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37.-Rumani

La tierra más de una vez tembló, los habitantes de la pequeña ciudad de Rumani sintieron cada remezón y uno a uno comenzaron a despertar.

A lo lejos se podía ver las copas de los árboles, el bosque se encontraba a unas cuantas horas de allí, pero lo suficiente cerca para que las luces de los hechiceros se vieran a lo lejos.

Aún no tenían idea que era lo que estaba ocurriendo y menos sabían cuál de los ejércitos era el responsable de hacer que está noche fuera distinta a las demás. Tiham el pueblo cercano esperaba temeroso alguna noticia, ellos no tenían muros que los protegieran. Cualquier acto mágico a sus alrededores era significativo, los aldeanos esperaban no escuchar el ruido de las campanas, eso solo significaría que debían evacuar y dirigirse rápidamente hacia Rumani que abriría sus puertas sin oposición.

—¿Qué está pasando? —preguntó la anciana de una posada. Asomándose en la ventana del segundo piso de su edificio, esperó la respuesta de sus vecinos.

—Hay un ataque señora Cecilia, pero aún no han sonado las campanas —dijo un hombre apareciendo en el umbral de la puerta de su casa.

—Esperemos que no suenen, la gente entra rápidamente en pánico —dijo ella apoyándose en el borde de la ventana.

—¿No cree que han habido más movimiento este último tiempo?

—Desde la caída de Abeul todo es muy extraño.

—El viejo marqués se lo merecía.

—Oh Mickel no hablemos más de eso, mañana tengo visitas. Podrías ayudarme con algunas velas.

—¿Velas? ¿No me digas que las serpientes estarán mañana por aquí? ¿El duque no contrajo matrimonio antes de ayer?

—Tu sabes, ¿No creerías que se tomaría unos días como toda persona normal? Cualquier cosa debe ser mejor que la capital.

—Entonces deben ser ellos —dijo el hombre suspirando—. Buscaré enseguida las velas.

—No te olvides que son de...

—Gardenia, lo sé perfectamente, no podía ser lavanda o rosa —murmullo el hombre negando con la cabeza.

—Es de gustos extraños. —La anciana no pudo evitar sonreír, claramente se referían al duque ya que no era primera vez que el grupo de soldados se quedaba en una de sus posadas.

Como si hubiera sido invocado, el aire pronto se puso más caliente, y cada persona de allí sintió rápidamente una presencia extraña. Los estigmas de color negro pronto formaron un gran remolino de la nada y de un momento a otro una ola de aves negras aparecieron, juntándose y golpeándose entre ellas. Se estrellaron fuertemente en el suelo, al dispersarse lentamente las botas del duque comenzaron a aparecer. Aynoa venia junto con él.

—Duque, justo estábamos hablando... —dijo la anciana pero al verle con la mujer en sus brazos bajo rápidamente las escaleras para abrir la puerta—. Duque.

—Cecilia —dijo él al verla—. Prepárame una habitación, mis hombres llegaran antes del medio día, también necesitaré para ellos.

—Llévela rápidamente dentro, llamaré al doctor enseguida, está dentro en la habitación tres.

Tarikan no dudo un momento en entrar a la posada de la señora Cecilia, las serpientes conocían hace bastante tiempo aquel lugar ya que cada vez que debían pasar por Rumani arrendaban habitaciones en aquel edificio.

—Cuidado, le llevaré unas mantas y un poco de agua —dijo la señora subiendo las escaleras con rapidez.

Aynoa no despertó por más que el duque la movió, menos cuando la dejó lentamente en la cama para luego voltearse y agarrar un barril que estaba a un lado de velador. Tarikan devolvió todo lo que había en su estómago haciendo sonidos repulsivos y bruscos.

La señora no tardó en llegar con dos mujeres más y un varón de largo bigote.

—¡Duque! —dijo el doctor acercándose a él.

—¡Yo no! Revísala a ella —dijo sentándose en el suelo mientras aceptaba un pañuelo de la Cecilia para limpiarse la boca.

—Tenga —dijo otra mujer ofreciéndole un vaso de agua.

—Ella es mi esposa —dijo con el ceño fruncido mirando al hombre que estaba a un lado de la cama—. Trátala con cuidado— agregó apoyando la cabeza en el velador.

