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39.- Castilville

Al día siguiente el viaje continúo, el duque había despertado temprano para ayudar a alistar las cosas y vestido nuevamente con su armadura oficial dirigió los últimos arreglos.

—Duque —dijo Milla acercándose a él.

—Creí que la cuidarías —contestó al verla.

—¿Ella está bien? Yo... Lo siento, pero sus soldados y su propia esposa estaban conforme con lo que hacían.

—Para la próxima no te quedes allí, búscame y yo pondré las cosas en orden.

—Sí, señor.

—Ella aún duerme, tengo algunas frutas y un poco de agua dentro. Yo la cuidaré.

—Gracias por su preocupación, duque.

Tarikan estaba molesto aún con sus soldados, mostrándose frío y duro con Caleb y Sebastián solo se dirigió a ellos de manera formal.

El viaje comenzó y él volvió a meterse dentro del carruaje. En el suelo de este había frazadas para amortiguar la dura madera y Aynoa aún seguía durmiendo entre ellas, el duque la había abrigado hasta la cintura y tratando de no pisarla se sentó en uno de los asientos.

Era una mañana bastante fresca, el sol recién había comenzado a salir y el viaje aún tardaría al menos 5 horas para llegar a Castilville.

Tarikan la contempló unos momentos mientras que el carruaje comenzaba a moverse, ¿como esa mujer con cara...?

—Ah —soltó tapándose la cara y se puso a reír en silencio. Borracha y completamente dormida llegaba incluso a reírse sola, su rostro no era específicamente de un ángel.

Unas horas más tarde, Aynoa tenía los ojos cerrados cuando sentía una leve luz que pasaba por su rostro una y otra vez. Adormilada movió su cabeza hacia un lado para seguir durmiendo, pero aquella luz volvía a pegarla en la cara.

Tarikan había observado a Aynoa lo suficiente como para hartarse, aburrido le había entrado la fantástica idea de molestarla con su propia armadura. Moviendo sus brazales, el sol pegó en ellos reflejando una luz fuerte que se fue moviendo por el carruaje hasta llegar al rostro de la joven mujer.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —dijo ella apretando el ceño, pero él no se detuvo.

—Debes despertar, pronto llegaremos.

—Es mala educación despertar a una dama en medio de una siesta —dijo ella sin abrir los ojos.

—Aun no olvido la primera vez que te vi y no llamaría a eso una "dama"

—Duque —dijo un soldado desde afuera del carruaje mientras daba pequeños golpes en la ventanilla—. Pronto estaremos frente a los muros de Castilville.

—Bien, infórmame cuando estén a la vista.

—¿Qué tan temprano es? —preguntó ella sentándose perezosamente y refregándose la cara.

—El desayuno ya se sirvió señorita borracha.

—Oh, mi cabeza.

Tarikan entonces agarró un cuenco de agua y destapando le tomó la muñeca firmemente para ponerle el cuenco en la palma de su mano.

—Bébelo —agregó agachándose y hablándole de cerca—. Tu resaca se irá pasando después de que bebas esto.

—Oh dios mio —dijo ella y rápidamente bebió de aquel cuenco hasta el final. Cuando terminó se limpió la boca con la mano y llevó sus ojos hacia el duque.

Él la miró con una leve sonrisa, pero en cosas de segundos se arrodilló en el suelo del carruaje y le agarró firmemente la cara con la mano derecha. Parecía un pez globo con sus mejillas apretadas por la mano de él.

—Escúchame algo —le dijo acercándose lo suficientemente para que ella se asustara—. No vuelvas a emborracharte con los hombres, para la próxima que lo hagas yo no voy a contenerme contigo y por primera vez romperé mis promesas, ¿me escuchaste?

Ella solo asintió con su rostro, fue soltada y el duque volvió a sentarse en el asiento. Aynoa quedó estupefacta y trató de recordar las cosas que había hecho la noche anterior, Tarikan no actuaba de esa manera solo porque si y con tal amenaza se preguntó ¿Qué es lo que había hecho anoche?

—Yo... ¿Me porte mal anoche?

—¿No recuerdas nada? Que conveniente es eso para ti.

Tarikan llevó sus ojos hacia la ventana y apoyando su codo en ella sus dedos taparon su boca. Solo ese gesto hizo que Aynoa recordara haberlo besado.

