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41.- No era lo que esperaba

El carruaje de la duquesa llegó hasta los jardines del castillo y Aynoa bajo de él sin esperar ni un solo aviso, sabía que las cosas no estaban bien. Había visto desde ventanilla a la enorme serpiente de escamas negras tragándose las piernas de un hombre. Tardaría unos meses en acostumbrarse a ver aquel animal aterrador.

Cuando era pequeña parecía inofensiva, pero ahora con el tamaño incluso del mismo castillo, le entró todo el temor, tenía una cabeza tan grande y ancha que le era fácil incluso tragarsela a ella. Con su mentón y barriga amarilla, sus ojos sobresalían de un negro tan oscuro que pensó que jamás había visto aquel color naturalmente.

—Aynoa. —Milla agarró la mano de la mujer y jaló fuertemente hacia el carruaje, su propia dama está vez si mostró tenerle terror a esa cosa esacamosa.

—Las llevaré adentro, estas cosas son problemas de hombres, ustedes no deberían presenciar nada —dijo un soldado tratando de encaminar a ambas hacia el interior del castillo.

Pero cuando Aynoa dió unos pasos, un fuerte ruido se escuchó para el otro lado del jardín, un hombre grande y gordo cayó al suelo y el duque se subió encima de el.

Aynoa quedó en shock por unos minutos, jamás había visto al duque furioso, a tal punto de notar como su rostro se volvía rojo, y apretaba la mandíbula con fuerza.

—Mi señora no debe ver esto —dijo Milla tomando delicadamente su mano derecha.

—No entiendo que está pasando.

—Despues lo sabremos.

Tarikan no se detuvo, cuando volteó a ver a Mormónt sus ojos se habían oscurecido y caminó a él sin decir una sola palabra. Tres pasos dio antes de llegar frente a él y con un movimiento rápido echó el brazo hacia atrás y lo estrelló en toda la cara.

El sonido que hizo fue un golpe seco junto con un quejido que salió del hombre, este rápidamente cayó al suelo mientras aturdido observó cómo el duque se abalanzaba una vez más sobre él.

Aynoa recién sacó la mirada de ellos, sintió cada golpe e inconscientemente sus manos subieron a topar sus oídos, pero los golpes transpasaron incluso su cuerpo que sentía cada vibración en seco. Cada vez que abría los ojos Tarikan se llenaba de más y más sangre, su puño, su rostro habían comenzado a escurrir.

—No puedes matarlo —dijo Caleb a unos pasos de el—.Tarikan.

Al cabo de unos minutos el hombre dejó de moverse, en su inconciencia y con su rostro completamente desfigurado solo hacia un sonido como un silbido cada vez que respiraba. No había nariz que haya quedado e incluso muchos dientes había perdido y para Tarikan su mano derecha se llevó un gran peso.

Aynoa abrió los ojos y rápidamente bajó las manos cuando vio al duque caminar hacia ella, pero él no dijo nada, con su rostro teñido de un rojo vivo sus ojos no se posaron en su esposa. Paso a su lado ignorandola y se fue por el jardín hacia los cuarteles traseros.

Un pequeño grupo ingresó lentamente, Aynoa jamás había estado en ese lugar y le sorprendió lo pobre que se podía observar. Las paredes eran de piedra, no había alfombras ni candelabros. Las cortinas estaban desteñidas y rasgadas, hacia falta una gran limpieza. Si no hubiera visto a la gente que la había recibido antes, hubiera creído que el castillo había sido abandonado hace mucho tiempo atrás. No le entraba la idea de que este castillo pertenecía al gran duque de Castilvell.

—Por aquí por favor —dijo Sebastián guiandolas entre todo el despelote—. Estoy seguro que usted entiende lo que está ocurriendo, no necesito darle explicaciones, pero si debo rogarle paciencia. Nada de esto estaba planeado, por lo tanto, mientras el castillo se repara, usted se quedará en la habitación asignada.

