43.-Sentimientos
—¿Reimy? —dijo el duque tocando la puerta de su habitación.
—Señor, adelante.
Su mayordomo enseguida le abrió la puerta haciéndola rechinar, era muy de mañana y el sol recién comenzaba a dar sus primeros rayos de luz.
—¿Cómo te sientes? —dijo Tarikan entrando y observando un poco el lugar.
La habitación estaba reluciente, pero la cama se encontraba sin hacer aún, parecía que el mayordomo recién se había levantado.
—Ya sabes, soy un anciano, me quejaría todo el día de mis dolencias.
—No me interesan tus reclamos por tu edad. Siéntate mejor y déjame verte esas heridas.
—¿Por qué está aquí? Lleva poco tiempo en el ducado y ya se está escapando temprano —dijo el hombre sentándose en una silla mientras que el duque se sacaba la chaqueta y la dejaba sobre la cama— ¿Qué dirá su esposa que la abandona tan rápido como sale el sol?
—No dirá nada —dijo él sonriendo.
—No puede descuidar a su esposa, está recién casado. Ordenaré que hoy lleven sus cosas a la recámara matrimonial.
—No harás tal cosa.
—Pero duque, ¿compartirá entonces la habitación matrimonial solo unos días?
—Claro que no, no tengo interés es pasar las noches con ella —dijo el duque caminando hacia el hombre y ubicándose detrás de él, levantó sus manos y las luces de curación comenzaron a iluminar la espalda del mayordomo.
Reimy aún tenía sus heridas delicadas, podían fácilmente abrirse por algún esfuerzo mayor, por lo tanto, Tarikan se encargó de ayudarlo.
Sintiendo como su espalda se cubría con un manto helado y refrescante suspiró relajado mientras dejaba caer su cabeza sobre su pecho.
—No irá contra la iglesia nuevamente, ¿cierto?
—Reimy, no dirás nada.
—No, señor, pero las criadas se darán cuenta de que usted y la señora...
—¿Te dejo las heridas así, cómo están? —le interrumpió.
—Trataré de mantener la información lo más íntimo posible.
—Así se habla, no esperaba menos de ti.
—Hoy viene el sastre y también el mercader para el cambio de cortinas. La duquesa parece interesada en su...
—Haz lo que ella quiera, estoy seguro de que le ayudará a involucrarse en todo.
—Sí, señor, como usted lo ordene.
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Aynoa había aprendido muchas cosas en tan poco tiempo, el castillo era enorme y hermoso, los primeros días debía seguir a los sirvientes para ubicarse, pero poco a poco comenzó a saber dónde estaba cada una de las cosas. Por fin podía tener su habitación propia, elegantemente decorada, tenía una cama donde justo en la noche era iluminada por la luz de la luna, una vista expendida del territorio, de los patios delanteros junto a un silencio que nada del exterior le llegaba a molestar. Poco a poco los arrepentimientos que una vez tuvo se fueron esfumando.
Conoció los cuartos de entrenamiento dónde los soldados practicaban, también conoció el edificio de estudiantes donde pudo ver a muchos niños desde la ventana, todos sentados mirando a un hombre que les hablaba en voz alta. Se dio cuenta de que había jóvenes de diferentes edades, incluso niños de solo seis y ocho años.
También conoció los subterráneos, sombrío y lúgubre estaban divididos en dos, el ala norte y ala sur. Una de ellas tenía termas de agua caliente que bajaba de las montañas, pero Reimy le indicó que si ella quisiera un día ir allí debería avisar y nunca ir sola porque muchos soldados lo usaban sin previo aviso.
Por otro lado, estaban los calabozos, la entrada a ese lugar estaba prohibida, ya que el duque tenía todos sus estudios y cosas personales. El mayordomo no le explicó nada más de esa zona, encerrados con dos puertas grandes de madera, ella solo lo observó desde una distancia prudente, su curiosidad algún día llegaría allí y descubriría que es lo que el duque guardaba, pero era muy pronto para que los ojos dejarán de estar todo el tiempo sobre ella. Abajo todo carecía de luz, se podía escuchar una que otra gotera y un frío fresco cubría cada rincón.