—Oh... yo-yo, lo siento, no-no quería. —Excusándose su rostro volvió a ponerse rojo.

Tarikan intentó ignorarla mientras en su interior se reía por el rostro rojo de ella y su inocente reacción. Ni una sola inocencia había estado en ella la noche anterior.

—Mi ropa...

—Allí —dijo él apuntando a una esquina.

Sus ojos permanecieron en la ventana, pero el cuerpo de ella se reflejó en el vidrio mientras se ponía el vestido sobre sus enaguas, entonces el duque volvió a pensar en lo que ella había dicho la noche anterior.

No parecía una mujer abusada, pero aún así su petición parecía que así lo había sido. No solo sus espaldas coincidían sino que quizás Aynoa tenía un pasado parecido al de él.
Tarikan quería preguntarle, saber más de ella y de ese pasado que no fue participe, pero aún era muy pronto para que ella confiara en él.

—Duque, lo que paso anoche...

—¿No volverá a pasar?

—Sí, eso quería decir.

—Esta bien.

—Duque, hábleme de su ducado —dijo Aynoa—. ¿Qué me espera allí? —agregó volviendo a refregándose la cara y se arregló el cabello.

—¿De verdad te interesa?

—Viviré allí Tarikan, es obvio que debe interesarme.

"¿Puedo llamarte por tu nombre?"

El duque sonrió al escuchar su nombre salir por los labios de ella. Aunque había vuelto a ser la misma mujer de siempre le agrado aquel hecho.

—Bien —dijo subiendo ambas manos a su nuca y la observó con los brazos en alto—. La ciudad es bastante liberal, la gente es amable y de seguro te recibirán de buena manera, pero no le entregues demasiada atención, suele volverse fastidioso. No te impresiones que en los días de las festividades, puedas ver en las mismas calles a las parejas haciendo lo mismo que hicimos los dos.

—¿En las calles?, ¿delante de todos? —preguntó sorprendida.

—Sí. Las calles principales son bastante limpias, los callejones son peligrosos, al igual que toda ciudad, los domingos la mayoría se reúnen en las plazas, hacen fiestas y bailes paganos. No vas a encontrar mucha pobreza, los pobres no pueden vivir allí y si son encontrados se unen a las legiones de soldados.

—Escuché que tienes escuelas de magia.

—Es correcto, muchos de estos "pobres" tienen afinidad con la magia así que viven y estudian cerca del castillo, el rey también manda a sus niños hasta aquí, muchos son bastante talentosos y buenos. En ningún lugar de Hamrille encontrarás dónde estudiar hechicería, todos los hechiceros han salido de Castilvell.

—Son tus estudiantes.

—Sí.

Aynoa no podía creer lo que estaba escuchando, ¿Tarikan también como el rey y la reina recogían niños de la calle? Y si el ducado los criaba para ser hechiceros, eso solo significaba una cosa, él había asesinado a sus propios estudiantes y lo peor, le agradaba hacerlo.

Aynoa guardó silencio unos minutos, quería preguntarle sobre esos estudiantes, pero no tenía el valor ni la confianza para hacerlo, quizás él se molestaría.

—¿Y en tu castillo? —dijo luego de un rato.

—En el castillo está Reimy es el mayordomo, ha servido muchísimos años allí, es un hombre bastante amable, de seguro el será el que te muestre el castillo. También está Cler la encargada de las criadas, tenemos alrededor de 50 personas que sirven en el castillo, no es necesario que conozcas a todos.

Aynoa bajo su mirada, el duque le observó y notó la preocupación en su rostro al apretar los labios y fruncir levemente el ceño. En su mente aun no podía asumir todo los cambios que había hecho, de vivir siempre a un lado de su padre hasta ahora que viviría junto a este hombre que a penas conocía.

—No tendrás el mismo trato que en la capital Aynoa —le dijo con seriedad.

—Gracias por preocuparse por mi.

—No es por ti— dijo volviendo a correr la mirada—. Hice un trato contigo, soy un hombre de palabra.

—Du-duque —dijo el soldado de recién volviendo a tocar la ventanilla—. Será mejor que vea esto.

Tarikan no dudo un segundo al escucharlo y cambiándose de puesto se puso de pie y se dejó caer a un lado de Aynoa para mirar por la ventana, su armadura rápidamente crugio al hacerlo.
Ella curiosa también intentó asomarse apegando su brazo en el de él.