—¿Perdón? ¿Está diciendo que mi señora estará encerrada? —preguntó Milla mientras subía una larga escalera de un costado.

—Estoy diciendo que deberán quedarse en esa habitación hasta que el duque de otra orden. —Sebastian se detuvo para hablarle de frente a Milla, su rostro era bastante serio, ni comparado con aquella noche en la fogata.

—¿Podemos ayudar en algo? En el castillo de mi padre yo...

—No, no mientras no sea presentada cómo la duquesa y señora de Castilville, ¿que dirá la gente si la primera impresión de usted es limpiando el propio castillo el cuál vino a vivir?

—Sir, con todo respeto, pero esto me parece inaudito —reclamó Milla.

—Son las órdenes del duque —dijo el hombre mientras abría una habitación y esperó allí para que ambas entrarán.

—Esto es... —dijo Aynoa entrando y siendo seguida por Milla.

—Se quedara aquí hasta que su verdadera habitación sea preparada. Avisaré para que le traigan comida, descansen, desde mañana todo irá volviendo  a la normalidad —agregó Sebastián mientras cerraba la puerta.

—Dios.

—Huele a encierro —dijo Milla y rápidamente comenzó a mirar los armarios en busca de ropa de cama—. No puedo creer que nos traten de esta forma, parece una pocilga.

—Calmate Milla, estoy segura que no querían esto.

—¿No? Para mí es lo contrario, que el duque haya desposado a la hija del marques es una ofensa para todos ellos. Quizás tenían planeado esto desde mucho antes.

Aynoa pensó en sus palabras, pero si fueran ciertas los hombres no la hubieran tratado bien en la fogata y mucho mejor Tarikan que a pesar de ser un idiota, se preocupó por ella más de una ocasión. Sin duda esto era un mal paso.

Milla estiró las dos camas que habían en esa habitación, abrió más ventanas para ventilar la pieza y rápidamente comenzó a cambiar las sábanas de la cama.

*********************

—¿Reimy?

Cuando llegó el duque, cuatro hechiceros estaban curando al mayordomo, el cocinero ya  había fallecido con otras tres personas más. No habían llegado a tiempo para salvarlos a todos.

Caleb vio al duque llegar y enseguida le hizo seña a los demás para que bajarán sus manos y observaron a Tarikan que se hizo paso rápidamente entre ellos.

—Esta respirando más normal, pero aún no despierta.

—¿Dónde está Cler? —preguntó el duque mientras estiró sus manos y las luces celestes comenzaron a curar con mayor rapidez a su propio mayordomo.

—La señora Cler reemplazó a Aarón en la cocina, debe estar allí ahora —dijo una criada.

—No vamos a poder curar a todos —dijo Tarikan mirando a Caleb—. Asegúrate de que preparen las posiciones para hoy en la noche.

—Sí señor —dijeron los demás y enseguida comenzaron a salir de allí.

—Tarikan, no te esfuerces tanto —Caleb estaba preocupado.

Al igual que Merlin, el duque también había gastado bastante energía mágica, lo que hacía ahora terminaría por agotarlo. Viendolo detenidamente las gotas de sudor bajaron entre su pelo, su mano derecha temblaba aún sangrando y lentamente comenzaba a hincharse.

Reimy el viejo mayordomo se había salvado por poco, luego de estar estable Tarikan ordenó llevarlo a unas de las habitaciones del castillo y pidió cualquier tipo de información de parte del hombre. Quería saber cuándo despertaría y si podía haber quedado algún tipo de secuelas en su cuerpo.

***************

–Cuando tengan el número de afectados me lo informan de inmediato.

–Tarikan ¿Dónde vamos a sacar las compensaciónes para la gente? —preguntó Sebastián mientras prendía un puro.

—Mormont mando a matar a cualquiera que se resistiera, ya vimos los cadáveres en la entrada, no fueron los únicos en dos meses que estuvimos fuera —dijo Caleb.

—No es por nada que la gente paga un dineral por vivir aquí sin miedo a los monstruos.