Cuando llegó el sastre, Aynoa se mantuvo tranquila viendo cada una de las telas, junto con Milla eligieron los nuevos vestidos que tendría la duquesa, pero no sé dejó llevar por los hermosos modelos que le mostraron. Constantemente miró a Reimy para la aprobación en temas de dinero.
Anteriormente, había sido llevada hacia la habitación del duque y allí pudo ver el guardarropa que tenía. Se dio cuenta de que Tarikan era de gustos simples y sin colores llamativos. Tenía tres trajes elegantes con bordados de plata y oro, sin contar el traje oficial de las serpientes.
Se sorprendió de lo sencillo que era su ropa, para un hombre conocido por todos no estimaba gastos en sí mismos, eso hizo que Aynoa tuviera una fantástica idea.
Cinco días pasaron después de la visita del sastre, Aynoa dedicó bastante tiempo en aprender de los libros de la biblioteca y poco a poco comenzó a tener una rutina con los quehaceres. Por la tarde visitaba la cocina y hablaba con los sirvientes, las criadas estaban contentas con ella, ya que los arreglos y los cambios de cortinas y mantelería comenzaron ese mismo día.
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Tarikan estaba en su oficina cuando la bulla del exterior lo molestó, levantándose pesadamente de su silla, caminó a la ventana y miró a través del vidrio.
—Señor —dijo Reimy entrando a la habitación.
Tarikan no contestó, miró por la ventana y allí un montón de personas se juntaban alrededor de una mujer pequeña que tenía un baúl abierto frente a ella.
—¿Esa-esa es mi ropa? —dijo sorprendido.
Aynoa estaba allí, regalando todo lo que estaba en ese baúl. La gente emocionada le agradeció a ella lo que estaba haciendo y de repente subieron sus miradas y saludaron al duque en el tercer piso. La duquesa entonces llevó su mirada hacia allí encontrándose con el rostro del hombre, no había enojo en su cara, pero si sus ojos sostuvieron su mirada todo el tiempo.
—Por todo lo que me has hecho —se dijo ella y luego sin dejar de mirarlo alzó la mano y le mostró el dedo del medio.
—Reimy, ¿qué significa esto? —preguntó tensando la mandíbula y volteando a verlo.
—La duquesa tiene un corazón muy noble, mi señor. Ella decidió que usted necesitaba un armario nuevo, yo venía a buscarlo porque el sastre está esperándolo en el salón pequeño.
—¿Y trataste de decirle que no?
—No, señor, sinceramente no recuerdo el día que usted compró ropa nueva, le dije a la duquesa que usted se negaría rotundamente.
—¿Y qué te dijo?
—Que si no hay ropa en los armarios, usted aceptará probarse la ropa nueva que llegó sin objeción.
—Maldita mujer —soltó volviendo a mirar por la ventana, podía ver cómo ella sonreía mientras la gente seguía sacando ropa de aquel baúl.
—Señor, ella lo debe conocer bastante como para...
—Reimy, no quiero escucharte.
El anciano se quedó callado, pero no borró esa sonrisa y ojos achinados. Mirando la espalda del duque y como lamentaba la situación en el antejardín solo se dijo una sola cosa "ella es perfecta para él"
Tarikan no era un hombre que le interesaba las cosas materiales, pero sí era muy sencillo en la hora de buscar ropa. En el castillo la mayoría de las veces andaba con ropa informal y grande. Las poleras le llegaban más allá de la cintura y aquello no le incomodaba en absoluto.
Molesto se tragó el malestar caminando hacia el salón pequeño. Reimy fue con él mientras le relataba como Aynoa se mostraba entusiasta con los nuevos cambios y le rogó tener paciencia con la mujer, ya que recién ambos se estaban conociendo.
