32.- La despedida del ejercito
Este dolor, este dolor lo conozco, ya lo había experimentado antes, de hecho, puedo recordar que este sentir fue lo último que experimenté aumentado en diez veces más.
Ojos rojos, ojos naranjos, ojos amarillos, seres imponentes, incontrolables, humanos guiados por hormonas alteradas de algo tan insignificante como yo.
Siento que mi conciencia se pierde entre recuerdos confusos, como si todo hubiera sido encerrado bajo llave, pero por fin una puerta yace abierta frente a mí.
Yo sabía que debía cuidarme, pero no lo hice, comprendía que medicina debía tomar al igual que todos, pero cuando ese momento llegó, yo simplemente no estaba preparada. En un lugar tan bello, recuerdo los árboles, el olor a hierba mojada, no había ni un solo ruido de la ciudad o de las bocinas de los autos que opacaran tal tranquilidad ¿Quién pensaría que aquel lugar se volvería el infierno mismo? Mis amigos, no era su culpa, la culpa fue mía.
¿Yo realmente morí ese día? ¿Morí allí devorada por tantas personas?
—Aynoa...
Sí, esa soy yo, pero también... ¿Cómo me llamaban en ese lugar?
¿Quién soy? ¿Por qué todos esos recuerdos llegaron de la nada?
*******************
Aynoa despertó lentamente en la mañana siguiente, los finos rayos del sol entraron por su ventana iluminando su rostro y poco a poco comenzó a tener conciencia. Observó lentamente la habitación, parecía común que la decoración de allí fuera tan elegante incluso con telas de encaje, pero otros recuerdos habían llegado a su mente.
Estiró sus manos hacia el cielo y se miró las palmas, reconocía su piel y su cuerpo, pero no se sentía ella misma. Sentándose lentamente sin decir una sola palabra, estiró la mano hacia el velador, cogió un plato votando todas las frutas que estaban allí y se miró el rostro en el reflejo.
En el miró una cara conocida, llevaba casi dieciocho años viéndose, conociéndose, sabia incluso cuántos lunares tenía en la piel, pero esta vez otro rostro recordó, uno con una tez mucho más clara, con un pelo castaño casi rubio, unos labios mucho más anchos. No podía estar más confundida.
Volviendo a la realidad lentamente miró la cama y descubrió que no había nadie más que ella en la habitación, recordó al duque y la noche que habían pasado juntos ¿había sido aquel acto que sus pensamientos se quebraran? ¿Estaba perdiendo la cabeza?
—Alguien... —dijo mirando a la puerta y enseguida una criada vestida con un traje celeste entró.
—Buenos días —dijo la criada, pero ella nunca la miró. El malestar de haber usurpado el lugar de su hermana fue un malestar para incluso lo sirvientes del Castillo.
La criada comenzó enseguida destapando las frazadas de la cama, le echó una leve mirada a la sábana blanca ya teñida y comenzó a sacarla sin esperar que Aynoa se pusiera de pie.
—Di mi nombre.
—Debe apurarse, la gente se reúne para despedir al ejército del duque, no querrá que la dejen ¿no? Levántese por favor, necesito llevar esto al sacerdote —dijo tirando un vestido de dormir a su costado.
—Que digas mi nombre. —Aynoa bajó el rostro y apretó el ceño fuertemente.
—Deje de comportarse como una niña chica —le dijo la sirvienta, pero Aynoa no se sentía la misma.
No le importó estar desnuda, se giró para agarrar un cuchillo del velador y se abalanzó a la mujer agarrándola rápidamente del cuello y posando el cuchillo por debajo de su oído. La sirvienta cayó al suelo mientras era acorralada por la nueva duquesa, con su rostro perplejo y sin una pisca de valentía que había mostrado, sollozó sin dejar de mirar la amenaza que tenía sobre ella. Jamás pensó que la mujer de anoche, frágil y temerosa hoy tomara aquella actitud tan temible.
—No te creas tan lista solo por servirle a la corona, no dejaré que me trates como si fuera cualquier cosa —dijo Aynoa entre dientes sin dejar de mirarla desde lo alto—. Ahora, di mi maldito nombre antes que invente alguna excusa para explicar cómo es que tu vida terminara aquí y ahora.