—Monstruos si, pero personas no —soltó Sebastián.

—No seas insensible.

—¿Comprendera que? La responsabilidad es nuestra —dijo Merlin—. Redactaré los informes, no deberían castigarte por esto Tarikan, Mormont se lo merecía.

—Sabes que la corona buscará hacerlo de igual manera —dijo el duque sentandose en una silla, no tardó en llevar una de sus manos a su rostro y lo sujeto.

El olor a sangre aún impregnaba su piel junto con su mano que no paraba de palpitar, sus dedos se habían hinchado y a penas podía moverlos. Cuando la adrenalina comenzó a bajar el dolor comenzó a subir.

—Llamaré algún doctor que te venga a ver eso —soltó Caleb poniendose de pie y dando unos pasos a la entrada, pero enseguida se encontró con una intrusa en el dintel de la puerta.

—¿Teniendo tantos hechiceros por qué no te curas?

La voz de una mujer llegó a ellos, Aynoa no esperó en su habitación como si nada ocurriera y sin dudar alguna se las arregló para ir a la oficina del duque y abrió la puerta para encontrarse con el grupo de soldados.

Caleb estaba justo frente a ella, Sebastián por otro lado estaba sentado sobre una mesa y el duque en una silla cerca de la ventana. El hombre que más le temía estaba de pie en el medio de la habitación.

Aynoa no quería que notaran su miedo hacia Merlin, el hombre de por si ya era grande y robusto, pero en cuanto entró su mirada se flechó en ella intimidandola.

—Duquesa no es un buen momento —dijo Sebastián—. ¿Por qué ha salido?

Todos fijaron su mirada en ella, se había cambiado su vestido de alta clase a uno simple y de colores oscuros.

—Quiero saber en qué puedo ayudar y no voy a obedecer las órdenes que vengan de ti.

—Quedándose en la habitación que se le asignó ayudaría —contestó Merlin.

—Eran órdenes del duque, señora.

Tarikan solo observó sin decir nada, desde el fondo de la habitación se mantuvo sin moverse hasta que Aynoa llevó su mirada hacia él.

—¿Por qué no te curas? —volvió a preguntar ella.

—No es algo que una mujer entendería —volvió a hablar Merlin.

—¿Puedes dejarme hablar con el duque? Estoy segura que no necesita a alguien que hable por él.

Sebastián soltó una leve risa por la actitud de la duquesa, ellos conocían lo suficientemente a Merlin cómo para saber que no era un hombre muy educado con las mujeres y que aquello lo enfadaría fácilmente.

Pero mientras el conflicto se generaba dentro de esas cuatro paredes, la puerta se abrió chocando con la espalda de Aynoa.

—¡Cuidado! —dijo una mujer entrando con una bandeja—. Muevete de la entrada, ¿no ves que me harás derramar todo? —agregó al chocar con Aynoa.

La mujer de edad la miró unos segundos, pero no le dió importancia, con la ropa que se había vestido la duquesa parecía cualquier mujer sin importancia, nadie podría reconocerla.

—No te quedes ahí sin hacer nada —dijo la señora mientras llevaba la bandeja al escritorio donde estaba Tarikan—. Hay tanto por hacer y vienes aquí a perder el tiempo. Busca un trapo y ponte a regar los pisos.

—Cler. —La voz del duque sonó suavemente y con una sonrisa miró a la anciana que aún tenía el rostro fruncido.

—¿Sí duque?

—La mujer que acabas de tratar como una criada, es mi esposa.

—¡¿Es-es su que?! —La anciana mostrando unos enormes ojos volteó a mirar a la nueva señora, sin duda no pudo reconocerla. Con el pelo amarrado en una trensa y vestimenta de poco color no era apto para la nueva duquesa.

Sebastián volvió a reír de la cara de la mujer y luego se puso de pie caminando a la salida —No puedo con todo esto, buscaré que hacer, avísenme cuando los baños estén listos

—Le pido disculpa duquesa, pero ¿cómo iba a saber yo quien era si trae esa descuidada vestimenta? No parece una mujer de alta clase.