El duque abrió la puerta y un hombre de baja altura lo saludó estrechando la mano con él.
—Estoy muy agradecido de poder servirle duque de Castilville. Hace unos días también me reuní con su esposa, es una mujer muy encantadora y elegante. Tiene buen ojo con las telas de buena calidad y es por eso que le tengo preparados unos modelos para que se los pruebe.
—Hagamos esto rápido —dijo Tarikan sacándose la polera sobre su cabeza.
—Claro que si duque, estoy seguro de que un hombre como usted tiene muchas cosas más importantes que hacer —dijo ofreciéndole un atuendo.
Tarikan agarró la ropa y enseguida sintió la buena calidad de la tela, Aynoa realmente había elegido bien. Al duque no le importó cuantas monedas de oro se irían allí.
Aynoa apareció justo cuando el hombre se había probado más de cinco prendas, al escucharla todos voltearon a verle sonrientes, menos el duque.
—Estaba segura de que también te encantaría —dijo Aynoa entrando después de tocar dos veces la puerta.
—Duquesa, me alegra verla —dijo el sastre.
—¿Mi esposo no le está haciendo problemas? —Aynoa caminó lentamente, pasó frente al duque, intercambiando miradas, pero ninguno se dirigió la palabra directamente.
—No sea tan ruda con él —respondió Reimy mientras que la mujer se sentaba en uno de los sillones.
—El duque es muy generoso, la gente aceptó con mucha alegría su ropa antigua —dijo Aynoa y enseguida quedó satisfecha por la reacción del hombre que era su esposo. Levantó el rostro y la miró a través del espejo con seriedad.
—Señor, le queda bastante bien ese atuendo —dijo Reimy al verlo de pie mientras que el sastre tomaba las últimas medidas para sus arreglos.
El duque lo ignoró, frunciendo un poco el ceño, aguardó hasta que el hombre le diera el permiso de cambiarse de ropa. Aynoa estaba complacida, mirando cómo había tenido que aceptar en nuevo guarda ropa sin objetar, sentía que está vez ella se había salido con la suya.
Tarikan se veía bastante bien con cualquier color que se ponía y mientras todo duro, ella lo observó todo momento. Sin darse cuenta soltó dos grandes suspiros cada vez que el hombre se paraba derecho frente al espejo. Volvía a preguntarse ¿Cómo es que el hombre nunca estuvo con una mujer?
Preguntándose aquello llegó a una conclusión que no había pensado, quizás Tarikan no tenía rumores de amoríos, pero ¿y si realmente eso solo fue porque era tapado en su castillo?, ¿quizás el sí había tenido pretendientes y había aceptado más de una de ellas?, ¿quién era la mujer que se había comprometido con él?
—Lo estás disfrutando, ¿cierto? —dijo él acercándose a ella mientras se desabrochaba la quinta chaqueta.
—Mi intención no es molestarlo duque— sonriendo, dejó sus pensamientos a un lado y se metió en el papel de esposa—. Debo admitir que mi esposo deslumbra una belleza única con cada traje que se ha probado. Me complacería estar aquí toda la tarde viéndolo elegir más atuendos.
Reimy quedó encantado con ella, parecía que la duquesa si amaba a su esposo, a pesar del poco interés que había de parte del duque. Se dijo a sí mismo que era solo cuestión de tiempo para que la habitación matrimonial realmente fuera ocupada como era debido.
Tarikan, por otro lado, estrechó más los ojos preguntándose qué era lo que ella tramaba. Hasta el momento todos en el castillo creían que ya eran una pareja y el consciente de eso, pensó en su actuación.
—No querrá mantenerme aquí todo el día ¿O si? —El duque cerca de ella, estiró su mano y le agarró un mechón de pelo que suavemente acarició con sus dedos—. Debo revisar los alrededores del castillo, me acompañará.
