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46.- Libertad

Aynoa pensó esa noche en las cosas que tenía en su mente, necesitaba separar ambas vidas, no podía reaccionar y hablar del futuro en este tiempo. Debía seguir actuando como había vivido en ese momento, no estaba segura del todo si la vida de Aynoa era realmente una historia de un libro, pero lo descubriría poco a poco.

Los días fueron pasando y parecía que entre ambos duques las cosas se mantuvieron tenzas ya que el hombre se metió en los estudios y volvió a ser un vagabundo que pocos conocían. Por otro lado Aynoa dedicó su tiempo a si misma y por la noche bordaba el regalo que me estaba preparando.

Cuando llegó el día de su cumpleaños Aynoa lo vio unos momento caminar por el jardín, una parte de ella creía que relamente el hombre se había enojado por intentar besarlo, incluso llegó a pensar que las señales que había recibido de él no habían sido las mismas que las de ella. Un poco molesta decidió que debían tener una conversación, lo buscaría entrea fiesta para romper la separación de ambos.

Más tarde Aynoa estaba arreglándose cuando sintió que golpeaban su ventana, Milla se sobresaltó al ver que desde ese lugar el duque había aparecido como si nada. Vestido con un gran abrigo su pelo incluso estaba oculto junto con su rostro que enseguida descubrio para verla.

—¿Que estas haciendo?

—Yo...yo la fiesta de tu cumpleaños.

—Te dije que saldríamos primero. ¿Olvidaste nuestra salida?

—Has estado desaparecido, cuando preguntó por usted Reimy no sabe que decirme. ¿No crees que me debes una disculpa?

—Bien, lo siento. Ahora, ¿nos vamos?

—¿Qué? Tus invitados están por llegar y ¿quieres tan solo salir?— Aynoa recordó entonces las palabras del mayordomo, el duque siempre desaparecía antes de la fiesta y le habían pedido que está vez eso no ocurriera.

Milla no dijo nada, miró a ambos como habían comenzado una pequeña discusión y luego que Aynoa intentara convencerlo el hombre no dió su brazo a torcer.

—Sea que me acompañes o no, iré de todas formas.

—¿Volveremos?

—Claro que sí.

Aynoa miró a su criada, no sabía si estaba bien que ella se fugara con el duque la misma noche que era la fiesta de su cumpleaños ¿Que dirá la gente de ella?

—No lo piense tanto —dijo Milla mientras le sonreia—. Vaya con su esposo yo los distraete si preguntan por usted.

Aynoa lo dudo un poco, pero era mejor que ella fuera con él y así volverían ambos temprano para presentarse ante los invitados.

—Bien, vamos —contestó más decidida.

—Espera no puedes ir así

El duque se acercó a ella y sin explicarle el porque le fue soltando un cinturón que ella se había puesto, jalando los amarres la fue desvistiendo.

—¡Espera! ¿Quieres que vaya desnuda acaso?

—No reclames tanto —dijo el soltando su vestido y lo dejó caer por su cuerpo hasta verla solo en enaguas delgadas.

Aynoa apretó los dientes y cubrió sus senos cruzando los brazos en ellos, luego un abrigo negro parecido al de él fue puesto sobre su cabeza.

—No menciones me nombre en voz alta, ni me digas duque. Dónde vamos nadie sabe de títulos.

Milla recién mostró preocupación, en un momento creyó que el duque la llevaría a algo romántico por la fiesta de cumpleaños, pero ahora que había desvestido a su señora y deshecho todo el trabajo que había hecho en ella, se preocupó de dónde aquel hombre la llevaría.

Aynoa lo miró molesta aún no olvidaba lo que había hecho ese día cuando la lavó y sentía todas las ganas de vengarse de él.

—¿Iremos a caballo?

—No —contestó él mientras le cerraba el abrigo, Aynoa lo observó concentrado en ella y enseguida vio que el se llevó las manos a los bolsillos y saco una tela—. Hecharé esto en la boca y manténlo ahí.

—¿Que es esto? —dijo ella abriendo la tela y vio una bola verde con olor extraño.

—Son hierbas, es para que no te marees.

