guardaré su secreto. Sinceramente mi perspectiva de tí ha cambiado —dijo ella y el hombre enseguida la miró.

—¿Sigues creyendo todo lo que dice la gente de mi?

—No, me refiero a eso, sino que creí que a pesar de que todos te llamen el demonio de Castilvell, todos te amaban y creí que tenías buena relación con los demás, fuera de Castilville.

—Recuerdo haberte contado que suelo meterme en muchos problemas, ¿por qué crees que me amarían?

—Al principio creí que tú relación con los reyes era buena.

—No, jamás lo ha sido —dijo con una leve sonrisa—. No hay nadie en el mundo que sea amado por completo.

Tarikan observó por la ventana hacia afuera, un recuerdo llegó a su mente y aunque intentaba no tener sentimientos por el, había una pizca de ansiedad y emoción sobre aquel asunto. Algún día asesinaría al rey, aunque se mostraba lo más fiel y devoto a Gerald, ese día llegaría algún día, aflorando de lo más profundo de su demonio.

Soltó un suspiro fuerte al sentir como Siri vibraba en su interior.

—¿Estás bien?

—Claro que sí.

Las campanas del templo se escucharon a lo lejos anunciando que a pocos minutos el culto estaba por comenzar. La gente en la calle estaba caminando con rapidez llevando la biblia en sus brazos, mujeres con hermosos sombreros, elegantemente vestidos y hombres de trajes bastante bien peinados.

El carruaje se detuvo en la entrada del templo. La puerta se abrió y Tarikan fue el primero en salir para luego voltear y mirar hacia el interior para estirar su mano hacia su esposa.

—Es el duque. —Los murmullos comenzaron a escucharse mientras la gente se detenía en la entrada del monasterio.

—Es un gusto verlo, duque de Castilvell —dijo un señor sacando su sombrero.

—Es la duquesa —agregó una mujer cuando la vieron salir.

Era la primera vez que el pueblo contemplaba al duque junto a su esposa, la habían visto en pocos minutos antes, pero ahora compartirían un momento junto con ellos.

Aynoa saludó elegantemente bajando su rostro mientras apoyaba su mano derecha en el brazo del hombre.

—Gilbert, ¿cómo ha estado el negocio? —preguntó Tarikan.

—Mucho mejor duque, de a poco las cosas han estado mejorando.

—Aynoa, Gilbert es el dueño de las tiendas de velas y cuero que está en la esquina de la plaza —dijo presentándolo.

—Es un gusto.

—El gusto es mío duquesa —dijo el hombre tomando su mano y dándole un beso mientras se inclinaba—. Es bueno para la ciudad ver al duque con su esposa. Debo asumir que no quería que su belleza se opacara fuera del castillo.

—Oh vamos he tenido mucho que hacer —dijo Tarikan riéndose junto con el hombre.

Aynoa disfrutó el momento, aunque se sintió sorprendida que Tarikan tuviera una relación bastante cercana con un hombre que solo era el dueño de una tienda, aquello no ocurriría nunca en el marquesado.

Tarikan llevó la conversación fluidamente mientras caminaron al interior del tembló, más de una persona los saludó con alegría, pero ni una se interpuso para bloquear su camino.

El edificio era enorme de color blanco, tenía las dos campanas en su cima y dentro, las bancas se esparcían ordenadamente desde el purpitro hasta la entrada. Los vidriales tenían hermosas figuras de la virgen junto a los angeles y frente a toda la congregación un hombre crucificado y lamentable se asemejaba a Jesús de Nazaret. El hijo o Dios mismo con una corona ensangrentada en su cabeza.

—Siempre me he preguntado, ¿por qué muestran a Jesús como un hombre vencido después de levantarse entre los muertos? —preguntó Aynoa sentandose en una banca, a su lado se sentó Tarikan quien la escuchó y soltó una leve sonrisa.