—Estoy un poco atrasada con los libros de...
—No es una pregunta duquesa, después de dedicar tiempo en mí, le voy a agradecer dedicándole tiempo a usted también. Le tengo una sorpresa.
Los ojos del hombre se abrieron mientras dibujó una sonrisa espantosa, Aynoa enseguida se preguntó si está vez se le había pasado la mano y la venganza del duque sería abrumadora.
Tarikan se incorporó lentamente mientras que ella había quedado muda. Luego se sacó la camisa que le había puesto el sastre y con cuidado se la pasó para que las agujas no se salieran de sus medidas.
Aynoa quedó un poco aturdida mientras analizaba lo que iba a ocurrir, viéndole la espalda desnuda, recordó que aquel hombre estaba a pocos días de cumplir un año más.
—Una piedra de carbón sería un regalo ideal —se dijo sentándose más derecha.
Pero realmente no quería llevarle la contraria en ese día especial, el duque recibiría regalos por todos lados, ¿qué podía regalarle? El dinero que compró las telas del sastre eran del duque, todo venía del duque, sería estúpido comprarle un presente con su propio dinero.
—¿Debería hacerle algo a mano? Más bien, ¿se merecía dedicar tiempo y esfuerzo en un presente así? —se preguntó.
Aynoa volvió a llevar sus ojos a él y solo un movimiento del duque le dio respuesta a su interrogante. Llevando su mano a su pelo, lo peinó echándolo para atrás mientras que los músculos de su brazo y hombro se apretaron.
—Lo haré.
Ignorando aquel sentimiento extraño que sentía cada vez que lo miraba sin que él se diera cuenta, llegó a pensar que su regalo debía ser algún tipo de tejido. No sabía cocinar para prepararle algo de buen sabor, ni tampoco sabía pintar, quizás una especie de pañuelo que él pudiera ocupar y que no le moleste llevarlo a cada excursión que necesite, sería ideal.
Más tarde Aynoa no se pudo separar del duque, él la llevó directamente a los establos, tomada de la mano dio pasos con rapidez para poder seguir su ritmo. Los soldados al verlo solo la ignoraron mientras ella era jalada y se esfumaron para dejarlos solos. Al llegar ella sintió un olor fétido que hizo que se tapara la nariz, el excremento de animal se estaba reuniendo en un costado por dos jóvenes que llevaba sus bocas tapadas.
—Dijiste que querías aprender a montar, ¿no?
Aynoa se sorprendió al escucharlo, entrando al establo pudo ver hermosos corceles encerrados cada uno en su espacio. La mayoría eran de colores cafés y negros, pero era bastante altos haciéndola sentir diminuta. No esperaba que específicamente el duque comenzara tan rápido a cumplir con su palabra.
—Ven —dijo él tomando nuevamente su mano y jalándola de forma brusca, la llevó al fondo del lugar—. Estos caballos son de guerra, por lo tanto, no podría montarlos una novata cómo tú, es por eso que... te compré uno —dijo abriendo una de las puertas y la miró con una sonrisa.
Aynoa no creía lo que estaba viendo, realmente pensó que Tarikan se vengaría por haber regalado toda su ropa y ser obligado a comprar algo nuevo, esto sin duda no parecía una mala broma o un castigo.
Un hermoso corcel café claro que parecía incluso rojo marmoleado quedó en su mirada. Era pequeño en comparado a los otros, con unas pestañas largas y ojos vividos, Aynoa se sintió encantada, jamás había tenido un regalo tan valioso como ese.
—¿Puedo tocarlo? —preguntó hipnotizada.
—Búscale un nombre apropiado y debes ser responsable de él.
—Si, si lo haré —Aynoa no miró al duque, mientras el hombre sujetó las riendas, ella pudo tocar el pelaje del animal.
—¡Ricardo! —gritó el duque.
—¿Si señor? —dijo un hombre apareciendo por una de las puertas.
—Ensíllalo y ensilla el mío.