Tarikan tomó la bola y la partió en dos para luego hecharse un pedazo a la boca. Aynoa no entendia nada, hizo lo mismo luego de un rato. El sabor era extraño pero suave, de fue desciendo lentamente a medida que la saliva cubría aquel extraña medicina.

—Vamos —dijo él y enseguida rodeo su cuerpo y la apegó a él. Aynoa quedó con sus manos sobre su pecho y girando a mirar a Milla desapareció.

Fue extraño, de un momento a otro Milla estaba frente a sus ojos y luego esa imagen se fue difuminando, todo se volvió oscuridad y sus pies dejaron de tocar la superficie sólida. Instantáneamente se aferró al duque que aún podía sertirlo, pero no así verlo.

Al cabo de unos minutos sus pies tocaron tierra nuevamente y su entorno cambió. Se veía la noche caída, un cobertizo de madera, pasto y una música extraña a los lejos.

—Tarikan —susurró mirandolo y enseguida se tapó la boca, su estómago se revolvió produciendo le náuseas.

—Oh... Si se siente extraño —dijo el hombre llevando su mano a su rostro.

El duque también sintió un poco de malestar, había intentado no terminar vomitando en un barril como la vez anterior, pero no lo logró.

Volteó hacia una esquina del cobertijo y volvió a devolver lo que tenía en su estómago.

—Tarikan, ¿estás bien? —preguntó ella acercándose, su malestar no era tanto como lo había sentido en hombre.

Posando su mano en su hombro le dió suaves palmadas para reconfortarlo.

—Aun no sé cómo traer conmigo a una persona de un-un lugar a otro, sin-sin llegar a sentirme así —dijo limpiándose la boca.

—Asi que el poderoso hechicero de las serpientes aún no logra perfeccionar todos los hechizos. Te creí mejor.

—Ja, ja. Que simpática eres —dijo poniéndose de pie y mirandola.

Luego bajó su ropa sacó una bota de cuero dónde destapó y bebió de allí para luego escupir en el suelo.

—¿Dónde estamos?

—En Lehim, aquí está la fiesta de los gitanos.

Aynoa se llevó una sorpresa, Lehim era un pueblo ubicado cerca de la costa, de hecho se decía que desde ese lugar se podía visualizar en los días soleados la tierra del otro continente. Castilville quedaba casi a un día de distancia y de un momento a otro Tarikan la había alejado de allí.

—¿Puedes ir a cualquier parte?

—Cualquier parte que mi mente y mis pies recuerden —dijo el duque mientras agarraba la capucha del abrigo y se cubría la cabeza. Ella enseguida hizo lo mismo.

—Tarikan, lo de la otra vez... —dijo mirándolo y el duque enseguida se detuvo y lentamente volteó a mirarla—. Siento haber confundido un poco las cosas.

—Aynoa lo lamento —dijo suavemente—.  Quizás debí explicarte, pero he pasado mucho tiempo soportando a mujeres intentando algo que no se lo merecen.

—Yo...yo no soy cualquier mujer.

—No, no lo eres, ven, no hablemos de eso —dijo estirando su mano hacia ella y Aynoa le dió la suya.

El clima era un tanto helado, la música que había escuchado continuaba y el duque la guío directamente hacia ella. En el medio de la naturaleza la noche escondía dos graneros enormes, habían unas tiendas y se escuchaba el sonido del fuego.

Aynoa siguió de la mano del duque hasta que pronto vió un grupo enorme de personas, algunos bailando, otros riéndose en grupos mientras bebían y comían sentados sobre el pasto.

El duque entonces la llevó entre toda la multitud hacia una costado y se desabrochó el abrigo. Aynoa recién pudo ver lo que traía vestido abajo.

Llevaba puesto unos pantalones blancos y delgados, una chaqueta sin mangas de color morado con unas decoraciones doradas que dejo abierta y bajo ella no había prenda en absoluto. Aynoa sin entender llevó sus ojos a él mirandolo asombrada, era mucha piel, sus hombros y brazos desnudos al igual que su torzo no se apartaron. Luego él se sacó los zapatos quedando descalzo mientras la miraba. Ni siquiera Siri estaba en su piel.

