2.-Un día oscuro para Abeul
Cuando las bestias atacaron, Aynoa había bajado por telas al pueblo. No hubo tiempo para poder prepararse, los monstruos y demonios habían atacado el pueblo del sur antes que ellos, pero esta vez las personas se dirigieron hacia la capital en vez de correr al marquesado.
Un sonido aterrador como una trompeta siniestra sonó con fuerza por Abeul, la gente que estaba en las calles se detuvieron y observaron los muros en dirección a la puerta de entrada. Luego un silencio sombrío cubrió todo el lugar, la gente que había estado dentro de las casas y tiendas también salieron al escuchar aquello, moviéndose lentamente, nadie dijo nada, era como si la valentía de pronunciar una sola palabra se había esfumado.
—Corran...— susurró un campesino.
La gente que había podido vivir y estar fuera de las grandes ciudades protegidas por altos muros conocían aquel extraño ruido. Tardaron unos minutos cuando algunos comenzaron a moverse corriendo al interior de la ciudad.
Aynoa también había salido a la calle, fijando su mirada en esa dirección, una gran sombra paso por encima de todos ocultando por unos segundos el sol. Miró arriba solo para ver la cara de una mujer fusionada con un monstruo volador.
—¡CORRAN POR SUS VIDAS!
—¡CORRAN, CORRAN!
Los gritos comenzaron de la nada y luego de eso el pánico inundó todos los corazones de los habitantes. Un gran mugido dio pasos a un enorme trolls de las montañas, derribando con facilidad la puerta de madera, hizo volar a un centenar de soldados que la custodiaban. La gente gritó aún más al verlo, las campanas de los pueblos cercanos, Terra y Sinova ni siquiera alertaron nada, parecía que el mismo karma había llegado al marquesado.
El trolls era bastante temible y de gran tamaño, hacía retumbar la tierra cada vez que daba un paso en ella. Sus rostros ceñidos en montañas de arrugas casi tapaban los minúsculos ojos que tenía.
Detrás de él venían gigantes cubiertos de pelos de animales, eran más pequeños que un troll, pero mucho más violentos y agresivos. Bajo ellos, los lobos también aparecieron. Era muy extraño que las tres especies atacarán de forma unánime, y la razón para que lo hicieran era solo una, que luego apareció en el borde del muro.
Una gran arpía rio a carcajadas desde lugar donde estaba posada. Con su rostro, como el de una mujer con cabellos largos, cobijó su cuerpo y sus patas de grandes garras bajó sus enormes alas negras, al mismo tiempo que miraba desde las alturas el marquesado de Abeul.
La gente se dispersó por todos lados entre gritos aterradores, corriendo lejos de la entrada. Los soldados del castillo bajaron para contener la situación mientras todo se volvía un caos.
—¡Quemarlos para que no se regeneren! —gritó un soldado.
—¡Mi leidy! —Su dama la jaló rápidamente por las calles.
Para Milla no era la primera vez que veía un monstruo, pero para la joven leidy sí lo era. Su rostro había quedado plasmado en miedo y sus piernas no le respondieron cuando tuvo que correr.
Los gigantes no tenían buen olfato, pero si era fácil para ellos moverse y destruir las casas, la gente era levantada fácilmente del suelo para ser devorados por ellos. Él trolls era lento para moverse, pero era difícil derribarlo en comparación a los gigantes. La arpía, por otro lado, solo observaba mientras soltaba una risa de una mujer desquiciada muy parecida al llanto de un niño, sonando fuerte y constante, aquello causaba más terror que todos los monstruos juntos.
—Venga aquí —dijo la mujer ingresando detrás de una casa. Había cerdos en un establo mal oliente y ella rápidamente supo que debían esconderse. No tenían tiempo para llegar al castillo o refugiarse en algún lugar donde los lobos captarían su olor.
La gente que había vivido fuera de las murallas hicieron exactamente lo mismo, acostumbrados a estos monstruos llenaron sus ropas, caras y brazos con heces de animales y luego buscaron algún sitio donde no fueran vistos. El hedor disiparía el olor a humano que los lobos rastreaban con gran facilidad, pero si eran vistos por un gigante o el trolls estaban perdidos.
—¿Qué-qué... yo...? —Aynoa estaba en shock.