—Enseguida señor.
—¿No estás molesto? —preguntó ella mientras observaba como se llevaban al nuevo caballo.
—Un poco —dijo él cruzándose de brazos— si mañana desayunas conmigo, olvidaré lo que hiciste.
—También es tu culpa. He dedicado mucho tiempo leyendo las cosas que dejaste.
—Eres la nueva duquesa Aynoa, ¿No crees que tu título conlleva una gran responsabilidad? No tienes que ponerte al día con todas las cosas, Reimy se maneja muy bien con ello y estará dispuesto siempre en ayudarte.
Sus palabras hicieron que rápidamente la duquesa se arrepintiera de haber tirado toda la ropa del duque. No estaba obligada a leer todo de la noche a la mañana, podía pedir ayuda sin sentirse culpable de ser ella la responsable del castillo.
—Lo siento —dijo mirando hacia un lado—. Debí preguntarte si querías ropas nuevas.
—Sí, debiste haberlo hecho. —Tarikan comenzó a caminar hacia ella incluso más de lo que era permitido y Aynoa se echó atrás, ¿otro juego de él?
—Fue-fue un malentendido —dijo la mujer.
—Desde que nos conocimos has sido así conmigo —dijo él acorralándola hasta que su espalda baja tocó una mesa.
Cada vez que estaba a solas con el duque había comenzado a sentirse nerviosa. No sabía aun si el hombre se podía enojar lo suficientemente con ella como para llegar a hacerle algo, y muchas veces tenía el valor de molestarlo sin pensar en nada más.
Se sintió acorralada, no había nadie más allí que los dos y sabía que pronto entraría el encargado de los caballos y los encontraría a ambos lo suficientemente cerca para causar malos entendidos.
Entre los relinchos de los animales, Aynoa subió su mirada y sintió como su corazón pegó fuerte en su pecho en cuanto posó sus ojos en los de él.
Preguntándose las acciones que él estaría por hacer, pensó en cosas románticas, pero se dijo a sí misma que la fantasía que su mente jugaba no era apta para un hombre como él.
Entonces ella estiró las manos hacia el frente y llegó a ponerlos en su pecho para empujarlo más lejos. Tarikan se detuvo, bajó la mirada y vio las manos de ella sobre él y soltó una pequeña risita llevando sus ojos a ella.
Aynoa se sintió avergonzada al darse cuenta de que el duque lo único que hizo fue incomodarla para sacar los guantes que estaban en una repisa detrás de ella.
—Soy un hombre de palabra ¿Recuerdas? —dijo él apartándose y dando unos pasos hacia la salida.
Era la segunda vez que ella esperaba alguna clase de amor de parte de él, pero Tarikan solo la provocaba entre un juego seductor.
—Jamás olvidaré la noble voluntad que tuvo mi esposa por mis prendas —dijo sin voltear mientras se ponía los guantes.
—Ya te dije que fue un malentendido, pensé que me torturabas con los libros.
—¿Yo, torturar a una mujer?
—No te hagas el tonto.
—Ponte los guantes que están allí y ven conmigo.
Aynoa lo fulminó con la mirada mientras la dejaba sola, ¿cómo es que a esa altura aún seguía cayendo en su juego?
Posando su mano en su pecho pudo notar como su corazón latía a toda velocidad y su respirar aún se mantenía intranquilo, es que no podía aceptar que su cuerpo reaccionara así por ese "idiota"
Haberlo besado en el carruaje sin duda había sido por este sentimiento.
Aynoa salió de allí y vio al duque sosteniendo las dos riendas de los caballos mientras le daba la espalda. Con aquella ropa suelta sus brazos se notaban con más facilidad y no tenía la capa que siempre estaba usando.
—Te daré unas instrucciones y luego daremos una vuelta por los alrededores —dijo sintiendo solo la presencia de ella llegar lentamente a él.
—Bien.