Ella parecía no entender nada y el se burló de ella.

—¿Es mucho para la joven Aynoa?

—¿Qué...que estás haciendo?

—Solo voy a divertirme—dijo acercándose a ella—. Quiero que hagas lo mismo, olvidarte de todo lo que sabes, olvida tus modales, tus títulos todo, quiero que hoy te sientas como una mujer libre y hagas cosas como una mujer libre.

—¿Estás bromeando?

—Jamas hablé tan seriamente —dijo él y lentamente alzó la mano y le soltó un botón de su abrigo.

La gente parecía ignorarlos, había mucho olores distinto, incienso, mirra, marihuana, opio, todo fundidos con el olor a caña quemada. Una música extraña de flautas, tambores, laúd, rabel, junto a las risas de la gente, y todos llevaban los mismos colores de vestimenta.

La gente bailaba saltando, riendo, se tomaban las manos y giraban. No había patrones, no había formalidad, no había nada más que diversión.

Nerviosa no comprendía lo que él estaba diciendo, pero de alguna u otra forma confiaba en ese hombre.

Entonces comenzó a desabrochar sus abrigo, mientras que vio a Tarikan alejarse de ella, fue lentamente pasando por el costado de las personas que bailaban y habló con una mujer. Riéndose Aynoa se sintió tranquila de volver a ver su hermosa sonrisa.

El duque volvió luego de unos minutos, en sus manos llevaba una tela morada y dos collares de flores amarillas. Aynoa lo esperó solo con sus enaguas blancas mirando tímidamente su alrededor.

—Ponte esto —dijo él.

Aynoa le obedeció, se sentía muy extraña usando por primera vez ropa que había obtenido en la calle, al menos no olía mal y era bastante fácil ponérsela.

—Ahora si te vez bien, vamos sácate los zapatos y acompáñame.

Aynoa no lo dudo, poco a poco se fue sintiendo emocionada, bajó la sombra de su padre jamás había podido conocer está comunidad.

El duque se fue directamente a un grupo de personas donde obtuvo un poco de comida y dos vasos de algo que Aynoa jamás había olido. Caminaron entre la gente y luego de apartarse un poco hacia el pasto el duque le ofreció un vaso y la miró.

—Por la libertad —dijo él chocando su vaso. Aynoa no le dijo que no, ya había dejado de preocuparse por lo que harían y se concentró en una sola cosa, divertirse.

—Libertad —dijo y antes que el duque dijera algo más, ella bebió del vaso hasta el fondo.

El líquido era fuerte y despejó toda su garganta, su rostro se arrugó un poco antes de suspirar al tragarlo.

—Me estás sorprendiendo —dijo el duque sonriendole y luego el bebió para hacer exactamente lo mismo.

Luego la voz de una mujer llegó a interrumpirlos, riéndose llegó a ellos y le tomó la mano al duque.

—Eres tan guapo, ven aqui.

Aynoa lo miró sin entender, el duque fue jalado, pero no mostró malestar solo se dejó llevar por la mujer desconocida. Aynoa pensó que la dejaría sola, pero su brazo también fue jalado por él.

Llegó a la pista de baile, sus pies tocaron la arena y todos los colores comenzaron a moverse, el ritmo sonaba en todo su cuerpo, su mente comenzó a ver y a experimentar lo que él mismo duque había llamado “libertad”

No estaba ebria, no se sentía mareada, solo sentía euforia embriagar su cuerpo, el duque había desaparecido, pero eso no le molestaba, estaba tan feliz que incluso una mujer tomó de sus manos y la hizo bailar como todos allí. Las carcajadas no tardaron, su cuerpo poco a poco dejó el frío del ambiente y comenzó a sudar a medida que el tiempo comenzó a pasar y ella continúo bailando.

¿Que diría su padre? Una dama jamás puede dejar sus modales, su compostura debe ser pura y correcta, su pelo debe ser siempre bien cuidado y traerlo bien peinado. Cuidar sus pies, su cuerpo no debe ser tocado más que su futuro esposo, nadie puede ver sus piernas, estás deben estar siempre cubiertas por vestidos hasta los talónes.

