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42.-Duquesa

Aynoa poco a poco volvió a la normalidad, paso el resto del día en la habitación del duque sin que él se volviera a presentar. Milla la ayudó a bañarse en cuanto le trajeron ropa limpia y luego ambas comieron un poco de guiso de carne con patatas. El ambiente dejo de estar tan tenso, en una habitación bastante hermosa, ella se sintió más agusta.

—Esta bueno a pesar de lo que habían dicho —dijo Aynoa al recordar las disculpas de las criadas por no tener cocinero de alta clase.

—De verdad espero que todo mejore, en el marquesado usted tenía bastante comodidades, mínimo aquí deberían entregarle lo mismo o más.

—Si Milla, pero no es que me moleste tampoco.

—No sea tan humilde. Le haré una pregunta que aún me causa extrañeza —dijo Milla mirándola con una leve sonrisa—. ¿Hay algo que haya hecho dentro del carruaje para que usted se sienta tan emocionada con el duque?

—¿Emocionada?, ¿qué?

—Eso es lo que usted dijo, que desde que íntimo con el duque los desmayos son más frecuentes.

—¡Ay dios Milla! ¿Eso dije?

—Sí, eso entendí yo, el duque también se vio un poco incómodo por sus palabras. Sé que es un contrato, pero ¿Usted y el duque ya están juntos?

—¡No! Claro que no, el... El sigue siendo el duque...

—Y usted la duquesa, su pareja... Su esposa.

—No Milla, no yo y él... Tarikan dijo que aquí no debo actuar como su esposa.

—Bueno, solo era una pregunta —dijo ella riéndose burlescamente—. No necesita ponerse tan nerviosa. No había visto al duque sonreír de esa manera cada vez que trata con usted.

—Es solo un idiota que le gusta fastidiarme constantemente.

—Como usted diga mi señora.

Impensable, inimaginable eran las palabras que llegaron a su mente. Era un contrato, el duque jamás la vería como una posible pareja ya que se comportaba así por todo lo que se había pactado.

—Milla —dijo mencionando el nombre de su criada—. ¿Recuerdas que en las historias de los trovadores hay algunas que hablan sobre volver a vivir otra vida aquí en la tierra?

Aynoa se seguía sintiendo extraña, parecía que su mente se desconectaba y se esfumaba pensando en las cosas que había vivido en la otra vida, pero ¿que tenía que ver aquel libro que vio sobre un velador? Siempre le había gustado leer, pero no parecía que aquel recuerdo tuviera relevancia con la vida de ahora.

—La recuerdo, había uno en especial que siempre pasaba a las diez de la mañana por mi hogar. Hay muchas parecidas, pero está es la más conocida —dijo ella y rápidamente entonó una canción hermosa y de buen ritmo.

En esta vida cruel
Los libros no han de conocer
Historias de un nuevo amanecer
Que hay más vida al fallecer.

Nadie podrá ver
Lo glorioso de nacer
Que mis ojos verán
Al mesias de Nazareth

Y todos preguntarán
Que en el cielo me he de quedar
Pero tengo otra oportunidad
De volver a mi tierra natal.

—Solo habla del cielo Aynoa, la tierra natal es allí con Dios.

—Pero ¿y si no?

—¿Qué le preocupa?, ¿piensa que puede llegar a morir aquí? —Milla se sentó a su lado y mientras la observaba puso su mano sobre las suyas—. Entiendo que ninguna de las dos había visto al duque tan furioso cómo hoy, pero entienda la situación. Estoy segura que él jamás le hará daño, me ha encomendado su bienestar, si no se preocupara por usted no me hubiera dicho nada. Hay muchas partes del duque que reicn aquí vamos a conocer.

Su rostro, su mirada, sus ojos que parecían incendiarse, solo faltaba que se tornaran de un rojo oscuro para convertirse en esos humanos que ella tanto les temía. Mientras más rojo y más oscuro, más peligrosos eran.
Ella quería decirle a su criada las cosas que estaba viviendo, estaba batallando sola los sucesos que me habían ocurrido, pero no podía confiar así nada más. Su vida se arriesgaría si abría la boca como si nada.