—Por su puesto señor. —El doctor enseguida comenzó a mirar a Aynoa, en el tiempo en el que estaban los rcp no existían por lo tanto el doctor solo comenzó a frotar sus manos por encima de su pecho así como revivían a los animales al nacer.

Gracias a los dioses Aynoa volvió por si sola tomando una gran bocanada de aire, sus labios se volvieron lentamente a tornar rosados y su cuerpo pegaba pequeños espasmos junto con quejidos suaves.

La noticia del matrimonio del duque también había llegado a Rumani hace pocos días, pero que ellos llegaran en esa condición fue inesperada y ninguno se atrevió a preguntar qué había pasado.

Tarikan estaba recién perfeccionando los hechizos para transportar una persona ajena desde un lugar a otro, pero jamás había hecho lo que hizo. Que ambos llegaran completos era un logro, aunque aquello le haya producido un mareo profundo junto con nauseas.

—Señor ella se ve bien, está un poco deshidratada pero no tiene fiebre ni heridas superficiales, debió haber sido una descompensación ya que su cuerpo está sudando frio. Con todo respeto ¿Puedo preguntar qué ocurrió?

—Ella no está acostumbrada a ver monstruos, nos topamos con vampiros.

—¿Vampiros? —preguntó Cecilia asombrada—. Si no está acostumbrada a eso pues que terrible criatura la que tuvo que ver.

—Debe estar consternada y en shock —dijo el doctor volteándose a ver al hombre aun sentado en el suelo—. Deje que descanse y no la despierte, puede que se muestre asustada cuando abra los ojos.

—Señor... su ropa...

—Yo se la corte, en ese momento había dejado de respirar, no sé qué más podía hacer.

—Ya solucionamos eso, no se preocupe.

—Quédese tranquilo —dijo Cecilia sonriendo dulcemente al ver al duque preocupado, no era común verlo de esa forma y más con una mujer—. Le traeré comida y veré si encuentro alguna ropa para que pueda lavarla y vestirla.

—Avíseme cualquier cosa —dijo el doctor bajando su cabeza y saliendo de la habitación junto con las otras damas.

Tarikan suspiró pesadamente mirando el cielo, lo que había sido un pequeño paseo nocturno se volvió una temible pesadilla para ella.

—Aynoa —susurró estirándose y tomando su mano izquierda que colgaba desde la cama.

Luego de unos minutos lentamente se puso de pie y miró la habitación. En un rincón había una bañera pequeña donde solo caía una persona, pero era suficiente para remojar las toallas. Entonces Tarikan acercó un bol con toallas mojadas hacia la cama y miró unos momentos a la mujer.

Pensó que se veía bastante tranquila, parecía una niña pequeña cuando estaba dormida y no la chica ruda que realmente era. Esta noche sin duda la había asustado sin querer.

—¿Recuerdas la historia que te conté del chico? —dijo sacándole lentamente la ropa rasgada.

El vestido estaba roto a la altura del pecho, pero sus enaguas y ropa interior aún estaban intactas Tarikan le sacó el hermoso vestido que traía y luego lo soltó a un lado de la cama. Con tranquilidad se subió arriba de ella como si se sentara en sus piernas, pero no apoyó todo su peso.

—Yo era ese chico. —Le confesó con un rostro relajado—. Después de experimentar tanto miedo, ya no hay nada que supere aquello y no llegas a temerle a nada, aunque es contrario al dolor —agregó mientras lentamente tiró de las amarras que sujetaban la ropa interior de la mujer—. Cuando crees que nada puede doler más, encuentras dolores más insoportables.

La piel de ella poco a poco fue quedando a la vista, él desnudó su parte superior primero y antes de sacarle la parte de abajo, la observó aun encima de ella. No era primera vez que le cambiaba la ropa, pero después de haber intimado con ella, era distinto.

Una espesa saliva bajo por su garganta y los recuerdos de la noche que pasó junto a ella, volvieron a invadir sus pensamientos, haciendo que sus labios se apretaran aguantando el sentimiento oscuro que tenía. Sus ojos se movieron lentamente, como la piel se le estiraba en el cuello, como sus senos eran un tanto asimétricos con aureolas oscuras y una leve línea se le hacía en el medio del abdomen junto a su marca de nacimiento.