Aynoa no era nada de eso. Su ropa olgada se levantaba mostrando sus piernas, se movía, se estiraba, su pelo desparramado por su espalda y hombros, su frente transpirada y desaliñada. No le importó, tomó la mano de mucha gente, dió vueltas por todos lados rodeada de gente que no la conocía y mientras más lo hacía más entendía la libertad de hacerlo sin temer que alguien la vaya a juzgar.

No estaba preocupada, no estaba asustada ni nerviosa, ni siquiera pensó en la fiesta que se estaba llevando a cabo en Castilville y mucho menos en la ubicación del duque que había perdido de vista hace bastante tiempo. Solo se sentía completamente feliz.

Luego pasó algo que nunca había hecho ni se le había pasado por la cabeza hacer. Una mujer frente a ella se acercó y la besó apretandole las mejillas.

Atónita y un poco desconcertada la miró hasta que ella continúo bailando, había parecido un beso sin importancia, ya que la mujer no le dijo nada, se lo dió y se fue. Aynoa sabía que cuando ese sentimientos de felicidad se le fuera estaría completamente arrepentida ya que iba en contra de todo lo que sabía de la iglesia y...

Volvió a recibir otro beso, está vez un hombre con pelo revuelto que no hizo más que besarla y marcharse.

—¿Qué-qué mierda? —dijo tocándose los labios y volteandose a verlo, pero el hombre volvió a besar está vez a otro hombre que estaba a unos pasos de ella.

Aynoa recordó recién que no había venido sola, entre todo lo colorido del lugar y como parecía que la música más se incrementaba vió al duque separándose de la boca de una mujer para luego llevar un vaso a sus labios.

—¿Esto esta mal? —se preguntó, trató de pensar que aquello debía molestarle, pero no fue así, soltó una risa nerviosa y luego nuevamente fue jalada por un hombre que la llevó a un círculo donde la gente había comenzado a girar y a saltar.

Podía sentir el sonido del tambor en su pecho, sus pies que no dejaban de dar pasos una y otra vez.

“Esto parecía el cielo”

Aynoa perdió el espacio y el tiempo, no tenía idea cuántas horas habían pasado, se estaba divirtiendo tanto que incluso su garganta se sentía seca de tanto reír y gritar como loca. Sin duda había pensado que los gitanos era todo lo contrario a lo que estaba viviendo, nuevamente los había juzgado mal.

De repente distinguió unos sonidos extraños, los gritos de alegría pasaron a otro plano cuando mirando entre la gente vió lo que una vez el duque y Milla le habían dicho, ante sus ojos y alejado de dónde ella estaba una pareja estaba manteniendo relaciones sexuales. No eran los únicos, al aire libre, dentro de las tiendas, en el pasto, todo tuvo otro cambio.

—Ta-tarikan —pensó en él.

Podía aceptar un beso fugaz, pero terminar en ese acto con gente que no conocía, un acto hasta el momento sumamente doloroso le causó miedo.

Mientras sus ojos se quedaron pegados, vió los glúteos de un hombre contraerse una y otra vez sobre una mujer. Pensó en el dolor, cada estocada lo sintió propia, ¿como permitía esa mujer sentir tanto dolor?

Entonces sintió que alguien agarró su muñeca derecha y nuevamente la jalaron. Dio una vuelta en si misma hasta que frente a ella el cuerpo de un hombre chocó contra ella. El duque la había encontrado y Aynoa lo vió de frente, jadeando y traspirado al igual que ella pudo notar como su pelo se separaba por capas pegando sus puntas en su frente. Sus manos tocaron su torzo duro y desnudo mientras que ella soltó una risa mirandolo, estaba resbaladizo, brillante y caliente.

—¿Debería besarte? —preguntó él.

Aynoa sorprendida fue apartarse, pero descubrió que el duque la tenía de la cintura, eso hizo que ella soltara nuevamente una risita nerviosa. Luego mirandolo solo asintió con la cabeza.

