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48.-Capital

A mirada de Reimy, los duques eran una pareja bastante buena y tranquila. No siempre pudo ver al hombre hablar tranquilamente con una mujer, la famosa flor de loto era alocada, con una energía que no iban a la par con el duque y siempre lo veía con el ceño fruncido.

En esa noche hermosa completamente despejada, el mayordomo no permitió que ningún invitado saliera al tercer balcón. No siempre veía a la parejita junta y a solas por lo tanto pensó que está era una buena oportunidad de compartir entre ambos. Aunque aún no veía ni un solo afecto del duque hacia ella, solo era cabelloroso con su esposa.

—Deberíamos entrar, después de todo hemos bailado mucho, ¿no te sientes cansado? —preguntó ella mientras lentamente apoyó su cabeza en el hombro de hombre. Tarikan no la apartó.

—No, ¿tu si?

—Jamas había bailado tanto, y siento que he aprendido mucho a tu lado. Nunca pensé que los gitanos harían una fiesta de ese tipo, tan alocada y divertida, ¿todos los años vas?

—Te volveré a llevar, si quieres. Hacen fiestas seguidas, pero hay algunas que son un poco más liberales de lo que viste hoy.

—¿Más libres? —preguntó ella levantando su rostro y mirandolo sin entender.

—No te preocupes, no te llevaría allí... aún. ¿Quieres entrar?

—Me duelen los pies, pero tus invitados...

—No importa, te llevaré al dormitorio. Será mejor que descanses.

Aynoa solo asintió con su rostro para comenzar a dar unos pasos hacia el interior, pero en cuanto lo hizo sintió las manos del duque en su espalda y en cosas de segundos soltó un leve suspiro de asombro al ser levantada.

—Tarikan los invitados.

—¿Por qué te preocupas por ellos? Iré por el camino más largo, después de todo, dijiste que te dolían los pies.

Aynoa se aferró a su cuello mientras el hombre la cargó hacia las habitaciones, parecía que no le molestaba a él tomarla, no sentía desequilibrio o que se esforzará para tomar su peso.

Disfrutó nuevamente de esa cercanía, y aprovechó de mirarlo con más atención. Sintiendo su cuerpo apegado a él, deseó que jamas llegarán a la habitación, había sido una noche que nunca se imaginó que pasaría. Hoy sentía que entre ambos habían formado algo.

—¿Por qué la trenza?, ¿significa algo para ti? —preguntó haciéndole cariño en el pelo y lentamente tomó su mechón largo amarrado con pitas de cuero negro.

—Es mi conexión espiritual con la magia, solo un recuerdo de todo lo que he aprendido.

—¿Es importante para ti? —dijo Aynoa agarrándola en su mano y observandolo. No sé imaginaba a ese hombre con el cabello largo, pero sabía que en algún momento lo había llevado así.

—Lo es.

—Tu pelo es tan suave —dijo ella.

Un escalofrío llegó subiendo desde los pies del hombre hacia sus hombros, el suave cariño de ella, provocó aquello. Tarikan la miró de reojo y soltó una leve risa conectando su cuerpo con sus manos que estaban sujetándola.

Al poco tiempo llegaron a la habitación, Tarikan la dejó suavemente en el suelo junto a su puerta y la miró como ella abría la puerta.

—Gracias por traerme —dijo ella volteandose y parándose en puntas acercó su rostro hacia el.

Enseguida sintió la mano del duque tapando su boca.

—Ya no estamos drogados. —Se burló él con una sonrisa.

Aynoa no dijo nada frunció un poco el ceño y se sacó la mano de él devolviéndole la sonrisa que se dibujo suavemente en sus labios. Su intención nunca fue volver a besarle la boca, así que una vez que la mano del hombre bajó, ella volvió a ponerse en puntas y le dió un beso en la mejilla tomando su rostro con ambas manos.

—Buenas noches duque.

—Buenas noches duquesa, gracias por acompañarme.

Aynoa entró en la habitación, cada vez que pasaba más tiempo con él, más feliz se sentía y antes de cerrar la puerta pensó en pedirle una cita. Una tarde como la de hoy solo entre el y ella para hablar y conocerse más profundamente.

