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119.-La creación de un sueño y el fin de una historia

La escena que encontraron fue extraña, la carreta estaba rota, y los soldados luchaban jalando varias cadenas que habían amarrado al individuo.
Tarikan al verlo caminó lentamente analizando la situación, el hombre era bastante alto, tenía amarradas las manos, el pecho, el cuello y aun así se las arreglaba para mover a los soldados. Aunque anclarán sus pies en la tierra, no tenían la suficiente fuerza para que el hombre se mantuviera solo en un punto.

—¡Conténgalo! —gritó Sebastián al verlo como dos soldados cayeron de estómago al suelo.

—¿Le han visto los dientes? —preguntó Tarikan con gran curiosidad.

—¿Qué?, señor, a penas lo hemos atrapado. Después que escapara, ninguno de mis soldados querría saber más. Acercarse a su boca, lo siento duque...

—Creo saber a qué nos enfrentamos —sonrió mientras dio unos pasos más cerca. El sonido de las cadenas rápidamente sonaron cuando el individuo volvió a jalar de ellas.

—¿Ha dicho alguna palabra?

—Sí, duque —dijo un hombre apareciendo con un grupo de soldados—. Soy el responsable de que toda la carga que llega a Lehim llegué a su destino —agregó estirando su mano al hombre.

—¿Ya lo has analizado? —preguntó Tarikan mientras observaba la ropa del hombre. No parecía un soldado, sus brazos no eran anchos, y tampoco caminaba con su espalda recta, era más bien un erudito, o un escriba, otro obsesionado, quizás por el saber.

—No por completo —contestó el hombre—, pero en el tiempo que he estado con él ha dicho algunas palabras. Habla un idioma muy antiguo, solo algunos podremos entenderlo, si no le molesta, querido duque de Castilville, me encantaría estudiarlo con mis camaradas.

—¿Qué idioma? —preguntó Sebastián.

—Uno que no creo que un soldado pueda comprender, es difícil y...

—Contesta la pregunta —interrumpió Tarikan llevando sus ojos hacia aquel espécimen.

—Es uno de los primeros idiomas de la tierra, Arkacio, es tosca y cortante, muy pocos hombres como yo la conocen en todo el reino de Hamrille. Estoy seguro de que seremos útil para usted, duque.

—No, no los necesito.

Tarikan llevó sus ojos al hombre y se fijó en cada una de sus diferencias físicas. Le asombraba lo que estaba presenciando, ya que estaba seguro de que tenía un espécimen distinto a lo que muchos habían alcanzado a conocer, pero era primera vez que veía a uno... Vivo.

Su piel oscura, sus ojos color del sol, y una gran musculatura, su fuerza casi inhumana, era un animal que abrió toda la curiosidad de un coleccionista.

—Duque, por favor reconsidere nuestra ayuda, ¿Cómo podrá comunicarse con esa bestia?

—Si venía en el barco, entonces en ese continente hay más de estos —dijo Sebastián.

—Hay mucho más que estás cosas, mi joven amigo, Ragnur me había hablado sobre una magia distinta...—dijo Tarikan acercándose más a las cadenas—. Suéltenlo

—Señor, pero...

—No podremos agarrarlo nuevamente, nos costó mucho y tenemos soldados heridos —dijo un hombre.

—Son órdenes del duque.

Los soldados al escuchar aquella orden se miraron unos a otros, le tenían miedo claramente, dudaron en obedecer, hasta que todos soltaron las cadenas.

El individuo rápidamente se fue contra un grupo, parecía tan fuerte que solo un golpe de sus brazos podría romper los cráneos de todos, pero Tarikan no podía permitir aquello. Hizo pequeños ruidos para llamar su atención hasta que el hombre se abalanzó contra él.

Tarikan vio el brazo del animal solo un segundo antes de desaparecer, aquello lo sorprendió. Abriendo grandemente sus ojos pudo esquivarlo solo por una fracción de segundo. Era extremadamente ágil, rápido, fuerte, uno solo de ellos podría dejar una gran masacre.

—Es muy fuerte —dijo Sebastián. Al ver cómo el duque apareció detrás del hombre.

—Lo es —agregó Tarikan cuando alzó la mano y el patrón mágico de sangre apareció en su muñeca—. La secta parte de mi magia se ocupa para esto, pero con él, casi la mitad de mi magia lo puede someter.

El duque apretó un poco los dientes cuando volteó su mano hacia el suelo y lo fue controlando hasta que cayera de rodillas al suelo. Jamás me costaba tanto contener a un solo hombre, sintió la presión que se ejercía y una gota de sudor cayó por su frente.

El hombre abrió los ojos grandemente dejando ver una pupila grande y extendida, sus ojos amarillos habían dejado de brillar y su respiración se mantuvo agitada mientras no entendía por qué su cuerpo no le respondía. Recién en ese momento miró a los presentes.