El duque no alcanzó a acercarse a ella, cuando una mujer de cabellos castaños los abrazó a ambos y delante de Aynoa besó al duque, ella pudo verle incluso la lengua de ella, ayudando a su boca a succionarle el labio inferior de él.

Al mismo tiempo la mano de Aynoa que estaba sobre el pecho del duque fue tomada por él mismo y la apretó levemente.

Una risa que jamás había escuchado llegó a sus oídos cuando la mujer lo dejó, Aynoa lo vió reír mientras su mano fue soltada para peinarse el cabello. Fue poco lo que su pupila vió antes de ser tapada. Aynoa volvió a ser besada por la mujer que acababa de besar a su esposo y al igual que él, sintió su lengua moviéndose en el interior de su boca.

Como había pasado antes, fue solo un beso para que luego la mujer desapareciera bailando entre todos, mientras que el duque se reía de la expresión de su rostro, Aynoa aún se mantuvo atónita, sin poder asumir que había besado nuevamente a una persona de su mismo sexo.

—Ven —dijo él tomando su mano y llevándola entre la gente.

Aynoa le miró la cabellera y su trenza moviéndose de un lado a otro, está noche no solo había conocido cosas nuevas, sino también había conocido otra parte del duque y esa risa que en el castillo jamás se imaginó escuchar.

Aynoa junto al hombre se apartaron un poco del grupo de baile y el duque no dudo en sentarse en el pasto dejándose caer hasta quedar acostado. Su caja torácica subía y bajaba con rapidez, mientras que con cada respiración los músculos de su abdomen parecían apretarse.

Aynoa se acostó a su lado y frente a su mirada el cielo estrellado quedó saludandolos.

—¿Que tenía el vino?

—Hierbas —dijo él mirándo el cielo.

—Pudiste haberme dicho —soltó ella riéndose.

—No, porque nunca lo hubieras permitido. Eres tan correcta como todos los demás ¿No sientes que aquí puedes realmente olvidarte de todo?

—Sí, si lo siento.

Aynoa se sentía relajada, alivida, jamás se había imaginado hacer algo como lo que hizo, una experiencia única que volvería a repetir, pero allí junto al duque sus sentimientos nuevamente salían a flote. No sé había sentido celosa al verlo besar a otra persona, pero ella también quería hacerlo.

—Gracias por acompañarme —soltó él.

—Feliz cumpleaños duque. —Aynoa lo observó sin levantarse, estaba mirado cómo el hombre poco a poco se había comenzado a calmar.

Él la escuchó y volvió a sonreír, el único día donde podía relamente sentirse el mismo era allí justo cuando cumplía un años más. Sin ataduras, sin una apariencia que proteger, siendo todo y a la vez nada.

—¿Puedo besarte? —preguntó Aynoa, parecía que las hierbas habían hecho que la vergüenza no la controlará y así sin más le preguntó aquello. La imagen de la mujer besando sus labios, y como el cuerpo del duque se tenzó con eso, prendió la mecha que ella había tenido controlada.

El duque una vez más soltó una leve sonrisa y lentamente giró su rostro hacia ella, de forma lenta se apoyó en su codo y la miró.

—¿Te han besado muchos está noche?

—Jamás pensé besar a una mujer. Al principio me sentí desconcertada, pero es bastante común como lo veo —dijo sentandose sin dejar de mirarlo— ¿Por qué lo hacen?

—Porque pueden y quieren. Besar te hace sentir bien.

Aynoa volvió a sentirse agitada, nerviosa y tentada, pero está vez tenía el valor de pedir cualquier cosa sin miedo a ser rechazada.

—¿Quieres...sentirte bien conmigo?— Su corazón volvió a golpearla mientras veía los orbes grises del duque y lentamente bajaron a ver sus labios. Labios que ella había codiciado por unos días.

—¿Alguno de ellos te preguntó antes de hacerlo?

Un permiso concedido le habían otrogado y Aynoa lo entendió lentamente, demorando unos segundos ahora que podía hacerlo ella se congelo.
Su mente le decía acércate y solo hazlo, pero su cuerpo no quería responder. Un escalofríos fue lo único que recibió.