—Y yo siempre me había preguntado si me quemarían al tocar un templo sagrado.

—Duque, no es bueno hacer bromas de esa índole.

—Es la primera vez que entró a una después de tomar mis títulos.

—¿Primera vez?

—Sí y contestando a tu pregunta, supongo que es para que la gente vea que ese hombre también era un humano como todos. Conozco la historia, pero también conozco otras historias.

—¿Otras historias? Pero la biblia dice...

—La biblia y todos los otros libros están llenos de historias. Respetaré tu forma de pensar Aynoa, pero no trates de hacer cambiar mi opinión, he leído lo suficiente para creer en otras cosas.

—No puedes pensar que la biblia solo es un libro como todos los demas —dijo ella frunciendo el ceño, se sentía un poco ofendida y enseguida clavó los ojos en el duque.

—Muy buenos días a todos los presentes les saludo en el amor de Dios y de nuestra santa madre... —Comenzó a hablar el obispo mientras todos comenzaron a guardar silencio.

—Eso es lo que pienso y no harás cambiar mi opinión —dijo Tarikan mientras miraba al frente como si pusiera atención al hombre que hablaba a alta voz.

—Tienes que replantearte...—susurró Aynoa mirándolo.

—Y tú replantearte lo que hicimos en la fiesta de los gitanos. Seguramente besar a una persona que no es tu esposo es pecado, pero no solo eso, sino que también intimar con personas del mismo sexo estarías quemándote cómo cualquiera pecadora.

—Duque.

—Si supieras todas las atrocidades que ha hecho la iglesia en nombre de Dios y todo lo que cubren bajó su palabra, cambiaría tu forma de pensar.

—Solo hacen cumplir las reglas...

—Aynoa cállate.

—No me callaré, mi deber como esposa también es decirte las cosas malas que haces, si hicimos cosas malas y deberíamos arrepentirnos —dijo estrechando sus ojos en el. Tarikan enseguida giró su rostro y se miraron ambos con el ceño fruncido.

—Tu deber como esposa es mucho más que eso, pero ya sabemos que no lo cumples —soltó él, mientras que sus ojos se movieron sin parar a cada ojo de ella.

—Pero...

—Duques de Castilvell —dijo el hombre aumentando aún más su voz.

La gente al escuchar aquello enseguida voltearon a ver a la pareja que estaban mirándose mutuamente y soltaron leves risas al encontrar tierna la escena, pero no fue lo mismo para el obispo. El hombre, frente al púlpito, con un traje blanco tenía una mirada molesta, los había llamado, pero ninguno pareció ponerle atención.

—¡Duques!

Aynoa por fin salió de la concentración de la disputa que llevaba con el duque y mirando al obispo se dió cuenta de todos los ojos que se posaban en ella. Tomó rápidamente una gran bocanada y bajó la mirada mientras su rostro se teñía de rojo. Para variar Tarikan tardó en poner sus ojos en el obispo, pero cuando lo hizo solo fueron unos segundos antes de volver a mirar a la mujer a su lado.

—Me parece que la nueva parejita de Castilville se están llevando bastante bien —dijo el hombre—. Es una pena que solo por obligación de su majestad el rey, usted se presente ante Dios. Estoy hablándole a usted, duque Tarikan.

—Lo escuché perfectamente —contesto él.

—Asumo que el deseo de la carne es más alto para una pareja recién casada, pero mis queridos hermanos deben comprender y saber que en día santo aquello está prohibido. Me tomaré el derecho de recordarles que fornicar en un día religioso es pecado ante los ojos de Dios y está castigado por la iglesia. No debe realizarse cualquier muestra de cariño en forma pública.

—¿Y en qué consiste el castigo? —preguntó Tarikan cruzándose de brazos mientras lo miraba.

Aynoa se sorprendió, levantó la mirada y lo observó para que él notara su mal humor, pero se dió cuenta que la gente parecía apoyarlo, soltando leves risitas que se fundían entre el silencio que quedaba en el lugar cuando se terminaba de hablar.