—Escuché que el mayordomo del duque estaba grave, pero que habíamos llegado a tiempo.

Aynoa la escuchó y enseguida una imagen vino a su cabeza, sin saber mucho del hombre, se lo imagino con pelo corto peinado hacia atrás, unos lentes redondos y unos bigotes finamente cortados. Con pómulos pronunciados y un cuerpo delgado parecía un abuelo agradable como esos que siempre se reían de todo.

Llegó a creer que en su otra vida debió haber tenido un abuelo con esas características, ya que siendo Aynoa no había conocido a los padres de sus progenitores.

************************

Pasaron cinco días después de la tragica llegada de las serpientes, el duque junto a sus hombres se encargaron de organizar las provisiones a la ciudad, también de arreglar los males entendidos que se habían generado con la gente del ducado gracias a Mormont y recorrieron todo los alrededores del territorio buscando monstruos.

Recompensando a cada familia, el duque no dudo en tomar responsabilidad ante eso, por otro lado la corona mando a buscar a Mormont y lo llevarían a la capital ante cualquier cosa. Los informes de lo ocurrido también fueron de la mano de uno de los aprendices de ducado.

Después de dos semanas, Aynoa por fin fue llamada por el duque, hasta el momento no había podido salir de la habitación y Tarikan tampoco la había ido a ver.

Lo primero que notó al salir de la habitación fue que la sirvienta que llegó a buscarla estaba vestida con un hermosos vestido con delantal y una elegante y fina trenza que caía a sus costados. Los descuidados sirvientes de un principio ya no estaban.

El suelo había sido lustrado, las alfombras estaban cambiadas y un fragante olor de inciencios cubrian el pasillo.
Había más vida, todo estaba más iluminado que incluso Aynoa se asomó lentamente por la escalera y vio brillo en las cerámicas reluciendo una hermosa pureza.

—Aynoa. —La voz del duque sonó detrás de ella.

—Duque de Castilville —dijo ella volteando y rápidamente bajó la cabeza al verle. Habían pasado bastantes días, pero ahora teniéndolo al frente no tardó en sentirse un poco nerviosa.

—¿Diez dias te devolvió lo formal?

Ella sorprendida le observó y luego miró a la sirvienta que dibujo una sonrisa en su rostro.

—Aun no sé cómo tratar...te.

—Ven conmigo —dijo él ofreciéndole su brazo. Aynoa lo tomó tímidamente mientras comenzó a caminar a su lado. El calor de su cuerpo se podía sentir entre la tela de su brazo, Aynoa trató de ignorar aquel hecho.

—No hablamos sobre la formalidad, yo...

—Lo sé, pero si sigues llamándome así seguiré sintiendo que somos dos desconocidos —le contestó él.

—¿Por qué me has llamado?

—Porque hoy voy a presentarte.

Aynoa lo miró, se veía relajado, llevando un hermoso traje gris de tela delgada, parecía que toda la vitalidad del hombre había vuelto en si y no se veía tan demacrado cómo la última vez.

El duque la llevó por la escalera hasta el primer piso y cuando el gran salón quedó en su mirada se dió cuenta que toda la servidumbre estaba allí, incluso Milla con las cabezas bajas.

—Aynoa te quiero presentar formalmente a todos —dijo el duque y enseguida comenzó a nombrar a cada persona mientras caminaba entre ellas.

Estaba el encargado de la cocina, el encargado de los caballos y los establos; el de la despensa, servidumbre, entre tantos más. Aynoa se sorprendió de que el hombre se sabía los nombres de sus sirvientes. Solo uno que otro que le costó, el cual eran los que habían contratado en estos días.

—Ya conoces a Cler, cualquier cosa que necesites de la gente que te he mencionado tienes que hablar con ella.

—Entiendo.