—Ay...Aynoa Georgely, hija... hija del marques Tristán de Abeul y...y ahora duquesa de Castilville. —La mujer no lo dudo un solo segundo, por alguna razón pensó que Aynoa si podía dañarla de alguna forma y cumplir con su palabra.
Soltando a la mujer la dejó caer sentada en el suelo mientras caminó a la ventana, estaba clara de que su vida como Aynoa no había sido una mentira, llegó incluso a la conclusión de que aquellos sueños solo eran eso, sueños.
—Termina lo que has venido a hacer —dijo con una voz autoritaria para luego sentarse en la orilla de la cama y cubrirse el cuerpo con el vestido de dormir.
Aynoa se lo puso lo más lento posible solo con la intención de hacer enojar a la mujer, luego de eso el enojo se enseñó en su rostro, poco a poco volvió a ser la de siempre y recordando sintió una mezcla de vergüenza por el acto obvio que había hecho la noche anterior con el duque.
Se puso de pie nuevamente agarrándose del borde de la cama y esta vez una clavada le punzo en su barriga baja, aguantó la respiración hasta que poco a poco pudo dar pasos sin aquel malestar.
Ante su dolor la mujer dibujó una sonrisa mientras con cuidado doblaba la sabana. Aynoa, la vio y aquello más la hizo enfurecer. Con la intención de reprocharle todo, se fue parando derechamente y abrió la boca, pero cuando sus palabras estuvieron a punto de salir de sus labios un bullicio se escuchó en el pasillo.
Ella enseguida identificó la voz del duque que discutía fuertemente con las personas que estaban afuera. En unos segundos la puerta se abrió y los sirvientes entraron para instalar una bañera de madera que rápidamente cubrieron de agua caliente.
Tarikan no observó enseguida a su esposa, su rostro enfadado se podía notar desde donde ella estaba.
—No puedo creer que sean tan inútiles. —Refutó con fuerza caminando hacia la cama— ¿Y tú? ¿Te importa más la ropa de cama que ayudar a mi esposa a prepararse?
—Duque... Yo... —La sirvienta sorprendida bajó enseguida el rostro, haciéndose más diminuta con el hombre que la miraba intimidante.
—Duque —dijo Aynoa sorprendida, él estaba bastante molesto por estar atrasada— lo siento me prepararé enseguida.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó el observándola.
—No —dijo ella apartado la mirada, estaba aún molesta con él, pero era mayor la vergüenza de lo concurrido entre ambos.
—Bien entonces date prisa, el rey ya está abajo.
—¿El rey?
—¿Quién crees que tiene que despedir a mi ejército? Apúrate Aynoa —agregó saliendo de allí, pero ella enseguida lo detuvo.
—Duque... ¿Mi-mi criada?
—Ya la mandé a llamar, avisaré para que te la envíen ahora mismo.
Las mismas sirvientas que entraron para dejar la bañera ayudaron a la ahora duquesa a entrar al agua. Cepillaron su cabello y enjabonaron sus brazos de forma rápida. Mientras lo hacían Aynoa nuevamente pensó en el sueño que había tenido, sentía que solo estaba actuando el papel de una obra, pero cuando la palabra "obra" llegó a su mente, la imagen reflejada en un televisor plasma volvió a enloquecerla.
—No... —susurró y un dolor de cabeza le punzó la cien.
—Señora —dijo un sirviente.
—Déjenme, salgan todos ahora...
—Pero el duque nos ha ordenado.
—¡Se lo que les ha pedido, ahora salgan de mi habitación!
Los sirvientes claramente no entendían el cambio que estaba ocurriendo, parecía que la ahora duquesa había sufrido tanto como para que su personalidad comenzara a cambiar. Salieron de allí sin decir nada y Aynoa luego de escuchar la puerta se hundió bajo el agua.
Recuerdos pequeños, cosas sin sentido para el tiempo en el que vivía, aun no existían las pantallas, los autos, los celulares, pero se sentía muy familiarizado con aquello, eso solo hizo que volviera a preguntarse dos cosas ¿Yo realmente morí y volví en otro tiempo? ¿Quién soy realmente?
Bajo el agua no se escuchaba nada del exterior, ondas burdas y sin nitidez no se podía apreciar ni un solo sonido.