—Duque Tarikan, no permitiré su falta de respeto en la casa de Dios, levántese de allí y salga del lado de su esposa. Me quedaré más tranquilo al verlo por este lado del templo que junto a su mujer —dijo apuntando a las bancas que estaban hacia el lado izquierdo.

—Podia haberme pedido dejar mis manos arriba —soltó él mientras se ponía de pie. Aynoa evitó levantar la mirada, avergonzada quería hundirse ahí mismo.

—¡Tarikan! —volvió a gritar el obispo, con su rostro enrojecido y junto a las venas de su frente asomándose no podía aguantar el enojo que sentía—. Dios te castigará por tu sucia lengua.

Fue obvio para todos lo que el duque había dicho, si se estaba hablando del acto marital de parte del obispo, unas manos atrevidas y desvergonzadas podían haberse movido debajo del vestido de la mujer al ser una pareja recién formada.

La gente no pareció molestarse en absoluto, Aynoa los miró disimuladamente y comprendió que aquello jamás hubiera sido bien visto en la iglesia donde ella había asistido. Pero aquí, parecían que todos disfrutaban el humor sarcástico y rebelde de su duque.

Tarikan se sentó tranquilamente y con una leve sonrisa en su rostro, asintió con la cabeza hacia el obispo como si el hombre estuviera esperando una aprobación de él, eso hizo que el obispo más se enojara, enseguida tomo un vaso de agua y lo bebió hasta el fondo.

—Que falta de respeto, era poco serio ante las cosas de Dios —pensó Aynoa mientras lo observaba— ¿Cómo era que un hombre a su edad aún no sabía comportarse en un templo?

Fue cuando recordó lo que había dicho Tarikan, el no había pisado un templo desde que obtuvo sus títulos, ¿cuánto tiempo había pasado de eso?, ¿seis, ocho años?

El obispo comenzó a hablar sobre el matrimonio y la iglesia, como si hubiera sabido desde mucho antes que el duque si o si se presentaría este día, pero parecía que el hombre de Dios también se había sentido ofendido, miraba constantemente a Tarikan y aquello fue más evidente cuando tocó el tema de los pecadores eternos. Aquellos que le habían vendido el alma al diablo y habían realizado pactos con entes y demonios.

Llamó a toda la comunidad a no perder el tiempo con personas así, que aquello solo traería la ruina y las malas energías de los males. Profundizó la idea de que sus almas y espíritu jamás entrarían al reino de los cielos y se consumirían por la eternidad en el fuego del infierno.

—Cualquier persona que conviva constantemente con estas personas paganas y profanas deberá cumplir todas las semanas un castigo.

Aynoa que no era la primera vez escuchando un sermón, puso atención a cada detalle, era creyente, pero no era lo suficientemente devota como para cumplir con cada cosa que decía la iglesia. Aunque esté sermón se habló de temas que ella no había conocido antes en profundidad, si sintió que cada palabra que salía de la boca del hombre eran cuchillas dirigidas al duque y no solo a él, sino a ella también.

Cuando giró su rostro para observar, se dió cuenta que Tarikan realmente no estaba escuchando nada de lo que él hombre en el pulpitro decía. Tenía en su mano derecha una moneda de oro que la hacía moverse por sus dedos mientras sus ojos se fijaban en ella. Parecía relajado y prácticamente casi acostado en la banca con esa tranquilidad que siempre tenía, ni se molestó en las cosas que decían de él.

—Quizás estaba acostumbrado —pensó Aynoa. Estaba molesta con lo que él había dicho, pero ahora se daba cuenta que tal vez el duque no era que no le importaran las cosas, sino que podía estar acostumbrado a ese trato. A qué la gente con otros títulos lo tratarán cómo un criminal, que a estas alturas solo optaba por ignorar.

