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45.- Seducción

—¿Cómo no vas a saber lo que le pasa?, ¿no eres tú quien todo lo sabe?

—No la toques —dijo la voz del duque.

—¡Es tu esposa estoy seguro que tú le haces mal!

—¡Merlín, cuida tu boca!

—Este hombre debió haberle hecho algo. Una mujer no se desmaya todo el tiempo por qué sí, hasta su criada dijo que no era normal, tú eres lo único anormal en su vida.

—¡Merlín!

Aynoa abrió levemente los ojos, entre toda esa bulla, la imagen difuminada del duque se quedó en su pupila.

¿Qué era ese rostro?, ¿lastima? Mirando hacia el suelo con su rostro bajo, ella no pudo entender enseguida lo que estaba ocurriendo antes de volver a sentirse adormilada.

—¡Señor le pido que salga de aquí! —dijo Reimy.

—No te sorprendas si la destruyes así como lo haces con todo lo que tocas.

—¡Basta, Merlin!

—¡Duque, no...!

Aynoa despertó a los dos días después de aquello,  parecía que su mente no aguantaba tener recuerdos de su otra vida, pero sin duda algo detonaba todo eso. Sentandose en su cama se encontró sola en su habitación, estaba tapada hasta la cintura y en el ugar se podía sentir el olor de un incienso ya consumido.

Recordó aquella discusión, había sido extraña ya que no esperaba escuchar la voz del hechicero Merlín y más discutir de esa manera con el duque, pero algo tenía razón.

Las tres veces que se había desmayado estaba junto al duque, la primera vez fue cuando consumaron su matrimonio, la segunda y la tercera tenían algo en común, él la había curado con su magia.

¿Podía haber algún patrón en el duque?

—Tarikan —susurró su nombre. Era estúpido e imposible que su vida nueva este dentro de un libro, pero eso explicaba el porque ella conocía algunas cosas sin haberlas escuchado antes.

¿Tarikan era... el protagonista?

Su cabeza volvió a doler y apretó rápidamente los dientes, parecía que mientras más intentaba recordar algo, su cuerpo se negaba a soltarlo con facilidad.

—Tarikan —volvió a decir y ahora su nombre sonaba muy familiar. Su mente antes ya había pronunciado ese nombre más de una vez.

Si estaba viviendo dentro de la historia de un libro, ¿cuánto podía conocer de él?, ¿sabría el futuro o el final de este?

Aynoa volvió a pensar en aquello diciendo una y otra vez el nombre del duque, pero nuevamente gimió adolorida esforzándose en recordar.

—Oh, no se esfuerce —dijo Milla entrando a la habitación y con una sonrisa fue acercándose a ella.

—Me duele la cabeza.

—Debe mantenerse tranquila y no sé levanté. El doctor le indicó reposo —dijo ella sentándose en el borde de la cama y tocándole el rostro—. Al menos no está caliente, le daré un té de hierbas para que poco a poco se vaya recuperando.

—El duque...

—Despues hablaremos de él, ahora debe preocuparse por usted misma.

—¿Cuántos días estuve así?

—Solo uno, aún queda una semana para el cumpleaños del duque. Cuando se sienta en condiciones puede bordar lo que quería hacer.

—Gracias Milla. —Aynoa una vez más no se sentía ella misma.

¿Cómo era que cada vez que se desmayaba, más información obtenía de su otra vida? Eso la dejaba desanimada y tardaría unos días en volver a ser ella misma.

Unas horas más tarde Aynoa estuvo lista para el baño, miró el agua como humeaba en el borde de la tina y pensó en una cosa, extrañaba ver al duque. Le habían dicho que había desaparecido unos días, pero que igual volvía cada tarde a verla, hoy la tarde se hizo noche y él no apareció.

Sujetando una túnica blanca en su cuerpo, esperó que Milla se acercará con los frascos de perfumes y lociones. Su criada con una sonrisa los trajo junto con unas flores que echó lentamente en el agua.

—Su piel se volverá suave y delicada con estos pétalos. Dicen que ayuda mucho a la gente enferma.

—Me siento mejor, Milla.

—Sabe, el duque se veía preocupado por usted.

—Cuentame que paso en mi ausencia.

Milla le relató lo sucedido, había ocurrido una disputa cuando el duque ordenó traer al mejor doctor, Merlín no estuvo de acuerdo y llegó a confrontarlo en la misma habitación. Luego de unas palabras se agarraron a golpes, el duque no permitió esa falta de respeto y hoy Merlín cumplía un castigo en los cuarteles.

Desde ese día, el duque comenzó a desaparecer sin decirle a nadie dónde iba.

Aynoa se sintió fatal, ella había generado un problema aunque no directamente, pero rápidamente pensó que por ella los hombres del duque estaban rebeldes.

—¿Señora? —dijo una criada entrando y bajando la cabeza—. El duque.

Aynoa abrió los ojos grandemente y su tranquilidad se fue a las nubes. Dos segundos y el hombre entró con esa tranquilidad en su rostro.

—Déjenos solos.

—Señor —dijo Milla con una sonrisa—. Permítame dejar lista el agua y marcharé.

—¿Qué?, ¿no me ayudarás? —preguntó Aynoa mirando a Milla nerviosa.

—Me parece que su esposo tomará mi lugar está vez —le contestó ella con una sonrisa—. Echaré más pétalos y pondré agua bendita para que su cuerpo sane más rápido.

En cuanto dijo eso el duque soltó una leve burla junto con una sonrisa.

—Vas a quebrar la madera así —soltó riéndose de las cosas santas, en un lugar donde los demonios se escondían.

Milla no dijo nada, luego de eso bajó su cabeza y marchó fuera. Está era la primera vez que el duque visitaba los aposentos de la duquesa y estaban los dos solos. Aquel acontecimiento se esparció rapidamente por el castillo, ya que muchos esperaban que la habitación matrimonial fuera ocupada. Había pasado un mes y nada de eso había ocurrido.

—Es bueno verte —dijo él al mismo tiempo que se soltaba los botones de la chaqueta.

Aynoa desvío la mirada hacia el agua, estaba nerviosa, pero también sentía que el sentimiento por aquel hombre era una obra creada por una cruel escritora.

¿Podía ser genuino?

—¿Estaba realmente enamorada de él? —pensó

Sentía su estómago revolotear, sus hombros desnudos subían y bajaban, parecía que la toalla que la envolvía pronto se soltaría por aquel movimiento. Aunque aquella escritora lo había plasmado en papel, lo que ella estaba experimentando en ese momento era verdadero, podía sentirlo, percibirlo en cada parte de su cuerpo.

—Lamento preocuparlo.

—Siempre que te enfermas, vuelves a tratarme como un desconocido Aynoa Georgely, ¿quieres que me acuerde de tu apellido?

Escuchar su apellido hizo que todo las interrogantes que se estaba haciendo se le olvidara y volviera a poner los pies en la tierra. El hombre detrás de ella odiaba al marqués y a toda su familia eso estaba más que claro.

Aynoa se volteó con rapidez y en la tenue luz que tenía la habitación, Tarikan se remangaba los bordes de camisa hacia sus brazos. Sus ojos como el filo de una daga la observaron como un tigre que acechaba a su víctima.

—Lo siento, no quería causarte problemas y cuando despierto pienso que ya los hice. No quiero que me castigues o me retes por algo que realmente...

—Nunca lo he hecho, nunca te he retado, ni castigado —dijo sin apartar su mirada—. Respondo a tus bromas y a tus broncas conmigo, pero no te podría una mano encima.

—Yo...

—Me sorprende que todavía asumas de mi ese tipo de cosas.

—Otra vez lo hice —pensó ella tratando de adelantarse a las situaciones todo el tiempo. ¿Podría confiar en ese hombre y contarle lo que había estado viviendo?

Mirandolo negó con la cabeza mientras le daba una vez más la espalda. No podía confiar tan pronto, su vida dependía de aquello, no era una bruja, pero si algo único y que podía ser considerada como una.

—¿Que te hechas primero? —dijo el duque acercándose y mirando los frascos.

—La loción —contestó ella observandolo, recién se dió cuenta de una cosa ¿Ella tendría que desvestirse?

—Tarikan ¿está-esta bien para ti ayudarme?

—Claro que si, pero seré un poco torpe, no sé de estás cosas —dijo mirando los frascos y luego la miró a ella—. Quítatela, si quieres volteó para que estés más tranquila.

Aynoa con solo escucharlo volvió a sentirse avergonzada, miró al duque nerviosa y solo vió su gran espalda esperándola que ella se desnudara.

Sin sacarle los ojos, aflojó su ropa y se deshizo de la prenda, está cayó rápidamente al suelo y una leve brisa le cubrió las piernas. Entro al agua rápidamente y se sentó en el fondo, sus senos los tapó con su brazo y esperó allí.

—Es-estoy lista.

¿Por qué el duque estaba ahí?, ¿que había cambiado en esos dos días?, ¿no era solo antes de ayer que estaban tomando el desayuno juntos?

Su palpitar estaba a todo galope, podía sentir incluso su manos temblar y un escalofríos que la cubría a pesar de que su cuerpo estaba calentándose por el agua.

—Te echaré agua primero. —La voz del duque era tan calmada, con un tono ronco que hacía un vibrato tan relajante y varonil. Era extraño, todo le resultaba poco común.

—Si-si y luego hechas la-la loción.

El hombre se acercó a ella, tomando un jarro de cerámica lo hundió en el agua y lentamente lo fue dando vuelta en la cabellera de ella. Delicadamente pasó sus manos por su pelo para que el agua la cubriera completamente, Aynoa solo cerró los ojos y levantó las rodillas apegándolas a su pecho.

No estaba acostumbrada a lo próximo que sentiría. Las manos del duque le tocaron el pelo, sus dedos entrando a su cuero cabelludo acariciándola con suavidad. Era un sentimiento profundo y extraño que no estaba acostumbrada, una mezcla de cosquilleo, agitación, pero también de paz.

Había sido bañada y limpiada toda su vida siendo Aynoa, las criadas siempre eran delicadas y hábiles, pero el duque era un poco torpe con un toque cálido.

—Debo admitir que me estás preocupando.

—No quería hacerlo.

—Si algo te llega a pasar todo lo que pactamos no servirá de nada —dijo sin dejar de mover sus manos en su pelo— ¿Hay algo que deba saber? Cierra los ojos.

—No sé que me ocurre Tarikan —dijo ella y enseguida cerró los ojos para sentir como el jarrón era dado vuelta sobre ella—. Antes de conocerte esto no ocurría —agregó refregándose el agua de la cara.

—Tal vez eres muy sensible ante la magia. Si es así, no voy a arriesgarte enseñándote de ella.

Aynoa bajó la cabeza, no podía decirle lo que estaba ocurriendo, pero también estaba interesada en la magia de este mundo. Quería poder continuar con eso.

—Lo prometiste.

—Estira tu brazo —le pidió mirándola sobre el hombro de ella.

Aynoa lentamente llevó su brazo izquierdo hacia él mientras que con su mano derecha se tapó el pecho.

—Te prometí que lo intentaremos —dijo él concentrado en pasar una esponja desde su mano hasta su hombro.

Aynoa sintió la suave caricia, la esponja rápidamente cubrió piel y de forma lenta giró su rostro para mirarle, el duque no tenía una pizca de nerviosismo. Delicadamente su mano sosteniendo aquel objeto se deslizó hasta llegar cerca de su cara, ella rápidamente sintió su calor.

Mientras Aynoa era un manojo de emociones, sentía que cada vez que el duque hablaba él la seducía de alguna u otra forma

¿Era su voz, su mirada o su cálido tacto?

Observandolo vio sus ojos como lentamente seguían el movimiento de su mano, su pelo que caía como finas hileras sobre su frente y sus labios sellados como si fuera un fruto prohibido.

—¿Por qué está tan tranquilo? —se preguntó observandolo—. ¿Acaso realmente no me ve como una mujer?

—¿Qué? —dijo él y lentamente llevó sus ojos hacia ella.

—¿Te-te es difícil romper las promesas que-que haces? —Aynoa no apartó su mirada, vió sus ojos y luego bajó lentamente a sus labios justo para ver cómo ellos pronunciaban palabras que la hicieron estremecer.

—¿Quieres romper alguna de las promesas que he hecho?

¿Sabrá él cual de todas las promesas se refería ella? Si bien estaban hablando de la magia, la situación no hizo más que ella intentará saber las cosas que él estaba pensando, refiriéndose exactamente a la promesa que él le hizo el día de su boda.

No era que estaba pensando en la relación íntima como tal, aquello le daba terror, pero ahora que recordaba un poco más de su vida pasada sabía que su cuerpo reaccionaba al hombre y quería ser más cercana a él. Todos los pensamientos que tuvo al despertar se esfumaron, mirandolo detenidamente, quería besarlo ¿Cómo era que ese hombre era su esposo? Aunque sea de mentira.

—Solo me preguntaba si a veces sientes que prometiste algo y que después te hace sentir arrepentimiento.

—Todo el tiempo —dijo moviéndose hacia su otro costado.

No tuvo que pedirle la mano a la mujer, ella lentamente levantó ahora el brazo derecho hacia él.

—Tu salida con los gitanos, ¿aún sigue de pie?

"Quiero abrazarlo"

—Solo si te encuentras bien.

—Escuché que tuvo una discusión con Merlín.

—Ya sabes cómo es, llevas poco tiempo aquí y estoy seguro que conoces su actitud.

—Antes de venir aquí, pensé que como duque y como tú reputación era muy alta y peligrosa, no tenías rebeldes entre tus hombres.

"Quiero tocarlo"

—No me importa la verdad —dijo él sin mirarle—. No es que fueran mis amigos, son solos mis soldados personales. Me importa la magia que tienen y la destreza en el campo de batalla.

Aynoa se sorprendió, no esperaba que el duque le diera tan poca importancia a sus hombres, los tenía a su lado solo porque que eran buenos soldados, pero, ¿entonces en quien confiaba para sus cosas personales?

—Entiendo —contestó ella—. Debo suponer que Reimy es su confidente.