No estaba loca, al menos eso quería asumir, porque si así fuera, seria acusada como bruja y la llevarían directo a la hoguera, por otro lado, recordaba su vida siendo Aynoa, pero ese sueño no era cualquier sueño, lo sentía tan propio, tan vivido. No estaba segura que había ocurrido y porque ahora tenía el valor de incluso amenazar a la sirvienta, sin una sola duda o miedo a ser castigada.
Abrió los ojos bajo el agua y entonces otra imagen que había visto en su sueño llegó a ella, ojos de distintos colores la observaron cubriéndola de un miedo profundo.
—Ah... —gimió al salir y respirar fuertemente.
—Usted siempre está haciendo cosas sin explicación. —La voz de una mujer se escuchó y Aynoa enseguida volteó encontrándose con Milla que la observaba de pie cerca de la bañera.
—Milla...
—Duquesa Aynoa de Georgely —dijo ella.
—De Castilvell ahora —contestó Aynoa mientras se envolvía en la toalla.
—Hermosa mía.
La mujer solo tardó un segundo en llegar frente a ella y entregarle un abrazo lleno de amor y tranquilidad mientras soltaban pequeñas risas como las amigas que habían sido siempre.
—¿Usted está bien? —preguntó su criada.
Aynoa apretó los labios y en cuanto sus ojos se posaron en ella la carga que había llevado en sus hombros comenzó a derrumbarla. La joven duquesa abrazó a su criada mientras que lloró en silencio.
—Mi hermosa dama no llore —dijo frotando su espalda.
—Creo que hice algo mal...
—Oh no diga eso, no todo es malo mi hermosa dama —dijo sin dejar de abrazarla—. Una noche que toda mujer ha pasado no significa que todo lo que viene adelante será malo.
—El duque...
—Olvídelo, todas pasamos por eso, pero lo peor ya pasó, confío que el duque la tratará mejor, me sorprendió cuando el mismo se presentó hoy en el barrio a buscarme.
—¿Qué? —dijo ella sorprendida—. Dijo que enviaría a sus hombres.
—Cómo ve no fue así, me sorprendió verlo después de que su boda fuese solo ayer —dijo Milla alejándose de ella y limpiándole el rostro—. ¿Está mejor?
Aynoa asintió con su rostro, el hombre había encontrado a su criada mucho más rápido que su padre y a pesar de la temible noche que había vivido y de aparecer molesto, ella pensó que quizás no era realmente con ella que estaba de ese humor, después de todo estaba recién comenzado a conocerlo.
Aynoa volvió a pensar en las cosas que sentía, podía contarle a Milla la creencia de que algo en ella estaba mal, pero no podía arriesgarse sin descubrir realmente que había ocurrido y el porque veía o recordaba algunas cosas de una vida pasada. Aquí el ser llamada bruja sería su perdicion, ya había visto como quemaban a un hombre y realmente no quería ese final.
Mientras Milla terminó de arreglarla Aynoa se acordó de sus palabras y mirando a través del espejo abrió sus labios para preguntar.
—Dijiste que todas las mujeres pasamos por esto ¿Tú también? No sabía que tenías esposo.
—Ayno... duquesa Aynoa, no todas esperamos hasta le noche de boda.
—¿Qué? Pero eres hija de la baronesa...
—Eso no me impidió entregarme a los brazos de un hombre que en ese momento creía que era el correcto.
Aynoa recordó el rostro del duque, si a ella le dolió tanto como para querer golpearlo, el duque debió también soportarlo, de hecho, más de una vez le vio la frente hundida en relieves cuando fruncía el ceño.
—Usted es diferente, tendrá más riqueza de lo que puede imaginar, será envidiada y amada. Castilvell es bueno para un alma valiente como la suya.
—No Milla, ¿No sabes lo que hizo?
—Todos saben lo de la torre mi hermosa dama.
—El rey se apropió de su dinero, así que no sé cómo será vivir ahora allá.
—Castilvell es más liberar señorita, he estado una vez allí y créame que nunca será la misma. Allá vera cosas que aquí en la capital o en Abeul jamás vería ¿No cree que sea en vano que el rey enviará construir una iglesia y además mandará a dos obispos hacia allá?