—Y por último, ven aqui —Tarikan se veía bastante animado, era extraño para ella ver esa faceta de él, eso solo le hizo entender una cosa, aquel hombre era distinto al que era fuera del ducado.

—Duquesa de Castilville es un honor presentarme —dijo un hombre cerca de la puerta, puso su mano en su pecho e inclinó su cabeza—. Mi nombre es Reimy Lorton soy el mayordomo del castillo y el encargado que todo esté en perfectas condiciones.

Aynoa se sorprendió, lo miró de pies a cabeza y no dijo nada. Era exactamente como lo había imaginado, con aquel bigote bien perfilado, pómulos pronunciados, unos lentes y su cabello peinado hacia atrás. Un anciano elegante y formal. Pero ¿Por qué ella se había hecho una imagen de el tan perfectamente detallada y real?

El silencio inundó el gran salón hasta que Tarikan carraspeó la garganta mientras la obserbaba.

—Disculpeme, es un honor también para mí conocer al hombre que cuido el ducado en la ausencia de mi esposo —contestó ella con una voz bastante acordé para que todos escucharán demostrando así que no era una mujer tímida.

—Le serviremos de todo corazón, estaremos todos bajó su cuidado y a su servicio.

—A su servicio duquesa —dijeron todos

Aynoa sonrió al escucharlos, cuando volteó a verlos a todos, encontró caras sonrientes y ojos que demostraban respeto, pero también simpatía.

—Espero que te lleves bien con ellos, un castillo no sería uno sin estas personas que lo mantienen a flote —dijo el duque—. Tu eres la señora ahora, si quieres cambiar algo de la decoración, los colores, las telas, estás en todo tu derecho.

—Duque —Aynoa lo observó, se suponía que allí ya no serían esposos, pero aún así el duque le estaba dejando a cargo la decoración del castillo como si realmente lo fuera.

—Señora, llegarán unos comerciantes a medio día, a pesar que el castillo se ve mejor a lo que estaba en su llegada hay algunas cosas que cambiar ¿Desea que le muestre el castillo?

—Claro que si.

Mientras ella miraba al mayordomo, sintió la mano del duque posarse en su espalda baja, giró su rostro para mirarle y se encontró con él lo suficientemente cerca como para sentir su mejilla contra la de ella. Tarikan fijando sus ojos en otra parte había inclinado su cuerpo y le habló al oído.

—Ya he hecho mi parte, los papeles de tu nueva tierra te llegarán la próxima semana, después conversaremos de lo que pondrás allí.

—¿De verdad?— preguntó asombrada. El solo asintió regalandole una sonrisa y comenzó a dar unos pasos hacia la puerta.

—Reimy muéstrale el castillo y le enseñas poco a poco las cosas que tiene que hacer.

—Si señor.

—Duquesa —dijo él, había estrechado los ojos y la miró con una sonrisa ladeada—. Diviértete.

Sus palabras, Aynoa no dijo nada, pero conociendolo rápidamente pensó que algo ocurría o algo Tarikan tenía preparado para molestarla. Acostumbrándose poco a poco a las expresiones de su rostro

—Sígame duquesa Aynoa.

El duque después de eso se escusó siendo buscado por uno de sus soldados, el poco tiempo que estuvo Aynoa con él no bastó para responder todas sus preguntas, pero ella no perdió el tiempo.

Reimy amablemente comenzó a mostrarle el lugar, caminando lentamente por los pasillos le fue contando la historia de este.

Hace más de ciento cincuenta años el castillo había sido construído en el lugar por la familia Mormont. Pero en la guerra del invierno rojo la familia con aquel prestigiado nombre perdió las tierras en la batalla y los monstruos se fueron esparciendo por el lugar.

Los bosques de Rumani llegaban a cubrir casi toda la tierra y el castillo se volvió peligroso ya que nadie podía ver qué montruos se acercaban.

—Castilville estuvo abandonado por veinticinco años, y solo cuando la gran guerra terminó el rey condecoró al antiguo duque Ragnur por haber sido un héroe de guerra.

