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30.- Amarga Noche

La comida fue gigantesca Aynoa no se le permitió bailar con otros hombres que no sea su ahora esposo y el duque no mostró interés en aquello. Sentada en la mesa vió la comida tratando de pensar en como cambiaría su vida ahora.

El gran salón se llenó de un banquete enorme, los invitados compartieron todos juntos allí mientras que comían, otros reían juntandose en pequeños grupos y otros bailaban en el medio de la pista. Una gran fiesta digna de un hombre famoso para todos.

Castilville era más liberal pensando en eso, Aynoa se llenó de preguntas de como serían las fiestas allá, como son los bailes, incluso si el duque allá participaba. Mirandolo de reojo se sentía extraña, se veía bastante bien con el color blanco cubriendo todo su cuerpo, sus ojos parecían acentuarse más, pero aún así, se sentía incomoda. Tarikan estaba justo a su lado pero no sentía que así lo fuera, más bien sentía que estaban distanciados por metros y metros.

Ambos se ignoraron en todo el transcurso de la comida, el duque conversó casi toda la velada con sus hombres que estaban hacia el lado derecho de la mesa, pero Aynoa no intercambio ni una sola palabra con alguien.

Solo el marqués se quedó para la cena, Sophia y sus hijas marcharon en cuanto el duque beso a la mujer. Entre los llantos de la hija mayor de Sophia se escabulleron con el permiso del marqués para retirarse educadamente, no podían estar en aquel lugar siendo el hazme reír de todos. La noticia de que el duque prefirió a otra de las hijas fue esparcido por todos los ciudadanos.

Hundida aún en sus pensamientos bajó la mirada para fijar sus ojos en sus manos y fue cuando el duque se puso de pie moviendo la mesa que tenían al frente.

Aquel acto le aceleró el corazón, sabía que debía pasar la noche con él pero no quería que ese momento llegará. Que él se pusiera de pie fue suficiente para que las criadas se acercarán a ella y le hablarán al oído, al mismo tiempo que la gente comenzó a aplaudir.

—Es hora duquesa, debe ir al cuarto en este momento.

Aynoa podía sentir el palpitar de su corazón en su cabeza, y como su respirar se disparó de un momento a otro. Parecía que no había escuchado nada y se mantuvo allí sentada sin mover ni un solo músculo. Cuando por fin lo hizo se encontró con la mirada de todos los invitados, que esperaban que ella se retirará como era tradición.

—Majestad —agregó poniéndose de pie y bajando la cabeza hacia los reyes y luego volteó hacia su ahora esposo e hizo lo mismo—. Duque.

Nerviosa trató de controlar su cuerpo respirando profundo, salió de allí avergonzada ya que todo el mundo sabía lo que le esperaba está noche. Más de una lágrima rodó por su mejilla.

Los días anteriores había llorado lo suficiente, como para aceptar el hecho de que su familia no era lo suficientemente buena para ella. Sophia nunca la dejaría tranquila, tratada como si fuera algo de poco valor sabía que quizás en el ducado, aquello podía cambiar un poco. Convencida por las palabras del duque, se había casado, pero avergonzada estaba consciente que hoy el duque tenía todo el derecho de hacer lo que quisiera con ella.

El acto lo enseñaban las damas mayores, pero con Aynoa fue distinto, no hubo alguna mujer que quisiera recomendarle, después de lo que había hecho, la servidumbre y todo el personal le dio la espalda por usurpar el puesto que le iban a dar a Mariam.

Recordó entonces algunas palabras de Milla su antigua criada, ella una vez le contó que había visto a una pareja besarse y tocarse en los establos, pero dijo que la mujer parecía estar en un estado confuso entre la risa y el dolor, cómo si el hombre le hiciera cosquillas debajo de la ropa. Solo por aquella criada, sabía que significaba una relación sexual.

—¿Debo... Debo hacer algo? —preguntó al entrar a la habitación, miró el lugar y una pequeña chimenea estaba prendida. Había una cama grande de color negro con sábanas blancas, un sillón y una mesita donde había comida y frutas.

—Señorita manténgase relajada es lo mejor que puede hacer, él es su esposo ahora —dijo una de las criadas mientras le desabrochaba el vestido.

Despojarse de su prenda le hizo sentirse cada vez más indefensa, como si de alguna armadura se tratara, ahora estaba libre de ella.