—¿Qué ocurre?

—Paren el carruaje. —La voz de Tarikan se hizo más fuerte.

—¿Son-son moustruos? Pero-pero no...

—No te preocupes, pero pronto conocerás al monstruo más cruel que vive en la tierra.

El carruaje se detuvo y Tarikan no esperó que abrieran la puerta, él mismo jaló de la manilla y salió de allí. Aynoa nerviosa por lo que él había dicho asomó su cabeza hacia fuera en busca de su criada, pero se encontró con un enorme muro de piedra, tan alto que no podía ver su cima. Parecía que había llegado a Castilville y que la misma ciudad tenía más protección que el marquesado o la capital. Grandes, firmes y profundas parecían una gran fortaleza.

Lo que vio luego fue lo que a todos alarmó.

—Mormont —susurró Merlín negando con la cabeza en cuanto el duque llegó a su lado.

Aynoa bajándose del carruaje apartó la mirada enseguida. Asustada y sin procesar lo que sus ojos habían visto por unos cuantos segundos se sintió dolida. Milla al verla fuera del carruaje bajó rápidamente y la reconfortó mientras tapaba su boca con su mano asombrada, ella tampoco estaba acostumbrada a ver aquello.

Frente a las puertas del Castilville habían cuerpos colgados de una viga de madera. Tres mujeres, cuatro hombres y dos niños. Sobre sus cabezas un cartel donde anunciaban a todo viajero "Así tratamos a los ladrones"

Aynoa miró al duque, pudo verle solo la espalda ya que no tardó en dar unos pasos hacia la entrada, a casi diez metros de ella se detuvo para estirar su mano al frente, pero no tocó nada.

Abriendo grandemente sus ojos se detuvo, y miró lentamente su mano. Debía haber sentido la energía que tenía su ducado, el escudo protector que cubría todo Castilville no estaba allí y Merlin estaba en lo cierto.

—Caleb —dijo dándose vuelta.

Aynoa al verlo le corrió un hielo por la espalda, los ojos del duque se veían tan profundos, enojados, pero parecía aún atónito. Su sola mirada hizo que ella creyera que Tarikan rondaba en el limite de la locura y la cordura.

Caleb no tardó en hacer una luz en su mano y la lanzó al aire, está subió hasta lo más alto del cielo. Se suponía que debía irse hacia una de las piedras mágicas que tenía el castillo en sus subterráneos, pero no fue así. La luz se perdió en la inmensidad del cielo.

Para Tarikan eso le generó una ansiedad, lo que tenía en ese lugar era preciado, si el escudo de protección estaba desactivado, entonces había gente que había entrado allí y arruinado algo que amaba profundamente.

—¡Abran las puertas! —dijeron mientras se iban acercando.

—¡¿Quien reclama la entrada?! —La voz de un hombre en lo alto se escuchó. Asomándose por el borde miró al ejército y rápidamente supo que el señor de esa tierra había vuelto. Los estándares y las banderas fueron reconocidas— ¡Abrid las puertas!

El ejército comenzó su entrada, algunos se quedaron para bajar los cuerpos y darle una digna sepultura. Tarikan podía ser indiferente con medio mundo, pero había algo que solo sus hombres sabían, el amaba a su propia gente.

El duque no dijo nada, Aynoa volvió al carruaje, ni ella, ni Milla pudieron decir algo, solo observaron por las ventanillas cómo poco a poco las casas comenzaron a aparecer.

Tarikan iba en la cabeza, Caleb y Merlin estaban a sus costados y Sebastián se quedó cerca de los carruajes. La gente poco a poco comenzó a aparecer entre las calles, lo habitual era que corrieran y saludarán alegres de que el ejército haya llegado, pero hoy había otro señor en el ducado.

Un grupo de soldados con armaduras y telas rojas hicieron evidente que Castilvell había sido tomado por Mormont, pero parecían tener buenos términos ya que no se rehusaron en abrir las puertas. Se formaron en una hilera frente a la calle quedando a la vista de todos los hombres del duque.

—Duque de Castilvell —dijo un soldado poniéndose delante del caballo de Tarikan. Bajando su cabeza permaneció allí mostrando su respeto—. En nombre de la casa Mormón le doy la bienvenida a...