—¿Es por eso que Mormont se había aventado en el castillo?

—Es una buena teoría —dijo en anciano

Reimy era bastante simpático y amable con Aynoa, tenía la paciencia de mostrarle cada parte del castillo y no solo eso, también le fue relatando la historia de todo el lugar. La duquesa recorrió los patios, los balcones e incluso la terraza donde se podía ver el territorio dentro de los muros que tenía el propio castillo.

Uno de los relatos que más le impresionó era que Tarikan fue nombrado sucesor del duque cuando tenía dieciocho años, el título de hechicero lo obtuvo a los quince y el último título que llevaba en sus hombros lo obtuvo tan solo hace tres años.

Gracias a su difícil manejo ante la corona, el hombre no era candidato para ser comandante de uno de los ejércitos más poderoso del reino, pero la gente lo seguia en Castilville solo por ser el heredero de aquella tierra. Reimy le relató que realmente el duque no podía mantenerse tranquilo y si lo hacía no dudaba un mes en volver a tener problemas. Lamentaba el hecho, pero nada cambiaba la manera de ser del duque.

Aynoa pensó en eso, significaba que el ducado con la corona siempre tendrían una relación tensa, quizás eso explicaba mucho el trato que los reyes tenían con el duque, pero siendo la esposa de él, aquello le traería también problemas a ella.

Si Tarikan se metiera en un embrollo gigante donde le quitarán el título de duque, ¿qué podría hacer ella para mantener su título, su tierra, sus riquezas? Si llegaban a encerrarlo, ¿podía ser ella la responsable de Castilville o la corona buscaría un remplazo?

La idea nuevamente de un heredero volvió a surgir en su interior. Si ella concebia algún hijo varón del duque podría mantenerse en el título sin que nadie se lo quitara. Volver a Abeul no sería bien visto llevando ya el apellido de su esposo.

—Mierda —se dijo mientras simulaba escuchar a Reimy.

—Si usted quiere puedo enseñarle los libros de finanza ya que ahora es la duquesa, debo suponer que tomara el mando de las cosas ¿Cierto?

—¿El que?

—Usted siendo ahora la duquesa debe encargarse de organizar los eventos, la decoración del castillo, todo lo que no tiene que ver con guerras y reuniones políticas.

—Bien, muéstrame esos libros.

—Con gusto mi señora. Debe saber que todas las noches los soldados cenan en el salón a las ocho y a las diez de la noche ya que se dividen en grupo. El sastre vendrá para preparar diez prendas de usted el día de mañana, las sirvientas tienen un día libre que es el último día del mes.

—¿Puedo ver el armario del duque?

—Claro que si, al duque no le gusta mandar a hacer su ropa, pero usted puede persuadirlo de mejor manera para que el sastre preparé también ropa para él. No olvide que el cumpleaños del duque se acerca para la primera semana de mayo.

—¿Su-su cumpleaños?

—Si señora, si piensa cambiar algo de la decoración del castillo estaría con el tiempo justo para poder mandar a hacer cualquier arreglo. El castillo se llenará de visitas.

Aynoa fue todo el camino pensando en aquel día ¿Cuántos años cumplía el duque? ¿Que podría regalarle que pudiera gustarle? No conocía mucho de él, no conocía sus gustos, ni sus pasatiempos, entonces ¿qué podría darle?

—Esto —dijo Reimy al mismo tiempo que abría una puerta—. Es la oficina, está junto con la biblioteca.

Aynoa sintio cómo el alma se le salía del cuerpo, Reimy le mostró el lugar, pero cuando le indicó todo lo que ella debía leer entendió las palabras "diviértete" del duque.

Debía aprender como se manejaba el ducado, como estimar en gastos generales y también en organizar la fiesta que se venía. Claro que el mayordomo no dudo en ayudarle y explicarle libro por libro.

El lugar se encontraba bastante limpio, pero aún así el olor a libro viejo y a madera se podía sentir en cada rincón. La ventana era bastante grande y larga e iluminaba lo suficiente como para poder tener un tiempo perfecto de lectura.

