49.- Deseo.
Su piel, sus besos débiles, principiantes, sus ojos semiabiertos, y sus labios. ¿Cómo podía haber dejado que la relación entre ambos se haya estrechado más de lo que él una vez planeó?
Pero no le importaba, en ese momento dejó que su mente dejara de preguntarse cosas, dejó de ser tan estricto consigo mismo.
Sus manos lentamente le agarraron la cara para acercarla a él y sin dudar la besó con más fuerza. Podía serntir su respirar, su aliento pegar con su rostro, al mismo tiempo que sus manos soltaban cada botón de su camisa mientras que ella se iba subiendo en su cintura.
Sintió su peso sobre él, y no dudó en sujetarle el muslo derecho mientras que, despegando su espalda de la cama se incorporó para poder desvestirla.
Solo le bastó soltar tres amarres de su camisa de dormir y sacarle la ropa por encima de su cabeza. En cuanto ella lo hizo levantó sus brazos para que la tela pasará, pero él la detuvo dejando aquella ropa en su rostro para besarle el cuello y bajar hacia sus senos impidiéndole el sentido de la visión. Sus labios en contacto con su piel tibia, como sus pezones se ponían duros por su toque hizo que el hombro perdiera rápidamente la tranquilidad en su interior.
—Tarikan.
—No...llámame por mi verdadero nombre.
La mujer soltó un gemido mientras logró sacarse la ropa, luego de eso abrazó el cuerpo del hombre mientras se frotó contra él y lo terminaba de desvestir.
Sentir nuevamente su cuerpo desnudo sobre su piel hizo despertar todos los deseos de la carne que había tenido suprimido.
—Solo mételo Tarikan.
—¿Qué? No...—Si, eso se escuchaba lo suficientemente irreal para tomar conciencia.
Mirando a la mujer sobre él la detuvo mientras su respirar salía violentamente por su boca.
—Te estoy esperando, Thari.
El duque abrió los ojos con rapidez y se sentó, en cosa de segundos volvió a la realidad. Se encontró con una oscuridad que solo era iluminada con la luz de la luna hacia ver los barrotes que ya eran parte de él.
Miró a todos lados pensando que incluso podía haber sido el tacto de la reina que lo hizo tener ese tipo de sueño, pero estaba solo, el cual hizo que soltara un suspiro de alivio.
Agitado y sudado se quedó ahí unos segundos, ¿en qué momentos había comenzado a desear íntimamente a su esposa?
Se tapó la cara al recordarla, podía sentir su corazón latiendo y todo su cuerpo bombeando sangre a lugares que realmente lo hacía sentir más sencible. La forma en la que sentía su cuerpo era extraña, como aquel deseo estaba en toda su plenitud, aunque intentó controlarse y volver a su calma era la primera vez que sentía aquello por una persona.
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Aynoa no sé sorprendió cuando le anunciaron lo del duque, de hecho las criadas tampoco lo habían tomado como algo nuevo. Conociendo ya a su esposo, problemas debía haber sido su segundo apellido, ya que matar a un hombre en el mismo castillo del rey también era condenado, supuso que solo por ser él, se le encerró tres días en los calabozos.
Tarikan apareció el cuarto día en la noche, y pidió ectrictamente que no se le informará a su esposa de su llegada ya que no quería molestarla.
Aynoa había salido a tomar aire disfrutando que hoy había una hermosa luna, el lugar se estaba poniendo bastante fresco, pero no lo suficiente para llegar a sentir frío. Con una túnica de lana miró la noche estrellada, del balcón se podía ver todo Castilville, las luces de cada casa brillando como si fueran luciérnagas y lo oscuro de los bosques a lo lejos.
Aquello le entregó la tranquilidad que necesitaba, tenía tanto en que pensar, tanto que procesar y muchas veces la Aynoa de este tiempo actuaba y pensaba como una joven inocente, pero con los recuerdos de su otra vida, sabía que en este mundo las costumbres eran muy machistas y cuadradas. Debía medirse, y no levantar sospechas, aún no confiaba del todo en el duque, aunque quisiera hacerlo. Estaba también anciosa de poder ver a su esposo, habían pasado días eternos dónde deseaba haberlo visto y estaba segura que él sentía lo mismo. Quería más tiempo con él.