Entonces Tarikan respiró hondo y apretó levemente el ceño mientras bajaba la cabeza hasta apoyar el mentón en su propio pecho.

—No tengo tiempo para esto —susurró levantándose y posando sus manos en la fría tela que cubría de su cintura hasta sus piernas.

Terminó de desvestirla completamente para luego comenzar a limpiarle el cuerpo con las toallas húmedas. Le levantó con cuidado los brazos y pasó la tela por toda su piel, sus dedos, sus manos, sus pies, su cuello, todo.

—Duque —dijo una mujer detrás de la puerta, él no tardo en acercarse y abrir lo suficiente para poder ver a la criada, pero también evitar que ella viera a su esposa desnuda—. Tenga, es lo único que pude conseguir a mitad de la noche— agregó entregándole un vestido de dormir.

—No te preocupes, gracias.

—¿Usted está bien? ¿Necesita algo más?

—¿Sabes cocer?

—Si Señor.

—Dame unos segundos mientras vas por hilo y aguja.

—Sí, Señor, enseguida.

Tarikan cerró la puerta y llevando el vestido en la mano se aproximó hacia Aynoa para vestirla. Fue un arduo trabajo lograr pasar sus manos por aquel camisón, pero cuando lo logró, suspiró aliviado. Luego solo le abrigo las piernas antes de escuchar a la muchacha volver.

— ¿Qué necesita coser? —preguntó la mujer entrando y mirándolo con atención.

El hombre no dijo nada, intercambiaron miradas fugaces, luego él se sacó la chaqueta que aun parecía manchada y llena de barro.

—Mandaré a lavar todas sus ropas para que estén listas mañana.

—Haz eso luego —dijo dándole la espalda y allí frente a ella la camisa blanca se había teñido de un rojo fuerte.

Tarikan mirándola sobre su hombro derecho llevó sus brazos por encima de su cabeza y se despojó de su vestimenta. Frente a la mujer la espalda desnuda de él quedo en su mirada y no solo eso sino dos grandes y profundos rasguños le abrían la piel desde el hombro derecho hasta la columna justo en el rostro de su serpiente blanca tatuada.

—Usted necesita un doctor o un curandero.

—No, por eso te pregunté si sabes coser, ahora ¿Puedes cocerlo?

— ¿Y si mis acciones en vez de ayudarle lo dañan?

—Solo cóselo —dijo él agarrando una silla y volteándola se sentó con las piernas abiertas mientras apoyó el brazo izquierdo en su respaldar.

—Déjeme limpiarle primero, se infectará si usted...

—No lo hará, mañana podré curarlo completamente.

—Aun así, puede darle fiebre de aquí a mañana —dijo la mujer tomando una toalla seca y un jarrón con agua—. Puede que moje un poco sus prendas.

—No te preocupes.

Tarikan estaba seguro que al amanecer Siri volvería a su cuerpo y con eso recuperaría toda la magia que necesitaba para curarse, pero no podía dejar las heridas abiertas y sangrantes.

El agua fluyó sacando todo resto orgánico que quedaba en la piel del duque, pero la gran herida se mantuvo sin cambios, no sangraba mucho, pero se podía ver la carne dentro. La mujer enhebró la aguja y antes de clavarla en la piel del hombre, apoyó sus dedos en las heridas y le juntó la carne.

—Arg...—Tarikan bajó su rostro apretando los dientes, podía sentir la punzada, la presión de la aguja y como su piel se estiraba hasta abrirse para que saliera la punta del metal.

—Lo siento duque, pero son bastante profundas

—Solo... solo hazlo de una vez.

—Si Señor. —Ella no se detuvo y fue cerrándole las heridas con tranquilidad— Es desafortunado, no es tiempo de vampiros, al menos no tan al este.

—Parecía que recién se estaban haciendo adultos, eran pequeños para su tamaño.

—Pequeños o no, le dieron un buen zarpazo.

—Si mi esposa fuera obediente esto no hubiera ocurrido.

—El miedo hace que la gente deje de pensar con claridad, estoy segura que su hermosa esposa nunca ha tenido la intención de dañarlo— dijo la mujer pegándole una mirada a la duquesa que hasta el momento continuó durmiendo.