—No hablé —dijo la mujer con sus manos temblorosas.
Los gritos aún se escuchaban fuera del establo, los animales de granja se habían ido y solo quedaron algunas personas ocultas entre la paja y la madera. El suelo retumbaba con cada paso de los monstruos, y el cielo se podía ver rojo por el fuego que se había generado al mismo tiempo que la carne chamuscada cubría cada rincón.
La ciudad pronto ardió tiñendo todo gris, y a medida que pasaban los minutos, los gritos de la gente comenzaron a disminuir llegando un silencio aterrador. El castillo tampoco se salvó, las murallas también fueron rotas y lo que pudieron se resguardaron en su interior. La llegada del troll haría que las puertas del mismo se terminarán de romper.
Los lobos atacaron con fiereza, desmembrando, rompiendo y asesinando familias completas, no hubo nada que pudiera detenerlos. El hechicero de Abeul era un anciano bueno para la bebida, contuvo a los primeros gigantes, pero tambaleante agarró un caballo y se dirigió a la puerta sur desertando de sus funciones.
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Mientras tanto, en la capital de Hamrille los pasos retumbaron por los pasillos reales, un hombre corriendo a toda prisa con una carta en su mano dejó todas las formalidades detrás. Los guardias al ver su desesperado actuar intercambiaron miradas y rápidamente dieron un paso frente a la puerta.
—Necesito... —dijo el hombre jadeante—. Necesito hablar con el rey...
—Cálmese anunciaremos su entrar —dijo uno de los guardias mientras el otro abría la puerta, pero el hombre no esperó y entró con gran prisa.
—¡Mi rey, Abeul ha sido atacada! —dijo inclinándose hacia su alteza.
—¿Bárbaros otra vez? —dijo el rey pensando que una vez más Abeul pediría dinero para reafirmar sus murallas por bárbaros que el mismo marqués inventaba.
—No, señor. Monstruos, y demonios han bajado de las colinas, destruyeron Sinova y Terra, ¡En este momento entraron a Abeul!
—Debe mandar un escuadrón —dijo uno de sus consejeros.
—Mis hombres no llegarían a tiempo si partimos ahora. Abeul estará en cenizas antes de eso —dijo el general Richard poniéndose de pie.
—¿Dónde está Rómulo?
—Hacia el este señor, por las montañas doradas.
—¿Y las serpientes?
—Ellos están al sur por el lago Mical.
—¿Qué tan al sur?, te pregunto por Abeul ¡¿Por qué no me contestas con certeza?!— dijo el rey poniéndose de pie.
—¿Mi esposo mandará a las serpientes a salvar Abeul? —preguntó la reina asombrada—. Tarikan no le gustará tocar esa tierra —continúo riéndose.
—Le guste o no, es el marquesado. Las serpientes tendrán que ayudar.
—Me contactaré con las serpientes entonces para que manden a las legiones hacia Abeul lo más pronto posible.
—Hazlo y que no se demoren.
—Sí, señor —dijo el hombre saliendo con prisa del salón.
El rey pensando en lo que había dicho se volvió a sentar en su silla mientras que todos murmuraba el nuevo acontecimiento. Lentamente, suspiró y llevó sus ojos hacia el general Richard.
—Manda a una de tus legiones también, ve porque esas bestias bajaron de las montañas e investiga los pueblos de los alrededores.
—Sí, señor. Iré yo mismo para evaluar los daños —dijo el general poniéndose de pie. Llevando su armadura dorada dirigió su mano a golpear su pecho haciéndola sonar contra su pectoral y salió del salón.
—¿Por qué las serpientes están por el lago Mical? —preguntó la reina.
—Es la expedición que hacen todos los años antes de primavera, mi reina —dijo un hombre.
—Es un lugar tranquilo y firmé los permisos hace dos meses —contestó el rey.
—Sería bueno que lo traigas después de ir Abeul. Me gustaría verlo.
—Tarikan y su obsesión por el dragón blanco —soltó el rey mirándola con el ceño fruncido—. Créeme que lo traeré aquí luego de este caos.
—Deberás controlarlo más, no puede ir y venir por su cuenta.
—Querida solo por ese hecho, ahora Abeul tiene una mínima esperanza.
Próximo Capítulo 3.- Las serpientes de cola Plateada.
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