Más tranquila, decidió no dedicar mucha energía y tiempo en lo que le ocurría, poco a poco podía recordar las cosas sin que ese dolor de cabeza llegará con fuerza a ella. Caminando por el castillo, recibió más de un saludo de buenas noches de las criadas y luego lentamente llegó a la entrada.
Allí vio algo extraño, una mujer de cabellos rubios con una túnica negra subió por las escaleras siendo guiada por una sirvienta. La joven pareció no darse cuenta de la presencia de Aynoa, continúo caminando con una sonrisa en su rostro hasta el segundo piso y una vez allí giró a la izquierda.
Una clava en su pecho y un frío congelado tocó su espalda, Aynoa disimuló la sorpresa en su rostro y lentamente subió las escaleras justo para ver a la mujer desaparecer por la puerta de la habitación del duque.
La falta de aire fue lo primero que la hizo detenerse, respiró un poco más agitada en un intento de subsentar su oxígeno y su mano derecha se apoyó en el muro mientras trataba de calmarse.
—¿Él ya ha vuelto? Si es así, ¿el castillo cubría los romances del duque?
No pudo evitar sentirse agobiada, su cuerpo estaba comenzando a sentir trauma por una confianza rota. Por fin había sentido que el duque también tenía sentimientos por ella, estaba segura que ambos tuvieron una conexión profunda con los gitanos y que al menos se había sentido tranquila por ser correspondida luego de que todo sea una farsa.
—Yo...soy una tonta —se dijo mientras sus ojos comenzaban a empañarse tan rápido como el dolor en su pecho la hacia jadear.
¿Podía haber traición en algo que nunca había sido oficial?
Abriendo lentamente la puerta, no quería encontrarse con ni una sola sirvienta dentro, su mano se aferró a la manilla todo lo que pudo hasta que una pisca de valor la hizo entrar.
—Mi señora ya estaba por ir a buscar-la —dijo Milla volteando a verla, pero lo que sus ojos vieron no era la mujer alegre y feliz que había salido hace unos minutos— ¿Qué pasó?
Las sábanas de la cama que estaban en sus brazos enseguida tocaron en suelo, Milla las dejó caer para acercarse a la joven y enseguida la abrazó.
—Oh mi señora...
—Yo soy una tonta, ¿como puedo pedirle algo que nunca estuvo en el contrato?
—Tranquila, ¿él volvió?
—No lo sé, nadie me ha dicho que el volvió pero su habitación está ocupada, ví a una mujer allí.
—Si quiere voy y averiguo, pero si el duque ya está aquí, ¿por qué no va?
—¿Qué?
—¿Puede conversarlo con el duque, no dijo usted que el la escucha todo el tiempo?
—No entiendes, no entiendes Milla...
Aynoa se sentía una niña pequeña reclamando algo que no era justo, sabía que perdería y que no tendría por qué hacer escándalo, pero pensó en ella, en lo que ese momento estaba sintiendo y que necesitaba para calmarse.
Su criada la abrazó fuertemente mientras le acariciaba el pelo, fue escuchando cada palabra de la duquesa y entendió el por qué todo lo lindo que había relatado en la tarde del cumpleaños del duque se fue a pique.
—Vaya allí —dijo Milla frunciendo el ceño y separándose de ella la miró de cerca.
—¿Cómo?
—Vaya y dígale las cosas que siente. El duque hasta ahora siempre ha sido considerado con usted. Dígale, dígale que quiere cambiar los acuerdos o mejor, dígale que su deber es que la gente de afuera y del castillo no se enteren que esto es un contrato. Si el permite que una mujer a altas horas de la noche lo visite en su recamara, el personal hablará y usted quedará como una tonta.
—¿Tú-tú crees que me escuchará?
—¿Por qué no? Usted es la duquesa —dijo bajando el rostro y le habló de frente, sus ojos decididos y su voz fuerte hicieron que Aynoa recobrará la cordura—. Usted tiene el apellido y usted tiene el poder. No permita que la gente la vea como una tonta y la verán así si él lo permite, use su contrato a su favor.
Aynoa se levantó erguidamente y con sus mangas comenzó a secarse el rostro. Milla enseguida le trajo un bol con agua para que se la lavara.
—Lo haré —dijo ella.
No estaba segura de lo que decía su criada, tenía un poco de miedo pensando si realmente podía pedir fidelidad en un matrimonio de mentira. Entonces llegó a otra conclusión.
—Si yo...si yo le reclamó y le exijo significa que tendré también que cumplir con mis obligaciones.