Abrió la puerta y asomó su rostro al pasillo en dirección a la habitación del duque, pero lo que vió fue solo un poco de su pelo desintegrándose cómo escarcha y unas plumas negras cayendo al suelo. Desapareció en cosa de segundos.

—¿Duque?

**********************

En el otro lado del continente, los asuntos de la corona eran bastante graves, habían estado desde temprano discutiendo sobre las expediciones y de lo costos que saldría mantener a soldados en las faldas de las montañas.

Mientras todos estaban reunidos discutiendo las distintas situaciones. El rey invocó al duque y en cosa de minutos las aves negras se centraron en el centro del salón y poco a poco los pies del hombre aparecieron de la nada.

—Algún día me llamaras mientras estoy cogiendo con mi mujer —soltó mirándo al rey al mismo tiempo que se incorporaba. Su respirar agitado poco a poco se fue calmando al ver a Gerald.

El rey solo llevó su mano a refregar su pelo y negar con su cabeza al escucharlo. Eso hizo que Tarikan se girara un poco y se diera cuenta que en el salón estaban todos los consejeros y los hombres del templo.

—Siempre tan impropio —soltó Richard ya molesto.

—El gusto también es mío, general —soltó el duque con una sonrisa que borró a los pocos minutos.

Estaba molesto, el rey podía disponer de su tiempo cuando le daba la gana y está vez no era un buen momento. Por otro lado que todos esten reunidos en un solo lugar no significaban buenas noticias.

—Supongo que ya sabes por qué te he llamado.

—No mi rey, pero ya me fue entregado el informe de mis hombres.

—Es un dragón Tarikan.

“Hermosa palabra” pensó el duque, su rostro no pudo evitar mostrar su entusiasmo mientras que todos negaban con la cabeza. Un dragón era un temible presagio, una noticia desvastadora, si aquel animal decidiera dejar las montañas una ciudad completa podía ser destruida en cosa de minutos.

Tarikan solo pensó en una cosa, ¿podía ser está la oportunidad de por fin encontrar al dragón blanco que tanto había buscado?

—Partirán dentro de dos semanas. Tiempo suficiente para que las escuadras sepan la ubicación exacta, de esa bestia ¿podrás tener a tus gente a esa fecha aquí?

—El viaje ya me toma cinco días —contestó el duque mirando con seriedad.

—Me decepciona que hasta esta altura, eres el único que puede llegar de un lugar a otro sin problema, y conociendo tus capacidades deberías ya mover un ejército completo —agregó el rey mientras negaba con la cabeza.

—Señor —dijo Richard—. Mis hombres estarían listo para partir mañana mismo.

—Lo sé perfectamente general, pero tus hombres no son suficientes.

—Lamentablemente este hombre y las serpientes son los únicos con la experiencia de haber matado a esas bestias —dijo un consejero.

—¿Y Romulo?

—Romulo está acargo de las expediciones al otro continente, no contamos con ellos.

—Señor, con todo respeto mis hechiceros son capaces —dijo Richard acercándose al centro y mirando al rey mientras bajaba su cabeza.

—¿Capaces para que? —dijo Tarikan que estaba a unos pasos detrás de él—. Tendrás a tus soldaditos hecho carbón antes que puedas decir algo, mientras tú te defecas en los pantalones mirándolos cómo desaparecen ante tus ojos.

—No te creas tan listo. —El general enseguida volteó a verlo.

—Disfrutaré verlos arder. —El duque no dudo en mirarlo detenidamente, no estaba jugando.

—Dios, ustedes nunca estarán de acuerdo con algo —dijo un consejero mientras se llenaba los brazos con documentos doblados.

—Richard, prepara a tus hombres también, irán con las serpientes a las montañas —dijo el rey poniéndose lentamente de pie—. Estoy cansado de escucharlos a ambos discutir por cada cosa, que uno de ustedes vuelva vivo será suficiente. Tarikan, te espero en mi oficina.

Tarikan formó una leve sonrisa mientras no dejó de mirar a Richard, sería una gran pena que el hombre perdiera la vida por el dragón.

El rey y la reina salieron de allí junto a sus consejeros, y mientras el duque se marchaba hacia la oficina del rey, escuchó nuevamente la voz de Richard.

—¿Sabes que la mano de Romulo visitarán Castilvell a finales de otoño? Un bastardo junto a otro bastardo, serán los mejores aliados.