Tarikan la escuchó y soltó un gran suspiro al escucharla, ella tenía razón. Todos podían ser completamente obedientes y leales pero cuando el miedo toma posesión de todo el cuerpo, la mente no procesa la realidad y los peligros.

—Le traeré alimento para cuando ella despierte y la señora Cecilia fue por sus velas

—Gracias.

Dentro de la posada, lo que quedo de noche pasó con tranquilidad, el condado de Rindell era un pueblo bastante tranquilo, dirigido por dos condes de avanzada edad que pronto le dejarían el condado a su único hijo Sebastian, uno de los soldados personales del duque.

**********************

En la mañana siguiente, Aynoa lentamente comenzó a abrir sus ojos, al principio no pareció entender donde estaba e incluso ni siquiera recordaba nada. Frente a ella había un cielo de madera de color blanco, junto al olor de una cálida y fragante vela llegó a su nariz.

Poco a poco descubrió el lecho en donde estaba, una cama doble con sabanas amarillas de poca clase, pero al menos su textura no era tan áspera y olía a limpia. Frente a ella había una puerta de madera y una bañera a un costado con trapos en el borde de esta, y hacia su lado izquierdo encontró al duque.

Sentado en una silla con los brazos cruzados sobre su pecho yacía inmóvil, su rostro estaba inclinado apoyando su mentón en su hombro derecho. Entonces imágenes aterradoras llegaron a su mente, el grito de él mencionando su nombre una y otra vez, junto a un rostro afligido antes de que todo se volviera negro.

—¿Yo realmente morí? —dijo mirándose las manos—. Esta... sin duda no es mi vida —se dijo Aynoa mientras se sentaba en la cama, y volvía a mirarse, incluso su pelo estaba segura que era mucho mas claro en algún momento.

Lo peor no fue eso, sino que recordó escenas traumáticas, ese bosque, era el mismo bosque que una vez corrió por su vida. Su cuerpo liberó una hormona capaz de transformar a cualquier humano que allí estaba y en el medio de la nada intentó escapar de ellos.

No era el mismo tiempo, no era el mismo mundo. Si hoy estaba viviendo como Aynoa entonces ¿Cómo era su nombre en esa otra vida?

Llevando su mirada al duque, recordó la primera noche. Fijó sus ojos en él y encontró otro recuerdo.

"Yo...morí siendo violada por un centenar de personas"

Lloró en silencio estrujando las sábanas en sus manos, ya que aquellos recuerdos eran muy dolorosos para ella. Quería volver a olvidarlos, quería volver a encerrarlos en lo profundo de su conciencia.

Llevó sus manos a cubrir su rostro y entonces una interrogante llegó a ella ¿Y si había vuelto a ese mundo?

Miró otra vez a Tarikan, si él estaba allí con ella entonces significaba que aún estaba en Hamrille, pero entonces todo lo que decía la iglesia de una vida más allá de la muerte ¿Era mentira? ¿Ella había reencarnado en el pasado?

Tarikan aun se veía dormido, apoyando su mentón en su pecho junto a los brazos cruzados, se veía bastante tranquilo. Aynoa entonces recordó las palabras que había escuchado, debía correr, pero contrario a eso se detuvo, ¿Eso había ocasionado que se desmayara? No recordaba que más había ocurrido después de eso, solo esas imágenes del otro mundo.

Mirando al duque apretó los labios tragándose todas las interrogantes que tenia, aquel hombre era un hechicero bastante bueno ¿podía ayudarle a entender las cosas que estaba viviendo este tiempo? Quizás sí sabia que le estaba ocurriendo, pero no podía confiar aun en un hombre que a penas conocía.

Tarikan no parecía que fuera a despertar, lentamente Aynoa se fue deslizando al otro lado de la cama, hasta que sus pies tocaron el suelo. Se sentía débil, de hecho respiró profundamente antes de intentar ponerse de pie. Se percató que su ropa había sido cambiada y estaba con un vestido de dormir de tela, un tanto áspero a lo que estaba acostumbrada. Sus piernas temblaron y un sudor frio volvió a recorrerla, pero eso no la detuvo, deseaba ver que había afuera.