—Mantente tranquila, los caballos son animales muy nerviosos y si tú lo estás ellos lo van a sentir.
—Entiendo.
Tarikan sin previo aviso volteó hacia ella y la agarró de la cintura para alzarla en el aire. Aynoa no gritó ni dijo nada, pero instintivamente puso sus manos en sus brazos.
La textura de la silla de montar era dura, pero cuando el caballo se corrió unos pasos ella rápidamente hizo lo que el duque le había dicho que no hiciera.
—Ay dios, ay dios...
—Tranquilo. —El duque le dio suaves palmadas en el cuello del caballo y miró a ella que se había aferrado a las cuerdas—. Si haces las cosas que te digo no te vas a caer— agregó poniendo sus pies en los estribos y ajustando su altura para que sus piernas quedarán cómodas.
—Pero se-se está mo-moviendo —dijo ella asustada cuando el caballo sin previo aviso dio unos pasos hacia delante.
—Vamos, apégate allí —le dijo él tocando la silla de montar. Aynoa no entendió, pero luego sintió al hombre subirse detrás de ella.
Las manos grandes de él enseguida se pusieron sobre la de ellas que agarraban más cuerdas y jaló hacia atrás, el caballo se detuvo enseguida.
—No estés tan nerviosa —le dijo hablándole de cerca.
Tarikan no pudo verle la cara y fue un alivio porque su rostro se había teñido. Ya no estaba nerviosa por estar sobre el caballo, sino por sentir en toda su espalda el cuerpo del hombre y no solo fue eso. Con Tarikan presionándola hacia delante, la silla de montar quedó firmemente pegada a sus muslos inferior.
—Ten siempre las riendas con ambas manos, una toma está parte y con la otra diriges.
Aynoa solo asintió con el rostro, parecía que un ratón le había robado la lengua mientras intentaba concentrarse en lo que el hombre le decía. Tarikan dándole suaves golpes a los costados del caballo comenzó a dirigírlo por todo el lugar haciendo círculos para que ella se acostumbrara.
Nada de eso ayudó a sentirse menos atrapada, podía sentir como el calor llegó a sus mejillas, el aliento del hombre moviendo el pelo cerca de su oreja izquierda y la incomodidad de ser refregada constantemente allí abajo se llevó toda su atención.
—Aynoa, ¿estás bien? —preguntó el duque tratando de mirarla.
Aynoa sintió como las manos que estaban sujetando las cuerdas subieron y llegaron a tocarle el rostro. La gran palma del duque quedó frente a sus ojos.
—¿No te vas a desmayar? —preguntó sintiendo su calor.
—Es-estoy bien —contestó lentamente, podía oler la palma de la mano del hombre y sentir lo tibio que era. Eso solo produjo un escalofríos y sus hombros subieron y bajaron de forma rápida.
El duque se bajó después de eso y Aynoa soltó un gran suspiro acomodándose un poco más atrás en la silla. Su pequeño estímulo pasó desapercibido para un hombre que podía haberla notado y molestado todo el tiempo posible. Agradeciendo aquello volvió a la realidad de montar un caballo por primera vez.
Aynoa recibió rápidamente las instrucciones de dónde irían, escuchó detenidamente lo que debía hacer mientras miraba al hombre cerca de ella. Tenía un revoltijo de emociones entre estar nerviosa, contenta, ansiosa, excitada y emocionada. En ese momento pensó que después de todo había sido bueno hacer tratos con el duque, ya que él estaba cumpliendo fielmente a los acuerdos.
Observándolo, notó que el hombre ya estaba bastante acostumbrado a interactuar con su caballo, se subió al suyo como si nada y enseguida guío al animal y este le obedeció con rapidez.
—No tenses las cuerdas. —Fue una de las palabras repetidas del duque al ver cómo ella tomaba las riendas y las echaba hacia arriba.
—¿Cu-cuando fue tu primera vez montando un caballo? —preguntó ella a medida que ambos comenzaron lentamente a moverse.