—Quemaré mi castillo si él llegara a pisar mis tierras.

—No me digas, él irá directo a buscar a tu duquesa —dijo Richard acercándose junto con dos de sus hombres—. Después de todo no hay mujer que se haya resistido a los encantos de Newrom. Dicen que una vez que él las toca no volverán a ver a otro hombre más que a él.

—No me provoques Richard —dijo el duque deteniéndose en el pasillo. En su mano había formado una leve luz negra como un rayo que se fue formando escondido en su palma.

—¿No era Newrom hermano de Sophia, la madrastra de tu mujer? Dudo que eso lo detenga.

—Richard.

—No creo que ya la ames, tu jamás has amado a nadie, ¿no? No te importará entonces compartirla, quizás le termine gustando probar una verga que no es solo la tuya.

Un sonido fino y agudo llegó a los oídos de los soldados y de Richard. Desde el lugar donde estaba el general solo vió la espalda de Tarikan detenerse y movió solo un músculo, su mano.

Uno de sus soldados tardó cinco segundos en caer de rodillas, su acero sonó cuando tocó el suelo. Su cuerpo se fue hacia delante como si fuera un saco de harina y de los bordes de su casco sangre comenzó a escurrir por cada agujero.

La voz del duque pareció multiplicarse en más de una voz y lentamente giró su rostro hacia atrás. Sus ojos completamente negros junto con líneas que atravesaban su rostro aterró a todos los presentes.

—El próximo, serás tú.

Sus pasos fueron lo único que sonaron, ninguno de los soldados, incluso Richard dijo algo y tampoco se movieron hasta que el duque desapareció. Recién allí se acercaron para confirmar que aquel hombre yacía muerto en el suelo, al sacar el casco tres finos agujeros negros y profundos tenía en su frente.

*********************

Tarikan llegó a la oficina del rey, al entrar vio a la reina en el medio de la habitación y el rey estaba mirando por la ventana. Cuando se dió cuenta de su presencia volteó enseguida para recibirlo con una leve sonrisa.

—Mi rey, mi reina.

—Te ves bastante bien —dijo el rey.

—Feliz cumpleaños querido duque —dijo la reina entregándole un presente envuelto con unas telas— ¿Te has divertido?, ¿cuántos regalos has recibido?

—Lo suficiente para llegar a ser innecesarios —contestó.

—¿Cómo te ha ido en tu vida marital?

—Nada de lo que pueda preocuparlos, mi esposa es una buena mujer.

—¿Si? —dijo la reina acercándose a una mesa y sacando una copa de vino— ¿No quieres ir a la sala de los espejos?

—No. —Frio y rápido su respuesta fue de forma instantánea mientras sus manos lentamente se apretaron. Recuerdos de allí llegaron a él.

—Dices que estás bien —dijo el rey—. Pero nos ha llegado información de que tu matrimonio es solo una farsa.

—Mi rey, ¿usted me cree capaz de algo como eso?

El rey enseguida se echó a reír mientras se desabrochaba la chaqueta y la dejaba en la silla.

—Claro que sí —contestó volviendo a mirarlo— ¿Por qué no duermes con tu esposa?, ¿estás esperando que anule tu matrimonio o que ella termine buscando a otro?

—Si toma en cuenta la relación de Castilvell con Abeul tendría su respuesta. Cumpliré con mis obligaciones cuando me acostumbré a ella.

Tarikan sintió como su demonio comenzó a temblar apretó los dientes y disfrazó su rostro en una tranquilidad ante los reyes. Que ellos supieran de esa información significaba que su castillo ya no era de confianza y que alguien dentro del había abierto la boca.

—Te ves bien Tarikan, ¿te has divertido hoy? Tus ojos se ven cansados —dijo la reina—. Mi amor, porque no vamos a la habitación, dormiremos como niños recién nacidos y sería un buen regalo para el duque.

—No.

—No seas tan modesto, hace tiempo que no te vemos, solo basta con ponerte ese collar, mi rey.

—Gerald si tú haces eso —dijo Tarikan, su rostro bajó y su mirada se hizo penetrante—. Mi condena contigo será saldada.