—No se preocupe mi señora, yo he estado muchísimos años aquí para saber todo, no tiene que aprenderse cada uno de los libros en una o dos semanas. Tómelo con calma, yo la ayudaré poco a poco.

—Señor Reimy, le voy a preguntar algo y espero su honestidad —dijo ella sentada en un asiento mientras cerraba un libro— ¿Qué opina de Abeul?

El suficiente tiempo que había compartido con las serpientes, le había hecho entender que no siempre tendría un buen trato y todo parecía basarse en esa simple pregunta.

El hombre pareció sorprendido, lentamente llevó sus manos a su espalda y le sonrió.

—Si usted cree que mi trato con usted será igual a los soldados se equivoca —dijo con seguridad.

—Lo que mi padre hizo...

—Lo que su padre hizo fue horrendo, destruyó muchas familias y vidas —interrumpió alzando un poco la voz y luego tomó un libro de un estante y lo fue abriendo mientras caminaba por la habitación—. Lea este libro y comprenderá que su padre no fue el único de haber permitido una masacre. Si tratamos a cada persona por los actos de su propia gente el ducado también sería deshonrado.

—¿Deshonrado?

—El antiguo duque no era un hombre bueno, hizo cosas terribles y horrendas al igual que su padre. Su esposo tampoco es una blanca paloma, bajo el castillo se encuentra un cofre lleno de piedras azules ¿Sabe que significan?

—Un hechicero.

—Esta en lo correcto, y cada uno de los hechiceros que encontró su fin en manos del duque eran niños de la corona.

—Ese término otra vez —pensó ella.

—No quiero asustarla, solo digo que todos estos —dijo hojeando el libro—. Han sido olvidados, las serpientes no tardarán en olvidar lo ocurrido en Abeul. Después de todo, la señora de Castilville hoy lleva sangre del marqués y deben aceptarlo.

—Señor Reimy, pondré mi esfuerzo en esto, permítame pedirle que si hago algo malo pueda usted mencionarlo.

—Por su puesto, nadie nace sabiendo. Dejemos las lecturas por ahora, habrá tiempo para que pueda ponerse al día. Acompañeme le mostraré los subterráneos.

Aynoa asintió con su cabeza y dio pasos a la entrada antes de observar el libro que el mayordomo había dejado sobre la mesa. ¿Estarían allí todos los crímenes importantes de Hamrille? Si el nombre de su esposo estaba escrito en ese libro ¿Cuántos hechos habría cometido?

**********************

—Señor estas son las cartas que llegaron de la capital, ¿Necesita que se las lleve a su despacho?

—Hazlo.

—Esta —dijo el soldado mostrándole una carta con un sello distinto. Intentando no perder al duque caminó rápidamente a su lado mientras le conversaba—. Es del escuadron enviado a las montañas.

—Damela —Tarikan agarró con rapidez la carta mientras el soldado bajaba su cabeza y se devolvía al castillo.

Caleb, Sebastián y Merlin estaban en el patio de entrenamiento cuando lo vieron llegar. El hombre no los miró enseguida, solo caminó sin despegar sus ojos de la carta ya abierta.

—Huellas de gran envergadura, dos líneas profundas a cada lado de ellas, piedras carbonizadas ¿Qué animal podría ser ese? —preguntó Tarikan estirando su mano y pasándole la carta a Merlín.

—No me fiaría, pero me suena a dragón —dijo Sebastián.

—Veo un poco de emoción en tus ojos.

Caleb observó a Tarikan, sus ojos se abrieron y sonrió con una pisca de tranquilidad.

—Aun que puede ser un golem o un basilisco.

—Te apuesto que el rey no tardará en llamarte.

—No lo difundan, el sello venía cerrado por lo tanto no creo que estás sospechas lleguen aún a la capital.

—Como quieras Tarikan, esperaremos.

—Preparémosnos para ese día.

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