Aynoa se acercó pasando por delante de Merlín y le regaló una mirada feroz, luego llegó donde la criada, tomó uno de los trapos que había traído y lo mojó en un cuenco de agua.

—No desperdiciaré mis vestidos si no puedo aún tomar un baño, me pareció acordé vestirme así.

—Lamento que el castillo lo encontrará de esta forma, debo decirle que habitualmente no sé encuentra así —dijo la anciana.

—Sembramos lo que cocechamos.

Aquellas palabras resonaron en todos los oídos de los presentes, y enseguida un silencio sepulcral inundó la habitación. La atención de todos se fue hacia Aynoa que había dicho aquellas crueles palabras.

—¿A qué te refieres? —La voz de Tarikan bajó de tono y Aynoa al verlo notó que la atmósfera había cambiado. Tragó saliva y apretó los labios mientras se sentaba en una silla delante de él, el hombre estaba sentado con las piernas abiertas por lo tanto ella pudo acercarse más a él.

—Creo que todos recibimos en la vida las respuestas a nuestras acciones. Así como Mormónt decidió tomar tu ducado, pues recibió una paliza de parte tuya —dijo y lentamente estiró su mano hacia él y lo agarro de la muñeca izquierda.

Extrañamente Tarikan se dejó tocar sin pensar si ella alguna vez había estudiado como curar heridas ya que después de ser jalado hacia ella, Aynoa puso el trapo mojado sobre sus heridas.

—No siempre es así Aynoa —dijo él mirándola fijamente. Su expresión se suaviso mientras de forma lenta le permitía que ella pudiera limpiar su mano dañada.

—Estoy segura que la gente que fue ascesinada por Mormónt no hizo nada para merecer eso. Incluso nuestro mayordomo, lo único que hizo fue intentar proteger el castillo —dijo la anciana mientras servía un líquido blanquecino en un pequeño vaso.

Aynoa escuchó cada palabra mientras miraba la herida de Tarikan, pero el duque no estaba seguro si ella realmente estaba escuchando, así que lentamente con su otra mano le agarro la barbilla y le subió el rostro.

Aynoa quedó observandolo, había sentido que sus palabras salieron de su boca sin pensar y lo que menos quería era tener que discutir con el duque después de verlo furioso.

—Esta bien no estar de acuerdo, pero cuida tus palabras —dijo él.

Había una pisca de fuego cubriendo sus ojos, Aynoa se sintió intimidada por su mirada, pero no apartó sus vista de él. Tenía ojeras sutilmente dibujadas, sin duda el duque estaba cansado.

—La mayoría de mis estudiantes de magia provienen de las calles y estoy seguro que no hicieron nada para llegar a ellas —agregó él.

—Lo siento, tienes razón —dijo Aynoa bajando un poco la mirada. Tarikan la soltó.

—Ella jamás entenderá como es el ducado —dijo Merlín alzando la voz—. La hija del marqués jamás tendrá empatía por los demás, es igual a su puto padre.

—Hey —le llamó la atención Caleb.

—No me quedaré escuchando y mirando estupideces que salen de su boca. —Furioso salió de la habitación golpeando las puertas con fuerza mientras escupía palabras amargas por los pasillos.

—Entenderás, ¿cierto Aynoa?— preguntó el duque.

—No sé nada de ti Tarikan, no sé nada de tu ducado, ni de tu gente... Yo...—dijo en voz baja

—Yo te enseñaré.

Aynoa levantó la mirada y lo observó unos segundos, la misma mirada del hombre que la convenció de hacer este trato de matrimonio estaba frente a ella.

—¿Tu-tu también vienes de las calles?

—Algo así.

—He escuchado que tu familia estaba en la masacre de primavera, ¿eso es cierto? Por culpa de mi padre tu... —Aynoa continúo pasándole el paño mojado por la mano, tenía los nudillos hinchados y más de una herida abierta en ellos.