No alcanzó a terminar cuando el caballo del duque le dió un leve empujón ya que Tarikan no tenía la intención de detenerse, dándole un suave golpecito en los costados del caballo, su corcel continúo por la calle.

—Ni bienvenida, ni nada —dijo agarrando al hombre del borde de la armadura y lo comenzó a arrastrar.

—Duque, yo...duque, soy el comandante de... —El hombre intentó zafarse, pero no pudo soltar su agarre.

Tratando de excusarse de que solo venía a darle la bienvenida, empeoró rápidamente la situación al mencionar nuevamente a Mormont.
Tarikan que aún lo había estado sujetando detuvo su caballo, el hombre soltó un suspiro de alivio al ser soltado, pero eso duró solo unos segundos. Su garganta fue estrujada al mismo tiempo que el caballo soltó un relincho.

La oscuridad pronto envolvió el rostro del hechicero mientras lentamente los pies del soldado dejaron el suelo.

—Habla, te estoy escuchando. —Su voz había cambiado, con Siri inquieta su tatuaje comenzó a cobrar completamente su brazo, su piel se torno dura, negra y escamosa.

Los demás soldados que le seguían rapidamente sacaron espadas, Merlín que estaba tranquilamente mirando la escena abrió sus manos hacia ellos y diciendo unas palabras la electricidad llegó a tocar cada una de las manos de los hombres, que soltaron en un dos por tres sus armas.

El hombre se fue estrangulando, luchó intentando soltarse mientras que su rostro se volvía rojo, sus manos intentaron rasguñar la mano del duque, pero sus intentos fueron infructuosos.

—Oh vamos ¿Ni siquiera puedes decirme algo? —continúo Tarikan mirandolo sin cambiar su semblante. Parecía tranquilo sin dejar de mirar al hombre, pero en su interior nada de eso estaba en paz—. ¿Que duque sería yo si permitiera que el señor de otra tierra me diera la bienvenida a la mía? —agregó sacudiendo un poco la ropa del hombre mientras que sus pies comenzaban a temblar.

Aynoa no vio nada de aquello, desde donde estaba no podía observar con detalle lo que ocurría, pero por los rostros de los soldados, entendió que nada bueno había ocurrido.

La vida del soldado se fue entre las manos de un hombre que por esta vez fue más demonio que humano. Inerte y aún caliente, Tarikan lo soltó y este cayó cerca de las patas de su caballo, no mostró cambio en su rostro. Volvió a darle riendas al corcel y continúo hacia el castillo como si nada hubiera ocurrido.

—Serán prisioneros —dijo mientras sus hombres tomaban a los soldados de Mormont.

—Disfruten, dudo que vean otro amanecer —agregó Merlín con una sonrisa.

El grupo se adelantó siguiendo al duque, ni un solo soldado se interpuso en su camino. Cuando el carruaje se fue moviendo, Aynoa recién se dió cuenta que había un hombre en el suelo. Con los ojos perdidos en el cielo tenía los pantalones mojados y su rostro aún permanecía rojo.

—Cuales son los rumores —le preguntó a Milla recordando lo que ella había dicho la noche anterior.

—Exactamente estos —contestó ella—. Se dice que el duque estaba comprometido con la hija mayor del conde Liam Mormont, pero al casarse con usted el conde o su hermano tomó el ducado.

—¿Comprometido? Cuando hice el trato con él nada de eso se decía, pensé que no habían rumores de él.

—No sé mi hermosa dama, los rumores los escuché en Rumani y ahora vemos a los soldados de Mormont en el ducado. Estemos pendientes, esto no será nada bueno.

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—¿Que es ese olor? —pregunto Caleb. A medida que iban llegando al castillo las cosas no se veían para nada bien.

A lo lejos el castillo se veía descuidado, el duque era estricto con la ornamentación y que todo estuviera limpio, pero más bien ahora parecía un castillo abandonado.

—Menta y clavo de olor —dijo Merlín—. Siento energía mágica en los patios traseros, pero es pequeña.

Menta, clavo de olor junto con una piedra azulada extraída de un hechicero difunto, podía suprimir toda energía mágica de hechiceros de nivel básico y medio. Quien fuera quien manejó aquel conjuro debía haber sido un hechicero bastante bueno. Tarikan sabía de eso, no sabía cuántos hechiceros tenía Mormont, pero que uno solo haya interferido con las piedras de los calabozos era suficiente para saber que tendrían un rival prometedor.