—Bastante tiempo, alrededor de nueve o diez años —le contestó él—. ¿En el marquesado nunca te dejaron cabalgar?, ¿por qué?
—Claro que no —dijo tratando de seguir los pasos del caballo del duque—. Mi padre decía que una mujer no debía abrir las piernas ni para sentarse en un caballo.
Tarikan la miró con una ceja sobre la otra, y rápidamente pensó que la iglesia realmente eran muy estrictos por la virtud de una mujer. Seguramente por aquello las mujeres no podían cabalgar.
—Bueno, conmigo ya lo hiciste —soltó como si nada.
—¡Tarikan! —Aynoa se avergonzó rápidamente y sin pensar soltó las riendas y se tapó la boca mientras lo miraba.
El duque solo se rio de ella mientras delicadamente puso su mano en su cintura para que no se cayera.
—Debes apretar las piernas y aflojar dependiendo del movimiento del caballo —dijo y lentamente retiro su mano—. Aquí la iglesia no se meterá en la vida de las personas. Lo intentan, claro está, pero la gente de Castilville no aguanta aquello, las mujeres montan desde muy temprana edad.
—Lo entiendo, pero no digas esas cosas.
—¿Por qué? No hay nadie quien nos escuche y además te dije que era normal para las parejas.
—Tú y yo no somos... —Aynoa se quedó con las palabras en la boca.
Fue como un balde de agua fría que ella misma se había lanzado, pensando que en el fondo de su corazón ser la pareja de este hombre hubiera sido hermoso, si no fuera solo por un contrato.
Tarikan no dijo nada, siguieron el camino en silencio y de vez en cuando volteó para vigilar su andar. Gracias a ella parecía que nuevamente un muro entre ellos se formó volviendo a separarlos. Aynoa solo bajó la cabeza arrepentida.
Mientras los árboles hacían ruido meciéndose con el viento, las primeras casas que estaban dentro de los muros del castillo comenzarían a estar a la vista. Entonces el caballo del duque se detuvo hasta estar a la misma altura que ella y el hombre mirándola le habló.
—No te sientas mal, es bueno que me lo recuerdes constantemente —dijo él y le regaló una sonrisa antes de darle un golpe al caballo y este apuró más el paso—. Date prisa o llegaremos a la noche.
¿Acaso él se olvida que esto es un contrato?
Su sonrisa tan espléndidamente perfecta volvió a disparar emociones fuertes dentro de ella. En ese momento, viéndolo cabalgar con su pelo, moviéndose con el viento y descubriendo su frente, ella descubrió una cosa.
"Realmente me gusta este hombre"
La gente de las casas saludaron con emoción a los duques, era primera vez que ambos se mostraban juntos y Aynoa aunque estaba aún avergonzada poco a poco se fue olvidando del asunto.
Tarikan otra vez fue alguien que ella nunca había imaginado ser, saludando alegremente a la gente parecía otro. La relación que había entre el señor de aquella tierra con los habitantes era sumamente distinto a los que ella estaba acostumbrada.
Su padre casi nunca bajaba a la ciudad o intercambiaban palabras con los granjeros que vivían dentro de los muros. No sé relacionaba con gente de poca clase y jamas se había aprendido los nombres de memoria de su personal y eso fue la gran diferencia que hacía el duque con los suyos.
Definitivamente, el reino completo tenía una impresión errada de cómo era realmente su esposo.
—También se dedica a curar a los enfermos, visita a los estudiantes y da comida a los...
Aynoa se quedó en blanco, ¿cómo es que la imagen del hombre haciendo todo eso llegó de la nada?
Hasta el momento no había escuchado que él hacia todas esas cosas, hasta ese momento el hombre poco a poco demostraba que no pensaba solo en sí mismo, pero entonces ¿Cómo ella llegó a pensar que el duque curaba a los enfermos y todo lo demás, sin que nadie le haya dicho?
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