—Es una historia aburrida para contar... en el primer día aquí —dijo apretando los dientes al sentir el dolor.

—¿Por qué no te curas?

—No soy inmortal, ya te lo he dicho, Siri está afuera y he gastado mi energía mágica.

—¿Por qué no lo curan sus soldados?

—No tienen porque hacerlo.

—Usted es el duque debería solo ordenarles que...

—No Aynoa, no los haré responsables de mis acciones

Aynoa guardó silencio luego de eso, era incómodo estar allí con un hombre que realmente no entendía. Él era la entidad más respetada después de la iglesia, pero el mismo aceptaba no ser respetado por sus soldados.

—Tenga señor —dijo la anciana acercándole una copa pequeña con el líquido blanco—. Se sentirá mejor.

—¿Amapola? —dijo Aynoa sorprendida—.¿Sabes que eso deja estéril a los hombres? — Las palabras salieron tímidamente de su boca, pero fueron escuchadas por los otros dos.

Aynoa miró la copa y luego miró a la mujer que estaba parada a su lado, ella se mostró sorprendida y en un movimiento rápido intentó volver a tomar el vaso de la mano del duque.

—Hey —reclamó Tarikan.

—No Señor, no se ponga así. Puedo traerle otras infusiones —dijo la señora mientras volvió a intentar pescarle la mano, pero Tarikan se soltó de su agarre y de forma rápida bebió del vaso—. ¡Duque! —lo retó ella.

Aynoa recién se dio cuenta que el trato que le daba la señora era distinto a los demás.

—Yo le dije que no estoy interesado en hijos —repitió mirándola con una sonrisa y pasándole el vaso vacío—. Lamento arruinar tus sueños.

—Al menos debe intentarlo —dijo ella, pero Tarikan bajó rápidamente el rostro y levantó las cejas. La señora enseguida apretó los labios.

Fue una clara advertencia que Aynoa entendió, aún que no conocía el transfondo sin duda algo ocultaban.

Aynoa no dijo nada, se sorprendió por la cercanía que tenían, parecía como una madre retando a su hijo. Ella jamás se imaginaria al duque de esa forma.

—No se impresione duquesa, he trabajado para el castillo mucho tiempo como para tratar a este hombre como mi propio hijo —dijo la señora como si leyera su mente.

—Ya quisieras.

—¡Claro que no!

Tarikan soltó una risita mientras la miraba y luego miró a Aynoa, su expresión rápidamente cambio poniéndose más seria.

—Jamas has curado una herida ¿no? —Ella negó con la cabeza, pero continuó deslizando el paño por sus nudillos– ¿Por qué lo haces entonces?

—Solo trató de ayudarte.

—¿Y que esperas recibir a cambio de eso?

—¿Qué? No tengo por qué hacer algo esperando gratitud, solo pensé que era correcto.

Aynoa no podía preguntarle las cosas que sospechaba. A medida que pasaban los días más iba asumiendo que había tenido una vida anterior, pequeños fragmentos podía recordar, pero ¿Será acaso posible haber muerto y volver en un tiempo que no era el suyo? Esa idea ya casi era un hecho.

Recordaba haber sido una hermosa niña, pero los terribles acontecimiento que le dieron fin eran bastantes traumáticos.

—¿En que piensas? —La voz de Tarikan la sacó de sus pensamientos.

—¿Crees que hay vida después de esta? —preguntó sin mirarle, el cual no pudo notar la sorpresa en el rostro del duque. Una pregunta similar a la que él se había hecho cuando sintió sus dos energías.

Levemente apretó los labios mientras obserbaba cómo la mujer aún se concentraba en su mano, pero al cabo de unos minutos Tarikan cerró su agarre sobre su mano izquierda de ella. Aynoa recién subió la mirada.

—Pensé que eras creyente —le dijo completamente atento a ella. Observándola quería descubrir algo, quizás ella sabía y lo que estaba ocultando.

—Sí, pero...

—¿Buscas otra respuesta además de la que ya te han inculcado?