—Pero lo que dicen de...

—Solo obedezca, el duque sabrá lo que hace.

—¿No es lo mismo que hizo hace unos días? —dijo otra criada que salía de la habitación.

Desde ese día sin duda alguna el trato hacia ella cambió radicalmente. Aynoa quería mantenerse callada, pero tenía tantas preguntas que hacer, los sirvientes de Abeul era bastante buenos con ella, pero aquí la influencia que había tenido Sophia traspasó incluso la amabilidad que tenía ella con la servidumbre.

Milla vino a su mente, su criada podía tener algunas respuestas a aquellas interrogantes que tanto la estaban angustiando, pero no estaba junto a ella. Desde que llegaron a la capital perdieron el contacto y no sabía dónde podía estar ahora. Su padre sabía de aquello, pero se negó a buscarla ya que no deseaba gastar el dinero que poco le quedaba.

Nerviosa estrujó las manos en su delgada vestidura, no era primera vez que el duque la vería de esa forma, pero las acciones posteriores si la hacían sentir ese nervio que estrujaba sus entrañas y revolvía su estómago. A la altura del esternón incluso podía sentir un leve cosquilleo que se movía como un remolino por todo ese sector, hasta el alimento parecía que quisiera ser devuelto.

—El sacerdote esperará en la mañana para examinar las sabanas de la cama y ya que la marquesa Sophia se negó a ser la "Engi", en su caso estará una de las damas personales de su majestad, detrás de la puerta.

—¿Detrás de la puerta?

—Sí, Señora.

Aynoa ni siquiera quiso preguntar porque el sacerdote haría eso, tendría que dormir hoy con el duque y claramente no sería igual a lo que habían hecho.

Al poco tiempo mientras Aynoa estaba sentada en una silla con una sirvienta peinándole el cabello, la puerta se abrió lentamente y en el dintel Tarikan aguardó. Todas las mujeres al verle se apresuraron en salir de la habitación hasta que solo quedará la pareja recién casada.

Aynoa nerviosa se sentó lo más derecha posible y juntó sus piernas para posar sus manos temblorosas en ellas. Su ahora esposo cerró la puerta y caminó hacia el sillón con tranquilidad.

El sonido que hizo la cerradura terminó de sepultar su pobre alma.

—Antes que digas algo —dijo ella mientras él se sacó la chaquetilla y la dejó caer sobre el respaldar del sillón—. Tengo otra petición.

—Te escuchó.

—Hay-hay una sirvienta que servía a Abeul, ella debe estar en el grupo que llegó de los refugiados, quiero llevármela a su ducado.

—¿Su nombre y aspecto?

—Su nombre es Milla sus padres eran el Varón Cesar y la varonesa Cecilia, tiene cabello muy parecido al suyo, ojos verdes y tez blanca.

—Bien, mandaré a buscarla.

—¿Irá ahora?

—¿Y dejarla sola? Fuera de la habitación ya está esa mujer de la reina. Así que mantén este volumen de voz para que no nos escuche.

—¿Ella se quedará allí toda la noche?

—Sí, aunque realmente prefiero a esa mujer que a tu madrastra —dijo sin mirarla—. Entonces... solo una sirvienta.

—Sí, padre ha buscado a Milla por días ¿Podrá encontrarla antes que marchemos?

—Marcharemos mañana.

—¿Mañana?, ¿tan pronto? —dijo ella poniéndose de pie. Ella pensaba que se quedarían unos días en la capital. Sorprendida lo miró con cejas arqueadas y luego miró hacia la ventana.

—Aynoa, ¿qué más necesitas para dejar la capital? —Tarikan la observó con atención, confiaba que sus hombres pudieran encontrar a esa mujer y con eso su ahora esposa estaría tranquila pero no estaba seguro que era lo que ella necesitaba para abandonar la ciudad sin mirar atrás.

—Nada más.

—Seré considerado contigo esta noche, pero como te dije solo será una vez, no hace falta que me veas como tú esposo en mi ducado— dijo mientras se sacaba la camisa por arriba de su cabeza.

Aynoa asintió mientras lo observaba, pensaba que esto sería igual a lo ocurrido en el castillo que se le había asignado a su padre, pero estaba lejos de serlo.