—¿Dónde mierda estarán los estudiantes?— preguntó Caleb—. Mi energía es un poco débil.

—Eres un tonto— soltó Merlin burlándose ya que sabía que significaba aquel inusual olor.

—¿No es obvio? —dijo Tarikan—. Merlín, liberalos.

Oscuridad era lo único que mostraba a un hechicero ser poderoso. Merlín no sé quedó atrás, bajó de su caballo y acercándose a las puertas alzó las manos a sus costados y un humo negro comenzó a salir de él.

Los caballos enseguida se asustaron soltando un relincho y moviéndose inquietos.

—So, tranquilo —Tarikan también tuvo que calmar a su corcel dándole unas palmadas al costado.

Las rejas que separaban el castillo con la ciudad se abrieron de forma violenta. Un gran patrón mágico se dibujo bajó los pies de aquel hombre y la tierra comenzó a temblar suavemente. Diferente fue para el mismo castillo que a los pocos segundos un enorme aura lo cubrió de un color verdoso.

Los soldados de Mormont salieron como hormigas de su escondite, alzando sus espadas se dirigieron hacia el grupo, pero a los pocos pasos cayeron al suelo vomitando sangre negra. Lo mismo paso con todos los que estaban dentro, las puertas del castillo se abrieron y los sirvientes salieron arrodillados de allí.

—¡No a nuestra gente imbécil! —Le reclamó Tarikan bajando del caballo con el ceño fruncido.

Caleb no pudo acercarse a Merlin mientras esa nube verde aún estaba. Se ahogaría en cuestión de minutos, pero al duque no le pasó nada.

—Pides mucho —reclamó Merlín, pero fue rápidamente agarrado de la solapa de la ropa.

—Es una orden —Tarikan le dió una sola advertencia, su hombre bajó el rostro enojado por haber sido reprimido y entonces cambio el patrón de sus pies.

El duque no mostró interés en nadie mas, dió pasos sin esperar nada y aunque su gente mostró cara de felicidad al verlo, él no los tomó en cuenta.

—¡Tarikan!

Mormont salió a la entrada junto con una sirvienta mientras se limpiaba la boca de sangre. La nube verde de Merlin pronto se fue disipando dejando a muchos soldados inconscientes en el suelo.

—¡Cómo te atreves! —le gritó el hombre—. He cuidado tu ducado como si fuera mío, a pesar de la ofensa que has hecho con mi familia.

El duque ni lo pescó, paso a un lado de él desapareciendo en el interior del castillo. Mientras afuera una gran explosión derribó los cuarteles traseros, los soldados vieron las maderas caer hacia un lado, eso significaba que sus estudiantes habían recobrado su magia. De pronto desde el otro extremo del jardín, apareció un soldado sin una sola pisca de sangre en su boca.
Un hechicero, Merlin solo sonrió al verlo.

—Caleb, si vas tú, los niños sobrevivirán, pero si voy yo— dijo Merlín fijando a su nuevo contrincante—. Todo perecerá.

—¡Cuidado! —gritó un soldado y con su escudo detuvo un gran ataque mágico hacia las serpientes. Una nueva guerrilla comenzó después de eso.

Caleb y otros soldados se dividieron, los estudiantes habían recuperado su poder mágico y a pesar que aún no tenían títulos de hechiceros podían encargarse de algunos soldados. Los más pequeños continuaron refugiándose en lo profundo de los establos mientras eran protegidos por los mayores.

Cuando Caleb llegó fue rápidamente informado de todas las cosas que habían ocurrido. Como Mormont habia asediado el castillo y que había tardado un mes en lograr entrar.
En ese entonces Reimy el mayordomo del castillo, era quien siempre se quedaba a cargo de él, pero hasta el momento ningún estudiante podía decir dónde se encontraba, ya que había desaparecido en cuanto lo agarraron los soldados enemigos.

No eran buenas noticias, ni para él que había conocido al hombre por años, ni para el duque que posaba su total confianza en el anciano. Tarikan no sería piadoso.

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Próximo cap. Precaución contenido violento.

PD: no sé si poner esos avisos jajaja la mayoría ya sabe cómo me gusta narrar. Soy un ángel caído del cielo

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