—Solo quiero saber que piensas de eso.

—Pienso que depende de las cosas que hagas en esta vida, vendrá una nueva vida luego de la muerte. No creo en la tierra celestial o el infierno eterno, pienso que el infierno ya está aquí.

Aynoa lo miró sorprendida, un hombre que lo tenía todo ¿Por qué encontraba que el mundo era un infierno?

Miedo, dolor, desesperación y angustia, fueron los pensamientos de Aynoa.
Las palabras del duque trajeron nuevamente recuerdos, una punzada en su cabeza le hizo soltar un pequeño gemido abandonando la realidad.

Volviendo a escudriñar su mente, está vez sus pies fueron caminando por una cerámica blanca, moviéndose lentamente hacia un velador rosado que estaba a un costado de una cama. Pudo ver sus manos, con una piel más pálida y de largos dedos llevaba un libro que lentamente lo dejó en el velador. Parecía un libro grueso de tapa negra con una serpiente de portada, tan negra como la oscuridad, con menton amarillo y unos ojos aterradores.

—¿Siri? —Ahora que había conocido a la serpiente del duque, la foto de portada se asemejaba bastante a ella.

No pudo ver el nombre de aquel libro, ni el nombre del autor, pero sin duda pudo ver las manos de aquella persona y con un reloj digital de otro tiempo brillaba hermosamente junto a dos pulceras de plata.

—Aynoa.

Su nombre era ese, pero no, ella quería saber el otro, ¿Cómo se llamaba en el otro mundo?

—Aynoa.

—Traigan agua limpia ¡ahora!

—Hey, Aynoa. —La voz del hombre resonó por su cabeza, pero parecía que su mente vagaba fuera de la realidad, los sonidos se escuchaban a lo lejos como si estuviera en algún otro mundo.

—Yo... —susurró suavemente tratando de enfocar—. Ellos, volverán...

Lentamente fue tomando conciencia, mirando hacia el cielo, el rostro del duque la obserbaba desde arriba. Estaba tan cerca de él que se dió cuenta que incluso su cabeza estaba apoyada en su antebrazo y él la sujetaba con firmeza.

—¿Que pasó? —dijo suavemente.

—Pues dímelo tú.

—Debe haberle afectardo el viaje, fue muy largo —dijo la anciana mientras recibía en la puerta una bandeja con jarrones con agua—. Preparen comida rápidamente y dejen todo lo que están haciendo.

—¿Me desmaye?

—Algo así —dijo el duque poniéndose de pie mientras la levantaba con cuidado—.¿Que sientes?, ¿estás mareada?

–Un libro...— susurró

—¿Qué?

—No-no me dejes.

—Tranquila. Cler, envía todo a mi habitación.

—¿Todo?

—Sí.

Aynoa aún confundida no dijo nada, apoyó lentamente la cabeza en el pecho del hombre mientras pensaba en las cosas que había visto, las ganas de dormir seguían presentes. No le importó que él la cargará y que en ese momento no hubiera distancia entre los dos.

Tarikan salió de la oficina con ella en brazos, la puerta se cerró y las sirvientas que estaban moviéndose por todo el piso no pudieron evitar ver aquella escena.

El hombre la llevó cargándola como una pequeña niña a miradas de todos quienes trataron de observarlos disimuladamente. Todos querían conocer quien era esa mujer, como era su rostro y como sería que ahora era la señora de allí.

—Mi señora —dijo Milla siguiéndolos.

—¿De cuando que eres su criada? —preguntó el duque sin detenerse.

—Bastante tiempo señor.

—¿Hay algo que debería saber de ella? El marques no mencionó que su hija sufría alguna enfermedad.

—No señor, mi dama nunca ha sufrido de desmayos o algún malestar más que simples resfríos —dijo Milla entrando a la habitación del duque.

Parecía que aquella habitación era la única que se había arreglado, era elegante y bastante bien ordenada. Dos hombres estaban terminando de cambiar las cortinas cuando ellos entraron. Con tonalidades café y rojas mostraba una enorme cama a un costado, decoraciones, espadas y un librero lleno de libros antiguos.