"Solo hazlo"

—Yo...—dijo el soltando lentamente su brazo y la miró con seriedad—. Yo no tengo ese tipo de personas a mi lado. Dame tu pierna.

Ella quedó desconcertada, toda persona tiene alguien en que confiar y contar todas las cosas que le ocurrían, ella tenía a Milla, en su otra vida tenía a dos personas que aunque no recordaba sus nombres y rostro sabía que eran dos, pero allí estaban.

¿Que haces cuando no puedes decir lo que llevas guardado, la carga de tus hombros, la vida en si misma?

Aynoa lentamente levantó la pierna derecha y la sacó del agua dónde rápidamente el duque tomó su tobillo con delicadeza.

—Mi infancia y adolescencia no fueron buenas Aynoa, me cuesta confiar en la gente. Tú eres la primera mujer que ha conocido algunas cosas de mi, eres buena escuchando cuando te hablo.

—No he sido buena persona contigo.

—Ni yo contigo, pero asume que te encanta fastidiarme cómo a mi también me gusta molestarte. —El duque dibujó una sonrisa mientras sus ojos se apretaron mirando su pie desnudo.

Aynoa volvió a sentir el bum en su pecho, esa sonrisa de dientes blanquecinos no se veía con facilidad. Un sentimiento extraño llegó mientras la cálida caricia subió de su tobillo a su rodilla.

"El definitivamente me está seduciendo y yo como un debil y tonto osezno caigo en su tentadora miel"

¿Cómo era que el hombre no mostraba cambiar su tranquilidad? Estaba allí lavando y frotando su pierna y moviendo su mano hasta sus muslos, pero su rostro y su respirar no cambiaba en absoluto.

Lo hizo con una, y  luego con la otra mientras Aynoa respiraba profundamente, cuando el llegaba más allá de su rodilla, más la excitaba. Con sus mangas apretadas en sus brazos el agua se escurría por ellos, la mujer lo observó todo el tiempo incluso pudo apreciar la piel del pecho que se veía en el borde de la camisa abierta. Mordiéndose lentamente los labios, los mojó con saliva antes armarse de valor.

—Tu... —dijo Aynoa tratando de controlar su ardio deseo que él le había provocado. Mirandolo se atrevió a hablar—. ¿Quieres entrar? Yo...también quiero lavarte.

Tarikan que estaba mirando hacia abajo por primera vez cambió completamente su semblante, sus ojos se abrieron grandemente y sus labios se despegaron entre ellos. Le soltó el pie con rapidez mientras la miraba y ese rostro tan atónito poco a poco se fue cambiando a uno serio y enojado. Su ceño se apretó dejando ver los surcos de su frente.

—¿Tú, acaso crees que soy de piedra? —dijo poniéndose de pie—. Milla terminará de ayudarte.

—Espera Tarikan —dijo poniendose de pie enseguida pensó que se marcharía—. No quería incomodarte yo solo...

Aynoa fue rápidamente interrumpida  cuando el duque al verla de pie agarró la túnica de algodón y la cubrió con ella.

No dijo más nada, el hombre aún con esa expresión de molestia puso su mano en su espalda y la sacó del agua cargándola en brazos. Aynoa se arrepintió por un segundo, pero ahora disfrutó verle de más cerca.

Agarrando su cuello vió como los músculos de la mandíbula del hombre se apretaron y se mantuvieron tensos.

Su firme agarre la hizo sentir segura mientras él caminó hacia la cama. Ella no pudo aguantarse y tomándole el rostro con delicadeza le besó la mejilla.

El duque nuevamente abrió los ojos y al girar su rostro ambos quedaron solo a centímetros, tan cerca que su respirar chocó en sus caras. Aynoa no iba a permitir que está oportunidad se le escapara, mirandolo a los ojos lo quiso besar, sentir sus labios una vez más.

A solo centímetros de lograr los que quería el hombre soltó su agarré y ella cayó sobre la cama que dió un leve rebote de arriba hacia abajo.

—Me alegra verte mejor —dijo mirándola desde la altura—. No olvides nuestra salida —agregó agarrando la chaqueta y caminó a la puerta sin decir nada más.

Aynoa miró la puerta luego que se cerrará, una escena muy conocida llegó a su mente, el duque antes también había hecho lo mismo con ella, pero esa vez la mujer fue soltada desde mayor altura y cayó del puente hacía el agua, nada había cambiado entre ambos.

Enfadada no pudo formular otra palabra que lo describiera perfectamente.

—Idiota, sigue siendo un maldito demonio.





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Se siente raro describirme cómo una cruel escritora, eso está tan lejos de la realidad ja ja ja

Confesión: vino una lectora diciendome que si el tatuaje de Tarikan se sentía como escamas y relieves, todo su cuerpo donde estaba el tatuaje también....

Guiño, guiño
(¿Donde me escondo?)

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