"El demonio de Castilvell"

Su reputación le precedía como un hombre frio, cruel y vengativo pero en el castillo no actuó cuando Richard lo agarró del cuello, el soldado real debía haberle temido, pero no era así. Mucha gente lo respetaba, era un hechicero poderoso capaz de encargarse de toda una ciudad y aún así más de una ocasión había sido encerrado tras las rejas y castigado.

¿Era solo lealtad que no lo hacía actuar, o había algo más? Había un detalle que había olvidado de la historia, algo que la haría tener su respuesta.

Aynoa también recordó el día de su cumpleaños, sin duda el trato que él le entregaba también habia cambiado la forma en la que todos hablaban de él.

—¿Usted está de acuerdo con lo que dice la iglesia? —.La voz aguda de una mujer enseguida la hizo saltar, mirándola con asombro se preguntó ¿Cuando esa mujer se había sentado a su lado?

—Usted...

—Soy la hija del conde Mormont, es un gusto conocer a la duquesa de Castilvell —dijo sonriendo mientras la observaba—. Todos nos hemos estado preguntando cómo es usted.

—¿Conde Mormont?, ¿la mujer que era la prometida de Tarikan? —pensó Aynoa disimulando su asombro.

—¿Cree en todo lo que dice el obispo o tiene también creencia propia? —volvió a preguntar.

—Creo en las cosas que se me han inculcado.

—Pero no siempre las cosas que nos enseñan desde pequeños significan que estan bien, ¿no lo cree?

—Yo...

—Si me hicieran elegir entre la iglesia y el duque, yo elegiría a su esposo. Todos podemos sufrir terribles acontecimientos, si los monstruos nos atacan y morimos, la iglesia dirá fue la voluntad de Dios. En cambio aquí estamos aún gracias al duque.

No hacía mucho que Tarikan había dicho algo parecido a eso, pero Aynoa no se sintió cómoda con la mujer a su lado. Parecía que escuchaba el sermon pegando su mirada al obispo, pero no paró su lengua, hablando maravillas del hombre que ella aún estaba conociendo.

Dos horas duro el sermón, la mayoría de las personas parecían acostumbradas, pero Aynoa incluso vió a Tarikan cerrar los ojos más de una vez. Preocupada trató de llamarlo, pero estaba bastante lejos como para ser escuchada.

Media hora más terminó la ceremonia, pero como si fuera poco el obispo pronunció nuevamente el nombre de su esposo mientras que la iglesia completa guardaba silencio.

—Duque de Castilvell, espero que haya entendido la importancia que tiene usted para toda la ciudad. Usted es la cabeza de este lugar y la cabeza debe ir siempre de la mano de Dios ante cualquier cosa. Recuerde que la palabra santa es primordial.

—Lo entendí perfectamente —dijo el duque con una leve sonrisa mientras se pasaba la mano por la cara.

—¿Puede decirnos que conclusión encuentra de todo lo que he hablado está mañana?

—Estoy seguro que no soy el más indicado para contestarte.

—Claro que si, usted no solo es nuestro duque sino un hechicero y todos sabemos las cosas que hizo y puede hacer.

—Pues me declaro culpable con todas las cosas que ha dicho —dijo poniéndose de pie y mirando a las personas— ¿No dijeron que después del sermón servirían comida?

—Sí, duque.

—¡Por supuesto!

La gente rápidamente se paró al escucharlo y aunque el sacerdote intentó volver a tomar el control, la gente simplemente lo ignoró mientras guiaban a Tarikan a uno de los salones que estaba a un costado.

Aynoa asombrada no podía creer lo que había dicho, su sorpresa quedó plasmada en su rostro, pero rápidamente tuvo que disimular ya que la mujer a su lado volvió a hablar.

—Es normal que pierda la cabeza por el primer amor —dijo sin mirarla, solo observó al duque.