—¿Qué?
—Los rumores vuelan más rápido que el viento. Una vez que el duque llegué a su ducado no tardarán en que la iglesia se contacte con él.
—Tiene lógica, pero espero que sea de mi agrado.
—Piense positivo, iremos a Castilville y será grandioso.
—No sabes cómo te extrañe, me hacían falta tus palabras. —Aynoa no pudo sentirse más tranquila, Milla siempre sabía que decir—. No sabía cómo buscarte, desde que llegamos no sabía nada de ti.
—Yo debo agradecerle, estuve ayudando en una panadería para poder costear los alojamientos, no era mucho lo que pedían, pero de igual manera usted sabe que no puedo quedarme sin hacer nada —dijo la mujer riéndose y de forma rápida sus dedos terminaron de amarrar el corsé y luego puso un hermoso vestido azulado con decoraciones plateadas.
—¿Te gusta? —dijo Aynoa mirándose en el espejo mientras esperaba que Milla terminara su vestido.
—Es muy acordé al duque. Esperaba poder volver a verla, pero nunca pensé que me llamarían para servirle a la nueva duquesa.
—Es una historia bastante larga.
—Tendremos un viaje bastante largo así que espero enterarme de todo al detalle.
—Tarikan aún recuerda el día que nos vio en Abeul, por favor no le recuerdes nada de eso, espero que lo olvide pronto.
—¿Usted lo llama por su nombre? —dijo ella sonriendo pensando que entre los dos había una relación ya establecida. Meditando sus palabras la imagen de ambas cubierta de estiércol la hizo soltar una leve sonrisa.
¿Quién iba a pensar que todo esto acabaría así?
Los rumores de los nuevos tortolitos se había difundido como si el duque realmente se había enamorado de una de las hijas del marqués, y sin poder aguantarse para la noche de boda había demostrado afectos impropios a la vista de la gente. Otros decían que era nuevamente uno de sus juegos para llamar la atención y de ir en contra de la corona, pero eso ya no importaba. El codiciado hombre ya no era un soltero, ahora se había casado y aunque hoy las serpientes de cola plateada marcharían de regreso a casa, la gente quería observar quien era la mujer afortunada que lo había amarrado al matrimonio y en especial si aquel matrimonio había sido consumado.
El bullicio de las calles cubrió todos los rincones de cada esquina, los soldados saldrían del castillo real hacia las puertas del lado norte de la ciudad, pero antes, todos miraron al balcón donde aparecería el rey y la reina. Cuando salieron, la gente enseguida se quedó callada para escuchar lo que dirían.
Aynoa caminó con rapidez agarrando su vestido y siendo seguida por su dama de compañía, las trompetas ya habían sonado. Siguiendo a un hombre que las había venido a buscar Aynoa pasó rápidamente de un pasillo a otro hasta que frente a ella la capa azul y la trenza que caía de la cabeza del duque quedó frente a ella.
—¿No puedes ser más impuntual? —dijo Tarikan girándose cuando ella llegó a su lado.
Agitada solo lo miró y frunció el ceño, él le devolvió el mismo gesto antes de mirar a la puerta de al frente y estirar su mano para dejarla en el aire.
—¿Está lista? Levanta el rostro joven mujer, eres ahora mi esposa y tienes un apellido que proteger.
Aynoa respiró profundamente al escucharlo y puso su mano sobre la palma de él para comenzar a caminar. Parándose lo más erguida que pudo se enfrentó a lo que debía hacer, junto a su esposo salió hacia el balcón.
La luz de afuera pegó fuerte en su rostro, el ambiente era muy distinto a lo tranquilo que había dentro del edificio. En cuanto salieron escuchó la voz del rey pronunciar el nombre del duque y luego "duquesa de Castilvell" aquello la dejó aún más impactada.
No había tenido tiempo de pensar en lo que significaba ahora aquella poderosa palabra, la gente gritó enaltecida debajo de ella, jamás había visto tanta gente observándola el cual la abrumó unos segundos. Dando un paso atrás enseguida sintió la mano del duque en su espalda.
—Tranquila —le dijo acercando levemente su rostro y apegándola un poco más hacia él—. Yo también odio esto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro