35.- El bosque
Aynoa estaba nerviosa, a medida que fue pasando la noche el sonido del exterior se extinguió casi por completo. La imagen de los lobos atacando a las personas llegó a su mente y poco a poco sentía que volverían a atacar allí en el campamento.
Sin poder dormir se mantuvo en silencio mientras se cubría el cuerpo con una frazada hasta dejar solo su cabeza fuera. Milla dormía profundamente a su lado, no hacía ruido alguno, pero sin duda no tenía las mismas preocupaciones que tenía Aynoa.
Allí en el carruaje no se sentía del todo segura.
Mientras las horas comenzaron a pasar la joven duquesa se movía constantemente dando vueltas en el carruaje, el sueño y el cansancio estaban presentes, pero cada vez que comenzaba a caer dormida su mente nuevamente le daba malas jugadas.
Se animó lentamente a sentarse y abrir la cortina de la ventana. Fuera del carruaje había una noche bastante hermosa, pequeñas antorchas estaban regadas cómo picos enterradas a la tierra y los soldados dormían distribuidos por todo el lugar.
Aynoa estaba un poco angustiada, ahora no solo el miedo le carcomía la conciencia, sino que debía buscar un sitio donde vaciar su vejiga.
—Duquesa —dijo la voz de un soldado al verla abrir la puerta—. ¿Necesita algo?
—¿No hay monstruos?
—Claro que no señora, todo está bastante tranquilo, es una buena noche.
Aynoa miró al hombre, se veía amigable, pero no tenía la confianza de pedir lo que realmente necesitaba. Solo recordó a una sola persona, por lo tanto, no tardó en pronunciar su nombre.
—¿Dónde está Tarikan?
—Allí —dijo el soldado apuntando a un bulto a lo lejos—. Al duque le gusta estar solo.
Aynoa luego de agradecer y negar la compañía del soldado, se fue directamente donde le habían dicho que estaba Tarikan. Evadiendo a los soldados dormidos llegó lentamente al final.
Sin decir una sola palabra caminó hacia él encontrándolo con los ojos cerrados. Estaba acostado sobre una manta, se había sacado la chaqueta y abierto la camisa. Aynoa no quería fastidiarlo, pero ahora él tenía el deber de cuidarla.
Acercándose lentamente lo observó desde lo alto, estaba durmiendo con un brazo encima de su cabeza y el otro sobre su estómago. La noche era fresca, pero aun así el hombre estaba allí dejando al aire la piel de su pecho y abdomen. Recordando sus palabras, se hinco y arrancó un poco de pasto, luego alzó la mano sobre su rostro.
Tarikan no tardó en sentir su presencia y lentamente abrió los ojos mirando hacia el cielo donde enseguida se encontró con el rostro de ella que lo contemplaba desde las alturas, justo para ver su mano abrirse.
—Hey— reclamó cerrando los ojos y sacándose la hierba de la cara— ¿No deberías estar durmiendo?
—Tu deber es cuidarme y mantenerme a salvó. Levántate y llévame a un lugar donde pueda orinar tranquila.
—No hay baños aquí.
—Lo sé perfectamente, ahora muévete por favor.
Tarikan frunció levemente el ceño, ella no parecía afligida, sino que decidida a lograr lo que pedía.
—Eres cómo una niña pequeña pidiendo ir al baño a mitad de la noche ¿No le han enseñado a ir antes de dormir? —Tarikan no se movió, pero dibujo una sonrisa en su rostro, sus ojos se veían hermosamente brillantes bajo la luna.
—Duque.
—Duquesa... ¿No es extraño llamarte así ahora? —dijo sentándose, llevó su mano a echar su pelo hacia atrás y lentamente se puso de pie.
—Lamento molestarlo —dijo inclinando sus cejas con un leve puchero, pero rápidamente sacó esa expresión y se puso lo más seria.
—¿Tu criada no estaba para ayudarte? — agregó cerrándose la camisa, luego tomó la chaqueta y termino de amarrar su espada a un costado. Ella si lo estaba molestando.
—Milla no me protegería si algún monstruo llegará a aparecer.
—No hay monstruos Aynoa.
—Estamos en los bosques de Sinova y Rumani, así que si hay monstruos —Aynoa caminó hacia los árboles asegurándose que él la siguiera, cosa que hizo lentamente mientras escuchaba lo que ella le decía—. ¿No conoce las leyendas de los pueblos?
—Eres tu quien ha vivido siempre bajo una fortaleza como una princesa aprisionada, pero vamos, ilústrame.
—Con mayor razón deberías saberlo.
—¿Qué cosa?, ¿La leyenda de los demonios o los hermanos de Asmodeus, o de Aphophis?
—Todas.
Aynoa le relato las historias que se conocían en Abeul de aquellos seres. Los hermanos de Asmodeus eran dos leones de inmensos tamaños con garras de águila y un cuerno de cabra en el medio de sus cabezas.
Los creyentes en Dios creían que Asmodeus uno de los demonios de satanás había parido monstruos únicos y peligrosos en la tierra, pero poco a poco habían perdido la capacidad de razonar. Habitando el bosque como cualquier animal salvaje, permanecían allí, pero la gente nunca los había podido cazar.
Aphophis por otro lado era una creencia de personas politeístas, dónde no solo creían en un solo dios como la iglesia católica, sino que creían en muchos dioses y este ser era uno de ellos. Se decía que Aphophis cuidaba la entrada al infierno y que dicha entrada estaba ubicada en el medio de aquel bosque, entre dos enormes cerros, claro que nunca habían sido encontradas. Ambas leyendas habían cobrado la vida de muchos, pero nunca se pudo decir con seguridad si los culpables eran esos seres.
—Eres una mujer que cree en cuentos de niños.
—Son leyendas Tarikan, y las leyendas están basadas en hechos reales.
—Entonces deberías temer —dijo mirando los enormes árboles.
Aynoa pareció no comprender, pero Tarikan parecía bastante tranquilo, se detuvo en un árbol mientras puso una de sus manos sobre él y luego llevó sus orbes grises hacia la mujer.
—Estamos exactamente en el medio del bosque.
—¿En-en el medio...del bosque?
—Sería lamentable que tus “leyendas” sean reales.
—Tarikan tú haces algo con tu magia para asustarme y créeme que te arrepentirás.
El hombre soltó una risa al escucharla, la mujer se veía realmente asustada, pero intentaba mostrarse ruda ante la situación.
—No haría algo así —dijo volteándose—. Deberías dejar de creer en las cosas que dicen de mí, tal vez llegues a sorprenderte cuando realmente me conozcas. Ven vayamos más lejos.
Aynoa una vez que caminó entre los árboles miró todos los alrededores antes de llevar sus ojos al duque que caminaba al frente.
—Está bastante oscuro... —dijo tratando de no tropezarse con las enormes raíces de los árboles. Fijó sus ojos en el suelo, pero al poco rato Tarikan tomó su mano derecha.
—Lo está, pero tus ojos se acostumbrarán —dijo jalándola lentamente.
—¿No-no hay nadie?
—No.
—Está bien este lugar, no se ve el campamento desde aquí —dijo soltándolo—. Voltéate por favor.
—Te daré más espacio si quieres —dijo el dándole la espalda y dio unos pasos alejándose de ella, pero Aynoa enseguida le tomó el brazo. Su fuerte agarre con rapidez estrujó en antebrazo del hombre.
—No-no, por favor no me dejes sola.
—No lo haré. —El duque volteó a mirar a la mujer asustada, podía ver sus ojos moviéndose por todo el lugar y aunque ella intentaba controlar su respirar Tarikan vió el miedo de ella—. Haz lo que tengas que hacer me mantendré allí —agregó apuntando aún árbol—. Te hablaré todo el tiempo para que sepas que no estás sola ¿bien?
Ella asintió con la cabeza y lentamente le soltó el brazo mientras él le regalaba una leve sonrisa.
—Te contaré una historia que escuché por estos lugares —dijo mientras caminaba hacia el árbol que había apuntado.
Aynoa lo maldijo en su interior, ya estaba lo suficientemente asustada como para que el comenzará a relatarle una historia de allí, pero había sido ella misma quien sacó el tema a la luz. Mientras miraba a todos lados se cercioró que no hubiera nadie antes de arremangarse el vestido.
—Hubo un niño que sobrevivió por meses en este lugar, aquel niño solo era un huérfano mal nacido que nadie quería, cuando llegó a este lugar estaba muerto de miedo. Se decía que el miedo que sentía era mucho más que el miedo mismo, un miedo que hacía que su piel se endureciera, que las palpitaciones del corazón se sentía en la garganta incluso en la lengua, un miedo envuelto en pánico, desesperación y angustia —Tarikan apoyó su espalda en el tronco del árbol y miró las copas de los árboles mientras su voz no se detuvo—. Mientras pasaban los días, el tiempo se volvió efímero, los días más cortos y las noches eternas. Un día mientras caminaba hambriento y perdido, el niño vio a un hombre caminar entre los árboles...
Aynoa estaba escuchándolo atentamente, pero a veces el bosque soltaba ruidos que más la asustaban. No pudo comenzar la tarea que la había llevado allí con facilidad.
—El hombre estaba con la mirada perdida en el cielo, dio unos pasos moviéndose letárgicamente hipnotizado por algún embrujo. El chico le gritó más de una vez, pero aquel hombre no apartó su mirada, el bosque es silencioso, pero esa vez un gran viento azotó las copas de los árboles y sus hojas cayeron cómo cae la lluvia. Las ramas se mecieron haciendo sonidos extraños, cómo pequeños quejidos de dientes rechinando y aquí va tu leyenda —dijo Tarikan soltando una leve risita—. Cuando el chico siguió al hombre una enorme sombra negra cubrió el sol, miles de ojos salieron de la oscuridad y una voz en su interior se tragó su poca inocencia.
El duque iba a continuar con el fin de relatarle que Aphophis nunca existió, allí si había un demonio, pero el tardó casi 5 años en saber su nombre y hoy hasta ella conocía a ese animal.
—Tarikan —dijo Aynoa con los dientes apretados mirándolo enojada. El hombre se detuvo y lentamente giró su cuerpo junto con su rostro como si estuviera paralizado. Encontrándola aún hincada, pero con sus manos cruzadas sobre sus muslos, lo fulminó con la mirada—. Cállate— agregó.
—Me encanta tu simpatía —soltó él volviendo a darle la espalda, pero contrario a lo que ella le había dicho el continúo hablando—. ¿Jamás habías salido de Abeul? —preguntó.
—Yo sí salía, para las festividades de primavera, visitaba Terra y Sinova.
—¿Y jamás en tu vida habías visto un monstruo?
—Jamás.
—Tienes suerte, una vida bastante tranquila te ha tocado vivir.
—Lamento que no haya sido así para usted— dijo ella.
—No debes lamentar la vida que no es tuya.
Aynoa lo observó todo el tiempo. Estaba a casi diez pasos de él, pero, aun así, pudo ver su gran espalda y como su trenza se movía levemente con el viento.
Aún no podía asumir que el hombre que estaba frente a ella hoy era su esposo. ¿Cómo habían llegado tan lejos? Desde el momento que lo había visto en Abeul, jamás se hubiera imaginado que la distancia que había entre los dos se había achicado.
—¿Cuánto tenía usted la primera vez que vio un monstruo?
—La primera vez...—Tarikan lentamente cruzo los brazos y apoyó su hombro derecho en el árbol mientras bajaba un poco la cabeza. Imágenes y recuerdos aterradores llegaron a su cabeza— seis años.
—Era solo un niño...
—¿Dejemos de hablar de nuestras infancias?
—Bien entonces tampoco cuente historias de miedo —dijo ella parándose hergidamente— ya dijo usted que son solo inventos de la gente.
—Justamente ese no— susurró suavemente. Aynoa no alcanzó a escucharlo.
La noche realmente se veía tranquila, los pequeños rayos de luz de la luna que entraban entre los árboles iluminaban con tonalidades celestes, pero aquello solo hacia el lugar más aterrador.
—Entonces toquemos otro tema... Te debo una disculpa, debí tratarla con más cuidado antenoche.
Aynoa escuchó cada palabra de aquella voz suave y varonil, enseguida se llenó de vergüenza volviendo a recordar lo que ambos habían hecho, no podía creer que el pudiera hablar de aquello tan fácilmente. Estaba segura que Tarikan eligió esos temas solo para fastidiarla.
—Lamento haber sido rudo con usted— soltó él.
—¡Tarikan! No diga más, yo... ¡Ah!
Tarikan escuchó el grito de Aynoa y no dudo un solo segundo en voltearse, por un momento se asustó, pero al girar la encontró cerca de él, acostada en el suelo boca abajo. Sus pies se habían tropezados con las raíces de un árbol y había caído al pasto.
—No es un buen lugar para descansar —dijo dando pasos hacia ella con una sonrisa genuina en su rostro—. ¿Estás bien? — agregó hincándose frente a ella.
Aynoa no contestó solo asintió con la cabeza mientras aceptaba la mano que él le había ofrecido.
Lentamente se sentó en la raíz más grande del árbol y miró su ropa sucia. El rocío de la madrugada había hecho que el suelo estuviera húmedo, embarrando sus vestiduras.
—Eres torpe —dijo Tarikan sacudiendo parte de su vestido y soltando una pequeña risita, pero cuando paso su mano por las rodillas de ella, Aynoa se quejó.
Los ojos grises del hombre subieron a sus ojos, no dijo nada, pero de un momento a otro sus manos comenzaron a tomar los bordes de su vestido.
—Espera Tarikan.
—Quédate quieta —dijo agarrándole la pierna derecha y le subió el vestido. La mano de él era bastante tibia en comparación a la de ella, pero su agarre había sido un tanto brusco.
La piel de ella quedó a la vista de los dos y en sus rodillas se pudo ver unas pequeñas heridas hechas por el suelo irregular.
—No es nada...
—Claro que sí, no te muevas.
Aynoa nunca se imaginó ver lo que estaba a punto de presenciar. El hombre hincado frente a ella puso sus manos por encima de sus rodillas y una luz azulada comenzó a tocar su piel. No era primera vez que lo veía usar la magia, pero está vez sentirla y verla de cerca fue asombroso a sus ojos. La luz fue fuerte que el rostro de Tarikan se había iluminado, sus ojos resplandecían un blanco por el resplandor, pero su pelo se mantuvo sin un solo cambio.
—Vi que tú pelo a veces cambia de color —le dijo ella.
—Mi pelo tiene reacciones distintas de acuerdo a la magia que ocupo y a las emociones, si son hechizos poderosos entonces se tornará gris.
—Le queda el gris, combina con sus ojos— dijo ella. Lentamente llevó su mano izquierda y tomó uno de los mechones de cabello que le caían en la frente.
Aquel gesto hizo que los ojos del duque que estaban concentrados en sus manos subieron hacia ella. La miró extrañado, no era común para el sentir aquellos gestos, pero no le dijo nada. Solo sintió como su cabello volvió a tocar su frente y Aynoa junto sus manos en sus muslos.
—¿Puedo preguntarte algo?— dijo Tarikan, la luz de sus manos dejo de brillar y el levemente le tocó la pierna manteniendo su mano izquierda en ella. La energía mágica de Aynoa volvió a ser sentida por el, sus dos ríos aún estaban presentes.
—¿Que cosa?
—¿Estuvo usted en contacto con la magia en el transcurso de su vida?
—¿En contacto con la magia? No, como dije el hechicero de Abeul no dejaba que me acercara a él.
Tarikan la observó, parecía que la mujer era sincera en su respuesta y aunque no pareció complacido pensó que seguir preguntando sobre aquello sería muy pronto. Tarde o temprano descubriría porque ella poseía dos energías en su cuerpo.
—¿Por qué?
—No es nada. La llevaré al carruaje y trate de dormir, la noche se hace más corta.
—Gracias Tarikan —dijo al ver que sus rodillas habían sanado sin problema.
Él se puso de pie y mirándola desde las alturas estiró su mano hacia ella para ayudarle a levantarse. Su palma grande y liza quedó a centímetros de su mentón, Aynoa le sonrió antes de posar su mano en la de él, pero en cuanto lo hizo un sonido extraño distrajo a Tarikan que rápidamente giró su rostro levantando una ceja sobre la otra.
—¿Qué fue eso? —preguntó Aynoa, él no contestó, pero poco a poco ella sintió como su mano tomó firmemente la de ella— Tari...
—Guarda silencio —dijo en voz baja.
—No estés jugando —dijo Aynoa levantando un poco la voz, pero enseguida la mano de Tarikan llegó a su boca tapándola con firmeza.
Con un movimiento rápido la espalda de ella tocó el tronco del árbol que tenía detrás. Sus ojos solo mostraron el asombro que había sentido, los ojos del hombre la asustaron, realmente no estaba jugando.
Pronto un sonido como un pequeño quejito agudo se repitió una y otra vez.
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Tengo una lectora bastante molestosa y es buena para persuadirme, no me niego. Gracias a ella subo este cap...queden con intriga >:)
AngelesValentin
Culpable
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