Aynoa porfin pudo verla completamente, con un vestido rosado pálido con encajes blancos, la mujer se veía incluso más elegante que ella misma. Su pelo de color rojo y piel pálida parecía una muñeca de porcelana.

—Pero solo es un encuentro fugaz —dijo ella mirandola.

—¿Qué?

—No se haga la tonta duquesa, estoy segura que usted comprende esto más que nadie. El duque es considerado hijo de los reyes y los reyes no han procreado descendencia, ¿quien crees que podría asumir el puesto de rey en algún futuro?

—El duque no está interesado.

—El duque lo estará, pero no subirá al trono con una cónyuge que lleva sangre de inocentes en su apellido —dijo regalandole una sonrisa mientras se acercaba más a ella—. El futuro del norte y Castilville recaerá en la mujer que estará a su lado.

Aynoa miró seriamente a la mujer, era claro que estaba buscando hacerla enojar buscando algún tipo de confrontación con ella, pero Aynoa no era la misma de antes.

—Veo que te interesa el duque, pero entre tu y yo jamás habrá una competencia, un hombre no es suficiente cosa para que una mujer de todo por el. Si decido quedarme al lado del duque será por qué pensaré en mi misma, y así lo he decidido.

—Estoy segura que el duque puede cambiar de opinión de la noche a la mañana, me he criado aquí duquesa, y lo conozco desde que llegó de la capital. No se atreva a decir que un heredero le ayudará a mantenerse en el castillo, cuando usted pase la noche con él no se sorprenda que la obliguen a beber te de hierbas para abortar.

—Es muy amable de parte de usted mencionar aquello, pero hasta el momento no he bebido una sola gota de hierbas.

Aynoa se mostró calmada y sería, a pesar de que solo había pasado la primera noche con el duque, ese dato aquella mujer no lo sabía. Su rostro enseguida se estrecho mientras bajó la cabeza y caminó hacia el salón.

"Flor de loto"

Aynoa caminó lentamente al salón, Tarikan se había perdido entre la multitud y al parecer no se había acordado que había venido con su esposa. Cuando llegó al salón lo buscó hasta encontrarlo conversando con un grupo de hombres.

—Mi hermoso duque. —La voz chillona de una mujer pareció sobresalir en todo el ruido.

Aynoa entonces vió como aquella mujer de recién, se acercó al duque y lo abrazó del cuello dándole un beso en la mejilla. Tarikan reaccionó enseguida.
El poco tiempo que la duquesa conocía a su esposo hizo que descubriera que a pesar de que el hombre siempre tenía el mismo semblante, sus ojos eran los únicos que demostraba su humor.

Su mirada cambio enseguida al escuchar aquella voz aguda y luego fue jalado hacia un lado cuando la mujer lo empujó hacia ella.

—Florencia —dijo el duque, había formado una leve sonrisa al mirarla. Aynoa fue la única que vió su molestia en sus ojos, pero luego bajó un poco el rostro, lo suficiente como para hundirse en el pelo de la mujer y hablarle en voz baja—. No vayas a hacer una escena aquí.

—Oh no sea así duque, no sabe cuánto lo extrañe.

—¿Cómo se atreve a presentarse? —dijo una mujer— ¿No fue su tío quien tomó el ducado y arruinó muchas vidas?

—Señorita no me culpe por las cosas que mi familia hace, yo solo respondo ante mis acciones —dijo la mujer de cabellos rojizos.

Aynoa lentamente se fue acercando, no quería interrumpir, pero tampoco dejaría que aquella mujer insolente la humillara delante de toda la gente tomando el puesto al lado del hombre. Pensaba que tendría problemas para que Tarikan la tomara en cuenta entre todas esas personas que el conocía, pero mientras Florencia discutía con la mujer, el duque fijo sus ojos en ella y rápidamente se soltó de aquella mujer.

Aynoa no alcanzó a decir nada cuando en cosa de segundos tenía a su esposo en su costado derecho.