El duque volvió a reírse mirando nuevamente a la gente que continuaba bailando, luego sus ojos se fueron por unos segundos al pasto mientras mojó sus labios y peinó su cabello hechandolo para atras. Al voltear a verla él fue quien tomó de su rostro y la besó.

Ella instintivamente cerró los ojos, con los demás no lo había hecho porque le parecía sorprendente y poco creíble lo que vivía, aunque ahora también era irreal, pero tenía sentimientos profundos por él.

El duque no se detuvo, ella sintió su aliento, había querido sentir ese momento hace mucho, había soñado con besarle, había recordado una y otra vez como lo había hecho la noche de su boda y la actuación detrás de la puerta. Ahora no había nada obligado o que debiera cumplir.

Aynoa abrió los ojos solo para asegurarse que realmente eran los labios del duque y lentamente rodeó con sus brazos el cuello de él, para volver a cerrarlos. El hombre abrió la boca y ella continúo coordinando sus labios, sintiendo cada poro de su cuerpo reaccionar y como de forma lenta su espalda tocó nuevamente el pasto.

—Tarikan la-la gente —dijo al sentir que el hombre se había subido sobre ella e intintivamente Aynoa abrió las piernas.

No estaban para nada lejos de toda la multitud, cualquier persona que llevará su mirada a un costado de la atiendas los podía ver así como ella vió a las demás parejas.

Nerviosa de ser pillada separó sus labios de él justo para soltar un gemido escurridizo al sentir como su entrepierna fue refregada por el.

Se tapó la boca asustada mientras lo miró avergonzada.

—Estoy lo suficientemente drogado para que no me importe que me vean— dijo el mientras que con su mano le acarició la mejilla y con su dedo pulgar le separó los labios—. No voy a cogerte.

Otra estocada sintió ella justo cuando el hombre volvió a besarla, su cuerpo se sentía extraño, parecía temblar con cada roce del duque y cada segundo deseaba más y más. Sus manos bajaron y por el borde de la chaqueta ella pudo sentir la cadera y la piel de su espalda.

El duque se detuvo luego de eso, mirándola de cerca junto su frente con la de ella y luego se arrodilló en el pasto. Sus dedos fueron y apretaron los bordes de sus ojos mientras los cerraba con una respiración profunda. Suficiente tiempo para que ella se sentará y bajara su vestido, sus ojos notaron que le duque también se había excitado al mirarle el pantalón.

Allí arrodillado frente a ella podía verle los gruesos muslos de las piernas que estiraban la tela blanca, su abdomen que se inflaba junto a su pecho y la vena que bajaba por el costado de su cuello.

—Hay que volver —dijo llevado sus ojos hacia ella y lentamente se puso de pie estirando su mano para ayudar a levantarla.

—Gracias por traerme —dijo ella tratando de cambiar el tema, se sentía incomoda ya que ambos habían experimentado más que un beso.

Cuando Aynoa se puso de pie, le siguió unos pasos hasta que el duque se detuvo y giró a mirarle.

—¿Quieres bailar un poco más?

Ella asintió tomando su mano y volvieron a meterse entre la gente. Aynoa estaba un poco más lúcida que el duque, había tomado solo lo que él le había dado, en cámbio él había ido por dos vasos más.

Aynoa lo volvió ver reír, volvió a escucharlo y sentirlo feliz, era como un alma apricionada que porfin era libre, girando entre ellos dos encontró que el duque tenía muchas otras facetas. La gente lo tachaba de frío, indiferente e insensible, pero era mucho más que eso... él tenía un niño interior que nadie conocía.

¿Cómo era que allí su rostro podía brillar tanto?

Con movimientos rápidos ella giró y giró para luego volver a sus brazos, cada vez que lo hacía y volvía a él. Una sonrisa con ojos resplandecientes la esperaban.

Ella mirando desde su baja altura se puso en puntilla solo para volver a sentir los labios del duque que le correspondieron en todo momento, Aynoa rió cuando se separaron por última vez y el hombre tomándola con delicadeza la subió a su cintura y ella inclino la espalda. Giró otra vez sin marearse mientras las luces hacían hermosos colores y patrones encerrando el cielo en su mirada.

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