Acostándose en la cama Aynoa llevó sus manos a cubrir su rostro, no podía imaginar nuevamente la cercanía que ella había tenido con el duque. Era muy vergonzoso, pero también doloroso, tambien tenía miedo de que él quisiera pasar nuevamente la noche con ella.
El recuerdo de aquella noche era tan oscuro que enseguida su respiración se agitó. En la vida de Aynoa, nunca había sentido ese dolor intenso en su interior, no habia sido agradable ni bonito para ella, sumándole al aterrador escenario de su otra vida, las relaciones sexuales eran un tema grave para ella.
En su otra vida no murió siendo virgen, había tenido un novio y había vivido ya su primera relación sexual, pero nada de eso se volvió a repetir. En esta vida y en la anterior solo era doloroso.
—Eso pasará mi dulce dama, pero ¿dejará que el duque esté hoy y otras noches con otra mujer que no es su esposa?
Aynoa no dijo nada, las palabras de él y el contrato estaban dando vueltas por su cabeza, pero se dió cuenta que si más lo pensaba menos tendría las agallas de ir y detenerlo.
Poniéndose de pie amarró la cinta de la túnica en su cintura y giró a mirar a Milla.
—Vamos.
Su criada sonrió al ver lo decidida que se veía Aynoa después de negarse al hecho, hizo que pensará que su joven señora si tenía un poco de sentimientos por el duque y no era solo por el contrato.
Lamentablemente para ellas su aventura nocturna se terminó cuando llegaron a las puertas de la habitación de Tarikan, dos soldados le negaron rápidamente la entrada, el duque no quería visitas, ni ser molestado y aunque Aynoa reclamó ellos no se apartaron, aunque fuera la duquesa de Castilvell.
—Esto es normal para el castillo ¿lo ve? Usted tiene ahora el poder y la autoridad de cambiar las cosas, ahora no solo el duque es la mayor cabeza de aquí sino también está usted.
Era cierto, Aynoa hasta el momento solo estaba actuando como una invitada, agradecida por las cosas nuevas, pero había evitado interactuar con los soldados del propio Castillo.
Milla conocía los rumores que circulaban en el castillo, las criadas no eran malas con su señora porque Aynoa era dulce y amable con cada uno de ellos, pero todos estaban conscientes que el duque no la visitaba en la noche y tampoco actuaban como una pareja enamorada o recién casada.
Los ánimos de todos estaban muy alegres cuando la noticia de una duquesa llegó a ellos, pero claramente pensaban poder ver al duque siendo otro hombre que no era. Desanimados aún no perdían la esperanza de ver algún acto de aproximadas entre el nuevo matrimonio.
—Mi dama —dijo Milla observando la espalda de Aynoa. Después de todo lo hablado y que ella se había animado a buscar al duque, volver con las manos vacías era desconcertante.
Pero Aynoa no estaba triste, se sentía molesta por los soldados, pero recordó rápidamente un detalle importante. Caminó sin decir nada hacia uno de los muebles, abrió un cajón y de él sacó una llave.
—Creo que debería ir sola —dijo cuando puso la llave en la puerta del costado de su habitación y está se abrió.
—¿Quiere que la espere aquí? —Milla le entregó el farol que llevaba en su mano.
—No Milla, anda a dormir.
—Le deseo toda la suerte del mundo.
Aynoa entró a la habitación matrimonial, el cambio de ambiente se notó enseguida, era más helada, pero mucho más lujosa que su propia habitación, la cama se veía más grande incluso tenía una tina enorme de cobre. Velas apagadas repartidas por todos lados, grandes, gordas, delgadas y pequeñas. Era la primera vez que veía el lugar parecía que alguien detallo cada cosa para que un matrimonio recién formado pudiera tener su nidito de amor.
Se llegó incluso a preguntar si en algún momento ella realmente dormiría allí en los brazos del duque. Mientras dió pasos por el lugar, frente a ella quedó la otra puerta que conectaría con la habitación del duque.
Cuando se acercó a ella sintió el tono grave de él y una risa de mujer, ella estaba en lo correcto, el duque si había vuelto.
Aynoa esperó ahí unos segundos, su respiración era agitada y sentía un nudo en el pecho que le aprisionaba constantemente. No quería verlo con otra, se había esforzado para acercarse cada día más al hombre y no quería asumir que fue solo una ilusión de su parte. Para eso, ella debía decirle lo que sentía y quería, el duque podía negarse y estaba en todo su derecho.