Tarikan volteó lentamente para agarrar un jarrón y beber de él. Aynoa entonces dió unos pasos mientras le observaba la espalda, al igual que la otra vez se veía llena de recovecos dónde los músculos se apretaban y se tensaban cuando él se movía. Curiosa por él siguió dando un paso tras otro mirando también uno de sus tatuajes.

—Dijiste que eran protección ¿Te protege de qué? —preguntó curiosa.

—¿No sabes nada de magia o hechicería?

—Extrañamente siempre me olvidó de ese detalle cuando pienso en usted —dijo ella fijando sus ojos en la serpiente blanca.

Tarikan se sorprendió un poco de sus palabras y lentamente dejó el jarrón en la mesa, pero no volteó para verla, sino que la miró sobre su hombro derecho.

—¿Puedo? —dijo Aynoa llevando sus ojos a su rostro, el solo asintió.

Entonces ella lentamente extendió la mano y con las yemas de sus dedos le tocó la piel teñida. La textura era suave, parecía que tenía un poco de volumen en los bordes, pero no solo fue lo único que descubrió, sino que en el medio de su espalda tenía surcos y surcos de cicatrices. A simple vista no se notaban por la extensión del tatuaje, pero al tocarlo, Aynoa descubrió que el duque también había sido tratado como Sophia la trataba a ella, o incluso peor.

—Usted también...

—Es una historia larga y aburrida, así que ni siquiera preguntes.

—Siento preguntar, pero espero saber más de usted a su debido tiempo. No se moleste por eso, después de todo conviviremos juntos.

—No me molesta mientras sea yo quien pueda contestar tus preguntas. La gente siempre tiende a cambiar la realidad.

—Me parece bien —dijo ella ya más calmada, pero sus dedos aún se movieron por la piel del hombre—. Al menos has cubierto todo por algo mejor.

—Arkan se llama.

—¿Arkan? Se parece a tu nombre, pero ¿Por qué los nombras?

Tarikan volteó lentamente para observarla, pero Aynoa estaba interesada en sus tatuajes que ni siquiera le miró la cara, sino que ahora, que se había volteado se fijó en la serpiente que cubría su abdomen, pectoral y brazo.

Aynoa se sentía extraña tocando la piel de él, sentía como su corazón golpeaba lento, pero a la vez fuerte su pecho. Sus dedos se movieron lentamente sin pensar en nada, desde la muñeca de la mano donde estaba la cabeza de la serpiente, subió por su brazo hasta llegar a su hombro y de ahí continúo.

—¿Y este?

—Ella es Siriham, cuando un hechicero llega al nivel superior, esa es la madurez completa de la magia, para seguir ascendiendo tomamos entes o demonios en posición de nuestro cuerpo. Te dije que nosotros no íbamos al reino de los cielos y es por este hecho.

"El monstruo que vi en la sombra" —pensó Aynoa.

—Nunca hiciste un pacto con el diablo.

—No creas todas las cosas que dicen de mí.

Esta vez no pidió permiso para seguir tocándolo y continúo lentamente zigzagueando por su pecho hasta el abdomen. Sintiendo el tatuaje de Siri pudo notar cada escama como si realmente tocará a la serpiente y parecía que se movía cada vez que el duque respiraba.

Tarikan con calma la observó, hasta el momento no había mujer que se interesará en sus tatuajes y que le pusiera tanta atención como lo hacía Aynoa. Las personas que conocían a los hechiceros, este hecho era perturbador y doloroso, una experiencia horrible, pero con grandes recompensas para quien lo lograba.

La leve caricia que Aynoa estaba haciendo hizo que un escalofrío llegará al cuerpo de él, ella no se estaba dando cuenta lo que estaba produciendo por aquel hecho, con ojos de una niña que jugaba sin miedo continúo deslizándose por su torso hasta que llegó al borde del pantalón y se detuvo, recién en ese momento Aynoa salió de esa concentración.

—¿Vas a seguir?

—Lo siento, no debí hacer eso —dijo Aynoa avergonzada y enseguida caminó a la cama, por un momento solo había pensado en los tatuajes sin tomar conciencia que realmente le había tocado.

—Continuando con la explicación, uno de ellos da todo el poder— dijo Tarikan caminando por la habitación mientras apagaba las velas—. Y el otro mantiene ese poder bajo control. Todos tenemos oscuridad dentro de nosotros, si la serpiente blanca no estuviera entonces creo que me dejaría llevar por ese lado.