Si Tarikan estaba allí significaba que al mirar por la ventana encontraría carruajes, caballos y edificios medievales. Por lo contrario vería una escena completamente distinta del futuro, edificios, casas, autopistas y uno que otro auto.

Sosteniéndose de los muebles, llegó al borde de la ventana agarrándose con firmeza, su cuerpo apenas le respondía, estaba extremadamente agotado que no tenía la fuerza de mantenerse por mucho tiempo de pie.

Aun así, Aynoa se las arregló para poder abrir la ventana y mirar hacia fuera. Un hermoso paisaje quedo en su mirada, un sol que recién comenzaba a salir iluminando una llanura extensa detrás de unas casas. Tiñendo con elegantes y delicados colores junto a una brisa que le pegó en la cara.

No era un paisaje conocido, el silencio aun estaba en las calles formadas por piedras y parecía que toda la gente del lugar estaba aun dormida.

—Rumani —dijo la voz varonil detrás de ella. Aynoa enseguida volteó y fue rápidamente sujetada con firmeza.

—Duque...

—Al menos recuperaste tu color —dijo con una leve sonrisa en su rostro al mismo tiempo que le pellizcó la mejilla derecha.

Sus ojos cansados se fijaron en ella, mientras que con ambos brazos la sujetaron de la cintura, apegando su cuerpo al de él.

—Suélteme por favor.

—Lo haré, solo si me aseguras que no te caerás.

Aynoa pareció asombrada por las palabras del hombre, abrió sus ojos levemente y luego bajó su mirada tratando de separarse de él. Su agarre pronto se soltó y ella terminó por afirmarse de sus antebrazos.

—¿El duque sería igual a las personas que acabaron conmigo? —se preguntó mientras lo observaba a los ojos. El hombre era un idiota pero un idiota que al menos se preocupó de que ella estuviera bien— ¿Qué paso?

—Una mala suerte.

—Tus historias si eran reales —dijo y lentamente se giró para dirigirse a la cama, pero su cuerpo esta vez hizo que sus piernas no soportaran más su peso.

—Oh cuidado —dijo él agarrándola nuevamente de la cintura—. Vuelve a la cama, luego hablamos— agregó levantando sus pies en el aire y la cargo en sus brazos.

Aynoa avergonzada agarró rápidamente el borde de su vestido que había subido hasta sus muslos y los tapó para que él no le viera. Tarikan no pareció importarle mucho, no dijo nada, caminó con ella en brazos hacia la cama y la dejó allí con delicadeza.

—¿Usted cambió mi ropa nuevamente?

—Y curé tus heridas —agregó sonriéndole, pero sus ojos de habían estrechado como si buscará hacerla incomodar.

Tarikan esperaba un agradecimiento, pero Aynoa no dijo nada, bajó su mirada hacia sus manos y aguardó allí envuelta en si misma, para luego soltar algo sin medir.

—Parece que al lado de usted siempre pasan desgracias.

Para alguien que no conocía al duque diría que realmente el hombre disfrutó cada momento de la lamentable noche. Pero contrario a eso, Tarikan por primera vez se había sentido responsable y culpable por los sucesos ocurridos.
Preocupándose por ella, la trajo sin importar si sus hechizos de transportación funcionarían; la bañó y curó las heridas de sus manos y rodillas; incluso la mayor parte de la noche se cercioró de que respirara antes de caer dormido, donde ni siquiera compartió la cama doble con ella.

Las palabras de Aynoa volvieron a traer al hombre frío e insensible de siempre.

—Pues ándate acostumbrando —soltó agarrando su espada y salió de allí dando un buen portazo.

Aynoa molesta lo único que hizo fue agarrar una almohada y lanzarla a ella. El sonido de la puerta se repitió una y otra vez por la habitación, pero nada de eso la afecto ya que se largó a llorar profundamente.

Su vida como Aynoa hasta el momento había sido hermosa a pesar de su madrastra, pero los fragmentos de recuerdos que habían llegado a ella no eran nada buenos. Sentía que todo aquello había sido solo ayer, recordó el dolor en sus entrañas, los rasguños en su piel, la falta de aire que producía el cuerpo pesado de muchas personas sobre ella y la incapacidad de pedir ayuda.




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He aquí queridos lectores, una ventana para mi próxima obra en un mundo actual.

Conexión, si

Significativo, no. 

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