Abrió su boca para hablar, pero las palabras se quedaban amarradas a ella, lo pensaba una y otra vez cómo podía decirle, cómo podía entrar sin una buena excusa. Decidió no pensar más.
—¿Duque? —dijo tocando la puerta—. Voy a entrar —agregó girando la manilla.
La puerta se abrió sin problema y Aynoa dió unos pasos dentro.
La imagen podía ser grabada en su mente, pero Aynoa trató de no mostrar asombro. En un sillón estaba él y detrás estaba la mujer de cabellos rubios y piel blanca. Con una tunica que abría a cada costado de ella su piel desnuda y sus enormes senos se apoyaban en la espalda del duque.
—¿Qué haces? —preguntó él dejando caer uno de sus brazos. La mujer no detuvo sus manos, que constantemente masajeaban sus hombros y su espalda alta con movimientos circulares y lentos.
—Yo-yo... —Sus palabras volvieron a amarrarse.
Al principio había tenido el valor, pero ahora viendo a la mujer y a su propio esposo en un acto tan íntimo la desconectó completamente de su mente.
—¿Tu qué? —dijo él mirándola y esperando escucharla.
La mujer también había flechado los ojos a la duquesa, pero no esperó alguna palabra de ella. Acercando su rostro al duque sacó la lengua y le lamió parte del cuello y oreja. Tarikan enseguida le movió el rostro e hizo una mueca.
—Hey, no delante de mi esposa —dijo frunciendo el ceño.
"Mi esposa" aquello hizo que Aynoa se calmara un poco.
—Quiero hablar contigo.
—¿Sabes lo tarde que es? —preguntó él—No quise molestarte, pensaba verte mañana.
—Lo-lo sé perfectamente —dijo ella, nunca había visto a una mujer desnuda y en un poco más de un mes había visto el torso desnudo de dos ¿Tenía que ver con el libertinaje que dijo Tarikan?
—Duquesa —dijo la mujer— ¿Por qué no se nos une? —agregó ella echándose hacia adelante y apoyó todo su pecho en la espalda del hombre. Con la presión parecía que sus senos se habían hinchado quedando aplastados entre ambos individuos.
—No yo...
—Ah...no —Tarikan soltó un gran suspiro para luego tapar su rostro al apoyarlo con su mano.
Parecía molesto, Aynoa no quería que él se enojara con ella, el estaba haciendo exactamente lo que habían pactado y ahora era ella quien quería cambiar las cosas. Tragando pesadamente lo observó y el valor que necesitaba se lo dió la mujer que llevó sus labios a besar su cuello.
—Quiero que respetemos lo que prometimos ante Dios —dijo esperando su reacción.
Tarikan lentamente descubrió su rostro y la miró sorprendido, la mujer también mostró aquello, pero luego formó una sonrisa mientras miraba al hombre sobre su hombro.
—Tu no sabes lo que estás pidiendo —soltó él.
—Lo sé perfectamente y lo acepto —dijo con firmeza.
Tarikan entonces se levantó lentamente del asiento mientras la mujer se mordía el labio observandolo, parecía que el hombre fuera un bocadillo frente a ella, eso asqueó más a la duquesa.
—Creo que me iré —dijo ella tomando una túnica y parándose derecha—. Supongo que está será la última vez que lo vea duque —agregó sonriendo para luego dar unos pasos y le besó la mejilla—. Duquesa —dijo despidiéndose.
La mujer marchó sin ser hechada por nadie, moviendo sus caderas amarró la túnica antes de salir. Tarikan igual tomó una prenda y se la dejó abierta sobre sus hombros.
En la habitación solo quedaron ellos dos, la mirada de él la sepultó arrepintiéndose de lo que había dicho.
—Estas jugando sucio —dijo él acercándose a ella.
Estaba solo con calzoncillos y la túnica abierta cayendo elegantemente por sus costados. Aynoa se sintió incomoda de verle nuevamente, aunque trató de evitarlo, pero sus ojos lo volvieron a recorrer. Antes no lo había visto por la noche, pero ahí delante de ella la habitación estaba lo suficientemente iluminada para contemplarle, él pareció ni siquiera molestarse.
—Creo que esto no es lo que habíamos pactado —dijo él cuando llegó frente a ella—. Eres codiciosa, te he dado todo lo que pedías, ¿por qué sigues pidiendo más?