Tarikan entonces caminó hacia él, su mano se mantuvo apretada en dirección al suelo, como si agarrara algo con fuerza. Los escribas intentaron hablar con el animal y el duque puso enseguida atención a las palabras que ellos decían.

—"Nadie te hará daño, no puedes lograr nada si continúas luchando"

Aquel ser fijó sus ojos en el duque, el único hombre que se había atrevido a acercarse lo suficiente, pero no pudo moverse, su instinto animal gritó por todos los cielos lo peligroso que podía ser aquel ser humano que parecía maldito.

No se había dado cuenta de él en un principio más que un número más de soldados, pero ahora con su pelo negro y sus ojos como los de un demonio, su instinto animal solo le mandó una señal... "Sal de ahí".

Fijándose en su reacción, el duque vio como el hombre hizo una pequeña y minúscula reacción en su rostro, aquello fue suficiente para saber que el hombre entendió lo que los escribas decían.

—¿Tarikan? —preguntó Sebastián viendo cómo el duque se hincaba frente a ese animal sin medir ninguna consecuencia.

—Así que es una lengua antigua —dijo el duque mirándolo. Sus ojos pendientes de aquel animal no hicieron un solo cambio cuando el individuo apretó los dientes y gruño con fuerza mirándolo con gran enojo—. Eres como un perro, un perro que necesitará la mano dura de un amo.

—Duque...—dijo un escriba acercándose.

Entonces, frente a todos los presentes, aquel ser despegó sus labios y habló con una voz gruesa y ronca.

—Meg foglak ölni, megnyúzlak, amilyen lassan csak lehet.

—¿Qué significa eso? —preguntó Sebastián, pero ni el duque, ni aquel individuo hicieron un solo movimiento, parecía que había una lucha entre ambos de miradas.

—Que nos matará a todos, despellejándonos lentamente —dijo uno de los escribas traduciendo lo que había salido de la boca de aquel animal.

—Királyom megbosszulja a halálomat. Átkozott érted jönnek

—Dice que su rey vengara su muerte y Átkozott vendrán por usted.

Tarikan recién sacó los ojos del hombre al soltar una gran carcajada, mientras llevaba su rostro al suelo. Todos quedaron sin palabras, no sabían realmente si el duque estaba tomando en serio esto o simplemente estaba jugando, pero todo se aclaró en un segundo.

La mano de Tarikan subió envuelta aún en su patrón mágico y pescó al hombre del cuello, alzándolo en el aire. No hubo un ser físico que el hombre pudiera luchar para liberarse, así que solo apretó los dientes mientras se ahogaba bajo la magia del duque. Con su otra mano envolvió toda su cabeza con una luz celeste y luego lo soltó para caer bruscamente al suelo.

Imágenes de un lugar que jamás había conocido llegaron a su mente y luego un nombre. Tarikan no era un ser humano que cualquiera pudiera subestimar, inteligente, astuto, sabio, poderoso y cruel.

El duque aún seguía siendo el hombre que Sebastián conocía, no escatimó en perder tiempo, pero lo próximo que hizo impresionó a todos. Volvió a agacharse y mirándolo desde una altura más suprema que aquel individuo hablo en el mismo idioma que había hablado los escribas. Tarikan conocía el idioma.

—Si supieras el amor que le tengo a todos los reyes, no me hubieras dado ese dato. Voy a estudiarte, haré todo lo que pueda contigo y después te unirás a los demás, al igual como lo hice con esta cosa —agregó y conjuró un artículo que había tenido en su colección.

El cráneo blanquecino y con dientes de perro apareció en su mano y aquello enloqueció al hombre que rápidamente intentó ponerse de pie. Con una señal del duque, todos se abalanzaron para volverlo a amarrar con la ayuda del hechicero.

—Tarikan... Tú...

—Duque, ¿cómo conoce esa lengua?

—Mi padre, es su lengua materna —contestó mirando aún al individuo—. Llévenlo a mis calabozos y no le den comida y agua, lo necesitaré doblegado.

—Sí, duque.

—No necesito traductores, ni alguien que lo estudie por mí mismo —dijo mirando a los hombres.

El Átkozott fue levantado y antes que él marchara, el duque lo detuvo mirándolo con seriedad. La altura de ambos fue rápidamente significativa.

—Me tomaré unos años para saber de ti, luego le llevaremos tus saludos a tu rey —agregó y se lo llevaron a una carreta más grande.

—¿Haremos estudiar a nuestros soldados? —preguntó Sebastián.

—Por supuesto, en especial nuestros magos, necesito magos fuertes.

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Aynoa esperó que el duque regresará, pero cuando lo hizo supo que algo había ocurrido, ya que Sebastián tomó un montón de papeles antes de marchar con rapidez al salón de reuniones y allí permaneció junto a otros soldados y el duque.

La noche cayó y aunque la luna estaba sobre su cabeza, lo esperó como era costumbre.