—¿Le dolió?

—Eso es algo que no se pregunta, ni se contesta, no es un típico tatuaje Aynoa— Tarikan recordó el hecho mientras desabrochaba el cinturón del pantalón y lo sacaba lentamente.

Cuando obtuvo sus tatuajes fue un tiempo de mucho dolor, a tal punto que creía que moriría, agonizando por casi diez días mientras su cuerpo se acostumbraba al ser y era por eso que solo dos personas habían logrado controlar un demonio sin perecer en el intento. La mayoría de los hechiceros tenían entes y espíritus en sus cuerpos, pero Tarikan había logrado tener un demonio que lo hacía temible.

Para Aynoa en la ciudad donde vivía no había ninguna persona que estuviera tatuada, de hecho, aquello parecía de otra tierra.

Cuando Tarikan volteó  y se hincó para echarle más leña a la chimenea, una gran sombra se proyectó de su espalda. Ella al verle reflejado en el suelo sintió que realmente era como un demonio con una sombra más grande que él mismo.

—¿Mi esposo? —se dijo ella al verle, no podía creer que a los pocos días ella ya estaba casada y con más ni menos que el "Demonio de Castilvell"

Quizás por eso lo llamaban así, contando también su indiferencia y frialdad que tomaba los asuntos del pueblo no podía creer que realmente había hecho lo que hizo. El mismo hombre que la había tirado al estanque y el primero al que ella le había dado una buena cachetada.

Cuando Aynoa salió de sus pensamientos el duque la estaba observando desde la distancia, pero no tardó en dar unos pasos acercándose. Por unos momentos Aynoa pensó que él se detendría frente a ella, pero no fue así, mirándole el rostro los nervios que había traído consigo desde la cena volvieron a estrujarle el interior.

Cuando él estuvo lo suficientemente cerca ella levantó la mirada. El hombre no se detuvo y ella dio pasos atrás hasta chocar con el velador que estaba a un lado de la cama.

Intimidada por él no apartó sus ojos y Tarikan tomó firmemente la muñeca derecha de ella y la llevó a tocarle la piel de su abdomen.

—Es la primera vez que ves un tatuaje ¿no? —Ella solo asintió temerosa.

Sentir la piel de él ahora con toda su palma le fue extraño, jamás había tocado a nadie ni mucho menos a un hombre, pensaba que podía encontrarlo áspero ya que no siempre ellos se cuidaban el cuerpo, pero Tarikan tenía la piel suave y tibia.

—Tienes que sacarte la ropa también.

—¿Qué?, ¿mi-mi ropa?, ¿por qué? Lo que hicimos. . . —dijo asombrada.

—No será igual —dijo el llevando sus manos a tomar las cuerdas que colgaban en su pecho amarrando su vestido.

—Espera. —Aynoa rápidamente tomó sus grandes manos tratando de apartarlo. Nerviosa le miró a los ojos, él estaba tranquilo pero levemente frunció un poco el ceño.

—Si quieres me iré, pero si no consumamos esto, mañana mismo el rey puede decidir separarnos y todo el teatro que hicimos no habrá servido de nada.

El hombre entonces acercó su rostro, la leve luz que entraba desde afuera por la ventana abierta iluminó sus ojos y estos brillaron cómo el metal de las armaduras. Aynoa se sintió más acorralada.

—Espera —dijo mirándole atentamente. El duque entonces se detuvo y apartándose un poco, puso sus manos a los costados de su cadera

—Te lo volveré a preguntar— dijo el hombre lentamente—. ¿Quieres que salga de aquí?

La palabra "Sí" quedó aferrada a la boca de ella, sus cuerdas vocales se congelaron al imaginar lo que tendría que vivir si se decidía que el duque se fuera. El trato que había tenido de su madrastra, la mirada de su padre y la paliza que había tenido con sus hermanas, era algo que no iba a poder escapar nuevamente.

Ella negó con la cabeza mientras apretó sus labios y cerró sus ojos. Su mano que aún estaba en la piel del hombre también se cerró. Tarikan la observó unos segundos, alzó lentamente su brazo y le subió su rostro con sus dedos hasta que ella abriera los ojos.

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