—Que se quede aquí mientras preparan su habitación. Hay tres piezas conectadas, la mía, la matrimonial y la siguiente será de ella.

—Sí Señor.

Milla miró la habitación, no era comparada a la que le habían asignado en un principio a la duquesa, aún así no tenía tiempo para pensar en aquel trato. Acercándose a la cama observó cómo el duque dejó a Aynoa lentamente en ella.

—Duquesa Aynoa —dijo despertandola.

La pequeña mujer poco a poco volvió a abrirlos los ojos encontrándose con Milla y el duque mirándola a una distancia más prudente.

¿Que era lo que detonaba sus recuerdos? ¿Y por qué ahora pasaba con más frecuencia?

—Duque —Cler había llegado con las cosas junto con otras sirvientas, trajeron incluso alimentos recién preparados.

No dudaron un segundo en dejar las cosas dentro, una gran bañera se puso en el medio y poco a poco se fue llenando con agua caliente.

—Milla es la encargada de mi esposa, cualquier cosa que solicite obedezcan.

—Si señor.

—Tu... —dijo Aynoa mirando al duque—. ¿Eres tú quien me hace todo esto?

Aynoa aún parecía confundida, no le tomó el peso a sus palabras y lo acusó sin tener ni una sola prueba.

—¿Yo? —dijo Tarikan acercándose a la cama— ¿Que es lo que exactamente te hago?

—Desde nuestra noche de boda esto-esto es más frecuente.

Milla se sorprendió al escucharla, acaso la duquesa realmente estaba enamorada del duque, que cada vez que se encontraba de cerca con él llegaba a desmayarse?

Tarikan ocultó un poco la incomodidad que le provocó las palabras de ella, aunque no fue el único. Las sirvientas, incluso Milla pensó que aquella conversación debían tenerlos solo los dos.

El duque carraspeó un poco la garganta y llevó su mano a rascarse el cabello de la nuca.

—Será mejor que me vaya.

—Debería descansar también —dijo Milla.

Aynoa abrió más los ojos mientras observaba el lugar escuchando mejor las palabras que ambos decían.

—Tu rostro se ve horrible.

Tarikan llevó sus ojos hacia ella y formó una leve sonrisa al darse cuenta que Aynoa ya estaba mejor.

—Allí estás, me alegra que hayas vuelto, por favor no te abstengas de pedirme lo que necesites —dijo él.

—Deberias hacer lo que dice mi criada, vaya a descansar duque, el día fue agotador para todos.

—Dormiría en mi habitación, pero no podría dormir en mi cama, ya que tengo una intrusa en ella.

Aynoa recién se dió cuenta en donde estaba y mirando a su alrededor se sentó lentamente mientras los sirvientes los ignoraban.

—Duque si lo desea, usted puede ayudar en el baño de su esposa —dijo Cler.

Aynoa por unos segundos abrió los ojos al escucharla, pero Tarikan enseguida le contestó con pesadez.

—Claro que no. Milla avísame cualquier cosa— Tarikan salió después de eso cerrando la puerta con lentitud.

—Sí, duque.

Milla volvió a mirar a su señora pero Aynoa había vuelto a dormir.

—Es una hermosa muchacha, aunque pensé que el duque tendría gustos más finos —dijo Cler y luego miró a sus sirvientes—. Llenen la bañera cuando la duquesa se sienta mejor.

—Si señora —contestaron los sirvientes.

—Mi señora si es fina, por favor diríjase a ella con más respeto.

—Todo el respeto querida, pero aquí en Castilville no nos tratamos con tanta formalidad. Tu y yo no nos conocemos, pero espero que nos llevemos bien, soy la encargada de toda la servidumbre y eso también te incluye a ti.

Milla guardó silencio, se preguntó que tan importante era ella en el ducado. Había venido como criada de la duquesa, pero ¿Debía recibir órdenes también de esta mujer mayor?

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