—Ya llegará —le dijo hablando con su hijo en brazos. Lo meció por toda la habitación mientras tarareaba una canción.

Aynoa siempre se había imaginado como sería su hijo, pero ahora que lo tenía al frente, estaba completamente enamorado de él. Lamentaba como había ocurrido su nacimiento, pero más se alegraba de que su esposo lo había traído con vida antes que a ella.

Constantemente se imaginaba como sería su futuro, un pequeño revoltoso corriendo por el castillo y sin duda siguiendo los pasos de Tarikan, su afinidad con la magia era ya un hecho y claramente el duque no perdería tiempo. Una vez que cumpliera dos años, comenzaría a despertar su poder heredado.

—Creí que dormías —dijo el duque abriendo la puerta con sumo cuidado.

—Te dije que te esperaría siempre —dijo ella sonriéndole. Tarikan enseguida comenzó a sacarse la armadura—. ¿Ha ocurrido algo? Sebastián parecía preocupado.

—Mañana será un gran día para contarte todo con detalle, pero no es nada que debas preocuparte.

—Está bien —dijo ella volviendo a mirar a su hijo—. ¿Lo imaginabas así de perfecto?

—No. A los días que había nacido, creí que se parecería más a ti, su rostro me hacía recordarte.

—Oh duque de Castilville, lamento eso, pero ahora su hijo es adorable, es igual a usted —dijo Aynoa burlándose y lentamente caminó a la pequeña cama que le había hecho al bebé.

Lo miró unos segundos y depósito un beso en su frente antes de separarse de él para mirar a Tarikan.

—¿Sabes cómo van las reuniones del futuro rey?—preguntó Aynoa.

—He escuchado algunas cosas, cualquiera de los candidatos que salga me da exactamente igual.

—¿Igual? Tarikan el futuro rey, sabrá lo que has hecho con su antecesor, cuando él sea nombrado llamará a todos los caballeros y a los nobles del reino a jurar lealtad hacia él.

—Y cuando lo haga, no creas que me arrodillaré ante él como un súbdito. Tendré preparado todo para que ni siquiera se atreva a pedirme lealtad.

—¿Lo harás tu enemigo entonces? —dijo ella ayudando a desabrochar su camisa y no dudo es estirar sus manos tocando su piel.

—No mi amor —agregó tomando sus manos y las llevo a su boca para besarla—. Seremos aliados, Castilville un aliado poderoso, no nos querrán como enemigo.

—Confío en ti.

—No te queda de otra —Soltó burlándose mientras caminó hacia la ventana—. El futuro ahora lo construiremos nosotros.

—Reimy me comentó algunas cosas que habían ocurrido cuando yo no estaba.

—¿Sí, como qué? —preguntó volteándose a mirarla.

—El día que hiciste el hechizo de la escama, tu padre... Lamento tu perdida.

—No Aynoa, no lamentes un hecho que me trae mucha satisfacción— dijo riéndose—. Hoy recordé algunas cosas que ese infeliz al menos me dejó en este mundo.

—¿Qué cosas?

—Si bien no recuerdo mucho como era la vida junto a ese hombre, había estudiado lo que significaba ser hijo de él. Hoy llegó un cargamento con un ser que hablaba la misma lengua que hablaba mi padre.

—¿Lo reconociste?

—Solo lo aprendí para que cuando llegara el día que lo enfrentará no tuviera nada con la cual lastimarme.

—¿Puedes decirme su nombre?

—Te lo diré, pero no quiero volver a mencionarlo o escucharlo.

Aynoa asintió con su rostro mientras lo miraba desde la cama, entonces vio como el hombre bajó su rostro y sus ojos se volvieron feroces. El odio que le tenía a su progenitor fue evidente, entonces dijo su nombre antes de voltear para mirar la ciudad.

—Su nombre era Hunur.

La ciudad quedó frente a él, en su pupila no se reflejó su infraestructura bajo las faldas del castillo, sino algo más allá, más allá de las montañas, más allá de las grandes llanuras, más allá que el mar. Esa tarde algo había nacido dentro del hombre, y el deseo de conquistar magia que no conocía se posó como un nuevo propósito en su vida. Un propósito que pronto iría a buscar.

Sonrió mientras llevó su mano a la ventana y su serpiente en su interior se excitó vibrando constantemente.

—Algún día nos veremos... rey Burak.



                                                                                   ~Fin~

                                                                                                                                    Karen Hinojosa Marín.




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Agradecida de cada uno de mis lectores, me tomaré unas vacaciones luego de un año de publicación. Mientras, prepararé otros de mis proyectos, no puedo dar más detalles sobre que viene en adelante, quiero alejarme un poco de la historia de las estrellas, pero uno nunca sabe.

Gracias por leer, nos vemos en un futuro próximo. Amor a ustedes hijos de más Estrellas.

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