—Aceptaré tu propuesta, pero también tengo una condicion a cambio —dijo en su oído mientras  posaba su brazo por su espalda baja.

—Du-duque —dijo la mujer volteando a buscarlo, pero al hacerlo se encontró con Aynoa de frente.

—Leidy Mormont, ¿ya conoce a mi esposa? —preguntó él con una sonrisa.

—Sí, Tarikan —contestó Aynoa llevando su mano a la mejilla derecha de él, sin apartar su mirada de aquella mujer—. Ya tuve la oportunidad de conocerla.

—Su esposa es muy agradable, estoy ansiosa de compartir una fiesta de té con ella.

—Lo mismo digo —agregó Aynoa—. Cariño, ¿puedes llevarme a tomar aire? Hay mucha gente aquí.

—Por su puesto.

Aynoa caminó del brazo del duque por todo el salón, ninguno dijo nada hasta que salieron a uno de los patios traseros que tenía la iglesia. Una vez solos, Aynoa lo soltó y lo miró con los brazos cruzados.

—Siento que se te olvidó decirme algo —dijo seriamente.

—Acepto no meter mujeres a mi habitación para proteger tu título, pero a cambio de eso tú harás que esa mujer esté lejos de mi —dijo él acercándose a ella y mirandola de frente. Había apretado fuertemente el ceño y había hablado entre dientes.

—¿No es algo que tú cómo hombre debes dejarle claro a ella?

—¿Y crees que no lo he hecho?, pregúntale a quien quieras sobre ella, todos te dirán lo odiosa que puede llegar a ser.

—¿Por qué entonces te comprometiste con ella?, ¿no crees que es un dato importante que me omitiste?

—¿Cómo sabes eso?

—La noticia y los rumores que dices no darle importancia vuelan por todos lados —contestó ella mirandolo desde su altura.

—No lo hice —dijo caminando hacia las barandas y volteó a mirarla más relajado—. Acepté su caballo con tal de no viajar con ella, para la cultura de su familia aquello era aceptar un compromiso.

—¿Y quieres que yo me haga cargo de un problema que es tuyo?

—Eres mi esposa Aynoa, tus problemas con el marqués también se convirtieron en míos.

Aynoa lo pensó, en un principio los soldados se habían puesto a la defensiva con ella, pero ahora los soldados no soltaban comentarios negativos frente a ella, sumándole a toda la servidumbre, parecía que Tarikan no volvió a cultivar el odio de su apellido.

—Acepto, marcaré mi territorio como tú esposa, pero no quiero conflictos.

—¿Territorio?

Aynoa se dió cuenta recién que lo que acababa de decir, era algo que en este tiempo jamás hubiera dicho, en vida pasada claro podía haber conocido aquel concepto cuando habían triángulos amorosos, pero allí aquello no existía.

—Me refiero a que puedo defender mi matrimonio contigo ante esa mujer.

—No necesito que hagas eso, solo quiero que estés a mi lado en las reuniones sociales. Será suficiente para que no tenga una lapa pegada al brazo.

—Esta bien.

Tarikan le sonrió tan dulcemente mientras se acercaba a ella y sin decir algo, estiró sus brazos y la abrazó frotando su espalda.

—Eres una buena mujer —dijo en su oído—. Aunque a veces pienso que realmente este no es tu tiempo.

Un frío congelado le cubrió la espalda, su cuerpo se tensó y su rostro reflejó un profundo miedo y terror. El duque la soltó después de eso, sin mirarla caminó de vuelta al salón sin decir más nada.

Aynoa solo giró un poco su rostro aún con ese miedo en sus ojos, la espalda del hombre caminando con las manos en los bolsillos dejó un quiebre entre ambos.

“¿Él ya lo sabe?”





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He vuelto y solo vengo para ser cruel >:D

Mis mangas no se han actualizado hace más de dos semanas... Compartamos el dolor y lloremos por más actualizaciones.

Hola y adiós!

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