—No estoy complacida si estás en actos adúlteros. No me...
—¿Adúlteros?
—La-la gente hablará, ¿cómo quieres que después vaya al templo al lado de mi esposo, siendo que todos estos rumores pueden salir del castillo?
—¿Rumores?, ¿estás preocupada por simples rumores? —dijo dando un paso más cerca de ella.
Aynoa no quiso hacer contacto visual con él y antes que se acercara más, ella dió un paso atras.
—La gente está preocupada porque tu y yo...
—¿Tu y yo que Aynoa?
—¿Puede dejar de preguntar todo lo que estoy diciendo?, ¿está jugando conmigo acaso?
Tarikan lentamente llevó su mano y le acarició la mejilla con una leve sonrisa, pero su palma bajó hacia su cuello y la pescó con firmeza, no lo suficiente para ahorcarla, pero si para detener sus pasos lejos de él.
—¿Es eso o me dirás que ahora sientes algo por mi?
—¿Qué? No, claro que no —mintió.
—Joven duquesa, ¿estás segura que quiere que yo la vea realmente como mi esposa?
Tarikan tenía una pequeña pizca de anciedad para que ella dijera que sí, había pensado todo el día en aquel sueño que lo había mantenido deseoso, pero jamás pensó que ella estaría frente a él tarde en la noche.
Aynoa no dudó en asentir con su cabeza, no le tenía miedo, de hecho ni siquiera levantó las manos para afirmar su agarre. Aunque su profunda mirada la hizo temblar por dentro.
—Entonces vamos a la otra habitación —dijo sonriendole, pero sus ojos no dejaban de ser tan penetrantes que Aynoa se sintió intimidada.
Luego de eso Tarikan la soltó y caminó a la puerta para abrirla. Era exactamente lo que ella temía, volteó a verlo, no quería que se repitiera lo de la noche de bodas, pero entendió que al decir aquello era posible que Tarikan esperaba cumplir con eso.
Él la observó sin decir nada, pero ella mostrando duda no dió un solo paso. Entonces el negó con su cabeza y se largó a reír.
—Acabas de echar a esa mujer porque quieres que te vea como mi esposa, pero estás allí sin hacer, ni decir nada. No te entiendo.
—Tarikan. —Su nombre volvió a hacer temblar su cuerpo al recordar cómo en el sueño ella lo llamó.
—Realmente te es más fácil pronunciar mi nombre —soltó con una sonrisa—. Puedes llamarme más seguido así si eso te tranquiliza ya te lo he dicho.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Te estoy escuchando.
—¿Tu has estado con más mujeres desde que te cásate conmigo?
Tarikan dibujo una sonrisa, con eso aseguró que los sentimientos de ella hacia él se habían profundizado. Acercándose, tomó su mano derecha y le subió la manga. Aynoa no entiendo aquel gesto ya que una vez que terminó con esa mano, continuó con la otra.
—¿Sabes lo que es dormir en una cama plana y dura?
—No.
—Entonces encárgate de tu esposo, ya que quieres que te vea como tal —dijo caminando nuevamente al sillón.
Aynoa se volteó para ver cómo se sacaba la túnica y frente a ella su gran espalda con el tatuaje de Arkan quedó en su mirada.
—Es difícil para mí ser sincera contigo, ya que muchas veces me molestas y buscas hacerme enojar.
—Desde un principio te dije que seas sincera conmigo, ven ¿sabes hacer un masaje?
—No, pero puedo intentarlo.
Aynoa caminó hacia él, cuando llegó allí, el duque enseguida le sacó la túnica que ella traía y sin decir nada la empujó hacia el sillón. Ella quedó sentada al igual como había estado él cuando entró a la habitación, comprendió que el haría lo mismo que la mujer había hecho.
Nerviosa de saber cómo terminaría su aventura, se quedó quieta sin voltearse mientras le volvió a comentar sobre los rumores del castillo.
—Ellos esperan que tú y yo ocupemos la habitación matrimonial.
—Ellos pueden seguir esperando Aynoa, cuando estreché tu mano por el pacto, todo esto no estaba dentro, te dije que respondería a mi obligaciones el día que consumamos, pero después no volveríamos a hacerlo. No tenemos porque ocupar esa habitación.