“Y luego te asesinaré de la forma más dolorosa posible”

—Oh vamos Tarikan, saca a tu niño interior—dijo ella acercándose y rodeando su cuello con ambos brazos, le besó la mejilla—. Divirtamonos.

—Gerald —dijo el duque con una voz más ronca.

—Es suficiente Eulisa, déjalo tranquilo. Es un hombre casado ahora, no es lo mismo que antes.

—¿Para que me has llamado?

—Despues de la expedición del dragón, quiero que te unas a Romulo y viajes al continente.

—Viajaré con mis hombres.

—No, quiero que te unas a ellos y juntes alianza con Newrom, seguirás sus órdenes.

—¿Qué? No puedes pedirme eso.

—Si puedo, disfruta estás dos semanas en tu ducado y deja bien satisfecha a tu mujer, porque después desaparecerán por casi un año en el exterior. Ahora vete.

—Nuestra confianza está puesta en ti, duque de Castilville —dijo la reina.

—Me iré.

—Tarikan. —Lo detuvo el rey—. Feliz cumpleaños.

El duque no alcanzó a decir nada cuando la puerta fue tocada y Richard apareció allí con una carta.

—Señor, el duque aún no puede irse...

El suspiro del rey se escuchó fuerte y claro, mientras se dejó caer en la mesa.

—¿Qué hiciste ahora?

******************************

Al día siguiente el mayordomo fue personalmente a buscar a Cler, se sentía esperanzado y caminó por los pasillos mientras tarareaba una que otra melodía. Cuando llegó al comedor de los sirvientes tocó la puerta y entró con un rostro resplandeciente.

—Reimy, ¿por qué esa cara? —dijo Cler con una sonrisa en su rostro.

—Espero escuchar buenas noticias —dijo acercándose a ella y sacando un pedazo de panecillo—. ¿Alguna novedad de los duques?

Cler supo enseguida a lo que se refería, pero lamentablemente para todos no habían novedades. Los duques aún no compartían la habitación matrimonial.

Bajando su cabeza y apretando los labios, se acercó al hombre para murmurar de cerca y que los demás no escucharan. Hecho a la basura las esperanzas del mayordomo. Una parte de él había creído que al ver a la pareja la noche anterior podía imaginar que entre ambos si había una química fuerte, tanto que hoy el castillo podía estar feliz de que el duque quería a su esposa.

—Cambiamos las sábanas pero todo está igual como lo dejamos, ambas puertas cerradas —confesó ella—. La duquesa se estaba levantando, su criada vino a buscar el desayuno hace poco y el duque no pasó la noche en el castillo.

—¿Qué? Pensé que solo había salido temprano, ayer ellos se estaban llevando bien.

—No sé lo que has visto para llegar a pensar en eso, yo veo que ella es un poco difícil.

—Es perfecta Cler, no podíamos pedir nada mejor, hay que tener paciencia. —Reimy caminó a la puerta, pensando que solo era cuestión de tiempo que los duques compartieran la alcoba, sus esperanzas aún se mantendrían de pie—. Infórmame cualquier cosa.

—Esta bien.

—Reimy, llegó una carta de la capital —dijo un hombre entrando y trayendo consigo un montón de cartas.

Las criadas y sirvientes que estaban desayunando llevaron sus ojos hacia el anciano y guardaron silencio. Si en el castillo no estaba el duque el era el responsable de leer los sobres y fue exactamente lo que hizo. Se acomodó los lentes y comenzó a abrirla.

El sonido que hizo el papel al despegarse del cello se escuchó y todos quedaron pendientes. Los ojos del hombre se movieron de un lado a otro y luego negó con la cabeza mientras arrugaba el papel y se sobaba la frente.

—¿Que dice, Reimy? —preguntó Cler acercándose y quitándole el sobre.

—Llamen al conde Sebastián y avísenle a la duquesa que su esposo está encerrado nuevamente en la capital. Que la gente de la ciudad no sepa de su ausencia.

—Sí, señor.

—¿Cuántos días? —preguntó Cler.

—Tres.

—Bueno por lo menos, es menos que la otra vez.

—Muchacho —suspiró el anciano pensando en su duque—. Espero que se encuentre bien.

—Lo estará Reimy, el sabe cómo cuidarse —agregó la señora Cler frotando su hombro.

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