Tarikan mientras le habló se puso en la espalda de la mujer y estiró sus manos hacia el pecho de ella. Aynoa solo se quedó quieta mirando y sintiendo como los amarres de su vestido se soltaron, lentamente el duque tomó de su ropa para bajarle. Pudo sentir sus dedos calientes bajando por su piel tocando parte de sus senos. No se cubrió, lo único que hizo fue tomar una bocanada de aire y mantenerla en su interior mientras la prenda llegó a su cintura.
Tarikan, entonces le echó el pelo hacia un costado y en cosa de segundos le agarró el cuello por atrás y la apegó al sillón. La piel de su torzo quedó prisionera y ella sintió sus grandes manos moverse por su espalda.
—No hay como un buen masaje después de pasar esas frías noches.
—No-no esperaba que te fueras sin decir nada —dijo ella respirando profundamente.
La calidez de su toque hizo que ella por primera vez deseara ser tocada más allá de lo que estaba permitido.
“De alguna u otra forma, él otra vez me estaba seduciendo”
Sus manos le apretaron la piel de la escapula y subieron hasta su cuello, y desde su cuello se abrieron en dirección a sus brazos. Jamás había sentido algo tan relajante y a la vez excitante.
—El rey me llama cuando le da la gana, no puedo hacer nada para contrarestar eso.
Aynoa sintió el respirar del hombre y luego un líquido helado calló en su piel haciendo todo un tanto más resbaladizo, eso agudizó aún más las manos del hombre, pero también provocó que ella solo quisiera voltearse y besarlo.
Su piel se herizaba cada vez que el llegaba hasta arriba y cuando volvía a bajar parecía que ella al fin podía respirar.
Para el duque aquello también fue diferente, su sueño había sido tan real que al verle allí la espalda desnuda y poder tocarle era una imagen casi perfecta de lo que había soñado. Su mirada se fijó en su columna vertebral que se podía notar cerca de su nuca, podía ver su ancha cadera al quedar con ambas piernas abiertas y como el vestido se había ajustado en su parte trasera. Una vista que pocos podía mantener la compostura.
Apretó sus labios y tragó saliva que bajo lentamente por su garganta moviendo su manzana de Adán, pero no detuvo sus manos.
—Mañana es domingo, ¿irás conmigo a la iglesia?
—No voy a negarme está vez.
Aynoa dibujo una sonrisa, después de unos largos dias porfin iba a poder pasar tiempo con él.
Mientras lo pensaba tratando de distraerse, el duque hizo algo que más la dejó nerviosa.
Sus manos dejaron su espalda y agarraron el borde del sillón dejándolas apegadas a sus pequeñas manos. Al mismo tiempo como vio aquello, la frente del hombre se apoyó en su espalda y su respirar le hizo cosquillas en la piel.
Una descarga eléctrica llegó a acentuarse en su vientre bajo.
—No puedo con esto —soltó en voz baja.
Aynoa no movió ni una parte de su cuerpo, sus ojos solo observaron como las manos de él estaban pegadas a las suyas y sus brazos pasaban encerrándola a cada lado de su cara.
—Yo-yo tampoco —dijo ella y se atrevió a poner su mano derecha sobre la de él, sorpresa fue para ella que el duque enseguida entrelazó los dedos con los suyos.
Ambos tenían la misma intención, admitir en voz alta aquella atracción de ambos no fue una sorpresa para el, pero si para ella. El duque la deseaba también.
Tarikan no iba a permitirse dejarse llevar allí, se aferró al sillón tratando de apaciguar las ganas que tenía de tocarle y negó con la cabeza. Dos minutos tardó en ponerse de pie con rapidez y le dió la espalda.
—Pensaré en lo que me has pedido, ahora vete.
—No —contestó ella levantándose y subiendo su vestido tiró enseguida los amarres para vestirse.
—Aynoa no voy a discutir —dijo él mirándola sobre su hombro.
—No lo hagas, solo-solo guarda silencio entonces y siéntate ahí. Me iré una vez que termine de masajear su espalda igual que tú lo haz hecho conmigo.
—Aynoa.
—Tarikan. —Bajando su rostro y frunciendo un poco la frente apuntó el asiento decidida.
La noche terminó allí, cuando sin poder negarse, el duque recibió un masaje de manos inexpertas, pero que fue suficiente para mantener la tencion que tenían ambos. No volvieron a referirse al tema, deseándose y disfrutando caricias inusuales ninguno dio paso para cualquier otro acto. El deseo se mantuvo de forma consciente de lo que sentía el uno hacia el otro en cada segundo.
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